por JOSÉ MICAELSON LACERDA MORAIS*
Consideraciones sobre la autonomización de la autodeterminación del capital
En este artículo buscamos abordar la separación entre valor y plusvalía desde la perspectiva de la sección I, del libro 3, de El Capital, que trata de “la transformación de la plusvalía en ganancia y de la tasa de plusvalía en tasa de ganancia". Su importancia radica en intentar demostrar que la separación entre valor y plusvalía, la financiarización y digitalización de la economía, en conjunto, pueden configurar una nueva configuración de reproducción ampliada del capital. En cierto modo, muchos estudios ya han demostrado cómo la financiarización de la economía desplazó la importancia de la producción material en el proceso de acumulación de capital. Simplemente añadimos a este contexto los resultados más recientes de la última revolución tecnológica.
Como explica Marx en el libro III de El Capital, el valor de cada mercancía producida de forma capitalista viene dado por la fórmula M = c + v + m, donde c es el capital constante, v es el capital variable y m es el plusvalor. . Con base en esta fórmula, diferencia el “valor de reposición en mercancías por valor de capital” o precio de costo de las mercancías, dado por c + v, del “valor del producto” o “costo de producción”. Por tanto, Marx diferencia entre lo que le cuesta la mercancía al capitalista y lo que le cuesta la mercancía a su propia producción. Esta diferencia se hace más clara cuando el autor afirma que “[...] el costo capitalista de la mercancía se mide por el gasto de capital, y el costo real de la mercancía, por el gasto de trabajo […]” (MARX , 2017b, pág. 54 ). De esta manera, el precio de costo aparece para el trabajador como el costo real de la mercancía misma y “toma la falsa apariencia de una categoría de producción de valor en sí misma”. Porque si el precio de costo está dado por p = c + v, la fórmula M = c + v + m toma la forma M = p + m, entonces p = M – m. La plusvalía, m, aparece así como un excedente del valor de la mercancía por encima de su precio de costo, simbolizando “[...] un aumento en el valor del capital que se gasta en la producción de la mercancía y que retorna de su circulación” (MARX, 2017b, p. 59). Para el capitalista, este crecimiento se deriva del capital mismo, ya que surgió después del proceso de producción, por lo tanto, tuvo “origen en las empresas productivas realizadas por el capital”. Para el trabajador, “[…] la porción de valor variable del anticipo de capital que paga el valor o precio de todo el trabajo invertido en la producción […]” (MARX, 2017b, p. 57).
Para completar su razonamiento, es decir, para mostrar la forma mistificada de producción de valor en el capitalismo, Marx supone inicialmente que la plusvalía es igual a la ganancia, es decir, m = l. Así, si M = c + v + m, siendo p = c + v, de modo que M = p + m, y siendo m = l, entonces M = p + l. Marx concluye (2017b, p. 62):
“[…] debido a que en la formación aparente del precio de costo no se percibe diferencia entre el capital constante y el capital variable, el origen del cambio de valor que se produce durante el proceso de producción debe ser desplazado de la parte variable del capital al capital total. Dado que en un polo el precio de la fuerza de trabajo aparece bajo la forma transformada de salarios, en el polo opuesto aparece la plusvalía bajo la forma transformada de ganancia.
La plusvalía asume la forma mistificada de ganancia y, así, se presenta en el mundo de los intercambios y de la producción; sólo como una "suma de valor gastada para obtener una ganancia" o de una "ganancia engendrada", "porque una suma de valor" se empleó como capital. Así, parece que la plusvalía se deriva de la venta de mercancías por encima de su valor y no de la diferencia entre el valor de cambio y el valor de uso de la fuerza de trabajo.
