El valor de la información

Imagen: Carlos Cruz-Diez
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por MARCOS DANTAS*

Extracto de la “Introducción” del libro recién publicado

En un trabajo publicado originalmente en 1950, Norbert Wiener (1894-1964), considerado el “padre” de la cibernética, pudo haber sido el primero en advertir que la información no podía reducirse a mercancía, aunque admitió que ese era su destino en sociedad capitalista[i] En otro trabajo pionero, lanzado en 1962, el economista Kenneth Arrow (1921-2017) también demostró las dificultades que surgirían al reducir la información a mercancía, argumentando que debería ser tratada como un recurso público.[ii].

Norbert Wiener y Kenneth Arrow anticipaban, mucho antes de la aparición de Internet, los nuevos y graves problemas institucionales y políticos vinculados a la apropiación del valor de la información y el conocimiento, que se sitúan, argumentamos, en el seno de las contradicciones de la el capitalismo en este siglo XXI. Anticiparon también un gran desafío teórico, ya que las teorías económicas, tanto clásicas como neoclásicas, excluyeron de sus formulaciones la información y el conocimiento, o mejor dicho, los tomaron como elementos presupuestos.

Como dijo Rullani: “El conocimiento ciertamente tiene valor de uso […] pero no contiene un costo-valor que pueda ser usado como referencia para determinar el valor de cambio y que funciona o como costo marginal (teoría neoclásica) o como costo de la reproducción (teoría marxista). En efecto, el costo de producir conocimiento es altamente incierto y, sobre todo, radicalmente diferente de su costo de reproducción. Una vez producida una primera unidad, el costo necesario para la reproducción de las otras unidades tiende a cero (si el conocimiento está codificado) […] El valor de cambio de una mercancía cuyo costo de reproducción es cero tiende inevitablemente a cero”.[iii]

Economistas incluidos en el corriente principal Teóricos reconocen el problema, como Joseph Stieglitz (1943-), para quien la economía de la información se convierte en la novedad teórica y política más importante de este siglo XXI, exigiendo admitir, en términos neoclásicos, que la información “es imperfecta”, puede tener “ altos costos de adquisición”, introduce “asimetrías importantes” que afectan la vida de personas y empresas; por todo eso, tiene un “profundo efecto en la forma en que pensamos acerca de la economía hoy en día”.[iv]

Por el contrario, los economistas y otros teóricos de tradición marxista o marxista, a juzgar por la literatura de este vasto y diversificado campo, no parecen haber prestado aún atención al tema. Entender la información como un tema económico, político y cultural central, cuya comprensión, en términos de materialismo dialéctico e histórico, nos ayudaría a explicar una amplia gama de problemas en el capitalismo actual, es una agenda poco explorada por los pensadores críticos, menos aún. por políticos y militantes.

Esto no se debe a la falta de referencias. Uno de los mismísimos pioneros en examinar la creciente importancia de la información en las relaciones político-económicas fue un teórico marxista: el sociólogo checo Radovan Richta (1924-1983), en un trabajo publicado originalmente en el ya lejano año 1969: “Dada esa información portador de toda innovación y paso intermedio de toda aplicación de la ciencia, el desarrollo de la información pertenece a los pilares de la revolución científico-técnica”.[V] jean lojkine[VI] abordará el problema de la información y la llamada revolución informacional de una manera teóricamente aún más integral, en la misma línea, por cierto, de uno de los autores de este libro, Marcos Dantas, cuyos primeros estudios sobre el tema datan también de la década de 1990.[Vii]

Casi al mismo tiempo, el teórico marxista estadounidense Herbert Schiller (1919-2000) denunció que, bajo el manto del discurso neoliberal, avanzaba un proceso político y económico de “privatización de la información”.[Viii] El capital extendió sus tentáculos a áreas hasta entonces razonablemente ajenas a sus procesos de apropiación y valorización. Estos espacios serían de propiedad del Estado, ya que estaban constituidos por recursos considerados socialmente comunes, y reunían y organizaban una inmensa masa de datos y conocimientos sobre la sociedad y sus individuos: educación, salud, ingresos, gestión pública, provisión de servicios básicos o servicios universales, etc

Por último, pero no menos importante, destacamos la ya amplia contribución del campo de la “economía política de la información y la comunicación”, subcampo propiamente dicho del área de la Comunicación Social, cuya rica producción, siempre crítica, lamentablemente, sin embargo, ha poco impacto en los otros grandes campos del saber sociológico o económico, marxista o no. Por otro lado, el propio campo prioriza, en sus investigaciones, los llamados “media” y otras manifestaciones de las industrias culturales, delimitadas como un sector político-económico entre tantos otros del modo de producción capitalista en su configuración actual.[Ex] Nuestra hipótesis, por el contrario, es que es imposible comprender el núcleo del capitalismo contemporáneo sin comprender la espectacular lógica informacional que determinaría las demás relaciones de producción y apropiación del valor del capital-información.

