por ADEMAR BOGO*
El “Estado Democrático de Derecho” que interesa a los trabajadores no tiene “Estado”, por lo tanto, la invitación histórica estratégica es salir y no querer volver a entrar en él
Es de naturaleza individual y colectiva, en momentos de angustia o desesperación, recordar el pasado para, en defensa propia, hacer lo que uno ha sabido hacer. Cuando este retorno se da en la política, las urgencias y los disturbios impiden que las ideas respondan a la pregunta: ¿por qué, en determinados momentos, las amenazas de fuerzas opuestas aumentan y ponen a la defensiva a otras fuerzas opuestas? Ciertamente porque, el movimiento de la lucha de los contrarios no cesa y, la nueva pertenencia al movimiento revolucionario o progresista, por la inversión del orden, se traslada al bando contrario que toma la iniciativa de hacer del orden un desorden total, aniquilando sus propios poderes.
La tendencia hacia el ansiado retorno, luego de avanzar y agotar las energías, ya sea en la economía, la administración, la política u otras áreas, es similar en todos los sentidos. Sigmund Freud, al hablar de “Desarrollo y regresión”, en su XXII conferencia (1924), nos mostró, en el aspecto psíquico, que en el proceso biológico individual no se superan todas las fases anteriores sin dejar rastros de “fijaciones”. ; pero, a medida que avanza la vida, más adelante, cuando el sujeto encuentra ciertos obstáculos, tiende a “retroceder”. El propio ejemplo de Freud ilustra mejor esta idea. “Considere que, si un pueblo migratorio dejó tras de sí fuertes destacamentos en los lugares de parada de su movimiento, es probable que estos escalones más avanzados tiendan a retirarse a esos lugares de parada cuando sean derrotados o cuando se encuentren con un enemigo superior”. .
Si psíquicamente el neurótico vuelve a los puntos de fijación donde se encuentran las heridas que provocan sus trastornos, es porque allí encuentra alguna referencia a la deuda contraída consigo mismo y, al parecer, le resulta más cómodo quedarse en el pasado que enfrentarse al futuro. . En política, la reacción de volver al pasado y utilizar las viejas respuestas a las nuevas preguntas, imita esa evitación de no enfrentar los obstáculos, como si la victoria electoral hiciera desaparecer las milicias armadas.
La sorpresa de todo esto es que, si el partido político como sujeto colectivo no ha sabido preparar sus energías para superar los obstáculos, tampoco servirá de vehículo para transportar de regreso a las fuerzas que lo acompañaron. El retorno de lo mismo se da en la dispersión, asemejándose al sujeto que revisita sus desórdenes psíquicos. Como individualmente, colectivamente también creamos “neurosis políticas”. Entendemos que, si la teoría política, al encontrar obstáculos, no es capaz de superarlos, los reflejos de la regresión recaerán de inmediato en la práctica y, la propia forma de partido llega a equipararse al individuo trastornado y, al no tener claridad de qué hacer , se aferra al infame “Estado Democrático de Derecho” creado por el
En las últimas décadas, luego de experimentar algunos avances, las fuerzas progresistas ante los macabros obstáculos actuales tienden a volver al uso de tácticas conformistas, respetuosas y apropiadas y al infame "Estado Democrático de Derecho" creado por la clase burguesa en ascenso en el finales del siglo XIX.
Esta clase suplantó al “Estado de Derecho” absolutista y organizó los tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, encargados por el Estado capitalista de velar por la observancia del orden. Es a este refugio seguro de la "fijación", de la superestructura estatal, ideologizada por la democracia liberal, que las fuerzas progresistas, después de haber sufrido tanto, perdido tanto, muerto tanto, quieren volver, precisamente porque los obstáculos impuestos por “bandidaje político”, de difícil enfrentamiento con la forma partidista que supo hacer política de concesiones. La amenaza de las armas la tememos, no sólo porque están a punto de desorganizar el “Estado Democrático de Derecho”, sino porque, desde hace décadas, muchos discursos de izquierda han condenado la lucha armada y, para las nuevas generaciones, es ha ido más allá de las alternativas tácticas. Y, para enfrentar, como ahora, al bandolerismo de las milicias institucionalizadas, aprendemos a usar el voto, mientras ellos, a punto de actuar contra el pueblo, usan la jerga de que “El pueblo armado nunca será dominado”.
