El sujeto en Jacques Lacan

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por ELEUTÉRIO FS PRADO*

Lacan no tiene un concepto de praxis, ni una concepción dialéctica del lenguaje, lo que le hace escéptico sobre la posibilidad de transformación.

El objetivo de esta nota es discutir un poco, desde la perspectiva de la crítica de la economía política, la noción de sujeto en Lacan basándose principalmente en el libro El sujeto lacaniano entre el lenguaje y el goce de Bruce Fink, publicado en 1995, en inglés, y en 1998, en portugués.[i] En primer lugar, como subraya este autor, Lacan concibe al sujeto como falta-de-ser, es decir, a través de un primer principio que lo niega como tal: “el sujeto” –dice- “no logra desarrollarse como alguien, como un ser”. ser específico; porque, en el sentido más radical, es un no ser”.

Lacan, por tanto, en lugar de pensar en el ser humano como un ser que se encuentra actualmente en estado de alienación, pero que podría convertirse en sujeto bajo ciertas condiciones, lo funda como un homo alienatis, como un ser que no puede superar este estado de alienación más que como una mera chispa -como se mostrará más adelante- pero también, finalmente, como homo economicus. Una mejor clarificación de este impasse lacaniano requiere una comparación más profunda.

Para Marx no existe un sujeto situado en las condiciones de la sociedad actual, pero a pesar de ello hay, siempre, un sujeto presupuesto. Y esto, bajo ciertos acontecimientos, podría aparecer colectivamente en la historia. En la sociedad actual sólo existe un “sujeto” sujeto a las mercancías, el dinero, el capital. Para Lacan, por el contrario, hay un sujeto puesto, pero que es, de hecho, un no sujeto, que seguirá siéndolo para siempre, salvo como promesa eterna. El psicoanalista utiliza constantemente el término sujeto, pero para él este hombre es ante todo ilusorio.

Ahora debemos empezar a examinar más de cerca las declaraciones de Bruce Fink. Al hacerlo, vemos que dice, cayendo en contradicción, que el sujeto para Lacan es, en definitiva, un no-sujeto. Luego, pareciendo disfrutar cayendo en el mismo abismo lógico, añade: “el sujeto existe (…) aunque permanezca sin ser”. Es decir, es ser y no ser, al mismo tiempo y en las mismas condiciones.

Eis, então, como tenta dar sentido a essa maneira ilógica de se expressar: “Antes da alienação” – ou seja, antes de entrar no domínio da linguagem – “não havia a menor possibilidade de ser: é o próprio sujeito que não está lá en el comienzo (…); posteriormente, tu ser se vuelve sólo potencial. La alienación da lugar a una posibilidad de ser, un lugar donde se espera encontrar un sujeto pero que, sin embargo, permanece vacío”.

Lacan, como sabemos, invierte en una conceptualización particular del término “sujeto”. Según él, éste no se identifica ni con el individuo social ni con el yo individual, entendido como la esfera del pensamiento consciente. Para él, el ego se confunde con lo imaginario y, en este sentido, se aliena desde el nacimiento al espejo y, posteriormente, a las imágenes que constituyen el yo ideal. Por tanto, el sujeto considerado por Lacan sólo puede ser un sujeto del inconsciente. Y esta conclusión está de acuerdo con la concepción de que el ser humano es el homo alienatis.

