por Eleuterio Prado*
La limitación decisiva al proceso de reproducción del capital es externa. Dos factores pueden llegar a constreñir la dinámica de acumulación: la acción de la clase obrera y el agotamiento de la capacidad del planeta Tierra.
Introducción
François Chesnais escribió un artículo para responder a la pregunta, sin duda importante en los tiempos actuales, de si “el capitalismo [ahora] ha encontrado límites infranqueables”[i]. Como muestra la transcripción a continuación de uno de los primeros párrafos de este artículo, él pretendía ir (algo) más allá de Marx al investigar los límites del capitalismo. Ahora, cree que este pequeño avance es necesario para que se pueda comprender adecuadamente el desarrollo mismo del capitalismo a partir de la segunda mitad del siglo XX y especialmente a partir del cambio de milenio.
Partiendo de la interpretación de ciertos pasajes del propio Marx, va argumentando, presentando relieves históricos, que llevan a una conclusión contundente: sí, el capitalismo ahora, de hecho, enfrenta un límite interno y un límite externo, que ya no podrá rebasar. He aquí el párrafo: “En el libro III de La capital, Marx afirma que “la producción capitalista tiende constantemente a rebasar los límites que le son inmanentes, pero sólo lo logra utilizando medios, que, una vez más, y ahora en mayor escala, le colocan entonces esas mismas barreras”. ”. La pregunta que se plantea es si la producción capitalista se enfrenta ahora a barreras que ya no puede superar, ni siquiera temporalmente. Estaríamos en presencia de dos formas de límites infranqueables, con implicaciones muy fuertes para la reproducción del capital y la gestión del orden burgués, sobre todo para la vida civilizada. Uno de ellos, resultante de los efectos de la automatización, data del siglo XIX y tiene un carácter inmanente, interno al movimiento de capitales, en el que Marx insistió fuertemente. El otro, derivado de la destrucción por la producción capitalista de los equilibrios de los ecosistemas, particularmente de la biosfera, no fue previsto por Marx y fue definido inicialmente como un límite externo (Chesnais, 2017).
La pregunta es ciertamente interesante, pero requiere una respuesta en el marco de la dialéctica de La capital. En primer lugar, se considera aquí que es necesario distinguir entre un límite que se coloca como barrera al movimiento de acumulación de capital y un límite que puede actuar como contención de este movimiento. La primera, cabe señalar, se configura como interna y la segunda como externa al proceso de reproducción del capital. Dicho esto, se hace necesario preguntarse: (a) ¿se puede hablar de un límite interno infranqueable a la acumulación de capital, como lo hace Chesnais? (b) ¿Se puede tomar como una novedad en la historia del capitalismo la existencia de una contención absoluta a la expansión de la relación de capital como parece creer? ¿En qué medida actuaron tales límites externos en las crisis recientes?
Volviendo a Marx
Para responder a las dos preguntas anteriores, es necesario comenzar volviendo al pasaje del Libro III de La capital citado por Chesnais. He aquí lo que dice Marx sobre la contradicción que mueve al capitalismo y sobre los obstáculos que pone a su propio desarrollo: “La contradicción, expresada de manera muy general, consiste en que el modo de producción capitalista implica una tendencia al desarrollo absoluto de las fuerzas productivas, con abstracción de valor –y de la plusvalía incorporada en ellas (…); por otro lado, este modo de producción tiene como objetivo la conservación del valor de capital existente y su valorización en la mayor medida posible (…). Los métodos mediante los cuales logra este objetivo incluyen: reducir la tasa de ganancia, devaluar el capital existente y desarrollar las fuerzas productivas del trabajo a expensas de las fuerzas productivas ya producidas. La producción capitalista tiende constantemente a superar estos límites que le son inmanentes, pero lo logra solo en virtud de medios que vuelven a elevar ante sí estos mismos límites, en una escala aún más formidable (Marx, 2017, p. 289).
Nótese, ahora, que este pasaje aparece en el Capítulo 15 del Libro III, que discute el carácter de las crisis de sobreacumulación teniendo como referencia central la ley de tendencia a la caída de la tasa de ganancia. Y que, por tanto, se refiere entera y únicamente a los límites internos de la producción capitalista, es decir, a los límites que el propio capital se impone, límites que transforma en barreras, que luego supera.
Ahora bien, hay dos formas en que el capital puede superar tales límites que surgen -como explica el propio Marx- de la contradicción inherente a la relación de capital: o positivamente a través de la expansión ininterrumpida de la acumulación o negativamente a través de la crisis, es decir, a través de la parcialización. destrucción del propio capital acumulado. Marx, siguiendo el mismo pasaje, señala claramente esta contradicción: “el verdadero obstáculo a la producción capitalista es el capital mismo, es decir, el hecho (...) de que la producción es producción sólo para el capital, en lugar de, al mismo tiempo, contrario, [viene] en beneficio de la sociedad de productores” (Marx, 2017, p. 289).
