El sindicalismo ante el fin del pleno empleo

Blanca Alaníz, Serie Centro Urbano Presidente Alemán, Fotografía digital, Ciudad de México, 2018.
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por JOSÉ CANDELA*

Los sindicatos no contemplan que la crisis financiera se combine con el trasfondo de los cambios tecnológicos empujando a toda la sociedad hacia una nueva economía

“Si se dictan normas laborales adecuadas (…). Si las leyes se aplican efectivamente. Si se refuerzan las opciones de los trabajadores (…). Si se reconstruye la negociación colectiva. Todas estas políticas no solo restaurarán la equidad económica, sino que también revitalizarán la participación cívica y la democracia y fomentarán la libertad en el lugar de trabajo y más allá”.. (Lawrence Mishel, 2020)

Entre 1973 y 1975, el ciclo dorado del capitalismo occidental de posguerra y el pacto sindical empresarial entraron en crisis. El endeudamiento de la economía dominante, generado por la Guerra de Vietnam, provocó una inflación generalizada en los estados capitalistas y el fin del sistema cambiario de Bretton Woods. Surgen nuevas fórmulas de organización del trabajo, basadas en la calidad y el trabajo en equipo[i], que la tecnología de la información, con la colaboración de programas masivos de gestión de la información, facilitó; mientras que la tercerización de unidades productivas abrió el mercado laboral a la competencia global. Las economías planificadas por el Estado desaparecieron con el desmantelamiento del bloque soviético y el neoliberalismo se extendió a todos los gobiernos. Los sindicatos nacionales, puestos a la defensiva, pasaron de defender las condiciones de trabajo a concentrarse en la defensa del empleo, y los estados compitieron para atraer inversiones y mitigar la destrucción de puestos de trabajo, recurriendo a la dumping fiscales y sociales[ii]. Siguieron crisis en Escandinavia, Asia oriental, Rusia, Japón, que entró en una recesión secular, y Wall Street surgió la crisis financiera internacional de 2007.

Alarmados por la crisis financiera de 2007, la Organización Internacional del Trabajo y Global Union Research Network organizaron un seminario sobre “El sindicalismo y las crisis económicas de ayer y de hoy: lecciones para un futuro justo y sostenible”. Las obras, encargadas por especialistas cercanos, o colaboradores de las principales centrales sindicales en los países que habían sufrido las crisis de fin de siglo, y en EE.UU., como epicentro del primer gran terremoto financiero del siglo XXI , mostró, uno tras otro, cómo la globalización financiera tiene un “impacto fundamental, no solo en las políticas macroeconómicas, sino también en las instituciones del mercado laboral y, por ende, en la determinación de los salarios”. Pero también demostraron que los sindicatos no habían sido capaces de identificar la relación entre, por un lado, la desaparición de las políticas de pleno empleo y, por otro, el posfordismo y la globalización.[iii].

Diferentes experiencias, problemas similares

La reunión de 2010 muestra las diferentes respuestas neoliberales que han dado los gobiernos, desde Suecia hasta Corea, pasando por Japón, ante situaciones de desempleo y deslocalización de actividades, generadas por las distintas crisis financieras que se produjeron desde 1989 hasta 2007.[iv]. Una de las conclusiones más relevantes del seminario, aunque su implicación sigue sin observarse después de 10 años, es que “los casos analizados subrayaron la necesidad del sindicalismo de contar con aliados políticos confiables, para poder presentar una nueva perspectiva económica”. También muestran la necesidad de coaliciones sindicales entre naciones, porque la solidaridad y también los intereses de mediano plazo sugieren “programas regidos por salarios que difícilmente serán compatibles con las políticas de empobrecimiento del vecino”. Este tema está reñido con las políticas de austeridad impulsadas por la Unión Europea, sin protesta de la socialdemocracia de los socios ricos, contra los socios pobres del sur. “Es de temer que las políticas de enfoque nacional produzcan resultados imperfectos, peores en todos los casos, y con consecuencias graves e inciertas para la cohesión social”.

