por CUENTOS AB'SÁBER*
Los momentos revolucionarios son los frutos tardíos de la energía y la invención de generaciones de oprimidos, de alguna manera concentrados y concentrados en el tiempo.
1.
Hay una relación, poco advertida, entre la experiencia histórica de la revolución y su doble social abstracto, el crack económico; de hecho, un evento que se le opone, porque es conservador.
La toma de conciencia de la política que nos involucra a todos es un proceso de producción permanente, una verdadera obra, cuyos resultados en la vida del pensamiento y en las estrategias de lucha contra la violencia estructurada se constituyen ahora, como potencialidad total del presente, pero una simultánea fuerza a la acumulación de experiencias y sentidos que vienen de mucho tiempo. Es en la historia, en los territorios de la historia, con su historia de la propia evolución de la conciencia, donde se desarrolla la lucha humana por una vida digna y por la justicia.
Es un hecho histórico un tanto constante que las obras más fuertes y exigentes de ilustración, emancipación y democracia real casi nunca se resuelven de inmediato. Los momentos revolucionarios -si todavía tenemos derecho a mencionarlos, junto con su pensamiento- de las grandes y rápidas transformaciones globales que se están produciendo, los verdaderos saltos cualitativos, más o menos totales, en el curso del trauma, del shock, los movimientos humanos mayores y el delirio de la utopía que desciende al suelo de la calle común- son frutos tardíos de la energía y la invención de generaciones de oprimidos, de algún modo concentrados y concentrados en el tiempo.
Sin embargo, tales soluciones, en otro mundo, oscilaron durante mucho tiempo entre la realidad y el borrado en tiempos furtivos, emergentes y frustrados. ¿Qué está en juego cuando decimos Revolución, qué lleva como presupuestos y como fantasía de su realización agonística esta noción política limitante y central en el movimiento propio de la modernidad?
Asimismo, en otro aspecto de la vida moderna, históricamente se evidencia de manera mucho más palpable que los procesos económicos globales y su propia pulsación explosiva, basados en el control privado de las cosas sociales y comunes, pueden darse como una especie de gran acontecimiento en el presente, invirtiendo algo del cuadro social general que existe literalmente de la noche a la mañana, en cualquier momento: estos son los choques sistémicos, siempre imaginariamente rechazados y con sistema antes de su advenimiento. Choques financieros, que suceden en ciclos históricos casi predecibles, pero siempre negados, del capitalismo en un estado avanzado de financiarización.
Son las llamadas quiebras bancarias y, junto con ellas, circuitos enteros de la vida del mercado, recurrentes, aterradores y mortales -siempre ha habido quienes se tiraron por la ventana cuando Wall Street paró, y millones desempleados por todas partes-. el mundo. Es la realización de la quiebra de mundos económicos ficticios, vendidos como reales, de proyección del futuro del dinero, derivados, o de inflación de inversiones y ganancias deseadas, que no se confirman. Como se sabe, los precios en este momento históricamente negativo se corrigen globalmente como un trauma social, el trauma de lo impensable del propio funcionamiento del orden. Los choques, y su realidad social de fraude total, son en realidad acontecimientos de gran trascendencia histórica, local, nacional y comúnmente global, que pueden desorganizar todo en su forma aparentemente libre de aparición de sujetos, producto negativo autónomo de hombres con decisión- potencia de toma muy concentrada.
Sin afán revolucionario alguno, y con un amplio erotismo social propio, que teóricamente se extiende sobre todos y convoca multitudes, en el estallido estalla por un segundo el control fetichista y policial de la vida común, descarrilando la práctica general existente, desde arriba, con la aparición imprevista , pero lógico, de lo hasta ahora impensable.
Si estos hechos irreversibles, las revoluciones políticas deseantes -o los desplomes negativos de la dinámica del capital libre, indeseados pero comunes- rediseñan y de alguna manera comienzan de cero la historia desde su propia impronta, como grandes referentes en la orientación del tiempo histórico, y en la muy necesaria fantasía de la diferencia absoluta, que testimonia el fundamento moderno de ambos, son también resultados, a ritmos muy distintos, de una lenta corrosión, “el lento desmoronamiento de un mundo, que en un santiamén descubre otro”, dijo. filósofo moderno por excelencia. Son el resultado del tiempo, tiempo que constantemente tensaba sus armas de sentido, a través de los cuerpos políticos, contra los valores concretos de su propia violencia.
Violencia que está por doquier en un mundo que la niega, que estalla sin sujeto como un estallido, mientras que el cambio no puede ser vivido como un sentido productivo universal, como una revolución. En el crack, como se sabe, el despliegue cuantificable de la ganancia ciega, el sujeto automático, excede en mucho la norma común, del mundo general de la explotación, a su favor. En la revolución, el acontecimiento pasa de la corrosión permanente del sistema de violencia, al movimiento masivo de la gran diferencia, el gran rechazo caminando en las calles, conocimiento incógnito de las generaciones que ganaron cita política en los poderes del momento.