Ahora bien, es necesario ver que las caídas lógicas presentadas anteriormente no provienen ni de una inclinación morbosa ni de una incompetencia de este autor muy respetado en la literatura psicoanalítica. Más bien, provienen del hecho de que el discurso teórico de Jacques Lacan, así como el de su seguidor que intenta explicarlo de una manera más comprensible para aquellos interesados, están guiados por la comprensión –entendiendo aquí este término en el sentido de que dio Hegel. Como sabemos, la intelección común, ante el ser en sí contradictorio, cae en la contradicción cuando busca expresarlo como si estuviera libre de contradicción. En expresión de Ruy Fausto, es necesario asumir la negación (dialéctica) para no sufrir la negación (vulgar).[ii]

En consecuencia, lo que subyace a tal caída en lo ilógico es el hecho de que estos autores intentan aprehender teóricamente un sujeto que está ahí, que existe en la sociedad contemporánea, bien establecido, de hecho, en el modo de producción capitalista. Para Lacan, el individuo social, que pretende comprender a través de un enfoque estructuralista con alguna característica propia, está alienado. anuncio perpetuo. Y es el propio Bruce Fink quien lo confirma: “no es posible demostrar la existencia del sujeto lacaniano” –dice de pronto–, “ya ​​que esta demostración es imposible. Como dice Lacan, el sujeto nunca es más que un supuesto”.

Si esta proposición es cierta –y el maestro francés no lo dice– afirma una verdad contrarrevolucionaria, ya que no puede haber emancipación –o cualquier transformación social no espontánea que construya un mundo mejor– sin un sujeto y este sujeto debe ser colectivo, no individual. En cualquier caso, existe una paradoja que es necesario presentar mejor.

Apunta a un sujeto que no existe, es decir, indica sujeto, pero también se dice que es un no sujeto; por lo tanto, se indica que existe y no existe. Y esta contradicción, está claro, no puede quedar olvidada, ya que contempla otro horizonte lógico. Este “sujeto que no existe” tiene que aparecer como una negación y, al mismo tiempo, como una afirmación –aunque esto vaya más allá de la comprensión, que es el campo del discurso lacaniano.

Ahora bien, aquí es necesario hacer una larga cita en la que el obligado autor introduce claramente la cuestión de la negación. Esto es lo que dice sobre la existencia del “no” en el lenguaje que, de manera estructuralista, se entiende como un sistema de significantes.[iii]: “Lacan afirma que un significante [determinado] marca la cancelación de lo que significa: el [significante] “no”; Ahora bien, este “no” firma la sentencia de muerte del sujeto del inconsciente. Se queda el tiempo suficiente para protestar, para decir “no”. Una vez que el sujeto ha hecho una afirmación adicional, su decir usurpa el lugar del “no”: el siguiente significante lo reemplaza; él desaparece. Es en este sentido que se puede decir que “no” es el significante del sujeto. El sujeto, representado por el símbolo. $ (S por sujeto y/por prohibido) –es decir, como sujeto prohibido por el lenguaje, alienado en el Otro–, desaparece “debajo” o “detrás” del significante “no”.

“El “no”, como toda palabra, requiere de un agente que lo exprese, que se lo diga a alguien. Si quien lo dice es generalmente designado por S1, se puede escribir una fórmula lacaniana característica en la que S1 aparece superpuesto al $, estando separados por un guión, es decir, S1/$. La línea así colocada (sería mejor si fuera una barra horizontal) separa estos dos significantes por medio de una barrera. E indica que el primero aparece y que, al hacerlo, oculta el segundo, que queda así implícito. En otras palabras, el “sujeto” S1 es sólo un “sujeto aparente”, que sí tiene eficacia práctica; el “sujeto” que se dice excluido es el homo alienatis, es decir, el “sujeto” lacaniano.

Pero eso no es todo, para aclarar mejor este pasaje mencionado anteriormente es necesario dar un paso más.

Lacan define el lenguaje como un sistema de diferencias entre significantes, que se postulan a través de negaciones que, por supuesto, excluyen las identidades: así, por ejemplo, el significante pájaro no es el significante avión, nube, estrella, etc. De este modo, los predicados de esta expresión desplegada hasta el infinito se plantean siempre como negaciones del sujeto. Cualquier otro significante es, por así decirlo, no-pájaro. Pero en este sistema hay una palabra que se presenta anómala: precisamente “no”. Este último es un significante que tampoco es cualquier otro significante, lo que se consigue aplicando el mismo razonamiento anterior. Sin embargo, aquí surge un problema.