Pero los informes de la Red Sindical no se limitan sólo a las manifestaciones externas, financieras, de la crisis del sistema productivo. El representante del CIO norteamericano[V] habla de la generalización del taylorismo que, junto con las medidas reglamentarias de la New Deal y la reforma progresiva del impuesto sobre la renta de las personas físicas y de las empresas supuso el inicio de la fase más larga de prosperidad, y con mayor igualdad social, del capitalismo desarrollado. Así, se elevó la condición de ciudadanía de los trabajadores, a través de la extensión del sindicalismo industrial, inclusivo y de negociación, pactado con el ala liberal del Partido Demócrata, y con la socialdemocracia europea, para promover un keynesianismo de intervención estatal en la economía del Mercado. El ejemplo del CIO indica, como sucedió en Suecia[VI], que, ante grandes cambios tecnológicos, la única respuesta efectiva es ser proactivo, aceptar la tecnología y negociar su implementación. En definitiva, conseguir que la igualdad de oportunidades, condición imprescindible para una democracia avanzada, penetre en las empresas.

El sindicalismo coreano, sin embargo, proveniente de un orden social y político patriarcal y autoritario, era consciente de la correlación entre la crisis financiera, los ingresos del FMI, la globalización financiera y los cambios revolucionarios en el modelo tecnológico.[Vii]. Tras la recuperación en forma de V de 1993, sus esfuerzos se concentraron en la implementación de sistemas de negociación colectiva, que evitaban las islas de tecnología avanzada, y dejaban atrás un entorno de empresas con trabajo precario y mal remunerado. No pudieron impedir el avance del trabajo flexible en conglomerados donde reinaba el paternalismo, pero construyeron un sindicalismo más general, con capacidad de negociación con los gobiernos. En 2003, los sindicatos de los sectores metalúrgico, hospitalario y financiero ganaron convenios sectoriales centralizados. Pero “las cuestiones más importantes se deciden en una negociación dentro de la empresa”. La razón, como en Suecia y Alemania, es que los trabajadores mejor pagados no quieren verse arrastrados a negociaciones destinadas a degradar.

Un caso muy diferente es Japón, donde la crisis de estancamiento es el resultado del éxito exportador del país. El primer movimiento sindical fue su participación en las quiebras de empresas.[Viii]. Entre 1985 y 1995, los sindicalistas japoneses sufrieron el calvario del aprendizaje en los comités legislativos, donde debieron protegerse abandonando sus cargos, para no ser absorbidos por la avalancha de datos y papeleos de expertos gubernamentales y empresarios asociados, contra lo que consideraban una intrusión de los trabajadores en el terreno blindado de los profesionales de la administración y las finanzas. Durante este período, Japón incorporó el trabajo temporal subcontratado, los despidos producto de los avances tecnológicos y los sindicatos, hasta entonces por empresa, descubrieron que, en el país del empleo vitalicio, la mitad de los asalariados, los que no pertenecían a los grandes conglomerados monopólicos, no no disfrutar de trabajos regulares y estables. RENGO se enfrentó a la tarea de construir una estructura sindical por industria y abandonar, en la medida de lo posible, la estructura tradicional de sindicatos por empresa. En el año 2000, la tasa de trabajadores estables había disminuido un 5%, y entre 2000 y 2005 la caída fue del 9%. Los trabajadores temporales habían aumentado de 8,9 millones en 1991 a 17 millones en 2007. Cabe señalar que los trabajadores eventuales en Japón no disfrutan de un porcentaje significativo de los beneficios de seguridad social que disfrutan los trabajadores regulares. Los cambios dieron como resultado un aumento significativo de la desigualdad económica. Si bien el estancamiento del mercado inmobiliario ha hecho que la vivienda sea significativamente más barata (más del 50% de caída en el precio), esto solo resuena en los bolsillos de los trabajadores que no quedaron atrapados en las redes de la burbuja de 1985-94. Como en todas las crisis inmobiliarias y financieras, hubo un aumento de 3 puntos porcentuales en el desempleo y la incertidumbre laboral. Además, la deuda del gobierno, cercana al 200%, limitaba extremadamente las posibilidades de los sindicatos para negociar políticas sociales.[Ex].