Como se sabe, el crack es la ruptura interna en el plan y en la vida misma de la economía como lo es, en el más amplio sentido imaginable, de cálculos que empiezan a dar la vuelta, dando noticias de una verdadera dinámica inconsciente general, de una mundo que quisiera reponerse en los mismos términos que pierde, lo más rápido posible. En la revolución, por el contrario, es la transformación general la que se precipita, y es necesario insistir, sostener políticamente la idea de que nada volverá a ser como antes. El crack es la revolución del orden, en un plano estrictamente contable, en cuanto se funda el orden mismo, sin sujeto y sin cualidad, que en realidad quiere lo que no quiere.
Abre formas de agujeros, brechas reales e impensables, dentro de los flujos económicos de la vida, en la organización cotidiana de todo comercio, de la vida tal como es y debe seguir siendo. No es casualidad que el gran crack suele anticipar la búsqueda del orden totalitario en el caos del mundo, dando lugar a la revolución fascista, tan en boga, la revolución por el orden. La verdadera revolución, a su vez, es el choque universal, que suspende todo orden, al que todos son convocados en un movimiento descongelante en la ciudad como sujetos en acción, renovados por la historia, que se detuvo y tuvo un comienzo creador a partir de su acontecimiento. Sujetos del nuevo futuro, ahora, de la economía que terminó y sólo puede recomenzar en su conjunto, de lo que es una reparación fundamental del pasado, lejos del fascismo.
En el ámbito de la política deseada, que se muestra a sí misma consciente y activa, el trabajo del tiempo por la constitución de sujetos, entre la comprensión, el nombre de la violencia y las formas de lucha, permanece continuo, como una intensa esperanza de la renovación de la vida. Pero esta conciencia de la política, sus sujetos, conocen momentos generales de vaciamiento y reflujo de su fuerza, situaciones de inmersión hasta la desaparición en las ofertas fetichistas más comunes, de derrota en el orden mismo del poder tal como se produce y reproduce, de el desmantelamiento real por parte de las fuerzas de represión y sus formas normales, sus flujos organizados, cotidianos y represivos de mala vida común.
El anhelo de justicia y de suspensión de la violencia, en el ámbito de la modernidad, hasta ayer, nunca dejó de soñar, de fabular tácticas y de imaginar futuros –aunque pudiera organizarse o desorientarse espectacularmente en la vida de las contradicciones existentes. Además de perderse en propuestas integradoras, favorables a un determinado tipo de vida, tales movimientos por lo radicalmente nuevo también han estado siempre, evidentemente, acribillados a balazos, bajo el control de las clases y de la producción en su imposición de las formas mismas de organización. de la sociedad vida.
Las obras de crítica socialmente encarnada, cuando aparecen en el horizonte del presente, representan un principio muy profundo, o intenso, de esperanza que permanece por original, de civilización erótica y libre como potencial, como algunos de los críticos más generosos. decían los filósofos del siglo XX.- siglo de horrores industriales totales, desde sus masacres de diversas formas, desde la velocidad de la guerra de disolución de todo hasta la verdadera invención contemporánea del exterminio administrado, a argumentar en los tribunales, mediante la expulsión sistemática de el mercado y por parálisis de las posibilidades de vida si se mueven en la escala de acumulación de la economía real mundial: el largo siglo XX, que terminó en 2008; y, también, el siglo de la aparición histórica de otros circuitos de crítica, hasta entonces impensables.
2.
Una broma filosófica sobre la revolución, venida del mundo informado, pero una realidad nacional algo atrasada en relación a los inmensos conflictos modernizadores que miraban de lejos –el mundo de lo que ahora llamamos sólo el idealismo alemán, Fichte, Schelling y Hegel– en el principios del siglo XIX, el siglo del comienzo de la aceleración de la historia y de la tecnología como geopolítica de la velocidad, decía simplemente que “la Revolución Francesa fue el primer resultado práctico de la filosofía en la historia”. Como puedes ver, no es una broma. Hecho de emancipación general frente a las grandes máquinas orgánicas del poder estatal y consumada violencia social, la gran Revolución fue también, según la invención culta, el necesario desdoblamiento de la idea misma de la filosofía, la crítica y la autocrítica de la razón, su dialéctica, en la vida occidental.
En efecto, la gran Revolución moderna, impensable como hecho social hasta su advenimiento, fue preparada como terreno histórico conceptual cargado de energía social por dos o tres generaciones del intenso y trabajado pensamiento ilustrado, con su moderna cosmología política que predicaba la libertad individual. , la tolerancia como derecho, la crítica al despotismo como espíritu real y actualizado, la ciencia contra el control supersticioso de la vida, y la racionalización de la existencia social, aunado al desarrollo de la forma capital..., como la verdadera práctica horizonte de nueva vida.