Si, M = p + l, y, l = 0, M = p. Así, el límite mínimo del precio de venta está dado por el precio de costo de la mercancía; METRO = c + v. En el polo opuesto, está la situación de la mercancía que se vende al valor de la mercancía, es decir, M = c + v + m. En este caso, p = D – m, implica que la mercancía siendo vendida a su valor, el capitalista obtiene una ganancia igual al “excedente de su valor sobre su precio de costo”. Por lo tanto, “[…] entre el valor de la mercancía y su precio de costo, es claramente posible una serie indeterminada de precios de venta. Cuanto mayor sea el elemento de valor mercantil constituido por la plusvalía, mayor será el campo de acción para la práctica de estos precios intermedios.” (MARX, 2017b, p. 62). Marx concluye así que el precio de venta y el precio de costo son cosas diferentes. Una situación en la que m = 0 constituye un “caso que nunca se da a partir de la producción capitalista”, como explica el propio autor: “[...] sería absolutamente falso suponer que, si todas las mercancías se vendieran a su precio de costo , el resultado sería el mismo que si se vendieran todos por encima de su precio de costo, pero a su valor […]” (MARX, 2017b, p. 65).
Marx, en el Capítulo 4 del Libro I, de La capital, “La transformación del dinero en capital”, formuló su teoría de la explotación, revelando toda la fuerza de la teoría del valor trabajo como categoría de análisis económico. Nos muestra lógicamente, considerando el valor como resultado de relaciones sociales históricamente específicas, cómo la producción capitalista transforma un intercambio de equivalentes en un intercambio de no equivalentes, basado en el valor de uso de la fuerza de trabajo. La equivalencia como principio de intercambio se mantiene así en la esfera de la circulación, en la que tiene lugar el intercambio de fuerza de trabajo por salarios. La no equivalencia es un resultado implícito, porque se esconde en la sutil diferencia entre trabajo y fuerza de trabajo; entre la formación del valor y el proceso de su valoración. A primera vista, el capitalista ha hecho una paga justa, ya que ha pagado el precio del trabajo determinado por el mercado. En esencia, la cosa es diferente. El uso de la fuerza de trabajo durante una jornada laboral no corresponde a la “justicia” del mercado. Debido a que la producción de una jornada de trabajo genera un valor superior al salario establecido por el mercado, genera una plusvalía de la que no se apropia el trabajador, sino el capitalista. Así se formuló la teoría de la plusvalía, la teoría de la explotación del trabajo en el capitalismo. Vea que la explotación no tiene nada que ver con las condiciones de trabajo o los bajos salarios. Está relacionado con la diferencia entre el valor de cambio de la mercancía fuerza de trabajo en el mercado y el producto de su uso durante el proceso productivo.
Si no fuera porque la plusvalía se explica por el resultado de la diferencia entre el valor de cambio y el valor de uso de la fuerza de trabajo, muy apropiadamente se explicaría por el “tiempo de trabajo necesario” para la producción y reproducción del trabajador. Es un hecho claro como el día que los frutos del trabajo no regresan al trabajador asalariado, es decir, el valor se produce socialmente pero se apropia privadamente. Todo lo que le corresponde al trabajador como resultado del uso de su fuerza de trabajo es su reproducción individual y social. Un cierto grado por encima de esta condición se logró solo a través de una gran lucha de la clase obrera contra su explotación total. Sin embargo, la lucha entre el grupo de los capitalistas y el grupo de los trabajadores representa una antinomia, como bien lo demostró Marx (2017a), es decir, “entre iguales derechos, es la fuerza la que decide”. Entonces, como la fuerza es un monopolio del Estado y como éste es un Estado comandado de manera capitalista, el grado de civilización que puede alcanzar el capitalismo estará siempre limitado por la remuneración de la fuerza de trabajo en torno a un valor que gira en torno al tiempo. .del trabajo necesario” la producción y reproducción del trabajador. En otras palabras, es un grado civilizatorio en el que las relaciones sociales entre individuos singulares se dan sobre la base de una sociabilidad que implica siempre formas de explotación, dominación y expropiación.
Marx, todavía, en el Libro I, nos presenta una tercera forma de explicar por qué los frutos del trabajo no regresan al trabajador asalariado. Es la “influencia que el aumento de capital ejerce sobre el destino de la clase obrera”, que analiza en el Capítulo 23, “La Ley General de Acumulación Capitalista”. Siendo la producción de plusvalía la ley absoluta del modo de producción capitalista, la forma de su reproducción implica siempre, y de manera continua, la reproducción de la relación capitalista misma; “capitalistas por un lado, asalariados por el otro”.