Un programa sindical mundial, en cada estado-nación, para hacer frente a la crisis

Como dice Frank Hoffer, director de investigación de la oficina de la OIT: “Hasta la fecha, el fracaso del antiguo régimen económico no se ha traducido en ningún cambio político fundamental”. Los sindicatos se ven impulsados, por las necesidades inmediatas de los trabajadores, a hacer concesiones salariales, con la esperanza de salvar puestos de trabajo, pero no evitan la pérdida de puestos de trabajo y la desmovilización de los trabajadores. “En tal entorno, es más probable que haya una disminución en la afiliación sindical y, por lo tanto, en la influencia”[X]. Hoffer destaca que la crisis de 2007 es diferente a las vividas por Suecia, Corea o Japón, porque es global. Como en 1929, requiere una intervención enérgica y concertada de los estados. Pero los estados rescatan a los bancos y no ayudan a los trabajadores. Las mismas instituciones financieras, que en una semana corrieron al Congreso de los Estados Unidos a pedir 700 mil millones de dólares, especularon contra los gobiernos, que se endeudaron para ayudar no a sus poblaciones, sino a los bancos. La crisis, en lugar de paralizar los procesos en curso, agrava la financiarización de la economía productiva. “La alta tasa de ganancia en la industria financiera exige que la economía real produzca resultados similares para los accionistas. Los beneficios financieros de la burbuja económica se convierten en el referente de la economía real”, estimulando la desigualdad y trasladando la carga fiscal a los trabajadores y consumidores. El consumo se sustenta en el endeudamiento de los hogares. La inversión real se ve desplazada por la competencia de los ingresos en divisas, que crean una rotación virtual de inversiones en productos financieros. Una burbuja crediticia en circulación, hasta la próxima crisis[Xi].

Los sindicatos no contemplan que la crisis financiera se combine con el trasfondo de los cambios tecnológicos, que bajo conceptos neoclásicos y el keynesianismo de la demanda agregada efectiva, está empujando a toda la sociedad hacia una nueva economía. Un capitalismo sin precedentes que tendrá grandes dificultades para lograr la cohesión social necesaria para construir una sociedad en la que funcione la democracia. Reconocen que “el mundo empresarial se está liberando de las regulaciones nacionales y proyectándose a escala global, alcanzando una posición cómoda que le permite presionar a gobiernos y trabajadores con miras a obtener aún más ventajas”[Xii]. Ante nuestros ojos, se están produciendo cambios combinados en la organización del trabajo y en las propias cadenas productivas. Estos allanaron el camino para la automatización que, bajo la hegemonía del capital financiero, se convirtió en un instrumento (arma de destrucción masiva) del empleo, frente al cual el viejo sindicalismo corporativo es impotente. Frente al capital, que tiene una estrategia política de supresión de normas y reglas y logró desplazar la negociación laboral a nivel de empresa, la lógica de la competencia se impone en la negociación sindical a la lógica de la solidaridad. Porque, debido a la globalización, el keynesianismo deja de funcionar y los sindicatos, sin atraer la voluntad de los gobiernos, sin poder global, transforman la negociación colectiva en un ejercicio de resistencia sitiada, que acaba buscando un lugar para la supervivencia de la empresa en la competencia global.

Acorralados, sólo pueden negociar acuerdos para su retirada. Las luchas pasadas del carbón, el acero o la construcción naval son ejemplos suficientes para ilustrar la necesidad de buscar otra estrategia comercial. Porque “la lógica de supervivencia de las empresas hace que sin regulación a nivel macro será imposible mantener los niveles salariales”, que solo son viables “si también se pueden mantener los niveles de demanda agregada”. Todo indica que los sindicatos deben politizar la situación si quieren tener un futuro para el nivel de vida de los trabajadores.[Xiii]. Si aceptan la invitación del gobierno al acuerdo, sin política propia, corren el riesgo de certificar con su presencia los sucesivos recortes en el bienestar; porque es ilusoria su esperanza de paliar daños mayores, esperando una salida de la crisis que reactive el empleo y les permita negociar desde mejores posiciones. Porque esto no es sólo una crisis financiera. La inversión crea menos empleo del que destruye, porque estamos entrando en una nueva era de relación tecnológica con el empleo.