Por lo tanto, de acuerdo con la dialéctica de la relación de capital expuesta en La capital, este proceso no puede contenerse internamente o, dicho de otro modo, no puede tener una frontera interna infranqueable. Todo límite se transforma en un obstáculo, en una barrera, aunque luego reaparece, de alguna manera, como un límite aún más difícil de franquear. Como señala Jorge Grespan, es necesario tener claro que esta lógica parte del hecho de que el capital es un sujeto automático para Marx (Grespan, 2009).
Como Grespan también menciona esto, es aún más claro en un extracto también conocido de la planos en el que Marx expone la lógica contradictoria del desarrollo infinito de la relación del capital: “Pero el capital, como representante de la forma universal de la riqueza –del dinero–, es el impulso ilimitado e inmedible de traspasar sus propios límites. Todo límite es y debe ser un obstáculo para él. De lo contrario, dejaría de ser capital, dinero que se produce a sí mismo. Tan pronto como dejara de sentir un cierto límite como un obstáculo, pero se sintiera cómodo con él como un límite, el capital mismo habría degenerado del valor de cambio al valor de uso, de la forma universal de la riqueza a una determinada existencia sustancial de la misma. El capital como tal crea una plusvalía definida porque no puede poner una plusvalía ilimitada de una sola vez; es el movimiento continuo de crear más valor agregado. El límite cuantitativo de la plusvalía aparece al capital sólo como una barrera natural, como una necesidad que busca incesantemente dominar y superar”.
Chesnais, por el contrario, entiende que esta dialéctica de la autosuperación del capital también contiene la posibilidad de que éste enfrente un límite absoluto y, por tanto, un colapso. Cita en primer lugar a Ernest Mandel, pero también a Robert Kurz, como autores que previeron esta posibilidad como consecuencia de la revolución tecnológica en informática, comunicación y robotización. El primero de ellos, según Chesnais, ya en 1986, había afirmado perentoriamente que “la extensión de la automatización, más allá de un cierto límite, conduce inevitablemente primero a una reducción del volumen total de valor producido, y luego a una reducción del volumen del valor más realizado” (citado Chesnais, 2017).
Para ver por qué este razonamiento es incorrecto, es necesario examinar la lógica interna del proceso de acumulación. Es tautológico que la masa de plusvalía sea igual a la relación que se obtiene al dividir esta masa por el volumen de producción material, multiplicado por este mismo volumen. Ahora bien, la constante elevación de la fuerza productiva, inherente al capitalismo, siempre ha implicado –y no sólo ahora con la tercera revolución tecnológica– en la reducción de esta ratio.
El aumento de la productividad implica que se produzca la misma cantidad de mercancías con menos trabajo o que se produzca una cantidad mayor con la misma cantidad de trabajo. También implica que habrá menos cantidad de trabajo socialmente necesario en un volumen dado de producción (medido de alguna manera). Sin embargo, la masa de plusvalía siempre puede crecer expandiendo el volumen de producción material. Y esto es, ya ven, lo que ha sucedido en la historia anterior del capitalismo.
En consecuencia, para ser válido, el razonamiento de Chesnais, que sigue los argumentos de Mandel y Kurz, necesitaría mostrar que la reciente revolución tecnológica, por sí misma, actúa para impedir la expansión de la producción y, por tanto, la incorporación de cada vez más fuerza. trabajo al proceso productivo del capital. Ahora bien, como el capital es un sujeto automático, solo puede verse obstaculizado temporalmente por la caída de la rentabilidad. Pero en este caso, tienes un límite nuevamente, es solo una barrera, y no un límite absoluto.
En todo caso, cabe señalar que hasta el momento no hay evidencia de que haya habido una tendencia a reducir la masa de plusvalía generada, ya sea en los países del centro o en el sistema capitalista en su conjunto, como resultado de la tercera revolución tecnológica., que ha durado unos cuarenta años. Sin embargo, aparece la afirmación de Anselm Jappe, haciéndose eco de una tesis de Kurz, según la cual: “el modo de producción capitalista se está agotando y ha llegado a su 'límite histórico: ya no se produce suficiente valor'” (Jappe, 2020). como correcto Por eso, el capital, industrial y ficticio juntos, depredará cada vez más e irracionalmente a los trabajadores y la naturaleza no humana, como está sucediendo en Brasil. Sólo ellos, por lo tanto, pueden derrotar al capital.
