por PAULO SILVEIRA*
Consideraciones sobre el último libro de Poulantzas y su recepción por Louis Althusser y Étienne Balibar
“Una cosa es cierta: el socialismo o será democrático o no será” (Nicos Poulantzas).
1978. La fecha de publicación de este texto – El estado, el poder, el socialismo - llama la atención. En el mismo año, Louis Althusser y Étienne Balibar se rebelaron contra la dirección del PCF. Abordaron una doble crítica al Comité Central del Partido. El primero fue la eliminación de la expresión “dictadura del proletariado” del preámbulo del estatuto del Partido (para ambos un concepto clave de la teoría marxista); la segunda porque se trataba de una deliberación cuyos debates permanecían en secreto.
Y Althusser completa subrayando: “dirección secreta”. Dictadura del proletariado en la teoría (Althusser y Balibar) y en la deliberación, sin debates, del Comité Central del PCF. Y, lo más importante, la dictadura del proletariado en plena vigencia en ese momento histórico bajo las condiciones del llamado “socialismo real”, especialmente, por supuesto, en la URSS.
Ese mismo año, 1978, Nicos Poulantzas publica el que sería su último libro (L'État, le pouvoir, le socialisme). ¿Quién sabe su testamento teórico-político (se suicidaría al año siguiente a los 43 años)? En una brevísima “advertencia” destaca la urgencia del texto y su carácter personal: “Asumo la responsabilidad de lo que escribo y hablo en mi propio nombre”. Una exposición personal, urgente y necesaria, como él mismo nos dice, más allá de los cánones del marxismo ortodoxo o del llamado marxismo auténtico. Poulantzas está escribiendo en francés; quizás en griego, su lengua materna, podría decirnos que está abandonando la comodidad dogmática para prender fuego a su alma.
En el último capítulo de este libro (de nuevo el “último”) “Hacia un socialismo democrático”, Poulantzas parece querer sorprendernos tomando una posición mucho más ideológico-política que teórica y absolutamente exhaustiva sobre el devenir de la historia: “una Lo cierto es, el Socialismo será democrático o no será. Para eliminar cualquier ambigüedad, entendamos esto: si el socialismo se vuelve a proponer en la historia, seguramente será por la vía democrática. Es claro, entonces, que el peso de esta certeza se inclina mucho más hacia lo “democrático” que hacia el “socialismo”. O dicho de otro modo: ya no tendremos en la historia la repetición de las revoluciones bolchevique, china o cubana, en fin, las que llevaron a la “dictadura del proletariado”.
Poulantzas expone así una divergencia fundamental con las posiciones ideológicas, políticas y teóricas de Louis Althusser y Étienne Balibar.
Hasta entonces, este griego afincado en París desde principios de la década de 1960 había llevado a cabo una investigación en una dirección teórica muy cercana a la de Althusser y sus antiguos alumnos. Venía desempeñando un papel reconocido en los avances teóricos en el campo del marxismo, especialmente en lo que se refiere a los temas del Estado, el poder, las clases sociales y la ideología. En estas investigaciones privilegió temas relacionados con las diferentes formas de dictadura: el fascismo en Alemania e Italia en fascismo y dictadura y las dictaduras en Portugal, Grecia y España en La crisis de las dictaduras. Una perspectiva se concentró entonces en el estudio crítico de estas dictaduras; y quizás, ya en esos textos, pretendía anunciar su “última” crítica, la que estaba por llegar: su vehemente rechazo a la dictadura del proletariado, para lo cual reserva un elocuente “No”.
Y el final de este “No” adquiere una forma absolutamente radical: “es mejor correr ese riesgo [de elegir un camino democrático hacia el socialismo] que masacrar a otros para que, al fin y al cabo, acabemos nosotros mismos bajo el cuchillo de un Comité de Salud Pública o de algún dictador del proletariado”.
Y termina el libro con una última costura (último párrafo del último capítulo del último libro): “los riesgos del socialismo democrático ciertamente se pueden evitar de una sola manera: manteniendo la calma y caminando en línea bajo los auspicios y la autoridad de democracia avanzada liberal; Pero esa es otra historia…”.
tus críticos[i]no lo dejarían escapar: destacarían, además de un final melancólico, un giro a la derecha, especialmente para quienes defienden la “dictadura del proletariado”. Pero este final puede entenderse de otra manera: como una reconfiguración del campo y la estrategia de la lucha de clases. Avanzó la democracia liberal como escenario para que esta lucha se librara dentro de la propia sociedad burguesa.