Hoy en día, no se puede negar que la información se ha reducido a una mercancía y, por lo tanto, el sentido común la entiende sin sentido crítico. En los últimos treinta o cuarenta años, en el mundo capitalista en su conjunto, también ha avanzado un amplio proceso de privatización de los servicios públicos. Durante las últimas cuatro o cinco décadas, el capital ha ido haciendo de la información el alfa y el omega de sus relaciones de producción y consumo.

Sin embargo, cuando hablamos de información, ¿de qué estamos hablando exactamente? Cualquier lector de este texto debería estar pensando en las definiciones habituales, cotidianas, vulgares o de diccionario de información: dato, noticia, algo comunicado a alguien, etc. Tal vez ni siquiera estoy entendiendo muy bien esas reservas de Wiener o Arrow señaladas anteriormente.

El sentido común ha calado incluso en la literatura académica, como revela la solución que da Manuel Castells, en una mera nota a pie de página, en su extensa trilogía sobre la sociedad red: “Para mayor claridad de este libro, creo necesario dar una definición del conocimiento y la información, incluso si esta actitud intelectualmente satisfactoria introduce algo arbitrario en el discurso, como saben los científicos sociales que ya han enfrentado el problema. No tengo ninguna razón de peso para refinar la definición de conocimiento dada por Daniel Bell (1973: 175): “Conocimiento: un conjunto organizado de declaraciones sobre hechos e ideas, que presenta un juicio razonado o un resultado experimental que se transmite a otros a través de algún medio. medios de comunicación de alguna manera sistemática. Así, diferencio el conocimiento de las noticias y el entretenimiento”. En cuanto a la información, algunos autores reconocidos en el campo simplemente definen la información como la comunicación del conocimiento (ver Machlup 1962: 15). Pero, como dice Bell, esta definición de conocimiento empleada por Machlup parece demasiado amplia. Por tanto, volvería a la definición operativa de información propuesta por Porat en su obra clásica (1977: 2): “La información son datos que han sido organizados y comunicados”.[X]

Aunque, como él mismo admite, se trataba de definiciones necesarias para la elaboración del resto de su amplio estudio, Castells se limitó a asumir los conceptos declaradamente arbitrarios u operativos establecidos previamente por Daniel Bell, Marc Porat y otros economistas o sociólogos que habrían sido pioneros en investigar el tema Sin duda, a partir de estos autores, como no sería difícil demostrar, la literatura económica o sociológica, así como la tecnológica y la empresarial, han adoptado casi siempre las mismas o similares definiciones, como si en realidad no hubiera muchas otras. razones, menos para “mejorar”, mucho más para criticar esas declaraciones.

Compárese el pasaje anterior con este, tomado del físico y cibernético Heinz von Foerster (1911-2002): “Lo que cruza el cable no es información, sino señales. Sin embargo, cuando pensamos en qué es la información, creemos que podemos comprimirla, procesarla, triturarla. Creemos que la información se puede almacenar y luego recuperar. Considere una biblioteca, normalmente vista como un sistema de almacenamiento y recuperación de información. Esto es un error. La biblioteca puede almacenar libros, microfichas, documentos, películas, fotografías, catálogos, pero no almacena información. Podemos caminar por una biblioteca y no se nos dará ninguna información. La única forma de obtener información en una biblioteca es mirar sus libros, microfichas, documentos, etc. También podríamos decir que un garaje almacena y recupera un sistema de transporte. En ambos casos, los vehículos potenciales (para el transporte o para la información) se confundirían con cosas que solo pueden hacer cuando alguien las obliga a hacerlo. Alguien tiene que hacerlo. Ellos no hacen nada.[Xi]

Mientras que para Bell, Porat o Castells la información o el conocimiento son “cosas”, elementos o hechos disponibles para la observación o manipulación por parte de alguien, para Von Foerster sólo habrá información si alguien actúa para extraerla de los hechos o elementos. La información, aquí, se encuentra en una relación, en movimiento; no es un objeto, es una actividad.

En el primer caso, las definiciones parecen surgir en el momento en que la economía, la sociología y disciplinas afines comenzaron a percibir, en la sociedad, fenómenos, entidades o relaciones que se referirían a la información o al conocimiento. Porat o Bell, ante estos fenómenos, sugirieron definiciones decididamente arbitrarias basadas en el sentido común. El segundo caso es una formulación que nació en medio de un debate que buscaba comprender la información y, por ende, el conocimiento como objeto de conocimiento científico, por ende, epistemológico, de cuya comprensión se podría, si fuera necesario, extraer también información económica o social. relaciones sociológicas. Von Foerster pertenecía a un naciente programa de investigación científica que buscaba y lograba (como veremos en este libro) establecer una definición científica de información. Suponemos que esta podría ser la definición que también sería de interés para cualquier enfoque marxista del tema.

En este enfoque científico, la información, por su naturaleza, no puede apropiarse realmente como cualquier mercancía; solo se puede compartir. En el intercambio de una mercancía, la propiedad de su valor de uso se transfiere efectivamente al comprador. Si compro pan en la panadería, ese pan es completamente mío desde el momento en que le doy mi dinero al panadero. Sin embargo, si le comunico algo a alguien, por ejemplo, al lector de este libro, esa persona empieza a disfrutar del valor de uso del texto, sin que yo también pierda el control sobre él. Él sigue siendo “mío” y también se convierte en “suyo”. De ahí parten todos los demás enormes problemas relacionados, en el capitalismo actual, con la apropiación de la información y el conocimiento, y de ahí, los avances cada vez más draconianos en la legislación sobre la llamada propiedad intelectual.

