Los militares en el golpe de Estado en Bolivia

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Designaciones como “golpe legal-mediático” o “golpe legal-parlamentario” encubren que un golpe de Estado es siempre un uso ilegal de la fuerza bruta

Por Manuel Domingos Neto*

Consumado el golpe de Estado en Bolivia, he aquí las críticas al presidente Evo Morales: “no debió ser candidato”, “debió resistir”, “apostó por el apaciguamiento de fuerzas irreconciliables”… A toda prisa, sin más información, atribuyendo tibieza al gran líder boliviano, algunos dicen “¡No debí haberme ido del país!”.

El primer análisis sólido que leí sobre la tragedia boliviana fue el artículo de Atílio Boron, publicado en A Terra é Redonda (ver https://dpp.cce.myftpupload.com/o-golpe-na-bolivia-cinco-licoes/), que muestra cómo se comportó Estados Unidos en este país y advierte a los latinoamericanos que aprendan la lección.

Pero Atilio cometió un desliz cuando mencionó un supuesto “golpe por omisión”: el Ejército se habría lavado las manos de policías truculentos y alborotadores fascistas.

Esta irrazonable conclusión es compartida por muchos y deriva de las tergiversaciones en el análisis de las formas de ruptura del Estado de Derecho en América Latina, reflejadas incluso en los intentos de recalificar el golpe de 1964 en Brasil como un “golpe cívico-militar”, lo cual es de mucho agrado para el publico uniformado.

No hay “golpe por omisión” y denominaciones como “golpe legal-mediático” o “golpe legal-parlamentario” encubren lo obvio: golpe de Estado es el uso ilegal de la fuerza bruta, cualquiera que sea su cobertura para el consumo de los afectados. sociedad.

Sin armas en la mano, nadie golpea. A su vez, sin apoyo de sectores sociales, sin ayuda en la formación de una opinión pública favorable, sin apoyo de juristas y jueces turbios, la fuerza bruta no es efectiva. Por muy extensa que sea la lista de golpistas (gran prensa, grandes empresarios, jueces, policías, milicianos, parlamentarios, religiosos, etc.) única y exclusivamente el detentador de la fuerza logra quebrantar el Estado Democrático de Derecho.

En Latinoamérica, quien detenta esta fuerza es el Ejército. Este es el principal responsable de los ataques a la democracia y del cumplimiento de los designios imperialistas.

Evo creía en el Ejército, como todos los líderes latinoamericanos que han intentado reformas sociales en los últimos veinte años. Lula, como Evo, se comprometió a fortalecer esta institución otorgándole equipos, recursos y remuneraciones dignas. Tratando de mejorar la calidad del mando, Evo incluso ofreció cursos sobre el imperialismo a los militares. Evo contó con instituciones diseñadas y preparadas para obedecer las órdenes del Imperio. Este ha sido el gran error de las fuerzas democráticas latinoamericanas.

Para que los militares tengan peso político, basta con existir. Solo estar equipado y entrenado. No necesitas disparar. No tienes que moverte, especialmente si otros pueden hacer el trabajo sucio, como fue el caso ahora en Bolivia.

Silenciosamente, el Ejército dejó que la policía y los bandidos fascistas aterrorizaran al pueblo ya los gobernantes. Bastaba haber dado un breve mensaje a los alborotadores de que no aceptarían la falta de respeto a las leyes. Todo el mundo retrocedería. Pero, por el contrario, fomentaban silenciosamente el desorden. Aparecieron solo en el acto final, “sugiriendo” que Evo renuncie.

Pensemos en Brasil. ¿Se habría dado el golpe contra Dilma si el Ejército hubiera procesado a media docena de camioneros y militantes fascistas que pidieron abiertamente la intervención militar?

Estos fascistas se burlaban de las Fuerzas Armadas. Las corporaciones efectivamente legalistas se sienten moralmente agredidas cuando alguien sugiere desobedecer la Ley. Pero, por el contrario, los comandantes brasileños se sintieron honrados.

Algunos incluso, como fue el caso del general Mourão, todavía en servicio activo, que incluso amenazó abiertamente con el uso de la fuerza y ​​no fue detenido. Así como Bolsonaro no fue arrestado cuando a lo largo de los años predicó la dictadura. En lugar de castigo, los propagandistas del terror militar, como Bolsonaro y Mourão, fueron elevados a comandar el país.

La mayor lección que nos brindan los hechos bolivianos no puede ser otra: ¡cuidado con los grandes mudos armados y entrenados por las grandes industrias de Estados Unidos!

* Manuel Domingos Neto es profesor retirado de la UFC/UFF, expresidente de la Asociación Brasileña de Estudios de Defensa (ABED) y exvicepresidente del CNPq

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