por CLAUDIO KATZ*
Los teóricos de la dependencia argumentaron con interpretaciones liberales y buscaron la convergencia con las tendencias radicales del nacionalismo.
Las teorías de la dependencia se desarrollaron en las décadas de 1960 y 70 en torno a tres líneas. Ruy Mauro Marini, Theotonio Dos Santos y Vania Bambirra postularon una concepción marxista, que se complementó con la visión de metrópolis satélite de André Gunder Frank. Ambas perspectivas se confrontaron con la tesis del desarrollo dependiente asociado propuesta por Fernando Henrique Cardoso. ¿Cuáles fueron sus desacuerdos?
socialismo y liberalismo
La teoría marxista de la dependencia fue un producto directo de la Revolución Cubana. Hasta 1960 nadie imaginaba el inicio de un proceso anticapitalista a 90 millas de Miami. Se suponía que estas transformaciones serían consecuencia de cambios previos en los centros de poder mundial. El éxito de Cuba perturbó este escenario y abrió grandes expectativas de venideros horizontes socialistas para América Latina.
Marini, Dos Santos y Bambirra postularon conceptos acordes con esta esperanza. Participaron en organizaciones que lucharon contra las dictaduras militares y alentaron proyectos de izquierda en el convulso período entre el ascenso de la Unidad Popular Chilena (1970) y la caída del sandinismo (1990).
Los tres autores confrontaron al imperialismo estadounidense y concibieron propuestas de integración latinoamericana y asociación internacional con el llamado bloque socialista. Rompieron drásticamente con la estrategia política de los partidos comunistas, que proponían forjar alianzas con la burguesía para generar modelos de capitalismo nacional.
Los pensadores brasileños buscaron la convergencia con las tendencias radicales del nacionalismo y se distanciaron de las corrientes conservadoras de esta corriente. Sus conceptualizaciones del subdesarrollo se desarrollaron en estrecha conexión con todos los debates de la izquierda de la época (actitud hacia la URSS, posición hacia los gobiernos reformistas, oportunidad para la lucha armada) (Bambirra, 1986: 113-115, 78-82).
Los teóricos de la dependencia chocaron con las interpretaciones liberales, que atribuían el atraso regional a la insuficiente absorción de la civilización occidental oa la herencia cultural indígena, mestiza e hispano-portuguesa.
Marini demostró la inconsistencia de esta concepción, recordando la exacción colonial que sufrió América Latina y el posterior dominio de las oligarquías derrochadoras (Marini, 2007: 235-247).
Dos Santos también cuestionó la propuesta liberal de repetir el modelo norteamericano, mediante la adopción de conductas modernizadoras. Destacó que la inserción internacional de la región como exportadora de productos agromineros obstaculizaba su desarrollo y refutó la falacia de una convergencia gradual con las economías avanzadas (Dos Santos, 2003). También demostró la inconsistencia de todos los indicadores utilizados por los economistas neoclásicos para evaluar la transición de una sociedad tradicional a una industrial (Sotelo, 2005).
Dos Santos rechazó la interpretación liberal dualista del subdesarrollo como un conflicto entre los sectores modernos y rezagados de la economía. Resaltó el carácter artificial de esta antinomia y retrató la estrecha integración entre ambos segmentos (Dos Santos, 1978: 283-198).
Frank también participó de esta crítica, destacando que el sector atrasado no era un obstáculo para el modelo imperante, sino su principal recreador. Resaltó que el subdesarrollo latinoamericano no correspondía a la ausencia del capitalismo, sino a la gravitación de una modalidad dependiente de ese sistema.
Este enfoque de Frank no solo desafió la mitología liberal que enfrentaba el atraso regional con la modernización occidental. Al definir el subdesarrollo como una característica intrínseca del capitalismo dependiente, reemplazó el enfoque en tipologías ideales con caracterizaciones históricas de regímenes sociales (Laclau, 1973; Wolf, 1993: 38).
Desarrollismo y marxismo
Los teóricos marxistas de la dependencia estaban influenciados por las concepciones de la CEPAL, que atribuían el atraso de la periferia al deterioro de los términos de intercambio ya la heterogeneidad estructural de economías con alto desempleo, consumismo de élite y estancamiento agrícola.
Los desarrollistas promovieron la industrialización mediante la sustitución de importaciones y una mayor inversión del sector público. Cuestionaron su apego al modelo agroexportador y defendieron políticas económicas favorables a la burguesía nacional.