de los límites exteriores
Sin embargo, es correcto pensar que el proceso de acumulación de capital puede llegar a enfrentar límites externos. Sin embargo, para aprehenderlos es necesario comprender el sistema de capital como un todo. Porque, como sujeto del proceso, como movimiento que crea un mundo para sí mismo, necesariamente tiene que formarlo. Grespan trató este tema con pertinencia. Comienza recordando que Marx, en un extracto del planos, indicó que el valor como capital, como valor que se valora, se muestra (en cierta medida) como imperecedero. He aquí, él, el capital, es un proceso de perecer que se mantiene porque, como sistema vivo, se nutre continuamente desde su exterior:
En el capital, la incorruptibilidad del valor se plantea (hasta cierto punto) en la medida en que, a pesar de encarnarse en mercancías efímeras, asumiendo esta forma, también cambia constantemente de forma; alterna entre su figura eterna en el dinero y su figura efímera en las mercancías. Pero el capital sólo adquiere esta capacidad porque, como un vampiro, succiona constantemente el trabajo vivo como alma. La imperecedera -duración del valor en su figura de capital- se plantea sólo a través de la reproducción, que a su vez es doble: la reproducción como mercancía, la reproducción como dinero y la unidad de estos dos procesos de reproducción. (Marx, 2011, p. 541).
Después de mencionar que el capital actúa como un vampiro succionando trabajo, Grespan llega al concepto de totalidad del capital: “El capital 'succiona' el trabajo vivo, porque se lo apropia comprando la mercancía fuerza de trabajo, sometiéndola formalmente a sí mismo en un situación en la que el trabajador 'libre' está obligado a vender su fuerza de trabajo al capitalista ya producir para él en las circunstancias que le son impuestas. El capital se presenta así como una totalidad formalmente establecida, y es a través de la formalidad de esta subordinación que domina las condiciones de su propia valorización y se presenta como el "sujeto" de este proceso. Por otro lado, el poder 'vampírico' del capital revela su dependencia de la vitalidad del trabajo, ya que sólo 'absorbiendo el trabajo vivo' los 'muertos' vuelven a la vida y permanecen vivos”. (Grespan, 2009).
Dicho esto, ahora es necesario señalar que la totalidad que plantea el capital no integra serenamente al trabajador en sí mismo, sino que, por el contrario, lo captura y subordina en la forma que le es propia, es decir, por medio de una restricción estructural. Como es sabido, como el trabajador no es dueño de los medios de producción, para sobrevivir tiene que vender su fuerza de trabajo, temporal y repetidamente, al capitalista.
Este último, comprándolo, puede entonces utilizar su valor de uso para reproducir el valor de la fuerza de trabajo comprada por el salario y producir la plusvalía de la que se apropia sin pagar nada. En consecuencia, al tomar como referencia la totalidad hegeliana del espíritu, es necesario llegar a la conclusión de que la totalidad formada por el capital parece ser falsa. Tiene un exterior, un entorno, y este está formado por naturaleza humana y naturaleza no humana. Ambos son de alguna manera explotados por el capital al reproducir su propia totalidad.
En consecuencia, es desde afuera que puede venir una limitación decisiva al proceso de reproducción del capital, es decir, de la relación de capital. Marx, como sabemos, nunca dejó de pensar en la propia clase obrera como el posible límite externo del capital. Pues el trabajador sólo se subordina al capitalista como trabajador, es decir, como sostén de su propia fuerza de trabajo. Ahora bien, por un lado, la relación entre capital y trabajo asalariado es antagónica y, como tal, conflictiva. Por otra parte, siempre se supone que el trabajador guarda en sí mismo al ser humano como un poder[ii], que, en el proceso de la lucha de clases, puede llegar a confrontar e incluso destruir el sistema del capital, poniéndose en acción, realizándose como tal. Por tanto, la posibilidad de una contención absoluta de la expansión de la ratio de capital no puede considerarse como algo nuevo en la historia del capitalismo.
El límite externo considerado por Chesnais aparece con cierto dramatismo sólo recientemente en la historia del modo de producción capitalista. Un cierto agotamiento de los recursos naturales que pueden apropiarse sin producir desequilibrios ecosistémicos fatales para la existencia de la humanidad está ahora, de hecho, presente en la época contemporánea. Y se basa, en última instancia, en la capacidad de carga de la Tierra, que, si bien se ha expandido enormemente en los últimos dos siglos gracias a la ciencia y la tecnología, ahora está alcanzando -o ha alcanzado, como afirman algunos ecologistas- su límite absoluto.