Como veremos, siguiendo a Von Foerster, no hay trabajo sin información, ni información sin trabajo. O valor de la información es, de este modo, el valor del trabajo. Sin embargo, aquí nos enfrentamos a un punto ciego en la teoría marxista: los teóricos, incluso los más recientes y actuales, aún no se han dado cuenta de esta relación absolutamente esencial, incluso existencial. Una excepción digna de mención es la del brasileño Álvaro Vieira Pinto (1909-1987), en un tratado monumental, escrito a principios de la década de 1970, publicado lamentablemente sólo veinte años después de su muerte.[Xii]

Este libro que entregamos a los lectores trata sobre el valor del trabajo informativo desde el concepto de valor rigurosamente escrutado por Karl Marx. Habla de cómo el capital organiza el trabajo para procesar, registrar, comunicar información en forma de ciencia, tecnología, artes, deportes, entretenimiento, y cómo actúa para apropiarse del valor de este trabajo. Su objetivo es investigar y discutir la naturaleza de lo que llamamos información-capital, esta nueva etapa del capitalismo propio del capital en el siglo XXI.

*Marcos Dantas es profesor titular de la Facultad de Comunicación de la UFRJ. Autor, entre otros libros, de La lógica del capital informativo (Contraponto).https://amzn.to/3DOnqFx]

referencia


Marcos Dantas, Denise Moura, Gabriela Raulino and Larissa Ormay.
El valor de la información: cómo el capital se apropia del trabajo social en la era del espectáculo e internet. São Paulo, Boitempo, 2022, 456 páginas.

Notas


[i] Norberto Wiener, El uso humano de los seres humanos (Boston, Houghton Mifflin Co., 1950).

[ii] Kenneth Joseph Arrow, “Economic Welfare and the Allocation of Resources for Invention”, en National Bureau Committee for Economic Research, La tasa y dirección de la actividad inventiva: factores económicos y sociales (Princeton, Prensa de la Universidad de Princeton, 1962).

[iii] Enzo Rullani, “El capitalismo cognitivo: ¿el déjà vu?”, Multitudes, No. 2, 2000, pág. 89-90, nuestra traducción.

[iv] Joseph Stieglitz, “Las contribuciones de la economía de la información al siglo XX”, The Quarterly Journal of Economics, v. 115, núm. 4 de noviembre 2000, pág. 1.441.

[V] Radován Richta, Civilización en la encrucijada (México, DF/Madrid/Buenos Aires: Siglo Veinteuno Editores, 1971)

[VI] Jean Lojkine, LOJKINE, Jean (1995). la revolución informacional (São Paulo, Cortez, 1995).

[Vii] Marcos Dantas, “Valor-trabajo, valor-información”, Transformación, Campinas, v. 8, núm. 1, 1996, pág. 55-88; La lógica del capital-información: de la fragmentación de los monopolios a la monopolización de fragmentos en un mundo de comunicaciones globales (Río de Janeiro, Contrapunto, 1996); “El capitalismo en la era de las redes: trabajo, información y valor en el ciclo de la comunicación productiva”, en Helena Maria Martins Lastres y Sarita Albagli, Información y globalización en la era del conocimiento (Río de Janeiro, Campus, 1999).

[Viii] Herbert Schiller. La información y la economía de crisis (Nueva York, Oxford University Press 1986).

[Ex] Véase, por ejemplo: Alain Herscovici, Economía de la cultura y la comunicación (Victoria, FCAA/IFES, 1995); César Bolaño, Industria cultural, información y capitalismo (São Paulo, HUCITEC/Pólis, 2000); David Hesmondhalgh, Las Industrias Culturales (2ed, Londres, Sage, 2007); Francisco Sierra Caballero (irg.), Economía política de la comunicación: teoría y metodología (Madrid, Ulepicc, 2021); janet wesko, Cómo funciona Hollywood (Londres, Sage, 2003); Nicolás Garnham, Capitalismo y comunicación (Londres, Sage, 1990); Ramón Zallo, Economía de la comunicación y la cultura (Madrid, Akal, 1998); Vicente Mosko, La economía política de la comunicación (2ª ed., Londres, Sage, 2009).

[X] Manuel Castells, La sociedad red (trad. Roneide Venancio Majer, São Paulo, Paz & Terra, 1999), p. 45, nota 27.

[Xi] Heinz von Foerster, “Epistemología de la comunicación”, en Kathleen Woodward (ed.), Los mitos de la información: tecnología y cultura posindustrial (Londres, Routledge & Keegan-Paul, 1980), pág. 19, nuestra traducción.

[Xii] Álvaro Vieira Pinto, El concepto de tecnología (Río de Janeiro, Contrapunto, 2005).

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