Ocurrió también en el momento del surgimiento de una vida urbana compleja, ya movida por los encantos y poderes del mercado generalizado, que estaba en todas partes, como el París de los sobrino de Rameau de Diderot, en 1780, el plan social del París de 1850, de Baudelaire y Haussmann, y la fundación del París de los surrealistas, de Benjamin en 1920… voces y cuerpos como poderes sociales y políticos no instituidos, con una nueva vida práctica, ni con un noble compromiso monárquico y menos con el control religioso, emergentes y performativos de su surgimiento, socialmente nuevos, tanto burgueses como proletarios, como se dijo. Pero francés..., fíjate.
Estas voces se escucharon con cierta claridad tanto en la primera explosión de la prensa de masas moderna, como máquina de venta de sus intereses, perfectamente descrita por Balzac, como en el advenimiento de la investigación en todas las líneas imaginables de los nuevos destinos de la individual, de una ética liberal general en suspenso, pero presente y definitoria de la misma forma novedosa que empezaba a ganar el mundo.
Y también, como consagrado por la sensibilidad histórica, entonces crítica de un mundo que se había vuelto visiblemente irracional, la gran Revolución fue movida principalmente por la fuerza concreta de una inmensa hambre nacional campesina, amplia miseria material del mundo del trabajo excluido de la vida misma. , una clase no reconocida como sujeto en la constitución de las políticas de un Estado que determinó su destino en los niveles más básicos: el hambre y la muerte. “Después de mí, el diluvio”, soñó finalmente el último rey que realmente reinó, barrera y escudo cada vez más frágil para todas las formas de una explosión de energías sociales ya presentes, y que, disolviéndolo todo, reorganizaría, entre el pasado y el futuro, todo.
Sin embargo, como puede verse, el chiste de los filósofos alemanes va un poco más allá: ¿paciencia, certeza ilusoria?, del poder de la verdad autónoma y de la justicia social concreta en la vida de los hombres no tenía límites para la forma del chiste, y así, en retrospectiva , venían de mucho más allá, eran aspectos reales del movimiento más amplio de la fuerza práctica de la razón en el mundo; una fuerza que, continua y victoriosa en la historia ahora, como una nueva marca, en la Revolución, y reconocida desde el más remoto pasado en los orígenes de su despertar, sólo podía y debía, por fin, llegar a la isla buena del porvenir emancipado de el hombre en el mar convulsión de la historia: nación, ciencia, industria, democracia y socialismo... Una historia que fue universalmente desencantada, aparentemente, y que, al mismo tiempo, para verdadera desgracia de toda crítica, también se retrasó con toda su fuerza, incluso desde el advenimiento de la historia de la Revolución: la vida totalizadora del capital en el mundo.
Desde el surgimiento de la criticidad autónoma de la filosofía, hasta el acontecimiento y la producción en la vida social acelerada de la Revolución moderna, han pasado más de dos mil años. El pequeño tiempo concreto de la realización de la crítica en la historia con la que jugaba la broma ilustrada, pero también recordaba e insistía, en su inmensa metafísica de la política como su real. Poco antes de la Revolución, la agonía del tiempo llegaba a su límite, más o menos como siempre: millones abandonados de la vida social y política de la nueva modernidad, del mundo del mercado industrial y sus nuevos desarraigos masivos, razón aplicada técnicamente en formas de violencia que surgieron por doquier, murieron de hambre, de guerra y sin representación, sin derecho a una política propia.
Pero había llegado el momento, con el advenimiento de instrumentos sociales concretos de redención. La constitución nacional dio continente y dio identidad a los desheredados de la tierra misma, para su organización política y su expresión, con continuidad, en el acto de necesaria y común ruptura con el poder establecido, la acción de su destrucción, dando lugar a la idea de la verdadera razón en la historia, en la noción misma, entonces surgida, del nacimiento de la historia.
Los filósofos alemanes comprometidos con los hechos sociales de la razón y la emancipación, la justa libertad real, imaginaron la larguísima duración del tiempo como el tiempo concreto y lógico para la realización de los principios críticos, de modo que su fuerza, ahora materializada en la historia, ya estaba ahí. .puesto como la fuerza material de la idea, desde el principio, cuando apareció en el mundo.
O, todo esto dicho por un pensador social dentro de la cosa misma: “El espíritu de la Revolución. Él lo sabe, y los demás no lo sabían. Contiene el secreto de todos los tiempos pasados. Sólo en él Francia tomó conciencia de sí misma. Es allí donde debemos buscarnos, rehacernos. Siempre nos está guardado el misterio profundo de la vida, la luz inextinguible”.