Parece adecuado, por tanto, pensar que tal limitación puede llegar a constreñir la dinámica de acumulación de capital en un futuro próximo, es decir, en el transcurso del presente siglo. Sin embargo, no parece apropiado decir que ha sido muy relevante hasta el momento presente. El bajo crecimiento demográfico puede haber influido en el proceso de acumulación de algunos países centrales; los problemas ecológicos pueden haber afectado en cierta medida este proceso en la periferia.
En todo caso, las crisis contemporáneas, así como cierta tendencia al estancamiento que ha afectado especialmente al centro del sistema, tienen que explicarse principalmente por la dinámica interna de acumulación de capital. Y, en este sentido, los estudios que se centran en la tendencia decreciente de la tasa de ganancia han resultado ser los más interesantes (Kliman, 2012; Roberts, 2016). El último libro de François Chesnais que enfatiza la llamada “financiarización” también hace una contribución relevante para la comprensión del capitalismo en la época contemporánea (Chesnais, 2016)[iii].
La siguiente conclusión de Chesnais en el texto aquí analizado se refiere especialmente al límite del ecosistema. Sin embargo, sólo puede considerarse como consistente internamente a través de dos intervenciones tópicas en su escritura: “el encuentro, por parte del capitalismo, de tal límite [externo] que no podrá traspasar [progresivamente] no significa en modo alguno la fin de la dominación política y social de la burguesía, menos aún su muerte, sino que abre la perspectiva de que conducirá a la humanidad hacia la barbarie” (Chesnais, 2017).
En otras palabras, el capitalismo sólo podrá mantenerse frente a tales límites de forma regresiva, poniendo así en el horizonte la posible muerte de la humanidad. En consecuencia, el límite decisivo, como contención del capitalismo y su superación positiva, sigue siendo, como había establecido Marx, la acción política de los trabajadores organizados y así lo plantea Chesnais: “el desafío es que los explotados por la burguesía, o quienes no están vinculados a ella, encuentren formas de liberarse de su curso mortal” (Chesnais, 2017).
Ahora bien, siendo así, este comentario quisiera agregar que esta liberación ya no puede contradecirse a sí misma, es decir, ya no puede proponer nuevos despotismos, sino sólo buscar la realización de una democracia sustantiva que no sea sólo formal, como fue posible de lograr en los límites del capitalismo, pero que ahora está siendo socavado cada vez más por el neoliberalismo.
Eleutério FS Prado es profesor titular de la FEA/USP.
Referencias bibliográficas
Chesnais, Francois. “¿Ha encontrado el capitalismo límites infranqueables?” En: el plebeyo, núm. 25, septiembre de 2017.
Chesnais, Francois. Capital financiero hoy. Corporaciones y bancos en la recesión global duradera. Leiden/Boston: Brillante, 2016.
Jape, Anselm. Vidas y muertes del capitalismo. En: la tierra es redonda, https://dpp.cce.myftpupload.com/vidas-e-morte-do-capitalismo/.
Kliman, Andrés. El fracaso de la producción capitalista. Causas subyacentes de la gran recesión. Nueva York: Plutón Press, 2012.
Grespan, Jorge. “Una teoría para las crisis”. En: Capitalismo en Crisis. org. Plínio de A. Sampaio Jr. São Paulo: Suderman, 2009, pág. 29-44.
Marx, Carlos. La capital. Crítica de la economía política. Libro III. São Paulo: Boitempo, 2017.
Marx, Carlos. Grundrisse. Manuscritos económicos de 1857-1858. São Paulo: Boitempo, 2011.
Mandel, Ernesto. Marx, lacrisis actuelle et l'avenir du travail humain. En: Revista Quatrième Internacional, nº 20, mayo de 1986.
Mello, Gustavo MC; Braga, Henrique P.; Sabadini, Maurício – Apuntes sobre el debate sobre los límites históricos del capital. En: XXII Encuentro Nacional de Economía Política, Campinas, 2017.
Roberts, Michael. La larga depresión. Cómo sucedió, por qué sucedió y qué sucede después. Chicago: Libros de Haymarket, 2016.
[i] El artículo se publicó originalmente en francés, en febrero de 2017, en el sitio web L'alencontre. Fue traducido al portugués y publicado en la revista el plebeyo (Chesnais, 1917).
[ii] Sobre esta afirmación recibí el siguiente comentario de Gustavo MC Mello: “se corre el riesgo de una interpretación 'ontologizante' (en el mal sentido, obviamente): esta potencia existe no como algo innato, ahistórico, sino como negación de la heteronomía y cosificación. Por lo tanto, en las formaciones sociales capitalistas, es del mismo antagonismo entre capital y trabajo que emerge este poder”.
[iii] Hay un texto escrito por marxistas brasileños que busca evaluar más ampliamente las diversas contribuciones para la comprensión de la cuestión de los límites históricos del capital (Melo, Braga y Sabadini, 2017).