El “No”, casi gritado por Poulantzas, se justifica en dos planos: teórico e ideológico (si es que, rigurosamente, se pueden separar). Desde un punto de vista teórico, nuestro autor es abusivamente económico, nos ofrece un único argumento, que por supuesto, se supone decisivo: la teoría/estrategia del poder dual. Pero, ¿quién está arriesgando su alma? ¿Se necesitaría más que eso?
Herencia leninista: “El Estado debe ser destruido en bloque por una lucha frontal, por movimiento o cerco, pero fuera del Estado-fortaleza, buscando crear una situación de doble poder… con una estrategia de asalto tipo 'D-Day'”.
Estado burgués x estado proletario. Democracia representativa = democracia burguesa = dictadura burguesa. Estado proletario = dictadura del proletariado. Algunas huellas dejadas por este doble poder.
El exterior del “Estado Fortaleza” es la clave del concepto de doble poder. Un exterior que, como tal, niega el hecho de que la sociedad burguesa está atravesada por contradicciones y, por tanto, por la lucha de clases (este es el núcleo teórico del argumento de Poulantzas). Un exterior que implica una concepción del mundo (una ideología), a la vez, presente y ajena a la sociedad burguesa, como si fuera un enclave a la espera del idealizado “Día D”. Tanto más ideológica cuanto que niega la lucha de clases que atraviesa la sociedad capitalista, es decir, su interior.
En esta crítica a la situación del “doble poder”, Poulantzas espera alejarse no sólo del “socialismo real” y, en consecuencia, de la dictadura del proletariado, sino, al mismo tiempo, de lo que él llama el estatismo del socialismo tradicional. democracia. Hay, dice Poulantzas: “una estrecha connivencia entre el estatismo estalinista y el estatismo de la socialdemocracia tradicional (…) también para este último, la relación de las masas populares con el Estado es una relación de exterioridad”.[ii]
estrategia de “doble poder”; ciertamente un buen argumento, pero que deja espacio para ser sometido a un escrutinio crítico. Quizá en la dirección sugerida, mucho antes, por Gramsci: “Me parece que Ilich (Lenin, por supuesto) entendió que era necesario un cambio de la guerra de movimiento, aplicada victoriosamente en Oriente en 1917, a la guerra de posición , el único posible en Occidente.
Poulantzas, como si intuyera la posibilidad de una objeción en ese sentido señalada por Gramsci –ahora definitivamente su última intervención (entrevista concedida a Marco Diani y publicada en el semanario renacimiento del Partido Comunista Italiano, nueve días después de su muerte) – luego establece su propia defensa: “(…) aunque ya no se trata de una guerra de movimiento, el Estado queda por conquistar (…) la problemática de el asedio, de la guerra de posición descansa siempre sobre un doble poder”.
Desde un punto de vista ideológico, ese “no” pronunciado por Poulantzas se preserva de cualquier objeción. A menos, por supuesto, que lo rechacemos por completo, en este caso, sobre la base de otra ideología, otra “filiación” ideológica.
“Ya no tenemos la fe milenaria en unas leyes de bronce”, dice Poulantzas. Rechazar esta “fe milenarista” representa un punto de inflexión fundamental, una desafiliación que saca a la historia de los rieles que la llevarían, digamos, hacia la estación de Finlandia en San Petersburgo, donde desembarcó Lenin en abril de 1917. Ahora el flujo de la historia se vacía de la certezas implícitas en una teleo (teo)logía, es decir, un finalismo inscrito con recursos teológicos. Una “fe milenaria” que, como una adhesión involuntaria a la religión, se alimenta de su propia ideología, con sus iniciados en la letra y el espíritu de los dogmas y misterios que constituyen su Libro, ciertamente sagrado.
