por DANIEL BRASIL*
Comentario al disco de Iara Rennó
La influencia africana en la música brasileña es inconmensurable. Está en el origen de los géneros más populares del país, como la samba y el choro, y se infiltra en la multiplicidad de la música nororiental, en los tambores del sertão, en los cerros y terreiros, en los vissungos y canciones infantiles.
En la llamada MPB (acrónimo cada vez más anticuado e incapaz de abarcar la diversidad contemporánea), el movimiento de politización post-bossa nova, que coincidió con la era de los festivales en los años 60, impulsó una recuperación de los valores afro, bajo diferentes formas e idiomas Desde el emblemático disco editado por Baden Powell y Vinicius de Moraes (Las afrosambas, 1966), a versiones del movimiento Poder negro norteamericano (grabación de Elis Regina Negro es hermoso, en 1971), a través de la reanudación de la negrura en la samba por parte de autores como Martinho da Vila, Elton Medeiros, Paulinho da Viola, Candeia, Nei Lopes, Geraldo Filme, entre otros, cuando pasaba por un proceso de “blanqueamiento” y apropiación por parte de la clase dominante. Nunca suficientemente reconocido es el trabajo del compositor y arreglista Moacir Santos, quien lanzó el LP instrumental en 1965. Cosas, uno de los pilares de un sonido afro-jazz-brasileño.
No es, nunca ha sido, un proceso fácil y natural. Luchar contra las fuerzas del mercado, contra los medios mercenarios y eurocéntricos (más tarde americanófilos), exigió el sacrificio de muchos. Varios “integrados”, palidecieron su música y poesía, en busca de aceptación. Entre los no pocos méritos del llamado movimiento tropicalista está el retorno permanente a elementos de la cultura africana, de manera puntual pero incisiva. Gil, Caetano, Bethânia y Gal fueron, en varios momentos, portavoces de la cultura africana en Brasil. Obviamente, ser bahiano lo hace más natural, y todos vivían en Salvador, la “Roma Negra”. Bajo la égida de Dorival Caymmi, otros compositores bahianos, como Roque Ferreira y Roberto Mendes, en diferentes estilos, también mantienen bien atado el vínculo África-Brasil.
No se trata solo de componer una samba, sino de reafirmar la importancia de la matriz africana a través de las letras o la instrumentación y uso de ritmos. Esto conduce muchas veces a un sesgo religioso, vía candomblé o umbanda, pero no es esta la faceta que nos interesa aquí.
Grupos tan diferentes como Os Tincoãs o Cantores de Ébano, a través de caminos estéticos y de marketing muy diferentes, contribuyeron a mantener el foco en el patrimonio ancestral. Todavía en la década de 1960, la presencia luminosa de Milton Nascimento revivió los terreiros de Minas Gerais, mientras Río de Janeiro mezclaba la tradición de las escuelas de samba con la invención de perlas negras como Luiz Melodia y Jorge Benjor y perlas blancas como Beth Carvalho y Clara Nunes. Que, por cierto, era de Minas Gerais.
Pero volvamos al presente. En este Brasil del siglo XXI, donde se agudizan las contradicciones y el fundamentalismo evangélico oscurantista persigue las religiones de origen africano, es destacable la actuación de artistas como Virgínia Rodrigues, Fabiana Cozza, Juçara Marçal, Kiko Dinucci y otros, que buscan un retorno modernizado a las matrices de ultramar, muchas veces retomando valores místicos ancestrales, incorporando invención, mezclando sonidos y experimentando con nuevas tecnologías. Entre estos, destaco a la cantante y compositora Iara Rennó, quien lanzó el disco en 2022 oriki.
Fruto de una dedicada investigación y una trayectoria intermitente de grabaciones, iniciadas en 2009, las canciones mezclan orikis (saludos al espíritu) dedicadas a los orixás, atabaques, un traje afilado de vientos, guitarras, timbres y voces electrónicas, muchas voces. Hay participaciones de Criolo, Tulipa Ruiz, Carlinhos Brown, Curumin, Thalma de Freitas, Anelis Assumpção, Lucas Santtana y varios músicos del primer equipo.
El tema de apertura cuenta con la trompeta del estadounidense Rob Mazurek, quien hace un hermoso solo de jazz sobre las texturas de la voz y la percusión. A lo largo del disco, Iara Rennó consigue crear una atmósfera de interacción entre voces e instrumentos de una forma muy original, mezclando palabras de varios idiomas en canciones no narrativas, sino sensoriales o, como mucho, descriptivas.
oriki es un fruto más de la larga y prolífica historia musical que une Brasil y el África negra, y confirma la relevancia del trabajo de artistas que, como Iara Rennó, se atreven a buscar materia prima en la más remota tradición para construir nuevos mundos sonoros.
* Daniel Brasil es escritor, autor de la novela traje de reyes (Penalux), guionista y realizador de televisión, crítico musical y literario.
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