“Vivo el espíritu de Francia, ¿dónde lo aprendería si no en mí mismo?”, prosigue Michelet, y concluye, “sobre la verdadera naturaleza del nuevo tipo de poder, establecido por la marca proteica de la ruptura en la historia como su la razón, su propio devenir: la revolución tiene como monumento… el vacío…”.[i] Era la teoría misma, realizada en un acto humano y social total, del salto libre del tigre por el cielo de la historia, para alcanzar en algún momento del pasado esa redención que libera al presente de todo mal. Y, logrando lo que allí importa, la reparación original de la vida y la memoria de toda opresión, tal salto abre el porvenir, por donde pasa el pequeño mesías materialista dialéctico, un enano victorioso, escondido en lo secreto y envuelto en la antigua maquinaria moderna, según Wálter Benjamín. De hecho, el fin de la prehistoria y el comienzo de la historia, en términos sencillos de Marx, de la misma tradición.
Evidentemente, cincuenta años después, la organización aún más fuerte y aún más consciente de la lucha de los trabajadores, con la real importancia política inmanente de sus cuerpos en la vida social cada vez más afirmada por la realidad industrial del trabajo, ya abiertamente socialista, heredaría esta metafísica trascendente de la razón como fuerza viva e incontenible de las cosas del mundo, de la historia como modo de crítica, como principio y resultado inevitable de su propia lucha y de su verdad irreversible.
Lo que necesitó siglos para articularse entre todos los hombres y mostrar su presencia activa, en Francia, la fuerza de los trabajadores de todo el mundo y de la vida popular como constitutiva de la nación y del Estado – el pueblo, sujeto originario de la producción política y la vida social hipermoderna, que Michelet ubicaba en el fundamento de la idea misma de su historia, ahora se presentaba, desde su lugar necesario en la industrialización general de la vida, como la vida constante de la reivindicación revolucionaria, o incluso la vida permanentemente reformista… , de la vida misma naturaleza del estado moderno.
Al mismo tiempo, quitando el eje de la historia de la idea de su proceso como emancipación, en el mismo momento de la explosión de la fuerza de trabajo en la historia, tanto el Marx revolucionario como el conservador Tocquevile ya observaron la naturaleza del regusto. , podríamos decir, el fin de la historia: comenzó el tiempo cerrado y repetitivo de las farsas, de la política general entre lo mismo y la regresión, propias del poder monopólico moderno de una manera nueva, formas de teatralizar la suspensión misma de la transformación y la diferencia , espectacular fetichismo del poder mismo, capitalismo en estado de eterno retorno.[ii]
Ya en medio de los terrores del exterminio y de la ciencia fascista del siglo XX, en vísperas de la segunda hecatombe de la disputa imperialista universal europea, Freud insistía todavía, en un raro momento de optimismo personal: “la voz de la razón es tenue , pero con el tiempo se hace escuchar”…[iii] ¿A qué se refería entonces el primer psicoanalista? ¿A la primacía de la ciencia, la civilización o la justicia en la historia? ¿Al avance paulatino, ya tradicional, de la técnica fetichizada como razón en el mercado común de las cosas enajenadas, que organiza la masacre en constante expansión? ¿O la razón, aún impensada, pero siempre soñada, de la Revolución, de una emancipación efectiva en la vida humana?
Sin embargo, en ese registro de la otra razón moderna que descubrió, de la dialéctica negativa radical del deseo y el síntoma, con su propia política de lo irracional y lo particular, como el sadismo social tan común y necesario para vivir bajo el capital, o de las religiones que racionalizar el derecho mismo a la violencia, y de la religión como capital… como decían Marx y Benjamin – el primer psicoanalista se vio a sí mismo como un enunciador de la necesidad de una tradición racional más amplia y mayor, que hable suave pero siempre hable, con constancia, manteniendo viva en su forma idealista, dirían unos, no violenta y mínimamente dialéctica, otros dirían, esa dimensión más deseante de la humanidad de la razón política universal.
Bueno, la revolución es imposible, pero debemos actuar como si lo fuera...[iv] Ya se lo dijo Pierre Clastres, en un chiste aún más moderno, a su amigo Bento Prado Jr., en pleno siglo XX… Un secreto guardado entre su comunismo ecológico contra el Estado, la experiencia indígena americana y las barricadas de los deseos. , ¿realizado?, desde París en 1968. La última Revolución, que, de hecho, rejuveneció la vida bajo el orden mundial de la industria generalizada, la globalización y la mercancía universal. La verdadera playa del fetiche bajo el duro orden del coche bajo el asfalto, y su normal y permanente guerra.
3.
