Los epigramas de Ernesto Cardenal

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Las breves composiciones poéticas del escritor, cardenal, teólogo y exministro del gobierno sandinista en Nicaragua

Por Afranio Catani*

Hubo cierta confusión en la prensa y se informó de la muerte en Managua del cardenal nicaragüense Ernesto Cardenal cuando en realidad el fallecido era su hermano, Fernando Cardenal, también perteneciente a las filas del catolicismo. Confieso que no estoy versado en la religión y la política de la Iglesia Católica. Sólo sé que era jesuita y, con la llegada de los sandinistas al poder, en 1979, ingresó a la Junta de Gobierno como Ministro de Cultura, ejerciendo esta función hasta 1987.

En 1985 el Papa Juan Pablo II suspendió a este defensor de la Teología de la Liberación en América Latina, por considerar incompatible su misión sacerdotal con su cargo político. En 1994, Cardenal rompió con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Escribió poesía, memorias, recibió varios premios literarios y, en febrero de 2019, el Papa Francisco retiró todas las sanciones canónicas que se le aplicaban, reintegrándolo a la Iglesia Católica Romana.

También confieso que conozco poco de la mayoría de sus escritos. Pero yo sé, y bueno, tu Epigramas. Primero les contaré una pequeña historia. Estuve en Chile en enero de 1997 y, luego de un congreso en la ciudad de Talca, regresé a Santiago. Con mi amigo Rob Rix, entonces profesor de la Universidad de Leeds, Reino Unido, tomamos el bus y fuimos a Isla Negra, a visitar una de las casas del poeta Pablo Neruda.

Como la espera fue larga, luego de retirar nuestras contraseñas, salimos a comer y beber. Calor abrasador; debimos causar problemas en el abastecimiento de cerveza en la región, bebida que se completó en Puerto San Antonio, no lejos de Valparaíso. Caminamos alrededor y en una carpa souvenirs, ante la insistencia del querido Rob, examiné un librito rojo manuscrito (sí, librito: 6,5 x 4,0 cm) de Cardenal titulado epigramas (Chile: Gráficos Bauhaus, 1993, 149 páginas). El encanto fue inmediato y la copia fue única y barata.

El “Prólogo” (p. 3-7) informa que la primera edición de los epigramas tuvo lugar en México, habiendo sido escritos entre 1950 y 1956, “poco antes de que Cardenal ingresara al monasterio trapense de Getsemaní, Kentucky” (p. 3- 4). Pero, después de todo, ¿qué son esos epigramas?

Son composiciones poéticas breves sobre cualquier tema, que suelen terminar, en el caso de las producidas por los aspirantes a religiosos, en una diatriba ingeniosa o satírica. En esta obra encontramos epigramas amorosos y políticos y, en algunos, “ambos elementos se fusionan, creando una auténtica experiencia amoroso-política ambivalente” (p. 4-5). En la primera tenemos a Ernesto lleno de amor por el mundo y por las niñas que amaba en ese momento, hasta nombrándolas. Los políticos, en cambio, circularon mucho, clandestinamente, durante la dictadura de Anastasio Somoza: “una poesía testimonial, de protesta, que llamó la atención de la crítica europea y americana” (p. 6-7).

A partir de un epígrafe de Catulo –“…pero no te escarás de mis yambos” [1]–, Cardenal abre con sus epigramas “toda una caja de posibles soluciones líricas para el poema social y político en lengua latinoamericana” (p. 7) [2]. Hay exactamente 48 piezas.

He aquí algunas muestras de su talento, escritas entre los 25 y los 30, 31 años:

“Viniste a/visitarme en/sueños/pero el vacío/te fuiste cuando/te fuiste/era realidad”.

“Tú has trabajado/veinte años/para juntar veinte/millones de pesos/pero daríamos veinte/millones de pesos/para no trabajar/como tú has/trabajado”.

“Uno se despierta/con cañones/por la mañana/lleno de aviones./Parecía que/fuera revolución:/pero es el cumpleaños/del tirano”.

“Si tú estás/en Nueva York/en Nueva York/no hay nadie/más/y si no estás en/Nueva York/en Nueva York/no hay nadie”.

“La persona/más cercana/a mí/eres tú,/a la que sin/embargo/no veo hace/tanto tempo/más que/en sueños”.

“Tú no/mereces/siquiera/un epigrama”.

“A tú despiadada/más cruel que/Tachito”. [Somoza]

“Cuídate, Claudia,/cuando estés conmigo,/porque el gesto/más ligero, lo que sea/palabra, un suspiro/de Claudia, el menor descuido,/quizás un día lo/examinen los eruditos,/y este baile de/Claudia es recordar por siglos./Claudia, ya te lo/aviso”.

“Tal vez este/año nos/casemos,/mi amor, y/tengamos una casita./Tal vez mi/libro sea/publicado,/y nos vayamos/los dos al/estranjero./ Tal vez caiga/Somoza,/ mi amor".

“Me dijeron que/tú estabas enamorada/de otra/y luego yo/me fui a mi cuarto/y escribí este/artículo contra/el Gobierno/porque estaba/preso”.

“Muchas personas que/algún día fueron fieles/emocionadas/a estos versos/y soñaron con un poeta: Sabed que yo los/hice para una/como vosotras/y que fue en vano”.

“Compartí/papeles clandestinos./Gritando: ¡Viva la libertad!/en plena calle/desafiando a los guardias armados/participé en la/rebelión de abril./Pero palidezco/cuando paso por tu casa/y tú sola mirada/ me haces temblar".

El poeta Cardenal, ahora rehabilitado, seguramente debe tener vívidos recuerdos del pasado, que tal vez aún lo hacen soñar con Claudia, Myrian, Ileana y con montañas de OTRAS muchachas lo que lo motivó a escribir sus epigramas.

*Afranio Catani es profesor jubilado de la USP y profesor invitado de la UFF.

Notas

[1] La broma de Cardenal sobre sus versos, refiriéndose a yambo (jambo), cláusula rítmica de la poesía clásica, griega y latina, formada por dos sílabas, una breve y otra larga.

[2] No se menciona la autoría del “Prólogo”. Al final del pequeño volumen, tras los créditos referentes a “Diagramación y Dibujos”, a “Portada y Gráfica”, aparece el epígrafe “Ademas”: “Mrs. Isabel. Margarita. Adriana". Tal vez sean los autores de dicho prólogo.

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