por ELÍAS JABBOUR*
En China, el mercado y la planificación son parte de un todo, no opuestos que se repelen.
Algunos datos son sorprendentes. En este mismo momento, alrededor de dos millones de ingenieros y economistas trabajan frenéticamente en algún organismo público chino con una misión que va más allá de diseñar y ejecutar proyectos. Sobre sus hombros descansan las tareas de garantizar el autoabastecimiento tecnológico del país y, al mismo tiempo, garantizar que cada año se creen 13 millones de empleos urbanos. Además de una clara combinación de ciencia y arte, es un interesante retrato de un nuevo tipo de ingeniería social.
Esta ingeniería social puede verse como una nueva clase de formaciones socioeconómicas que surgieron en China con el advenimiento de las reformas económicas de 1978, el momento en que las reformas rurales llevaron al socialismo chino a reinventarse a sí mismo a través de las instituciones del mercado. Desde entonces, mercado y plan en China son parte de un todo, no opuestos que se repelen. Nuestra investigación señala que la dinámica de este “socialismo de mercado” se basa en oleadas de innovaciones institucionales que llevaron, por ejemplo, a la formación de un poderoso núcleo productivo y financiero público (96 grandes conglomerados empresariales estatales bajo la coordinación de SASAC [Comisión de Supervisión y Administración de Bienes del Estado del Consejo de Estado] y unos 30 bancos de desarrollo). Un sector privado próspero no es más que un auxiliar y receptor de los efectos de encadenamiento generados por la centro estado de la economia
Dos preguntas para el debate: ¿existe algún país en la historia que bajo el cuidado de su Estado Nacional esté el rol de coordinar la ejecución de miles de proyectos simultáneamente, desde un puente hasta grandes plataformas del nivel de una computadora cuántica? ¿Sería una herejía afirmar que ningún país que tenga una economía basada en la propiedad privada y una democracia occidental sería capaz de lograr nada parecido a lo que están logrando los chinos?
A ambas preguntas la respuesta es no. El poder político del Partido Comunista y la hegemonía de la propiedad pública sobre la producción a gran escala son una explicación más plausible de la capacidad del Estado chino para cumplir lo que promete. Incluido en este paquete histórico está el enfrentamiento a las grandes contradicciones que surgieron como resultado de su proceso de desarrollo. Por cierto, a nadie le interesa ocultar los problemas sociales y ambientales de China. Después de todo, ¿no se caracterizaría el proceso de desarrollo por saltos, de un punto de desequilibrio a otro?
En este sentido, ¿qué sería el “socialismo del siglo XXI”? El concepto se manifiesta a partir del movimiento real. Es decir, la forma histórica que surge de la experiencia china es una mezcla entre una democracia iliberal y el surgimiento de formas nuevas y superiores de planificación económica. A disposición de los citados dos millones de profesionales se encuentran innovaciones tecnológicas disruptivas como 5G, Big Data, inteligencia artificial. Nunca, en ningún momento de la historia humana, estuvieron presentes en el mismo lugar las condiciones para la construcción consciente del futuro.
El fin de la pobreza extrema, la mejora constante de las condiciones de vida de su gente y planes ambiciosos en materia de reducción de emisiones de carbono expresan una forma histórica caracterizada por la transformación de la razón en instrumento de gobierno. He aquí la forma histórica sintetizada en la experiencia china: el “socialismo del siglo XXI”, expresión embrionaria de un proyecto emancipatorio y civilizatorio, tiene en China su forma histórica más completa. Una sociedad guiada en gran parte por la ciencia. En este sentido, el socialismo como “razón al mando” es un interesante contrapunto al irracionalismo que está detrás del ascenso de la extrema derecha precisamente en el seno de la civilización occidental, supuestamente “superior”.
*Elías Jabbour es profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ). Es autor, entre otros libros, junto con Alberto Gabriele, de China: el socialismo en el siglo XXI (Boitempo).
Publicado originalmente en el diario Folha de S. Pablo, el 19 de diciembre de 2021.