Si el significante “no” es no-otro significante en general, resulta evidente que hay también, además de la diferencia, una identidad entre el sujeto y el predicado en tales expresiones. Ahora bien, para evitar esta contradicción, dado que esta locución contiene identidad y diferencia, el estructuralismo de Lacan dice que hay un agujero en la estructura del lenguaje; He aquí, este agujero es exactamente donde está el “no”.

“Este significante” – dice Bruce Fink – “toma el lugar del sujeto, ocupa el lugar del sujeto que ahora ha desaparecido. Este tipo no tiene más existencia que un agujero en el discurso”. Por tanto, es un agujero sumamente chispeante y las chispas que salen de él supuestamente muestran la fugacidad del tema tal como lo pensaba Lacan. “El sujeto” – completa Bruce Fink – “aparece sólo como (…) un impulso (…) que inmediatamente se desvanece y se borra”.

Para Marx, el lenguaje de las mercancías es una fuente de alienación, extrañamiento y fetichismo; El lenguaje natural, para él, es un medio en el que prospera la ideología (falsa conciencia, mistificación, ilusión socialmente necesaria), pero también en el que puede prosperar la crítica, especialmente la dialéctica, que tiene la función de descubrir la verdad que se esconde en falsedades y falsificaciones. , pero sobre todo en la apariencia de las cosas. Para Lacan, el lenguaje natural en sí mismo es una fuente estructural e ineludible de alienación; Ahora presenta esto como una “verdad”. Por otra parte, ¿cómo se fundamenta el ser humano en homo alienatis, es decir, en un ser incapaz de verdad, cae en la contradicción.

Veamos ahora que esta manera de concebir al sujeto, o mejor dicho, al “sujeto” (esto no podría escribirse sin las comillas), bloquea la perspectiva emancipadora misma del psicoanálisis; La propia clínica se convierte en un mero medio con el que los profesionales de este ámbito ganan dinero, como ocurre con todas las demás profesiones. ¿Cómo busca Jacques Lacan, según Bruce Fink, resolver este problema?

Bruce Fink, en primer lugar, dice que el “sujeto como agujero”, es decir, como un agujero chispeante en la estructura alienante del lenguaje, estructura que lo sujeta como tal, corresponde mejor a la noción de sujeto elaborada por Freud. He aquí, así concebido, sólo surge en los sueños, en los chistes, en los errores, etc. Jacques Lacan, a su vez, habría escapado de esta trampa que el conocimiento psicoanalítico se había tendido. ¿Será?

En cualquier caso, los dos maestros del psicoanálisis rechazaron la concepción cartesiana del sujeto, que lo presentaba como “dueño de sus propios pensamientos” y capaz de dominar la realidad externa al yo. Por lo tanto, se centraron en la fuerza del pensamiento inconsciente, dando así al “pensamiento consciente un estatus bajo”. En lugar de concebir la psique como una duplicidad en la que los polos se requieren mutuamente, la concibieron como una dualidad: si el filósofo se centraba en un lado de esta dualidad, los grandes psicoanalistas se atenían al otro. Desde esta perspectiva, para Lacan, el sujeto cartesiano se convierte simplemente en un “ser falso”, porque la verdad del humano está en su inconsciente.

De hecho, para dar cuenta de esta polaridad considerada disjunta y extrema, Lacan –como señala Bruce Fink– concibe al vasallo del lenguaje como un sujeto excluido, es decir, como un ser dividido entre el yo consciente y el no-yo inconsciente. En su teorización, el primero aparece como un “falso ser” y el segundo aparece como sujeto al funcionamiento automático del lenguaje.

El sujeto lacaniano –dice– no es otra cosa que esta división misma”. Por tanto, como ocurre en la economía política matematizada, este “sujeto” merece ser descrito única y exclusivamente a través de una simbolización abstracta que, en el caso del psicoanálisis, aparece como una simple $ – es decir, como un matema.