En esta no “fe milenarista”, Poulantzas parece querer romper cualquier filiación con la contribución de Marx, con la de los autores marxistas y con las Internacionales, incluida la II, más cercanas a la socialdemocracia. Pero no es así. Dirige su crítica a un ámbito más restringido: Lenin, la Revolución de Octubre, la Tercera Internacional, el movimiento comunista y, con el objetivo centrado, sobre todo, en el estalinismo y la dictadura del proletariado. Y, para no abandonar por completo sus posiciones teórico-políticas anteriores, elabora su propia genealogía:
(a) Marx: “para Marx, la dictadura del proletariado era una noción estratégica en un estado práctico, funcionando, en el mejor de los casos, como un panel indicador”; (b) Rosa Luxemburg: “la primera crítica justa y fundamental de la revolución bolchevique y de Lenin fue la de Rosa Luxemburg”; y, con ciertas reservas, (c) Gramsci: “se sabe la distancia que asumió en relación con la experiencia estalinista” (y, en su última entrevista, Gramsci también queda excluido de su ascendencia teórico-política: “[Gramsci] siempre razona dentro de una concepción fundamentalmente leninista”).
Marx-Rosa-Gramsci (?): lo más importante en esta autoproclamada filiación no es su corrección teórica, sino, mucho más que eso, es entenderla como una declaración de intenciones – mantenerse alineado con una corriente teórica, política e ideológica posible en el campo del marxismo. (En su última entrevista, Poulantzas reafirma indirectamente su aprecio por la contribución de Marx: “Desde el principio, me gustaría intervenir vivamente en una polémica dominada por el antimarxismo histérico de los nuevos filósofos [corriente que surgió en Francia a mediados de 70, André Glucksmann, Bernard-Henry Lévy y otros], en el que se identifica el marxismo con el Gulag").
El no y la historia
Nicos Poulantzas reconoce que “hasta ahora la historia no nos ha proporcionado ninguna experiencia victoriosa de un camino democrático hacia el socialismo…”. Ciertamente. Más aún si no olvidamos que escribe en 1978. Todavía habría que esperar 11 años para que se produjera la caída del Muro de Berlín y para que la curva de la historia, material e ideológicamente, hiciera la primera inflexión irrevocable. movimiento de un no a la dictadura del proletariado.
Sobre el estatuto del no: “Si consideramos el 'No' como un gesto negativo primordial, el proceso de desintegración del socialismo oriental produjo un verdadero acto en la forma del movimiento entusiasta de las masas que dijeron 'no' al régimen comunista , en nombre de la solidaridad auténtica; este gesto negativo fue más importante que su posterior positivización frustrada”. (Zizek, S.: sujeto spinoso, p.174, Paidós, Buenos Aires, Barcelona, México, 2001).
Etienne Balibar y Nicos Poulantzas
Recuerdo que, en 1978, Balibar se enfrentó a la dirección central del PCF, defendiendo la permanencia, en el preámbulo del estatuto del partido, del "concepto" de dictadura del proletariado que ya había defendido dos años antes en su Sobre la dictadura del proletariado. Muchos años después, en un coloquio precisamente en honor al 20 aniversario de la muerte de Poulantzas, vuelve a referirse a la “dictadura del proletariado”, ensayando, en un cambio de palabras, una tímida y casi desapercibida autocrítica: “la dictadura sobre el proletariado”. En otro contexto político, Balibar supo reconocer la diferencia entre “del proletariado” y “sobre el proletariado”: quitándose así la máscara de la dictadura.
En 1981, apenas dos años después de la muerte de Poulantzas, Christine Buci-Glucksmann le organizó un homenaje que casi repetía el título de su último libro (El estado, el poder, el socialismo): izquierda, poder, socialismo: homenaje a Nicos Poulantzas.
Balibar no participó directamente en este encuentro celebrado en Saint-Denis (París VIII), pero escribió un artículo para el libro organizado por Buci-Glucksmann que se publicó en 1983. En este artículo (“Après l'autre mai”), más centrado en la situación política francesa, Balibar hace tres referencias a Nicos Poulantzas –así, formalmente, con nombre y apellido– sin que ninguna de ellas aporte nada que merezca alguna relevancia. ¡Como si el mero hecho de esta nominación (formal) fuera el límite de lo que se merece el homenajeado!