Mirando todo esto desde el presente, donde tales razones y el mundo político tienden a desvanecerse, desvalorizarse y cortarse con el bajo reconocimiento de la idea de la unidad universal de la justicia frente a la estructura reproductiva global de la violencia, desde hace años nos han observado la construcción de nuevas categorías, de nuevas organizaciones en el campo de las luchas contra el poder y la violencia, otros puntos de vista y otras sensibilidades por la historia, su constitución y su materialidad, produciendo nuevos luchadores para viejas batallas con el giro mismo del pensamiento.
Nuevas organizaciones de cuerpos, de integración de grupos y conceptos, emergen en diversos lugares sociales que atraviesan la estructura misma de clases, a partir de la percepción de otras fuentes productoras de vida y poderes políticos, de las verdades problemáticas de la violencia tan originales como la modernidad que los engendró a lo largo de sus quinientos años. Viejas y tradicionales formas de violencia son reorganizadas y renombradas a través de la calificada voz reprimida de las víctimas de la violencia hoy, y sus múltiples experiencias de historicidad y vida.
Las luchas emergen de los diversos mundos de vida referidos a los múltiples grupos históricamente constituidos en condición de opresión. Esto es en detrimento político general de la percepción del monopolio económico que produce la vida social. Esta nueva dinámica de creación de referencias y de política, con su propio trasfondo teórico, reaviva la lucha social en otros problemas y en otros lugares, nuevos portadores de la energía de la verdad del actual desajuste de la violencia instituida, diferente a los males y atolladeros tradicionales. del mundo de la riqueza concentrada y su hiperpoder de hiperdecisión.
De hecho, los feminismos múltiples, los movimientos negros, la teoría del género como derecho de actuación, el decolonialismo teórico o concreto, la crítica indígena del Antropoceno, la idea de la multitud, sin unidad conceptual, como fuerza de la misma multiplicación de voces como fuerza dinámica corrosiva de gran poder, el mundo del deseo como revolución, de la sensibilidad frente al caos – y Simone de Beauvoir, Frantz Fanon, Edward Said, Gayatri Spivak, Aníbal Quijano, Judith Butler, Felix Guatari, Angela Davis , Lélia Gonzalez y Beatriz Nascimento, Antonio Negri y Michael Hardt, Suely Rolnik, Eduardo Viveiros de Castro o Peter Pál Pelbart, entre muchos, llevan mucho tiempo produciendo entre nosotros, trabajan para rediseñar y aumentar la energía política, lo que siempre significa alguna forma de agregación social corpórea, de unidad de opinión, grupo en la unidad de ideas, camaradería, nuevos actores y otros procesos de sentido que se reconocen en su crítica al poder y en sus prácticas efectivas de lucha.
Vida política mayoritariamente micropolítica, e incluso minoritaria, pero que genéricamente puede emerger como un amplio acto de multitud encantada, sin centralidad, contra el poder, dicen los filósofos detrás de la idea del movimiento, a su manera de nombrar los espacios de violencia que recaen en la especificidad histórica de los cuerpos, flotando entre la colectividad y la propia vida personal.
Nuevas formas de nombrar el poder y la violencia y, al nombrarlo, confrontarlo y llamar a nuevas políticas, locales, virtuales o diaspóricas. Porque, como sabemos, toda percepción y toda construcción de una categoría discriminatoria sobre las formas de poder a realizar, toda denominación del mal históricamente constituido, es principio de lucha. Ciertamente no es suficiente lucha, pero necesariamente lucha fundamental.
No por casualidad, también el nuevo reaccionario de extrema derecha, con sus múltiples estratos sociales y en busca de identidad en medio de la ruina de las garantías de un mundo de globalización transnacional, de liquidación del valor social del trabajo, que no ya no las confirma... , actúa principalmente atacando y rechazando punto por punto estas mismas otras modalidades de comprender y tensionar las cosas humanas.
Es la fuerte acción negativa de los neofascismos convocados hoy -unidos sólo en el afán del líder por poseer el Estado, en la idea de un posible asalto a lo público por las ventajas básicas de sus circuitos corporativos- que, sin haber mucho o nada que poner en el mundo acelerado de las disoluciones generalizadas del capitalismo contemporáneo, niega de raíz todo conflicto nombrable o nombrable, creando el hiperconflicto mismo de su propia no adaptación a nada, sino a favor de la conservación de algún poder que se erige como un faro: el verdadero golpe fascista. Es propio del derecho a anular el nombre del conflicto, la comprensión política de la estructura de la violencia, cuya supresión se utiliza como un goce en sí mismo, y que ahora se ha unificado como movimiento social de choque, desplome político, del Estado.
