por GÉNERO TARSO*
Lula debe exponer inmediatamente los “principios de esperanza” en las primeras medidas de su futuro gobierno
¿Cómo compatibilizar las democracias actuales con la “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789”, si ésta parte de las ideas de un derecho “natural” de toda la Humanidad, cuya filosofía no ve contradicción entre “libertades políticas” y la “libertad económica”, si el derecho a la vida ya la dignidad humana precede a todos los demás derechos? Para los juristas y economistas liberales, ya en la Ilustración, la “armonización de los intereses individuales en competencia” acogería, procedimentalmente, a todos en el seno del nuevo orden que se impondría en el tiempo, sin grandes saltos revolucionarios ni grandes inestabilidades políticas. Quizás la expresión “cada uno debe saber su lugar”, irrespetada por la insurrección de los esclavos en Santo Domingo, en agosto de 1791, fue una premonición de que “todo esto” era una gran falacia. ¿O no lo fue?
La publicación del libro La democracia como emancipación: perspectivas contrahegemónicas, cuyos autores y organizadores son Luis Felipe Miguel y Gabriel Vitullo (Editora Zouk) ofrece un gran aporte al debate programático que, discretamente, está presente en los discursos de los candidatos a la Presidencia de la República. El fascismo más activo, hoy con más fuerza política y base de masas, promueve -en estas elecciones- la dilución de los valores históricos de la democracia moderna y al mismo tiempo hace el redescubrimiento de la barbarie y la necrofilia política. Su voz y prácticas de gobierno son coherentes al defender –en la era neoliberal– la separación de la “democracia”, como forma jurídica de validación de la Declaración de Derechos de 1789, de la economía liberal, que en el siglo XIX restauraría la esclavitud (1802). ) en el Consulado de Napoleón Bonaparte. Hoy vivimos en una situación que no es igual, sino análoga a la de entonces.
Lo que surge como un verdadero dilema sobre el “discurso” en las propuestas de los candidatos -en el actual enfrentamiento electoral- es el siguiente, que creo que debe ser analizado principalmente por las candidaturas de “izquierda”: si el bolsonarismo se apresura a separar política y economía, aislar la Declaración de 1789 –que está en el Preámbulo de nuestra Constitución– de sus medidas neoliberales que privatizan el Estado; Si el bolsonarismo anula las funciones públicas del Estado y por tanto bloquea la posibilidad de que el capitalismo se “humanice”, no sería justo pensar que la izquierda debería unificar estos polos aparentemente contradictorios –la política y la economía– con un discurso que sitúa la proyecto como consecuencia estructural de los derechos del hombre y del ciudadano?
Los “desagrados” de la democracia moderna –de hecho– son más complejos de lo que estamos acostumbrados a pensar, pues tienen conexión con la teoría de que la “revolución burguesa” auspició una revolución democrática que, siendo “moderna”, sería también inclusiva. , y que el Estado Social podría ser su sustituto “natural”. Estas molestias son viejas y se manifiestan ya dos años después de la “Declaración”, en la Constitución francesa de 1791, cuando se estaba produciendo una ruptura, entre – por un lado – los presupuestos de la Declaración de Derechos de 1789, como política revolución para “acabar con el despotismo y la tiranía” (Florence Gauthier) y, por otro lado, el programa de liberalismo económico radical, pretendido por las nuevas clases burguesas industriales y coloniales.
Imponer la esclavitud en las colonias, imponer elecciones censales en el país (voto concentrado en los cabezas de familia rica), derechos de propiedad irrestrictos (restringidos a los muy ricos), además del trato violento destinado a los movimientos de los pobres por la aplicación de la Ley Marcial, tiene mucha similitud con la “reforma laboral”, con la entrega de la Amazonía a la ocupación ilimitada por la agroindustria de peor calidad, con la formación de milicias privadas paralelas al Ejército Nacional, con la deslegitimación de las elecciones por a ataques irracionales a las urnas electrónicas, acciones que están siendo asimiladas en buena parte de la sociedad, de arriba abajo, como si esto se identificara con la formación de la nación.
Thomas Paine, en 1791, ya preveía estas ambigüedades de la democracia política en construcción, cuando afirmaba que el dilema de la Humanidad estaba entre elegir los Derechos del Hombre o la barbarie, pero no intuía, sin embargo, que la barbarie pudiera ser un proceso dentro del liberalismo. universo liberal democracia que podría afianzarse décadas después, momento en que los “bárbaros” promoverían su hegemonía dentro de un régimen democrático liberal.
Rosa Luxemburgo hizo un desafío similar cuando, durante la Revolución Alemana, planteó el dilema entre socialismo y barbarie. Creo que el presidente Lula, que va a ser elegido en octubre o noviembre, debe presentar, de forma pausada y tranquila, desde el principio, los “principios de esperanza” en las primeras medidas de su futuro gobierno, que esclarezcan su desafío. , que estará entre derrotar al fascismo -en las urnas y en las calles- o vivir en la memoria de una democracia que no tuvo el coraje de decir su nombre.
* Tarso en ley fue gobernador del estado de Rio Grande do Sul, alcalde de Porto Alegre, ministro de Justicia, ministro de Educación y ministro de Relaciones Institucionales de Brasil. Autor, entre otros libros, de utopía posible (Arte y Artesanía).