los prisioneros de guerra

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por Flavio Aguiar*

Tenemos así una guerra en la que, tanto como los amos, los implicados en ella son prisioneros de sus palabras.

“Necesitamos derrotar al Goliat ruso”, con estas palabras definió el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, el papel de su país y su gobierno en la guerra que este viernes cumplirá el primer año de vida y muerte, en su discurso durante la inauguración de la Berlinale, el Festival Internacional de Cine de la capital alemana, la noche del 16 de febrero. Y al final de su discurso de diez minutos, reiteró la imagen, recordando una expresión de la época de la Guerra Fría entre el capitalismo y el comunismo: “Todos somos el David del Mundo Libre”.

De esta manera, explicó el metadiscurso que acompaña la actuación de sus Fuerzas Armadas en el campo de batalla. Metadiscurso: la referencia retórica que proyecta lo que sucede en el mundo real al campo de los valores éticos e incluso estéticos, en este caso, el conflicto que ha sido calificado como el más sangriento de Europa desde la Segunda Guerra Mundial, a pesar de las atrocidades cometidas por todos los bandos en la llamada Guerra Civil Yugoslava entre 1991 y 2001.

El esfuerzo retórico por enmarcar las acciones del gobierno de Kiev dentro del marco bíblico evoca curiosas comparaciones. En la narración sagrada para los cristianos, el pastor David vence al gigante Goliat porque tiene tras de sí la fuerza de Jehová, el Señor de los Ejércitos de Israel, invocado por él. Volodymyr Zelensky, que se proyecta como David, tiene a sus espaldas todo el peso del Occidente resucitado: Estados Unidos, Reino Unido, la OTAN y la Unión Europea, que le suministran miles de millones de dólares y euros en armamento. Su esfuerzo retórico es convencer al mundo de que, junto a la fuerza de las armas que implora continuamente, tiene la fuerza superior de la razón y la ética, lo que le da una dimensión histórica y mesiánica.

Del lado ruso, el esfuerzo no es menor. Vladímir Putin tiene ante sí el reto de convertir la invasión de otro país en un gesto defensivo, lo que requiere también de una cierta travesura discursiva. La referencia que se busca es la de la Gran Guerra Patriótica, pues se describe, desde los tiempos de la extinta Unión Soviética, la resistencia costosa en vidas pero exitosa al entonces invasor nazi, durante la Segunda Guerra Mundial.

La referencia a la “desnazificación” de Ucrania es constante, proyectando una histórica y grandiosa protección de la amenazada “Patria”, bautizando con colores de heroísmo nacional la ocupación de la zona fronteriza de Ucrania, para salvaguarda de su población, y también la re-anexión de la península de Crimea, que ya había sido rusa en el pasado, hasta los años 50 del siglo XX. Hasta el día de hoy, nadie ha entendido por qué el entonces primer ministro soviético, Nikita Khrushchev, donó el territorio a Ucrania.

Resulta que las palabras no son neutras, pasan factura. David no puede perder ante Goliat; ni siquiera se le concede la posibilidad de empate. Si no mataba al gigante, quedaría desmoralizado ante el rey Saúl, ante Israel, ante sus hermanos y ante su padre Isaí, y también ante Jehová. Si Kiev no “gana la guerra”, como se proclama hoy en Occidente, no será más que una aventura que ha derrochado recursos multimillonarios y contribuido a la devastación de un país.

Por otro lado, Pátria Grande tampoco permite concesiones. Sólo la victoria garantiza su integridad. Si Rusia no “gana” de alguna manera “la guerra”, tampoco será más que una invasión innecesaria que devastó a un país vecino y sacrificó la vida de miles de sus soldados y civiles del otro lado.

Así tenemos una guerra en la que, por mucho que seáis maestros, los implicados en ella son prisioneros de sus palabras. Y por el momento no tienen forma de escapar de este cuenco en el que han metido las manos.

¿Qué significa la palabra “victoria” para Volodymyr Zelensky y sus aliados? ¿Expulsar a los rusos de los territorios ocupados desde el comienzo de la guerra el 24 de febrero de 2022? ¿Reconquistar Crimea? ¿Hundir la economía rusa y derrocar a Vladimir Putin? Cualquiera de estos objetivos parece muy difícil de alcanzar hoy en día. Y para Vladimir Putin, ¿qué significa la palabra “victoria”? Rusia no parece estar en condiciones de ocupar Ucrania, ni política, económica ni militarmente. Derribar a Volodymyr Zelensky parece fuera de alcance. ¿Mantener los territorios ocupados como amortiguador para proteger Crimea, donde tiene bases militares y navales? Incluso estos últimos objetivos tienen un costo enorme para la economía del país, que se ve acosada por sanciones económicas a pesar del ala protectora de China, aunque en privado parece criticar la guerra.

Por supuesto, todo puede cambiar de una hora a otra. Pero por el momento la posibilidad de detener la matanza en el corto plazo parece muy remota. Usamos la palabra porque una guerra siempre implica la realización de una matanza masiva.

Esto nos recuerda la sabiduría milenaria de las palabras de un dicho muy popular en nuestro Brasil: “los monos viejos no meten las manos en los cuencos”.

*Flavio Aguiar, periodista y escritor, es profesor jubilado de literatura brasileña en la USP. Autor, entre otros libros, de Crónicas del mundo al revés (Boitempo).

 

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