Es lo que, muy generalmente, en una categoría amplia, las nuevas políticas de cuerpo a cuerpo llaman el mantenimiento de los privilegios, que, por no querer transformarse ni ser transformados, rehusarán de raíz la mediación crítica que los manifiesta, negando incluso lo vivo. , en una posición de verdadera y tradicional mala fe del poder, como ya ha observado otro crítico de la modernidad. Es un poco más difícil explicar la adhesión popular de las masas, por millones -58 millones votaron por el líder fascista en Brasil en las últimas elecciones, contra 60 millones que lo prohibieron- a la identidad negativa, con la legitimidad de la violencia. liberados del neofascismo, de los pobres y de los oprimidos, a nuestros ojos, entre ellos negros, mujeres y homosexuales sin privilegios. ¿Sería el único privilegio disponible, al alcance real de la mano, el grupo fascista y la agregación social?
De hecho, estamos en medio de este gran cambio de nombre de fuerzas críticas y compromisos, concretos e imaginarios, sobre lo que nos afecta como violencia e injusticia constituidas como razón de poder, sobre lo que hoy es inaceptable y sobre cómo debemos actuar contra es. estas fuerzas. Los oprimidos replantean, a partir de su propia experiencia con la desigualdad, el nombre de nuestra ceguera.
El cambio de las categorías críticas modernas, que veían en la amplia división de clases que producía la forma social mundial conocida como capital el verdadero núcleo a pensar de la dialéctica, hacia el deseo general de democracia y justicia, se produce ahora en la dirección de la multiplicación de las razones y formas de producir vidas, aun al límite de toda crítica, fuera de los parámetros críticos de la modernidad, analítica y universalista.
La lucha por la multiplicidad de perspectivas históricas de la violencia, entre política y cultura, continúa con sus llamados a la fuerza imaginaria de los grupos oprimidos, la singularidad de sujetos que habitan y se diferencian a la vez del orden crítico, racional y universal. Se afirman con fuerza los límites activos del poder que tienen un efecto encarnado, entendido como ataque al cuerpo y al grupo no representado en las democracias liberales – los mundos rechazados del racismo, sexismo, homo y transfobia, ecocidios y epistemicidas de virtual no mercantilismo. y razones de vida no modernas – para modular la crítica generalizada moderna como una nueva práctica epistémica de la política, adaptándola a los órdenes mismos de la violencia en el ámbito de la vida, apuntando a la universalidad de las justificaciones de excepción en el mundo de la capital.
En estos modos de pensamiento y de lucha, una democracia abstracta y genérica que no se involucre en el nombre particular de la pulsación de la violencia histórica, en el sentido de todos sus rechazos permanentes de formas de diferencia, no es más que la posición de predominio y , igualmente de la violencia, por el otro, el no-yo, lo no reconocido, mantenido por debajo de la línea ficticia de los derechos. En la raíz del proceso está la crítica ético epistémica de la razón occidental, algo común a la teoría crítica radical del siglo XX, que también ya la había enunciado, pero, curiosamente, toda la crítica global de la economía política queda permanentemente relegada, al ejercicio de la crítica como una especie de antropología múltiple de las divisiones que promueve la modernidad, en cada caso y en cada demanda diferente.
Muchos resisten incluso ahora a este movimiento, como inconscientemente de la naturaleza misma del poder y la violencia, resistieron permanentemente en otros tiempos: desde esta posición afirmativa podemos vislumbrar el carácter diferencial y múltiple, efectivamente multicultural, de la idea de democracia que envuelve el movimiento.
No cabe duda de que la gran esperanza crítica social moderna, esa experiencia y supuesto grupo social conocido como la clase obrera, el proletariado, el pueblo, que conduciría con su propia existencia social enrejada a la fuerza del gran rechazo y de la transformación concreta del orden del poder en la modernidad – con estructuras de trasfondo económico y expresadas en su propia legislación predominante, la democracia burguesa empresarial para la expansión del capital, y su violencia rehusada – por mucho tiempo ya no puede ser pensada en esos términos de conflicto y energía de cambio de las cosas.
Lo que no quiere decir que no exista. Son muchos los factores que han llevado al debilitamiento de la idea de clase trabajadora que el movimiento mundial de la izquierda moderna ha concebido y sostenido durante siglos. Tales como la desaparición de las grandes plantas industriales que unificaron una experiencia social del trabajo hasta la tercera revolución industrial y la exportación total de la industria mundial al Este asiático, a partir de la década de 1990. Y la consecuente atomización de los destinos del trabajo en sociedades de constante fragmentación y programación de los derechos de clase, su remisión general y total a la nueva tendencia, sin garantías, del sector servicios, y su gestión a través de plataformas de redes abstractas, los nuevos patrones que se reconocen sólo en la producción inmediata de valor, para fragmentar a nivel del individuo toda la fuerza de trabajo social y sus posibles políticas colectivas.