Por tanto, el mismo materialismo que cuenta la Historia también muestra las heridas abiertas en la conciencia política colectiva. En el filo de la navaja de esa misma Historia, encontramos la cabellera propagada del "Estado Democrático de Derecho" que, desde 1964, ya ha sido cortado dos veces por los descendientes de la clase dominante que lo creó y, estamos a punto de ver el muñón restante ser afeitado por tercera vez.
Entendemos que el golpe institucional asestado por la unión de los poderes legislativo y judicial en 2016, contra el “Estado Democrático de Derecho” y el Poder Ejecutivo, que tan bien le hizo a las fuerzas progresistas, pues cumplió el papel, si no en en su totalidad, pero, en gran medida, de la propagación de los ideales liberales, parece haber sido insuficiente para los capitalistas y, se hace necesaria una nueva ofensiva, con las mismas pautas absolutistas del imperialismo. Y aquí vamos, en pleno siglo XXI, cumpliendo el papel que cumplieron los señores feudales y los reyes cuando lucharon por mantener el “Estado de Derecho” precapitalista.
Seguramente deberíamos estar confundidos, como el neurótico que vuelve al punto de fijación de la infancia, porque en la edad adulta ya no sabe cómo seguir adelante. Nos olvidamos de preguntar, después de todo, ¿el “Estado Democrático de Derecho” es bueno o malo para la clase dominante? Esto porque, hay veces que defienden el orden, en otras, ellos mismos se encargan de romperlo y, con el desorden de los golpes, anulan los poderes institucionalizados tan deseados por el progresismo.
Si profundizamos un poco más, nos daremos cuenta de que ocurre lo mismo con el “Estado Democrático de Derecho” que con la “democracia”. Hay un modelo para cada situación, pero, en esencia, la democracia para los burgueses es la forma de sustentar los principios liberales. Eso ya lo sabemos. Hay períodos en los que quieren que el Estado invierta en la economía; en otros períodos lo expulsan y reducen su influencia a través de privatizaciones, convenios y concesiones, apoderándose de la riqueza pública nacional. El mantenimiento del orden respecto a las libertades, derechos humanos, sociales, políticos y jurídicos, si les conviene, lo mantienen, de lo contrario, el orden previamente impuesto es aniquilado por el desorden de ese orden que ellos mismos establecieron.
Evidentemente, con el desorden institucional impuesto, la situación empeora, especialmente para la clase media progresista, adicta a la democracia liberal representativa, que ve en ella la cómoda y oportunista posibilidad de hacer política. Tanto es así que las discusiones divergentes del pasado sobre la concepción del Partido de “cuadros” o “masas” hace tiempo que salieron de la agenda y ya no tienen sentido para ella. En su lugar, cualquier apariencia de partido oficial ganó espacio como mediación entre la teoría y la práctica, un vehículo para acceder al fondo del partido, pero que sólo sirve a las cúpulas reducidas conocidas como “clase política”. Por lo tanto, los lineamientos políticos tienden a quedar relegados al bajo nivel de las ideas políticas que apenas logran formular tareas fuera de la agenda propuesta por el bandolerismo político.
Mientras trabajas, necesitamos actuar para enfrentar el obstáculo en el momento en que fue colocado sin ceder a los instintos de volver al punto de fijación que, a través del acuerdo y la sumisión, en nombre de la defensa del “Estado Democrático de Derecho” Mantuvo el orden para que los capitalistas acumularan aún más riqueza. Ellos, a partir de 2016, cambiaron el orden y avanzan cada vez más a imponer el desorden como el nuevo orden policial y miliciano. ¿Seremos responsables de mantener el orden liberal, que mañana el propio desorden liberal lo asaltará y lo adaptará siempre a los intereses del imperialismo?
Nuestro desafío sigue siendo el de la organización del partido. Teoría y práctica actualmente no se encuentran porque la fragilidad está en la forma mediadora. El “Estado Democrático de Derecho” que interesa a los trabajadores no tiene “Estado”, por lo tanto, la invitación histórica estratégica es salir y no querer volver a entrar en él.
*Ademar Bogotá Doctor en Filosofía por la UFBA y profesor universitario.