Por Afranio Catani*
La cultura bantú está profundamente impregnada en la vida y el cotidiano de los brasileños, pero no suele ser identificada como tal.
Hace unos 15 años, mi vida estaba confundida: había terminado un matrimonio que había durado más de dos décadas y media y, al mismo tiempo, había obtenido un semestre sabático en la universidad, lo que me permitió dar conferencias en varios estados brasileños y en algunas provincias argentinas. Viajó lleno de papeles, libros, apuntes, pues había asumido compromisos de escribir cinco o seis textos para editoriales y revistas académicas. Logré cumplir con las obligaciones contraídas y, en los meses siguientes, se publicó todo lo que escribí, o mejor dicho, casi todo…
Sólo resta una breve presentación, escrita en Buenos Aires, en abril de 2004, para el libro de Celso Prudente y Renato Gilioli, Los pueblos bantúes en Brasil (Mogi das Cruzes, Oriom Editora) que, por razones que no puedo recuperar, terminó editándose recién en 2013 –recién me enteré estos días–, con una circulación muy restringida. No tengo una copia de ella. Entiendo que el libro tiene el contenido y los temas más relevantes, por lo que recupero, en las siguientes líneas, esta presentación escrita en suelo bonaerense.
cultura bantú
Celso Prudente y Renato Gilioli nos ofrecen este pequeño libro, Los pueblos bantúes en Brasil, en el que rescatan la contribución de esos pueblos a la cultura y la sociedad brasileñas en un sentido amplio.
Nei Lopes, autor del Diccionario bantú de Brasil (1995), explica que la palabra “Banto” fue utilizada por primera vez en 1862, significando el término ba-NTU “seres humanos” en aproximadamente 500 idiomas del África negra. El investigador indica que la influencia de las lenguas bantúes, especialmente el kimbundu, el umbundu y el quicongo, actuó decisivamente para la configuración de la lengua portuguesa en Brasil, destacando que además de estas tres, las principales lenguas son las siguientes: gangala, cuanhama, iaca, macua, nhaneca, nhungue, nianja, quingana, quioco (chokwe), ronga, swahili (swahili, “una lengua general con una fuerte influencia del árabe, hablada principalmente en la costa occidental de África, región que tradicionalmente fue una esfera de influencia para el comercio árabe”), Tonga y Shona (Shona).
Diariamente hablamos una cantidad importante de consignas bantúes, que ya están definitivamente incorporadas a nuestra lengua, que los autores tuvieron la buena idea de incorporar del citado diccionario de Lopes. Solo a título ilustrativo, destaco algunos: arenga, niñera, gilipollas, lío, gilipollez, banda, banzo, lío, batuque, bingo, bobo, bomba, culo, caboclo, balde, jovencito, cafuné, calombo, paddy wagon, candango , canga, tuerto, secuaz, capenga, cazuza, llorar, siesta, cuíca, dendê, engañar, farofa, chisme, harina de maíz, fuzarca, ginga, balancín, iaiá, berenjena escarlata, gallo, macumba, loco, mambembe, ricino, mandinga, albahaca, marimbondo, matutar, matuto, miçanga, milonga, niño, puta, quilombo, malhumorado, samba, cuartos de esclavos, obstruir, correa, tango, xepa, maldición, zabumba, enojarse, zanzar, burlarse de, zonzo , zumbido, zunzum.
Los autores, astutamente, exploran dos dimensiones de la cultura negra en Brasil que impregnan todo el libro, a saber: hay “una unidad que surge de los intercambios e interacciones existentes entre diferentes pueblos negros-africanos antes de la llegada de los europeos a los sótanos de la esclavitud”. barcos y cuarteles de esclavos” y, también, “hay y ha habido varios pueblos, etnias y estados entre los africanos”. A partir de estos dos parámetros, detallan las historias de las diversas dimensiones, intercambios y naciones africanas, generalmente poco conocidas entre nosotros.
El mayor mérito de Celso y Renato consiste en mostrar cómo la cultura bantú está “profundamente impregnada en la vida y el cotidiano de los brasileños, pero por lo general no es identificada como tal”. También destacan que los colonizadores hicieron, con el tiempo, una distinción entre los “sudaneses” y los “bantúes”, considerando a los primeros dotados de una cultura “superior”, dotados de mayor “inteligencia”. De hecho, la designación “bantú” se refiere a la unidad lingüístico-cultural de un gran número de pueblos del centro y sur de África y, “en el contexto de la inmigración forzada a Brasil (y a las Américas en general), representan uno de los los grandes grupos de donde procedían los africanos esclavizados”.
Agregan que esta supuesta diferenciación evolutiva entre estos dos grupos de africanos, elaborada lenta y cruelmente por traficantes y esclavistas, reforzó el reduccionismo de la africanidad al vector yoruba (una de las etnias del grupo “sudanés”), por lo que se encuentra una pequeña tabla en el libro, estableciendo las correspondencias entre las religiones sudanesa y bantú.
El texto, en lenguaje didáctico, examina la geografía humana de los pueblos bantúes, elabora una breve recapitulación de la vida en el Reino del Congo, describe la llegada de los portugueses a África y el posterior desarrollo de la trata de esclavos, establece las relaciones entre los las culturas bantú y brasileña, así como las significativas contribuciones de estos pueblos africanos a la sociedad brasileña en su conjunto.
Los pueblos bantúes en Brasil se convierte así en uno de los motivos de la amplia lucha que es la inserción efectiva de los negros en la sociedad brasileña. Conociendo parte de la cultura bantú, conocemos parte de nosotros mismos – la cultura bantú está “profundamente impregnada en la vida y en el cotidiano de los brasileños, pero no suele ser identificada como tal y, tal vez, radica una dimensión relevante en la materialización de conceptos sobre nosotros y sobre los demás, minimizando así la formulación (y práctica) de preconceptos.
*Afranio Catani es profesor jubilado de la USP y profesor invitado de la UFF.