por LEONARDO BOFF*
Si no articulamos razón y sensibilidad, mente y corazón, difícilmente podremos actuar para defender a quienes están siendo sacrificados y martirizados.
En el siglo XXI asistimos a lo que se ha llamado “la era de la guerra eterna”, llevada a cabo particularmente por los Estados Unidos de América en todas partes donde se pone en duda su dominio sobre el mundo entero. Viven la ideología del “destino manifiesto” de ser “el nuevo pueblo de Dios”, de traer al mundo la democracia (burguesa), los derechos humanos (individuales, olvidándose de lo social y ecológico) y el valor supremo del individuo (base de capitalista de acumulación). En esta creencia sostienen con hierro y fuego la unipolaridad dependiendo de la lema: “un mundo, un imperio”, de ellos. Harán la guerra para impedir la multipolaridad.
Mientras escribimos, se está produciendo una cruel masacre de todo un pueblo, el pueblo palestino de la Franja de Gaza, denunciada como un verdadero genocidio, perpetrado bajo el mando del sionista Benjamín Netanyhau, con el apoyo incondicional de Estados Unidos. La razón loca es operar sin corazón ni sensibilidad humana, ejerciendo su lógica fría y sin escrúpulos ni límites éticos.
Sabemos que la razón sensible y cordial es más ancestral que la razón pensante. El primero apareció hace 125 millones de años cuando, en el proceso de evolución, surgieron los mamíferos con el llamado cerebro límbico, sede del mundo del afecto y la cordialidad. Al dar a luz, la hembra se llena de cuidado y sensibilidad hacia su descendencia. Los seres humanos olvidamos que somos mamíferos racionales, por tanto, portadores de sensibilidad, cuidado, cariño y amor. Este hecho pertenece al ADN de nuestra naturaleza. Sólo hace 7 u 8 millones de años se formó el cerebro neocortical, la base del pensamiento y la racionalidad conceptual. Sólo en los últimos 100 mil años surgió el homo sapiens sapiens del que somos herederos.
Nótese que lo más ancestral no es el logotipos más o patetismo, razón afectiva, cordial y sensible. Somos seres racionales, pero basados en el universo de los afectos, de la sensibilidad, en una palabra: la mente echa raíces en el corazón. Aquí viven los grandes valores que nos guían, como el amor, la empatía, la amistad y la compasión. Como afirmó un representante de la etnia Pueblo de Nuevo México (EE.UU.) al gran psicoanalista CG Jung que los visitó: “estás loco porque supones que piensas con la cabeza. Nosotros, sin embargo, pensamos con el corazón”. Esta respuesta hizo que el gran psicoanalista cambiara su percepción de la psique humana que tanto estudiaba. Jung entendió por qué los europeos conquistaron el mundo mediante la violencia y las guerras: porque sólo usaban la cabeza sin el corazón. Habían perdido la dimensión de la sensibilidad y la compasión. Por eso cometieron el mayor holocausto de la historia. En menos de 50 años, según las investigaciones más recientes de Marcelo Grondin y Moema Viezzer (Abya Yala, genocidio de los pueblos originarios de América) eliminó alrededor de 61 millones de habitantes de América (EE.UU. desde 1607). Fue nuestro Holocausto olvidado, el más grande de la historia.
El drama del hombre de hoy es haber perdido la capacidad de sentir a los demás como semejantes, de experimentar un sentimiento de pertenencia a la misma humanidad, algo que las religiones y la ética humanitaria siempre han enseñado. Lo que se opone a la religión no es el ateísmo ni la negación de Dios. Lo que se opone es la incapacidad de conectar y reconectar con quienes son diferentes y con la naturaleza con un vínculo de cariño y reconocimiento. Hoy en día, un gran número de personas se encuentran desarraigadas, desconectadas de sus semejantes, de la naturaleza y de la Madre Tierra. En el lenguaje de Jung, reprimieron la dimensión de alma que responde a la expresión de sensibilidad, cuidado, relacionalidad con los demás y espiritualidad.
Si no articulamos razón y sensibilidad, mente y corazón, difícilmente podremos actuar para defender a quienes están siendo sacrificados y martirizados como los más de 10500 niños asesinados y más de 1500 bajo los escombros de los ataques aéreos y terrestres del ejército del insensible y desalmado: Benjamín Netanyhau.
La mera razón analítica-instrumental no acompañada de inteligencia emocional se vuelve irracional y demente hasta el punto de cometer el Holocausto de 6 millones de judíos por parte de los nazis y 61 millones de representantes de nuestros pueblos originarios.
Una ciencia con conciencia, cuidadosa, sensible a todo lo que existe y vive, que une mente y corazón es una condición previa para evitar masacres y genocidios como los que estamos presenciando en la Franja de Gaza. Además, nos aseguraremos de no devorarnos unos a otros y salvaguardaremos la vitalidad del planeta Tierra. De lo contrario, puede continuar girando alrededor del sol, pero sin nosotros.
leonardo boff Es teólogo, filósofo y escritor. Autor, entre otros libros, de Derechos del corazón (Paulus).
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