“En realidad, por lo tanto, la ley de la acumulación capitalista, mistificada en una ley de la naturaleza, expresa solamente que la naturaleza de esta acumulación excluye cualquier disminución en el grado de explotación del trabajo o cualquier aumento en el precio del trabajo que podría amenazar seriamente la reproducción constante de la relación capitalista, su reproducción en una escala cada vez mayor. Y no podría ser de otra manera, en un modo de producción en el que el trabajador atiende a las necesidades de valorización de los valores existentes, en lugar de que la riqueza objetiva sirva a las necesidades de desarrollo del trabajador. Así como en la religión el hombre está dominado por el producto de su propia cabeza, en la producción capitalista está dominado por el producto de sus propias manos (MARX, 2017a, p. 697).”
Si nuestra afirmación sobre la formación de la plusvalía es correcta (tanto desde el punto de vista del “tiempo de trabajo necesario” para la producción y reproducción del trabajador, como desde la “ley general de la acumulación capitalista”), la teoría de la plusvalía el valor adquiere un alcance mucho más amplio, mayor de lo que originalmente pensaba el propio Marx. Primero, porque la plusvalía se desliga del valor, es decir, la plusvalía se vuelve autónoma. En segundo lugar, porque la plusvalía llega a existir en cualquier actividad económica que se base en el trabajo asalariado, independientemente de que esta actividad se considere productiva o improductiva. Desde esta perspectiva, la plusvalía ya no es una cuestión de que el capital sea considerado productivo, es una cuestión de la existencia misma del salario como forma de remuneración del factor trabajo.
Por este razonamiento, la diferencia entre precio de costo y valor adquiere otra dimensión, ya que la plusvalía deja de ser una adición y se convierte en una cuota representada en el propio capital variable; si esta tarifa se realizará en su totalidad o no, solo la esfera de circulación puede confirmarlo. Por lo tanto, M = c + v + (m/v) × v, es decir, la tasa de plusvalía es intrínseca a la existencia misma de v. La ganancia viene dada ahora por l = v × (m/v) y, como en la fórmula original, varía directamente con la magnitud de la plusvalía.
Marx, en el capítulo 3, “Relación entre la tasa de ganancia y la tasa de plusvalía”, del libro III, de El Capital, definió la tasa de ganancia como la relación entre la plusvalía y el capital total (m/W). Pero, al proceder de esta manera, ya define la ganancia como un elemento interno, cuando en realidad su formación se da sólo por la vía de la circulación. Además, sabemos que la plusvalía es el resultado exclusivamente del trabajo asalariado. Si queremos determinar una tasa interna de ganancia debemos relacionarla directamente con una tasa de plusvalía, como hicimos en la última fórmula, l = v × (m/v). Así, las variaciones de l pasan a depender no de la relación (m/C), sino de la propia tasa de plusvalía. Así, la plusvalía y la ganancia no existen, siempre serán iguales dentro del proceso. Si,
v = 100 y m = 100, entonces l = 100 × (100/100) = 100;
v = 50 y m = 100, entonces l = 50 × (100/50) = 100
v = 25 y m = 100, entonces l = 25 × (100/25) = 100.
Según el razonamiento de Marx, es como si tuviéramos dos tasas de ganancia, una interna y otra externa. Para dar coherencia a la formulación tenemos que eliminar uno de ellos. No podemos tener a la vez una ganancia interna, que necesariamente ha de corresponder a la plusvalía, y una ganancia externa, que corresponde a la realización de la ganancia interna en la esfera de la circulación.
También desde esta perspectiva, la cuestión de si las mercancías se venden o no a sus valores carece de sentido. Todo lo que importa es que la producción capitalista se lleva a cabo a través de la explotación del trabajo asalariado. Porque si bien existe una relación entre valor y precio de mercado, esta es una relación externa a la propia generación de valor, que funciona como fundamento, pero para la cual los precios y sus variaciones se presentan casi exclusivamente de forma autónoma, vía competencia o monopolio. situaciones
La principal implicación de la autonomización de la plusvalía del valor es que ya no hay necesidad de una "tasa media general de ganancia" para la apropiación de la plusvalía entre las diversas fracciones de los capitales en función. Aunque sigue siendo correcto afirmar que hay una transferencia de plusvalía de una esfera del capital a otra. La ganancia obtenida en el ámbito de la producción se presenta, entonces, como un proceso de ajuste entre los distintos grados de explotación de la fuerza de trabajo en los distintos sectores económicos de la sociedad. La afirmación de Marx de que "[...] todo capital invertido, cualquiera que sea su composición, extrae de cada 100, en un año o en otro intervalo de tiempo, la ganancia que en ese período corresponde al 100 como tasa del capital total [...] .]" (MARX, 2017b, p. 193), se ve así comprometida.