Marini coincidió con varios diagnósticos de Prebisch sobre el origen del subdesarrollo y con algunas tesis de Furtado sobre el impacto adverso de la oferta laboral sobre los salarios. Pero nunca compartió la esperanza de resolver estos desequilibrios con políticas de modernización burguesas. Reflexionó sobre los hallazgos teóricos de la CEPAL, cuestionando sus expectativas de desarrollo capitalista autónomo en América Latina (Marini, 1991: 18-19).
Además, criticó su desconocimiento del papel que juega la región en la acumulación de economías centrales. Marini explicó la brecha centro-periferia a través de la dinámica del capitalismo y destacó la inexistencia de otra variante de este sistema para el Tercer Mundo. Destacó que el subdesarrollo no podía erradicarse con simples políticas correctivas ni con mayores dosis de inversión (Marini, 1993).
Dos Santos formuló una crítica similar. Recordó que el atraso de América Latina no era resultado de la falta de capital, sino del lugar que ocupaba la región en la división internacional del trabajo (Dos Santos, 1978: 26-27).
Los teóricos de la dependencia también se opusieron a presentar el Estado como un artificio del crecimiento, ajeno a las limitaciones de las clases dominantes. Por tanto, no creían en el margen sugerido por la CEPAL para completar la industrialización latinoamericana.
En ese planteamiento, demostraron una afinidad con economistas marxistas de otras regiones que renovaron la caracterización del capitalismo de posguerra, evitando presentar esta etapa como una simple continuación del escenario leninista anterior (Katz, 2016).
Dos Santos destacó la nueva gravitación de las empresas multinacionales y la creciente integración global de capitales. Se unió al diagnóstico de Amin sobre la ley del valor operando a escala global y estuvo de acuerdo con la evaluación de Sweezy sobre el protagonismo estadounidense. Bambirra también destacó el predominio norteamericano en el nuevo circuito de acumulación global.
Estas visiones conectaron las mutaciones del capitalismo con el estudio de la crisis de ese sistema. Marini evaluó la dinámica de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia en la periferia, recordando que la disminución porcentual de la rentabilidad proviene de la reducción del trabajo vivo nuevo incorporado a los bienes, en relación al trabajo muerto ya objetivado en materias primas y maquinarias. Enfatizó que esta modificación reduce la tasa de ganancia en proporción al capital total invertido.
Marini también indicó que la entrada de capitales a la periferia mitigó este declive de las economías centrales, al aumentar la explotación de los trabajadores de la periferia y abaratar el suministro de alimentos e insumos para la industria metropolitana. Pero señaló que esta compensación acentuaba la asfixia de la capacidad de consumo en países con salarios más bajos (Marini, 2005).
Dos Santos compartía este razonamiento combinado de la crisis como resultado de desequilibrios valorativos (tendencia decreciente de la tasa de ganancia) y tensiones en la realización del valor (poder adquisitivo insuficiente) (Dos Santos, 1978: 154-155). Ambos autores adoptaron una visión multicausal -similar al enfoque de Mandel- que aclaraba varias características de la crisis en la periferia (Katz, 2009:117-119).
Los teóricos de la dependencia también convergieron con Mandel y Amin al registrar las nuevas bifurcaciones presentes en los países subdesarrollados. Por ello, Marini examinó los desequilibrios manufactureros de economías intermedias afectadas por mayores costos, desventajas tecnológicas y déficits crónicos en la balanza comercial. Su diagnóstico de Brasil (o Argentina y México) coincidió con lo expuesto por académicos de la industria de países equivalentes en Asia y África.
Marini analizó las economías promedio de América Latina para superar las presentaciones de la periferia como un universo indistinto. Corrigió viejas tradiciones del marxismo que equiparaban a América Latina con regiones de Asia o África.
El mismo propósito llevó a Dos Santos a investigar la especificidad de las industrias latinoamericanas, sujetas a aumentos externos de importaciones y asfixia interna por la estrechez del mercado laboral.
Bambirra conceptualizó el mismo problema introduciendo distinciones entre las economías latinoamericanas. Contrastó países de industrialización temprana (Argentina, México, Brasil), industrialización posterior (Perú, Venezuela) y estructuras agroexportadoras sin industria (Paraguay, Haití) (Bambirra 1986: 57-69). Esta atención al subdesarrollo desigual de la región fue un pilar analítico de los teóricos de la dependencia.