Y más. Todo transcurre bajo la fuerza de una seducción constante, que incluso conmueve la cultura general, de la hiperproductividad industrial contemporánea, de los hipermercados globales de escala casi geológica, comunes en todas partes por primera vez en la historia, el mundo sin experiencia de plasticidad que ofrece la mercancía universal, su diseño superficial y su orden total de comunicación y excitación. La vida de la cultura común se ha orientado enteramente hacia la vida de las mercancías, ya sean materiales, que todavía tienen algún uso, o simbólicas, que son imágenes y están por todas partes en la conciencia general rebajada y vaciada de la vida laboral misma.
La desmovilización de la vida crítica existente en una satisfacción de bajo disfrute del mercado por un lado, la adhesión al orden natural de la sociedad civil en el mercado global, y la agregación general de los partidos socialdemócrata y laborista a la gestión del expansión del mercado y del trabajo, que nunca suceden..., por el otro. Es decir, un destino totalmente conservador de las cosas generales del dinero, su expansión y los parámetros de su mundo, en todos sus momentos, tal como los describió Marx –de producción, circulación, economía política, mercado mundial, geopolítica global–. de las mercancías y del trabajo regulados y gestionados, ahora de la economía mundial de hecho, como único horizonte común, de la vida de todos.
La hegemonía mundial de la cultura de la hiperproductividad del mercado de consumo, sus prácticas de goce sobre sus ciudades, de flujos ordenados al efecto, reflejada en la constante y patética excitación de la vida actual en internet, de las hipermasas globales que viven en el Tiktok unificado psíquicamente, máquina de reducción, fragmentación y conversión permanente del pensamiento al chismorreo, acción social banal y grupal de laceración y anulación como verdaderas políticas en la vida de la imagen generalizada, con constante y reeditada celebración de la vida tal cual es, por lo tanto, pulsando permanentemente para nada.
La vida fragmentaria, que logra la unidad sin política del individuo en sí mismo, del goce general del mercado, la orientación del deseo fundamental, el verdadero y único lazo social, si se puede hablar en términos tan simples de este conjunto de fuerzas políticas. y múltiples técnicas instaladas – unidimensionales, es la verdadera fiesta de la excitada multiplicación de las mercancías, única variación efectiva, sobre las conciencias hipersimplificadas y en busca de adaptación, de la vida en estos términos.
Los últimos 30 años, de globalización mundial de los circuitos de valorización del capital, que culturalmente son uno solo, alteraron la composición orgánica del sujeto del trabajo, del deseo social y del consumo, hacia la abstracción universal del ciudadano del mundo del consumo, ocupando el lugar incluso del ciudadano moderno de la política. Una vida que solo puede ser producida, o eludir su propia reproducción, por la hiperproductividad del mundo real de las cosas del presente, la industria china acelerada en los flujos globales de contenedores, y su toma de la cultura como realidad, horizonte y cotidianidad necesaria. práctica. Dimensión productiva concreta de las cosas, que la izquierda materialista también tiende a no nombrar plenamente.
Es bajo este marco general de la reproducción de la vida y del valor valorándose a escala mundial, de manera culturalmente unificada, que las múltiples políticas de los múltiples grupos de su propia historicidad, el movimiento de crítica a las identidades situadas del presente, son de hecho producidos. En efecto, la situación es de predominio del fetichismo del mundo, de la ilusión de cosas animadas en los centros comerciales al alcance como deseo principal, tanto de los insertos como de los “desfavorecidos”, como decía Marcuse, un mundo que está en hecho consciente y celebrado, o inconsciente, simplemente vivido.
Un orden definido por la originalidad histórica de la hiperproductividad global de las cosas, históricamente muy reciente, operando sobre la política descolorida y no integrada del mundo del trabajo fragmentado, del trabajo industrial distribuido globalmente, con gran desigualdad, para tener un efecto sobre los precios generales de los salarios en todas partes.
Precisamente en este mundo, bárbaro de esta manera, y no de otra, aparecen las exigencias de justicia, ahora marcadas por apegos y cualidades sensibles de la propia experiencia, razones emanadas del mundo de la vida, tendientes a aproximar el cuerpo, o lo múltiple. cuerpos, definidos por los movimientos políticos. Estas razones se encuentran en la unidad cualitativa de su experiencia a partir de sus grupos de identificación, un movimiento psíquico poderoso y primordial, con la marca sensible particular de la unificación identitaria, su propia creación de la identidad como política en el mundo de razia generalizada del sujeto como transmisión. del fetichismo.
Reaparece la necesaria lógica colectiva, desde la experiencia del yo marcada por una singularidad, una historicidad por constituir, en abierta negación de algo de poder y por mi grupo de reconocimiento mutuo. Las guerras culturales por el reconocimiento de las particularidades se desarrollan sobre terrenos extremadamente inestables de la vida laboral arruinada y de la lógica total de la industria cultural, operando el fetichismo de la mercancía al sujeto, como forma de unificar la vida y fundamento del lenguaje político a ser utilizado, in extremis.
