Los tractores del miedo

Imagen: Reproducción de Telegram
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por GÉNERO TARSO*

Las acciones humanitarias para salvar a niños y poblaciones civiles se han convertido en “ataques a la existencia de Israel”

La tradición de los oprimidos nos enseña, dice Giorgio Agamben, que el “estado de excepción en el que vivimos” (en el escenario mundial) “es la regla”. Y continúa, siguiendo a Walter Benjamin: “hay que llegar a una concepción de la historia que corresponda a este hecho [...] porque el poder hoy no tiene otra forma de legitimación que la situación de grave peligro a la que apela permanentemente en todas partes y que , al mismo tiempo, se esfuerza y ​​lo produce en secreto”.[ 1 ]

La guerra es la mayor tormenta que hace que el mundo sea como es. La guerra arrasa con todas las demás tormentas, suprime las morales, oprime las conciencias y los cuerpos; cambia clases, costumbres, revela pasados ​​que estaban muertos y reabre al mundo nuevas y peores posibilidades; Así como los hombres hacen guerras o permiten que se hagan, ellas –las guerras– también moldean el futuro. Los héroes de las guerras no moldean el futuro porque fueron obligados a saber matar y quien mata siempre suprime algo de sí mismo, por muy generosa que sea la recompensa de la victoria. Las guerras dejan pocos héroes verdaderos en la superficie de la historia.

Los bombardeos pasaron a denominarse “explosiones”, las acciones militares en represalia contra un ataque terrorista pasaron a denominarse “guerra contra Hamás”; las acciones humanitarias para salvar a niños y poblaciones civiles se convirtieron en “ataques a la existencia de Israel” y las bombas incendiarias contra hospitales comenzaron a justificarse –primero– “ligeramente” como errores técnicos, luego –en gran medida– como efectos secundarios de una guerra contra el horror. La única salida a la guerra, como revela hoy, es volver a las negociaciones sobre el cumplimiento de los acuerdos de Oslo que, si esto no es posible, implosionarán el resto del siglo XXI.

El 11 de septiembre de 2001, el ataque terrorista al World Trade Center se cobró 2.996 vidas, sacudió al mundo y reforzó la voluntad del Imperio de ir a la guerra con la fabricación de armas y la reconstrucción de países que serían destruidos. El siglo empezó prometiendo barbarie, pero más de 10 muertes por bombas de fósforo lanzadas contra hospitales, escuelas y población civil en la Franja de Gaza son todavía demasiado pocas para dar sentido a la conciencia del Occidente democrático y cristiano.

Estamos entrando en un período en el que la neolengua colonial-imperial, que lo abarca todo, se desliza suavemente para oficializar la inevitabilidad del genocidio que el gobierno de extrema derecha de Benjamín Netanyahu cree tener el derecho divino de llevar a cabo. Dice que Israel es el “bien” absoluto, que cumple una misión divina amparado en un Estado teológico y el pueblo palestino es el mal diabólico, que puede y debe ser barrido de la tierra, lo que justifica transformar a un pueblo entero en un pueblo maldito, sin respetar la vida de madres, niños, jóvenes, civiles de todo tipo y especie.

Es hacia la justificación de esta voluntad divina –o su aceptación “naturalizante”– hacia donde se ha estado moviendo la mayoría de los medios de comunicación, después de que una cobertura equilibrada mostrara una cierta pluralidad frente a los horrores de una nueva carnicería en Oriente Medio.

Benjamín Netanyahu dice que cumple una misión civilizadora y sostiene que allí están en juego todos los valores de “Occidente”, como pasó con el Imperio en Vietnam, como pasó con la búsqueda de armas químicas en Irak, como fue absolutamente cierto. – durante tres décadas en América Latina – esa misión civilizadora de los Estados Unidos, con sus instructores de tortura enseñando interrogatorios para las dictaduras de América Latina.

El discurso de Benjamín Netanyahu al pueblo judío –enfrentar el “bien” contra el “mal”- basado en valores religiosos leídos de manera medieval sectaria y contradictoria, no es sólo una falacia, sino que es una estrategia de poder y alianzas fundadas en el miedo a todos los fundamentalismos del mundo, incluidos aquellos gobiernos y países que todavía pueden apoyar un Estado palestino.

Lo que parece ser simplemente una falacia religiosamente correcta, en realidad suprime las categorías políticas de la modernidad y abre así el Estado sagrado a cualquier alianza pragmática, en favor de sus verdades religiosas que la historia no puede glosar.

El resto del siglo XXI avanza hacia una situación de peligros indeterminados, en la que el Gobierno de Israel, al deslegitimar todos los esfuerzos realizados por la ONU, apoyada por los países ganadores de la Segunda Guerra Mundial,a. La Guerra Mundial –incluida la de la Rusia soviética– puede tirarse a la basura. El complejo industrial militar estadounidense, los bancos centrales de todo el mundo, los especuladores de guerra, los usureros legales e ilegales del sistema financiero global, pueden ser llevados a un lado o al otro, según sus intereses inmediatos de dominación y supervivencia. La única parte de la humanidad –la mayoría de los humanos– que no contribuyó a su estallido no tiene la capacidad de intervenir decisivamente para poner fin a la guerra.

El coste humano de la guerra, hasta ahora aceptado por los principales medios de comunicación, que muestran que la batalla de Israel contra Hamás se está transformando en una guerra contra todo el pueblo palestino, indica que no les importa y no perdonarán a nadie que se atreva a hacer frente a sus sistema de dominación: los tractores mortíferos de este siglo acostumbrarán a la humanidad superviviente a aceptar que esos arados que cosechan niños también son necesarios para alimentar el mercado de la muerte: la fabricación de bombas, armas, tanques, municiones, cohetes, misiles y gases que asfixiados, forman la esencia del keinesianismo colonial-imperial, que genera muchos nuevos ricos, empleos selectivos y muertes colectivas en el horizonte del siglo.

* Tarso en ley fue gobernador del estado de Rio Grande do Sul, alcalde de Porto Alegre, ministro de Justicia, ministro de Educación y ministro de Relaciones Institucionales de Brasil. Autor, entre otros libros, de utopía posible (Arte y Artesanía). https://amzn.to/3ReRb6I

Nota

[1] Giorgio Agamben. Medios sin fin: notas sobre política. Valencia, Pre-Textos, 2010, p. 13 y 14.


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