Por essa ótica, não há necessidade que os preços de mercado das mercadorias correspondam diretamente aos seus valores, pois funcionam como instâncias distintas, apesar de relacionadas, de determinação, respectivamente, de preços de mercado (através da concorrência) e de grau de exploração da Fuerza de trabajo. Por tanto, el problema de la transformación de los valores en precios se presenta prácticamente como un falso problema y, aún así, no contribuye a pensar en formas de superación del capitalismo. Si la producción de valor es tanto su producción como la producción de plusvalía, todo lo que importa es cuánto de esa plusvalía se realizará en el mercado a través de la competencia.
Nótese que esta proposición no niega la ley del valor trabajo, ni niega el intercambio de equivalentes en el mercado. Porque el valor está determinado por el tiempo de trabajo (pasado y presente) y los intercambios figuran sólo como ajustes entre los diversos tiempos de trabajo de todas las ramas de la economía. En el intercambio entre capitalista y trabajador asalariado se están intercambiando equivalentes (salario por fuerza de trabajo), sin embargo, desde el punto de vista del valor se trata de un intercambio de no equivalentes, ya que el valor de uso de la fuerza de trabajo es un aspecto real y no sólo una ficción como la realizada en la esfera de la circulación. El principio de equivalencia es, pues, al mismo tiempo, de equivalencia y de no equivalencia. No es una contradicción per se, sino una forma dialéctica de establecer el principio. Si es así, todos los intercambios son al mismo tiempo intercambio de equivalentes e intercambio de no equivalentes. Todas las demás mercancías además de la fuerza de trabajo también deben entenderse de esta manera. Es en este sentido que la transformación de valores en precios se presenta como un falso problema. Todas las mercancías contienen trabajo pagado y no pagado, por lo que todas las mercancías tienen valor y plusvalía. Los precios establecidos en el mercado realizan valor y, en distintas proporciones, según las condiciones de competencia, monopolio o la composición orgánica del capital, plusvalía. Se concluye que los valores no necesariamente se corresponden con los precios, aunque funcionan como su base.
La ley del valor del trabajo adquiere una dimensión mucho mayor que la idea de los clásicos y del mismo Marx. Se anula la distinción entre trabajo productivo e improductivo en favor de la idea de trabajo y más-trabajo. El trabajo como necesidad de producción y reproducción de las condiciones cotidianas de existencia y, además del trabajo, como excedente económico.
Así como en los clásicos había una confusión entre trabajo y fuerza de trabajo, también en Marx parece haber cierta confusión entre valor y plusvalía. Esta confusión parece tener su origen tanto en la distinción entre lo que es trabajo productivo e improductivo como en la idea de capital productivo. Si el capital es una relación social específica entre capitalistas y trabajadores, y si la plusvalía se origina del trabajo no remunerado, y considerando además que todo trabajo asalariado representa una sustracción al trabajador de una parte de su producto social; por tanto, todo trabajo asalariado en cualquier rama de la actividad económica genera plusvalía. Es decir, la plusvalía es una forma de existencia que impregna el capital productivo, siendo el resultado de cualquier forma de capital. El hecho de que el capital mercantil pertenezca a la esfera de la circulación no significa que no pueda generar plusvalía. El proceso de circulación ciertamente, como demostró Marx, no genera ningún valor. Pero el capital mercantil, así como el capital ficticio, en términos de existencia, son sectores en los que están presentes tanto el trabajo como el plustrabajo; por lo tanto, a pesar de no producir valor, extraen directamente la plusvalía de la relación trabajo/trabajo excedente.