Después de cuarenta años de aumento de la desigualdad y de trasladar la carga fiscal de los estados a los ingresos salariales, las sociedades avanzadas han permitido que los estados se debiliten, cada vez más incapaces de garantizar el bienestar a menos que cambien sus sistemas fiscales a nivel global y restablezcan la progresividad y la tributación de la riqueza. Por la misma razón, la inversión industrial no puede competir con las finanzas de casino globales, como ya se mencionó, lo que eleva las expectativas de ganancias por los fondos acumulados por las grandes fortunas. Como dice Frank Hoffer, “el mundo del trabajo y las fuerzas progresistas de la sociedad enfrentan el desafío fundamental de proponer un programa integral para un cambio realista”, y ese cambio debe sustentarse en un aumento de la proporción de los salarios en el ingreso social, el control de los bancos y la vuelta a la fiscalidad progresiva, “o aceptar que el coste de esta crisis lo asuman los ciudadanos de a pie”[Xiv].

En 2009, la Organización Internacional del Trabajo propuso un Pacto Mundial para el Empleo. Para los países avanzados, buscó garantías para reemplazar la participación de los salarios en el PIB y para remediar las imperfecciones en los sistemas de seguridad social. Para los países en desarrollo, la creación y expansión de los sistemas de seguridad social y pensiones. Pero, como argumenta Hoffer, tal agenda es ilusoria sin emprender una profunda reforma del sistema financiero global. Para hacer esto, los sindicatos deben estar diseñados para ser la bisagra de una alianza política global de fuerzas progresistas para el cambio democrático. Empezando por las necesarias alianzas en los propios países, y en la Unión Europea, como centro global desde el que es posible la expansión de una cultura de derechos humanos y cohesión social. El objetivo es democratizar la economía, a partir de su institución central, la empresa capitalista, para lo cual se necesita una legislación que fomente la cogestión de trabajadores y accionistas.

* José Candela, Economista y Doctor en Economía, es miembro de Economistas Frente a la Crisis.

Traducción: Fernando Lima das Neves

Publicado originalmente en el blog. Los economistas frente a la crisis.

Notas


[i] Toyota por la calidad aplicada a la cadena, y Volvo por el trabajo en grupo. Véase Jessop, B. (1993) ¿Hacia un estado de superficie de trabajo de Schumpeter? Estudios de revisión en economía política, nº 40, Primavera, pp. 41-72.

[ii] Lawrence Mishel (2020) Reconstruyendo el poder de los trabajadores, FINANZAS Y DESARROLLO DEL FMI, diciembre de 2020.

[iii] Dan Cunniah, (2010: p. 5) Director de la Oficina de Actividades para los Trabajadores de la OIT, Boletín Internacional de Investigación Sindical, vol. 2, núm. 1 Ginebra.

[iv] Véase también el Pacto Mundial para el Empleo, promovido por la OIT en 2009 https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—ed_norm/—relconf/documents/meetingdocument/wcms_115078.pdf.

[V] Steve Fraser (2010: p. 9) Colaborador, New Labor Forum, Joseph Murphy Center. Boletín… OIT…

[VI] I Lindberg y M Ryner (2010; p. 27) Consejeros de la Confederación Sindical Sueca (LO), Boletín,…, OIT.

[Vii] Jin Hoo Yoon (2010: p. 47) Universidad de Inha. Boletín,…, OIT.

[Viii] Naoto Ohmi (2010: p. 67) Subsecretario de la Confederación de Sindicatos de Japón (RENGO) Boletín,...OIT.

[Ex] Hansjörg Herr y Milka Kazandziska (2010: p. 87) Escuela de Economía de Berlín…, Boletín, …, OIT.

[X] Frank Hoffer (2010: pág. 109) Boletín, …, OIT …

[Xi] Hoffer (2010: pág. 114) Boletín, …, OIT, …

[Xii] Hoffer (2010: pág. 119) Boletín, …, OIT, …

[Xiii] Hoffer (2010: pág. 122)…

[Xiv] Hoffer (2010: pág. 123)…

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