Las nuevas categorías
Marini interpretó el deterioro de los términos de intercambio como una expresión de intercambio desigual. Afirmó que las transferencias de valor al centro no derivaban de la inferioridad de la producción primaria, sino de la dinámica objetiva de acumulación a escala mundial (Marini, 1973). Así, enfatizó la gravitación genérica de la ley del valor en este proceso.
Pero el pensador brasileño no profundizó este análisis y evitó el estudio diferenciado de estos fenómenos dentro y fuera de la industria, que fue iniciado por los teóricos del intercambio desigual (Emmanuel, Amin, Bettelheim). Tampoco exploró la dinámica de los ingresos del petróleo reciclados en los circuitos financieros, como lo hizo Mandel. Dos Santos adoptó la misma perspectiva. Solo situó el intercambio desigual en el contexto de las disputas comerciales internacionales, que suelen afectar a la periferia (Dos Santos, 1978: 322-323, 367).
Los autores latinoamericanos centraron su atención en los desequilibrios de la reproducción dependiente. Dos Santos estudió cómo los desequilibrios comerciales se combinan con los desequilibrios de la deuda y la inflación en los países industrializados de la periferia.
Marini conceptualizó el ciclo de financiamiento, producción y comercialización de estas economías, en contraste con los países centrales. Señaló que la inversión privada es menor que en las metrópolis y que el capital extranjero drena fondos a través de regalías, rentas o compras de maquinaria. Describió cómo las empresas obtienen ganancias extraordinarias aprovechando los salarios bajos e ilustró cómo el bajo poder adquisitivo obstaculiza el mercado interno (Marini, 2012).
Así, teorizó la heterogeneidad estructural de la CEPAL en términos marxistas, como un ciclo dependiente. Retomaba de Prebisch el diagnóstico de fuertes límites a la acumulación como consecuencia de las desproporciones sectoriales y las restricciones al consumo y consideraba que esta adversidad capitalista impedía el desarrollo.
Pero vio estos desequilibrios como contradicciones específicas del capitalismo dependiente e investigó su dinámica utilizando un modelo extraído del Libro II d' La capital. En este razonamiento, evitó supuestos abstractos de equilibrio y detectó las mismas tensiones en la acumulación industrial que observaron Amin y Mandel.
Marini destacó la estrechez del poder adquisitivo, retomando las hipótesis del subconsumo en Luxemburgo. Pero ubicó el problema en los escenarios periféricos. En lugar de analizar cómo la obstrucción de la demanda interna empuja al capital metropolitano hacia el exterior, estudió los desequilibrios que este proceso genera en las economías subdesarrolladas.
El pensador brasileño ya conocía la dinámica del consumo masivo en los países centrales y, por lo tanto, presentó una teoría del fordismo obstruido en las economías medias de la periferia. Destacó la existencia de una gran estratificación del consumo entre los segmentos bajo y medio-alto y subrayó la ausencia de una masa de consumidores de ingresos medios, comparable a los países desarrollados.
Pero Marini ubicaba la principal peculiaridad de las economías periféricas industrializadas en la superexplotación del trabajo. Usó este término para describir la condición de los trabajadores sujetos al pago de salarios inferiores al valor de su fuerza de trabajo. Indicó que esta anomalía era el trasfondo de la situación dependiente y del comportamiento de las clases dominantes, que se beneficiaban de tasas de plusvalía superiores a las del centro.
Marini consideraba que la burguesía de la periferia compensaba así las pérdidas derivadas de su lugar subordinado en el mercado mundial. Destacó que los capitalistas latinoamericanos utilizaron el fondo de consumo de los trabajadores como fuente de acumulación de capital.
El teórico de la dependencia dejó en claro que la sobreexplotación solo era viable en regiones con grandes excedentes de mano de obra, resultado de la sobrepoblación indígena (México), el éxodo rural (Brasil) o los flujos migratorios.
Identificó la principal peculiaridad de las economías medianas latinoamericanas en la forma de generar plusvalía. Al igual que Amin, destacó la existencia de mayores niveles de explotación. Pero en lugar de explicar este dato por medio de diferencias salariales mayores que las diferencias de productividad, atribuyó el fenómeno a una remuneración cualitativamente menor de la fuerza de trabajo. Esta evaluación se formuló en vista del proceso de industrialización de un país con grandes desigualdades de ingresos (Brasil).
*Claudio Katz. es profesor de economía en la Universidad de Buenos Aires. Autor, entre otros libros, de Neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo (Expresión Popular).
Traducción: Fernando Lima das Neves.
Publicado originalmente en la revista América Latina jacobina.