Hasta el momento –y esto es evidente– el impasse antes mencionado aún no se ha superado. Esto es lo que dice Bruce Fink para mostrar que todavía falta algo en esta teorización: “el sujeto dividido no es de ninguna manera la última palabra de Lacan sobre la subjetividad”. Ahora bien, como veremos enseguida, la última palabra de Lacan no es más que la última palabra de Freud, es decir, la que el primer maestro presentó en forma de aforismo. Aquí está, primero, en alemán: Wo Es war, sol Ich werden; aquí está, ahora, en portugués: “Debo convertirme en Yo donde estaba el Eso” (según el libro aquí estudiado).

Pero ¿qué significa este aforismo? Esto no significa (fíjate) que el Yo se convierta en un sujeto efectivo como aparece en Descartes. No, en realidad no. Tampoco significa que el Yo, a través de la crítica dialéctica de lo existente allí y el pensamiento aquí, se convierta en un sujeto de facto; así, lo que se presuponía pasa a ponerse en práctica efectivamente, aunque no de manera integral y permanente. No, en realidad no. Simplemente significa lo siguiente: “Debo venir, debo asumir (…) ese lugar donde estuvo el Eso. El yo aparece aquí como el sujeto que el análisis busca sacar a la superficie: un yo que asume la responsabilidad del inconsciente”.

En definitiva, debido a la concepción estructuralista del lenguaje, el Yo consciente sólo puede ser un sujeto falso, un sujeto meramente ficticio, sin sustancia alguna. Ahora bien, si esto es así, si el consciente no tiene un estatus muy elevado, ¿qué valor de liberación puede haber en que el consciente asuma la responsabilidad del inconsciente? ¿No es este “sujeto” el mismo que el de la economía política, es decir, el homo oeconomicus planteado como tal? – ¿un individuo egoísta, fundado en sus propios deseos, aunque provengan del Otro?

Como Freud y Lacan carecen del concepto de praxis (donde ocurren las verdaderas transformaciones), así como de una concepción dialéctica del lenguaje (en el que las contradicciones de lo real yacen, pero pueden despertarse y expresarse para guiar mejor la acción humana), se vuelven escépticos. sobre la posibilidad de una verdadera transformación.

Así, al psicoanálisis actual –por muy grande que sea su contribución a la comprensión del sufrimiento psicológico de los seres humanos en las condiciones sociales existentes– lo único que le queda, al final, es caer en una posición moralista: el análisis debe hacer que el conocimiento inconsciente se vuelva consciente. Un mejor conocimiento de uno mismo, de lo reprimido, alivia el sufrimiento –aunque no lo elimina por estar basado en la realidad social– y no sólo en la psique. De todo esto se desprende que el análisis psicoanalítico parece ser un conocimiento conformista y adaptativo, incluso ante las ocasionales protestas indignadas de los psicoanalistas lacanianos.

* Eleutério FS Prado es profesor titular y titular del Departamento de Economía de la USP. Autor, entre otros libros, de Desde la lógica de la crítica de la economía política (luchas contra el capital).

Notas


[i] Fink, Bruce. El sujeto lacaniano entre el lenguaje y el goce. Río de Janeiro: Zahar, 1998.

[ii] Fausto, Ruy. Marx: lógica y política. Tomo I. São Paulo: Editora Brasiliense, 1983, p. 33.

[iii] Para Saussure, el lenguaje está formado por signos, que representa mediante una fórmula en la que el significado (el concepto) aparece superpuesto al significante (el constituyente material de la palabra). Para Lacan, por el contrario, el lenguaje está formado por significantes, que también representa mediante una fórmula en la que el significante se superpone al significado. De esta manera, el significado se vuelve esquivo y el lenguaje en su conjunto aparece como un medio opaco, como una fuente de alienación.


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