Años más tarde, en 1999, ahora en Atenas, tierra de Poulantzas, y en un Instituto que lleva su nombre, creado dos años antes, se realizó un homenaje en el 20 aniversario de su muerte. Y allí estaba Balibar en Atenas. Y derramó, sin ceremonia y en abundancia, referencias a Nicos: Nicos aquí, Nicos allá (ahora sin formalidad alguna); como si la amistad e intimidad entre ambos se hubiera estrechado en estos veinte años de ausencia de Poulantzas.
Pero… esa intimidad (mejor sería decir “cercanía”) con Poulantzas empezó mucho antes de aquel encuentro en Atenas. Precisamente diez años (27 de noviembre de 1989) antes; pocos días después de la caída del Muro de Berlín. Y para entonces también habían pasado diez años desde que Poulantzas había muerto.
En este momento, Balibar convoca a un “significante”, o como él mismo dice, en otro contexto, una “palabra maestra”, que promueve una aproximación con “Nicos”: su nombre “L'égaliberté(por este valor de significante, de “palabra maestra”, y para que no se pierda esta fuerza, no traduciré esta referencia a la igualdad y la libertad). Una elección teórica que parece no tener retorno y que no se desvía tanto del camino que podría señalar hacia el “socialismo democrático” propuesto por Poulantzas en 1978”.L'égaliberté”: una yuxtaposición que, como significante, ocupará en lo sucesivo un lugar teórico fundamental en las reflexiones de Balibar. Quizás el comienzo de un abrazo de reconocimiento a ese “Nicos” que sólo se concluiría diez años después en Atenas, veinte años después de la muerte del “amigo” griego.
Y para cerrar este abrazo, ahora en Atenas, Balibar, al menos en dos ocasiones, lleva un poco más allá esta identificación teórico-política con Poulantzas.
El primero y decisivo es el reconocimiento explícito de que la concepción de Poulantzas (hacia el socialismo democrático, al mismo tiempo, antagónica a la dictadura del proletariado) pone, dice Balibar, “el final del mito de la 'exterioridad' de las fuerzas revolucionarias ( partidos o movimientos) en relación con el funcionamiento del Estado en el capitalismo avanzado (…) la idea de un comunismo de exterioridad ha perdido toda referencia en lo real (pero no en lo imaginario, porque [prosigue Balibar] los fantasmas han una larga vida)".
La realidad de la exterioridad de las “fuerzas revolucionarias”, la llamada estrategia del “doble poder” que subyace a la “dictadura del proletariado”, veinte años después, se transforma en un mito. Una vez más, Balibar, sensible a las coyunturas teórico-políticas, se da la mano en el pádel. La “dictadura del proletariado” que, para él, ya se había transformado en “dictadura sobre el proletariado”, en este nuevo paso se acerca más a las posiciones defendidas por Poulantzas. Y, aquí en Atenas, patria del homenajeado, en el reforzamiento de esta amistad póstuma, Balibar transforma al tan frío como lejano “Nicos Poulantzas” de 1983 en su amigo “Nicos”.
Pero la identificación de Balibar con Poulantzas aún tendría margen para ir más allá, mucho más allá. Una identificación que Balibar considera como el “comunismo” de Nicos para el que “la idea de política comunista es filosóficamente una idea ética”. Una ética que es el lugar de encuentro de “igualdad” de Balibar y el “socialismo democrático” de Poulantzas. Los brazos del abrazo ungidos por una ética.
“Los comunistas – continúa Balibar – prácticamente 'representan' la pluralidad, la multiplicidad de intereses de emancipación que son irreductibles entre sí por su carácter radical” (Balibar tomando prestada la palabra de Nicos).
A la vanguardia están los intereses de la emancipación radical. Los caminos: múltiples, plurales. Multiplicidad que no contemplaba el comunismo (en singular) de la exterioridad, de la estrategia del “doble poder”, del camino único. El universal abstracto está condenado a pisar el suelo de la historia, o tal vez ni tan lejos si lo consideramos como el “fantasma” al que alude Balibar. Su función ahora parece ser la de ahuyentar a los incautos. Cómo no ver aquí un parentesco, aunque no tan estrecho, con el fetichismo: un atisbo de la fantasmagoría de la historia. Fetichismo de la mercancía, fetichismo de la idea, o quizás simplemente, en estas fantasmagorías, las ideas en lugar de las mercancías.
