por JOSÉ GERALDO COUTO*
Comentario sobre la película de Ken Loach, en cartelera
A sus 88 años, el británico Ken Loach, referente del cine de compromiso político-social, se mantiene fiel a sus valores humanistas en un mundo cada vez más inhumano. Tu nueva película, la ultima taberna, que se estrena este jueves, busca recoger los pedazos de sueños destrozados en las últimas décadas y encontrar motivos para mantener la esperanza. También ayuda a iluminar el proceso histórico detrás de las recientes manifestaciones de extrema derecha en Inglaterra.
El lugar donde se desarrolla la historia es significativo: un pequeño pueblo del noreste de Inglaterra que entró en decadencia tras el cierre de la mina de carbón local. Este empobrecido entorno social, donde los desempleados de mediana edad beben cerveza en los bares, los adolescentes vagan sin rumbo por las calles y las mujeres hacen milagros para alimentar a sus familias, se ve sacudido por la repentina llegada de una ola de refugiados sirios, instalados por los servicios sociales. en casas abandonadas de la ciudad.
Racismo y xenofobia
Como se puede imaginar, todo el resentimiento de los residentes se vuelve contra los recién llegados, en forma de racismo y xenofobia. “Cuando buscamos a quién culpar, nunca miramos hacia arriba, siempre hacia abajo, para pisar a quienes están más jodidos que nosotros”, resume TJ Ballantyne (Dave Turner), propietario del pub el viejo roble (El viejo roble), donde los hombres de la comunidad se reúnen para beber y enemistarse con los forasteros.
TJ es una especie de último bastión de la conciencia proletaria y de los valores de solidaridad internacional arraigados en ella. No es casualidad que en él encuentre apoyo la joven siria Yara (Ebla Mari), que trabaja como líder informal e intérprete para los recién llegados, ya que es la única entre ellos que habla inglés con fluidez. El acercamiento entre ambos permite a Ken Loach operar un “paso de relevo” entre la lucha de los trabajadores del siglo XX y el drama de la inmigración del siglo XXI.
La película crece, en mi opinión, cuando esta conexión (de personajes y temas) se expresa más visualmente que en el discurso verbal, que a veces cae en el didactismo doctrinal.
La primera secuencia, incluso antes de los créditos, es admirable: una sucesión de fotografías en blanco y negro documentan la llegada de refugiados y la hostilidad de un grupo de borrachos locales, manifestada en los diálogos en narración. La fotografía, de hecho, es un vínculo fundamental entre ambos mundos: las fotografías de huelgas y manifestaciones obreras tomadas por el padre de TJ, un minero combativo, dialogan con las instantáneas de refugiados capturadas por Yara.
Haciendo homenaje a un realismo social de carácter clásico, casi documental, que se centra en personas que parecen personas (el protagonista es un ex bombero y socorrista), Ken Loach se permite pocos rastros de invención audiovisual. Aún así, logra crear escenas de gran poder poético, como la visita de TJ y Yara a la catedral de Durham, construida por los normandos hace casi mil años. “Mi padre decía que la catedral no pertenecía a la Iglesia católica, sino a los trabajadores que la construyeron”, comenta TJ. Yara, a su vez, reflexiona con amargura sobre la destrucción de antiguos edificios romanos en Palmira, Siria, por parte del Estado Islámico.
Paradoja de la esperanza
la ultima taberna es, en cierto modo, un ensayo sobre la persistencia de la esperanza en un mundo donde todo parece ir en su contra. Pero la esperanza misma contiene una ambigüedad. “La esperanza duele, la esperanza pesa”, dice Yara, repitiendo el sentimiento expresado por Manuel Bandeira en “Rondó do Capitão” (“El peso más pesado/ no existe”). Sin embargo, concluye la niña, es necesaria para seguir viviendo.
La película de Ken Loach está impregnada de esta contradicción, de esta angustia. Quizás por eso su tono es melancólico, casi elegíaco, sin la llama revolucionaria de un Tierra y libertad (1995) ni el humor de un buscando a eric (2009) o un La parte de los angeles. (2012). De los sueños de revolucionar el mundo, el lema que queda es el de la solidaridad entre los humillados de la tierra. Una política de reducción de daños, o poco más que eso. A sus 90 años, el viejo luchador está cansado de la guerra, pero no parece dispuesto a darse por vencido.
*José Geraldo Couto. es crítico de cine. Autor, entre otros libros, de Andrés Bretón (Brasileño).
Publicado originalmente en blog de cine [https://ims.com.br/blog-do-cinema/o-ultimo-pub-por-jose-geraldo-couto/] del Instituto Moreira Salles.
referencia
El último pub (El viejo roble)
Reino Unido, 2023, 113 minutos.
Director: Ken Loach.
Guión: Paul Laverty.
Director de fotografía: Robbie Ryan
Elenco: Dave Turner, Ebla Mari
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