A este respecto, la teoría del valor trabajo se vuelve mucho más general, de modo que la relación entre trabajo y valor impregna el principio del intercambio equivalente. En la economía contemporánea, frente a la microelectrónica, los algoritmos, en definitiva, las nuevas tecnologías de la información, una pequeña cantidad de trabajo se vuelve capaz de generar un gran valor y, además, servir de conducto para la generación de otras masas de valor por parte de diversos otros sectores económicos. Incluso en el sector industrial, en el capital considerado como productivo, el valor es producido por cada vez menos trabajadores, debido a las características tanto del propio trabajo como de los medios de producción y organización digitalizados. Por lo tanto, la relación entre valor y trabajo se transformó por completo, pero esto de ninguna manera invalida la ley del valor-trabajo, por el contrario, amplía su poder como categoría de análisis de la economía capitalista. Recordando que la separación de valor y plusvalía consta de dos dimensiones: 1) trabajo remunerado y trabajo no remunerado; y 2) automatización basada en tecnología digital. Instancias que se refuerzan entre sí.
Una de las consecuencias más importantes de las transformaciones descritas anteriormente es la autonomía de la acumulación de la producción de bienes. De esta manera, la producción de valor en sí misma se convierte en un elemento secundario, toda la atención se dirige a las formas de extraer plusvalía. Porque el propio trabajo muerto incorporado en el sector tecnológico produce plusvalía de forma autónoma.
El avance de la financiarización, en las dos últimas décadas del siglo XX, trajo mucha inestabilidad al capitalismo. Sin embargo, como destaca Chesnais (2002, p. 2), “[…] el advenimiento de esta forma de capital estuvo acompañado por la formación de nuevas configuraciones sistémicas y vínculos macroeconómicos y macrosociales sin precedentes […]”. sector manufacturero, en el sentido de que se generalizó una mayor percepción sobre el peso e influencia de los activos financieros en las economías modernas. La composición de la riqueza social, tanto de las familias como de las empresas, ha sufrido un cambio importante con la velocidad de crecimiento de los activos monetarios. Movimiento que resultó de una fuerte tendencia hacia la financiarización y el rentismo y que no se circunscribe a las fronteras nacionales. Un proceso que instaura la autonomía del interés frente a la ganancia y en el que la relación-capital asume su forma más alienada y fetichista, como explica Marx. Por tanto, “[…] en lugar de superar el antagonismo entre el carácter social de la riqueza y la riqueza privada [la forma de su apropiación], se limita a desarrollarla bajo una nueva configuración”. (MARX, 1990b, pág. 2017)
En esta nueva configuración del capital y del capitalismo, los desarrollos de la última revolución tecnológica, de las dos primeras décadas del siglo XXI, actuaron de dos formas: 1) dando estabilidad al nuevo patrón de riqueza y al sistema, a través de las Big Tech y otras empresas de base tecnológica; y 2) garantizar la continuidad del proceso de acumulación de capital expandido en el capitalismo financiarizado. De ahí nuestra denominación de capitalismo digital-financiero-de vigilancia. Como aclaran los autores Goldberg y Akimoto, (2021, l. 1294)
“[…] el capitalismo de vigilancia no es tecnología; es una lógica que se filtra en la tecnología y la manda a la acción. (…) Lo digital puede tomar muchas formas, dependiendo de las lógicas económicas y sociales que le dan vida. (…) Que el capitalismo sea una lógica en acción, no una tecnología, es un punto vital porque el capitalismo de vigilancia nos haría creer que sus prácticas son solo expresiones inevitables de las tecnologías que emplea”.
Así, llamamos autonomización de la autodeterminación del capital al proceso que resulta de la interacción entre financiarización y digitalización de la economía, a partir del cual se origina una nueva lógica de acumulación, que abre nuevas fronteras para la continuidad del capitalismo, como modo dominante de producción.