Balibar concluye su homenaje a Nicos con una diatriba elegante y conmovedora: “Hoy Poulantzas y otras que ya no están. Pero los ciudadanos comunistas, los ciudadanos comunistas o los ciudadanos comunistas siempre están aquí. 'Invisibles', porque no tienen armas, ni campo, ni partido, ni Iglesia. Es su forma de existir".
Aquí Balibar lanza una cuña que produce una reparación a la propuesta de Poulantzas de un “socialismo democrático”: el lugar teórico-político relevante que atribuye a la ciudadanía. Un poco antes, en este mismo texto en homenaje a Poulantzas, ya había advertido la ausencia de la noción de ciudadanía en los argumentos en defensa del “socialismo democrático”. Balibar no quiere confundir su idea de ciudadanía con ninguna propuesta abstracta. Al contrario, busca vincularlo dialécticamente, contradictoriamente, a égaliberté. Grietas y aberturas de la ciudadanía comunista: “invisibles” sí, pero no fantasmas. “Comunistas de ciudadanía”, “Comunistas de ciudadanía”, igualdad.
Una política comunista como idea ética. Comunistas radicales de emancipación. Comunistas de ciudadanía e igualdad. Las proposiciones de Balibar.
Llevar estas diferentes formas de comunismo al Instituto Nicos Poulantzas, en Atenas, a principios del siglo XX, tiene al menos dos aspectos que se entrelazan contradictoriamente. La primera es producir alguna identificación con el Instituto que lo invitó, algo subjetivo. La segunda, con mucho más peso político, es romper el monopolio de la expresión “comunista” (y derivados) hasta ahora exclusivo de los partidos con esa denominación. Balibar, política y subjetivamente, se siente cómodo frente a esta ruptura del monopolio: se unió al Partido Comunista Francés en 1961 y veinte años después fue expulsado por haber criticado las acciones racistas del partido.
Retroactivamente, es imposible saber si Poulantzas aceptaría ser catalogado como “comunista de ciudadanía” o “comunista de emancipación radical”. Lo que parece más seguro es que allá por 1978/79 hubiera participado con gusto en el debate sobre la propuesta de Balibar.
Ciertamente estaría de acuerdo con la idea de que la política comunista es una ética. En 1968, con motivo del aplastamiento de la llamada “Primavera de Praga” por los tanques soviéticos, se abrió una escisión en el Partido Comunista Griego. El partido del interior -contrario a esa intervención- al que se sumó Poulantzas y que es un embrión de la actual Syriza y el llamado partido del exterior, por su estrecha dependencia del PC de la URSS[iii] (ahora la exterioridad del “doble poder” aparece de otro modo).
En su último texto, Poulantzas aún declara su filiación con Marx. Balibar no llega tan lejos, pero hace una despedida refinada.[iv]
La izquierda, para identificarse como tal, se obliga a un mínimo de compromiso con la obra de Marx: extraer de ella La capital el conocimiento según el cual la sociedad capitalista es una sociedad de clases que funciona mediante la explotación y que el fetichismo de la mercancía es su forma (objetiva) de dominación ideológica (subjetiva). ¿Será que los fundamentos de la ética están anclados en este compromiso?
Louis Althusser y Nicos Poulantzas
1978 fue el año en que Althusser y Poulantzas defendieron posiciones teórico-políticas completamente antagónicas. Althusser, contra la dirección central del PCF, propuso salvar a toda costa la “dictadura del proletariado”.[V]. Poulantzas, en el polo opuesto, quería evitar ser masacrado por cualquier “Dictador del proletariado” y apostó fuerte por su vaticinio de la historia: “el socialismo será democrático o no será” (y esto a 10 años de la caída del régimen). Muro).