Todo muy alejado de la idea estructural de una marca general y universal, que se encontraría en todos y en todas partes, de aquellos proletarios de todo el mundo que se unirían en el momento real de la historia, de la gran historia como historia de humanidad, para ser creada por todos. El mundo del ángel de la historia, y la ruptura mesiánica de la revolución en cualquier momento, que rescataría en un acto la tradición negada de todos los pueblos oprimidos.
La “revolución” se convirtió en la lucha por la particularidad de la justicia y el juego sin parámetro de universalidad, dada su infinita multiplicidad – LBGTQIA+, por ejemplo, como la imposibilidad de fijar el foco social común, y el pensamiento común en el reconocimiento de multiplicación de la diferencia… Y, por tanto, la fuerte tendencia a la solución final de tensiones como el reconocimiento de los derechos humanos y generales, del bien liberal, en fin, la inserción de una particularidad sensible y grupal en el régimen de la vida del otro. prácticas, mediadas por el Estado Existente y por las leyes a reconocer, de quien niega y excluye la diferencia de las humanidades y se constituye a sí mismo en esta misma negación del reconocimiento. Sobre el desequilibrio material y la competencia general de stocks, sin solución, muy poco que decir.
En un mundo sin solidaridad, al menos por la propia idea general de la solidaridad, la justicia se recorta y reparte desigualmente, toda demanda implica una negociación de reconocimiento básico de un conjunto de poderes y derechos virtuales, que proyecta su propia imagen como política. . . La justicia se desdobla en justicias, siempre negociadas dentro y fuera del grupo, y como los comerciantes de la imagen misma del poder, la imagen misma de los ricos entre sí, se convierte en una lucha regional particular por el destino del conjunto, o incluso encerrado en sí mismo.
Y de la misma manera, por la misma razón, surgen los grupos e individuos identitarios de extrema derecha. Defendiendo igualmente su derecho a ser ellos mismos, su particularidad singular que se reorganiza en las formas destructivas del fascismo contemporáneo -sin horizonte constructivo, adaptadas a la vida sin ley del mercado total- estos grupos, a diferencia de los demás, tienen una gran protección real de intereses concentrados y poderes instituidos. Son, más allá del teatro farsa de su conservadurismo, una fuerza estratégica, y de ahí la grotesca tolerancia de su grotesco. Son los rebeldes de la identidad dentro del orden, los revolucionarios de la propia identidad del capital, como decía João Bernardo de todo fascismo.
Dado que no se disimula su protección real por parte de las fuerzas policiales, de seguridad, de comunicación y de sectores reales del gran capital –los que en realidad esperan posicionarse en el movimiento, lucrar con la fuerza y la vida política degradada– son declaraciones de poder, que se dan en Brasil como en todas partes surgen.
Estos conservadores revolucionarios antidemocráticos, efecto conservador de la fragmentación generalizada de la idea de justicia en forma de lineamientos regionales, que se han vuelto particulares, no necesitan pelear por la representación, aunque hacen el teatro calculado de los suyos. persecución, pues exigen su igualdad imaginaria con lo real: el escenario del capitalismo existente, y su Estado, son idénticos a nuestro grupo, la realidad de las cosas somos nosotros, nuestro cuerpo, porque somos el verdadero circuito imaginario del funcionamiento del poder , dada por la imposición misma del poder.
En este universo de Babel, de políticas que se disuelven y se reorganizan permanentemente como la pulsación antropológica de los grupos, debemos admitirlo, sólo logramos una mínima unión -progresista, civilizadora, democrática o socializadora, cualquiera que sea su naturaleza- frente a la fuerza emergente de fascismo.
*Cuentos Ab´Sáber Es profesor del Departamento de Filosofía de la Unifesp. Autor, entre otros libros de Soñar restaurado, formas de soñar en Bion, Winnicott y Freud (Editorial 34).
Notas
[i] Julio Michelet, Historia de la Revolución Francesa, São Paulo: Companhia das Letras, 1989, pág. 15.
[ii] Karl Marx El 18 Brumario de Luis Bonaparte, São Paulo: Boitempo, 2011; Alexis de Tocqueville, Memorias de 1848, los días revolucionarios en París, São Paulo: Companhia das Letras, 1991.
[iii] El futuro de una ilusión.
[iv] Bento Prado Jr., entrevista con Piero de Carvalho Leirner y Luiz Henrique de Toledo, “Memorias y reflexiones sobre Pierre Clastres”, en Pierre Clatres, arqueología de la violencia, São Paulo: Cosac & Naify, 2004, p.16.
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