Desde hace mucho tiempo, el capitalismo ciertamente creó las condiciones que Marx había señalado como la “tendencia histórica de la acumulación capitalista”, en el capítulo 24 del libro 1, de El Capital: la “expropiación de los expropiadores”. Sin embargo, no sucumbió a ellos. Por el contrario, en apenas 154 años, luego de la publicación de El Capital, esta organización social fue capaz de crear nuevas formas de generación de valor, nuevas dinámicas de acumulación, nuevas relaciones sociales de expropiación y explotación del trabajo, que pusieron en riesgo la economía. la propia existencia humana y el propio planeta. Debido al poder alcanzado por el capitalismo con el capitalismo digital-financiero-de vigilancia, quizás nunca superemos la prehistoria humana, en el sentido humanista del propio Marx. Para él, el capitalismo sería la última etapa de nuestra prehistoria, siempre marcada por la explotación del hombre por el hombre, y el comienzo de nuestra verdadera historia, protagonizada por una clase desprovista de todo (“una clase de la sociedad civil que no es clase de la sociedad civil”) y, precisamente por ello, plenamente capaz de la humanidad, de realizar la emancipación humana universal. Porque para Marx (2010, p. 54), “toda emancipación es la reducción del mundo humano y de sus relaciones con el hombre mismo”, es decir, la superación de su alienación de la religión, el Estado y la economía. Finalmente, como lo resumió de manera extraordinaria Reinaldo Carcanholo, en su presentación de la obra de Marx, “Contribución a la crítica de la economía política” (2008, p. 14): “[…] esto abriría las posibilidades de superación de violencia contra la verdadera naturaleza humana, de superación de la alienación y del trabajo enajenado. Se vislumbraría el surgimiento de una sociedad que se organizaría sobre la base del trabajo creativo y que garantizaría la plena realización del ser humano”.
Hasta ahora todos los intentos han fracasado en contener el capitalismo y su creciente poder destructivo. El Estado y la democracia, que ejercieron fuerzas de contraataque de gran importancia a lo largo del siglo XX, se encuentran cada vez más impotentes ante las nuevas formas de valor y el proceso de valorización. La ola neoliberal y la financiarización de la riqueza han puesto al desnudo de una vez por todas el dominio del capital sobre el Estado. La democracia a la vez agoniza y es manipulada, conducida a donde los intereses del capital lo consideran conveniente. También tuvimos una nefasta experiencia socialista que arraigó de tal manera en el inconsciente colectivo, creando y alimentando un estigma altamente negativo, que hace prácticamente inviable cualquier otro intento en esa dirección. Las organizaciones de la clase obrera, tan fundamentales para contener el poder del capital, en la segunda mitad del siglo XIX y hasta el último cuarto del siglo XX, fueron destruidas o vaciadas. La clase obrera misma estaba dividida y debilitada entre: (1) asalariados más altos (ejecutivos y similares); (2) asalariados más bajos (funcionarios públicos, por ejemplo); (3) no asalariados, pero empleados a través de aplicaciones (Uber y otros); y (4) no asalariados, no necesarios, no reconocidos como parte de la sociedad, o incluso como ejército industrial de reserva.
La fe de la sociedad en la ciencia, como forma de humanización o instrumento con fines civilizatorios, que apareció como una esperanza, aunque tenue, hasta finales del siglo XX, hoy se muestra cada vez más como un instrumento sofisticado para estirar al máximo el conformismo social para el mundo que creamos. La transformación de la ciencia no sólo en mercancía, sino en capital, le dio un poder virtualmente ilimitado.
*José Micaelson Lacerda Morais es profesor del Departamento de Economía de la URCA.
extracto del libro El capitalismo y la revolución del valor: apogeo y aniquilamiento. São Paulo, Amazonas (Publicación independiente), 2021.
Referencias
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GOLDBERG, Leonardo; AKIMOTO, Claudio. El sujeto en la era digital: ensayos de psicoanálisis, pandemia e historia. São Paulo: Ediciones 70, 2021. (formato kindle).
MARX, Carlos. Contribución a la crítica de la economía política. 2.ed. São Paulo: Expresión Popular, 2008.
________. El capital: crítica de la economía política. Libro III: El Proceso Global de Producción Capitalista. São Paulo: Boitempo, 2017b.
________. El capital: crítica de la economía política. Libro I: el proceso de producción del capital. 2ª ed. São Paulo: Boitempo, 2017a.
________. Sobre la Cuestión Judía. São Paulo: Boitempo, 2010.