Traigo aquí el testimonio del propio Althusser para hablarnos de su relación con Poulantzas: “La locura, el hospital psiquiátrico, el encierro pueden aterrorizar a ciertos hombres o mujeres, que son capaces de pensar o soportar la idea sin una gran angustia interior, que puede llegar a hasta el punto de negarles, ya sea visitar a un amigo o incluso intervenir en cualquier asunto. Cosa singular: generalmente eran los más íntimos, pero no siempre, y, entre los íntimos, algunos se distanciaban visiblemente [Althusser en una de sus hospitalizaciones]. En este sentido, no puedo dejar de evocar el heroísmo de nuestro querido Nicos Poulantzas, que tenía un horror absoluto a cualquier hospital psiquiátrico y, sin embargo, siempre venía a visitarme regularmente durante mis estancias, y siempre estaba feliz conmigo cuando en realidad él Debe haber estado retorciéndose de angustia, pero no me enteré de eso hasta que fue demasiado tarde. E incluso recuerdo que fue prácticamente el único al que accedí a ver, en el año anterior a la muerte de Hélène [este año anterior es 1979, año de la muerte de Poulantzas]. Entonces yo no sabía que él había intentado suicidarse una vez, en cuyo caso eso contaba como un mero accidente, durante la noche, en una amplia avenida lo había arrastrado un camión... en realidad, se había tirado bajo el agua. ruedas, me decía su compañero. Bueno, yo vi a Nicos, no en mi casa, sino en la calle cerca de la Escuela, y supe después que ya estaba sufriendo la terrible crisis de persecución que iba a acabar con un suicidio espectacular.[VI]. Bueno, Nicos estaba feliz frente a mí, no me dijo ni una palabra de su sufrimiento ni de su primer intento, que disfrazó de accidente, me habló de sus trabajos y proyectos de investigación, me interrogó sobre los míos. y se despidió dándome un cálido beso, como si fuera a verme de nuevo al día siguiente. Cuando supe más tarde lo que tenía en mente, no pude contener mi admiración por lo que, en él, era no sólo un gesto excepcional de amistad, sino un verdadero heroísmo”.[Vii]
Abrazo de Balibar en Poulantzas; cálido beso de despedida de Poulantzas a Althusser. Una identificación teórico-política y otra que viene a sellar algo personal, más subjetivo, o mejor dicho, intersubjetivo: una copa de fraternidad.
Althusser parece querer decirnos que ciertos lazos intersubjetivos logran traspasar distintas capas ideológicas. Como si buscaran (locamente) un trasfondo: “pre-ideológico” o quizás el lugar del ser (humano, dirían muchos, en cuanto a lo que aporta en movimiento y solidaridad). ¿Quien sabe? Lo cierto es que las afinidades ideológicas no facilitan esta zambullida (Althusser menciona a los “íntimos” que se distanciaron). Buceo loco en busca de ese rasgo, ese grano de humanidad antes de que el fetichismo lo alcanzara o lo hubiera sumergido la avalancha del capital.
*Paulo Silveira es psicoanalista y profesor jubilado del Departamento de Sociología de la USP. Autor, entre otros libros, de Del lado de la historia: una lectura crítica de la obra de Althusser (Policía).
Notas
[i] Me incluyo entre estos críticos. Poulantzas, Silveira, P. (org.), Editora Ática, São Paulo, 1984. En ese contexto político, la guerra fría y la hegemonía de los PC facilitaron el embotamiento de la sensibilidad histórica.
[iii] Löwy, Michael, “Nicos Poulantzas, como lo conocí”, entrevista con Contratiempo en 18 / 12 / 2014.
[iv] Balibar, E. La Filosofía de Marx, Descubrimiento, París, 1993.
[V] Althusser, en su última intervención en 1985, hizo fuertes reservas sobre el “socialismo real”: “Creo que he servido, y he servido bien, a la idea de un comunismo no alineado con el detestable ejemplo del 'socialismo real' y su soviética degeneración (…)”. El futuro dura mucho tiempo, PAG. 212, Companhia das Letras, São Paulo, 1992.
[VI] Poulantzas se arrojó desde el piso 22 de la torre Montparnasse. “El gran amigo de Nicos, Constantin Tsoukalas, que también es mi amigo, estaba con él en el momento del acto. Dice que Nicos empezó tirando libros por la ventana, diciendo que lo que había escrito no valía nada, que había fracasado en su empresa teórica, y luego se tiró por la ventana. Así que ciertamente hay una sensación de fracaso personal. Pero nadie lo sabrá nunca, es una tragedia inexplicable”. Michael, Löwy, trabajo cit.
[Vii] Althusser, L., El futuro…, ob.cit. pág.229.