por JOANA SALÉM VASCONCELOS*
Breve análisis de las elecciones a la Convención Constituyente.
Desde octubre de 2019, Chile vive un gran estallido social y una crisis de hegemonía política. Las élites chilenas miran atónitas cómo se desborda la lucha popular por los derechos, la gratuidad, el bienestar y la dignidad. A pesar de los obstáculos impuestos por el Acuerdo de Paz Social del 15 de noviembre de 2019, que definió un quórum conservador de 2/3 para cambio constitucional; a pesar de las regulaciones restrictivas de la Convención Constituyente, enmarcadas en el marco de la geopolítica neoliberal; y por supuesto, a pesar de la pandemia, las organizaciones populares han continuado su construcción política autónoma desde octubre de 2019 hasta hoy, preparándose para el enfrentamiento contra el mayor escombro autoritario de la dictadura: la Constitución de 1980.
Los gobiernos democráticos de 1990 a 2021 se plegaron al llamado “modelo chileno” y lo sofisticaron aún más, amplificando el malestar social. Pero el modelo de la Constitución de 1980 resultó erosionado y agotado. Enmarcados en una sociedad sin derechos desde el golpe de 1973, los chilenos se vieron arrojados al desamparo de la sociedad neoliberal, el individualismo de mercado y la guerra de todos contra todos.
El Estado Subsidiario, ideado por Jaime Guzmán y los Chicago Boys durante la dictadura, mercantilizó todas las esferas de la vida e impuso la discrecionalidad de la privatización generalizada a la sociedad chilena en nombre de la libertad de las grandes corporaciones. El saqueo privado de la tierra, el agua, los recursos minerales y agrícolas, la perversa capitalización de las pensiones, la mercantilización de la educación y la salud, estaban promoviendo un proceso irreversible de erosión del tejido social.
La campaña publicitaria por la democracia, que le dijo “No” a Pinochet en 1988, tenía como lema “la alegría ya viene”, pero la preservación del arreglo constitucional de la dictadura impidió que la democracia cumpliera su promesa. El “pinochetismo sin Pinochet” gobernó los últimos 30 años de democracia en el país.
Pero ahora el “modelo chileno” es más frágil que nunca. En el Elecciones 15 y 16 de mayo, los chilenos indicaron que la Convención Constituyente será un evento democrático de grandes proporciones, con la fuerza de refundar las relaciones entre el Estado y la sociedad sobre bases populares y verdaderamente democráticas.
Os resultados de las elecciones no se parecen a nada que haya visto. Los parlamentarios independientes electos constituyen el 32% de los 155 miembros de la Convención. Los diputados indígenas son el 11%. Los tres grandes bloques partidistas suman el 57%. Los independientes tenían presupuestos pequeños y casi ningún tiempo de televisión, pero obtuvieron un tercio de los votos, mostrando la erosión del sistema de partidos convencional. Entre los candidatos indígenas, los de derecha fueron derrotados y ganaron los indígenas de izquierda.
Hasta la semana pasada, muchos amigos me decían que la dispersión de candidaturas podía erosionar la fuerza electoral de la izquierda. Fue un reflejo de la descentralización de la revuelta de 2019, un elemento positivo que podría, en matemáticas electorales, convertirse en negativo. Pero ocurrió lo contrario: la fuerza de los independientes desequilibró el resultado a favor de la izquierda.
Entre los bloques partidistas, la derecha tenía el 24% (Vamos por Chile – RN/UDI); el centro obtuvo el 16% (Lista de Apruebo – ex Concertación); y la izquierda con 18% de diputados (Apruebo Dignidad – PC/FA).
Entre los independientes, la izquierdista Lista del Pueblo tenía el 15%. La centroizquierda Lista Nueva Constitución tenía el 7%. Todavía hay un 8% de independientes elegidos sin lista, con candidatos de perfil local cuya posición ideológica aún falta por mapear.
En resumen, tenemos:
Cierto (Vamos por Chile): 24%
Centro-Izquierda (Apruebo + Nueva Constitución-ind): 23%
Izquierda (Apruebo Dignidad + Lista del Pueblo-ind): 34%
Indígenas (ninguno de la derecha): 11%
Independientes sin lista: 8%
La derecha se colocó en la esquina del ring. La arquitectura constitucional de Jaime Guzmán está a punto de ser desmantelada.
* Joana Salem Vasconcelos es doctora en historia por la USP. Autor de Historia agraria de la revolución cubana: dilemas del socialismo en la periferia (Avenida).
Publicado originalmente en Portal Contrapoder.