Silencio

Bridget Riley, Nataraja, 1993
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por AFRANIO CATANÍ*

Comentario al libro de Don DeLillo

Hace unas semanas, en la cuadra donde vivo aquí en São Paulo, la empresa encargada del suministro de energía eléctrica (que brinda un servicio de baja calidad a un precio elevado) cortó ese bien durante casi diez horas en un tórrido domingo, con la propósito de cambiar algunos polos y transformadores. La calle fue bloqueada y ocupada por cuatro camiones gigantes, equipados con todo lo imaginable para el trabajo previsto, y también por una docena y media de trabajadores y técnicos dedicados.

El trabajo era agotador y los hombres trabajaban sin cesar. No pude usar ningún equipo electrónico, para colmo, la batería de mi teléfono celular se agotó después de las 14 p.m. En resumen, durante casi seis largas horas, el contacto con el mundo exterior al apartamento estuvo en suspenso.

Me acordé de esta situación cuando me encontré Silencio, de Don De Lillo (1936), una novela corta que se puede leer en poco tiempo, cuyo tema es un misterioso apagón tecnológico que ocurre en…2022.

Este escritor estadounidense, que en sus libros extranjeros ha explorado las ambiguas relaciones entre tecnología e identidad, es un hombre que puede ser considerado un extraño para muchos habitantes del planeta. Traducido a varios idiomas – casos de al menos el ruido rebaño, cosmópolis, el hombre que cae -, el autor le dijo al reportero Walter Porto que no tiene celular ni usa computadora, habiendo concedido la entrevista por teléfono fijo, desde su departamento en Bronxville, en los suburbios de Nueva York. Se apresura a agregar, sin embargo, que su esposa hace uso de toda la tecnología disponible: simplemente no quiere usarla directamente: “Soy un hombre que pone palabras en papel. Eso es lo que me guió y no he cambiado mucho (…) Simplemente no quiero trabajar directamente en la pantalla. Actualmente no estoy trabajando en nueva ficción, pero cuando mi máquina de escribir necesita reparación, uso el lápiz y el papel viejos. Me ayuda a ver palabras y frases en las páginas, a encontrar coincidencias visuales. El elemento visual siempre ha sido importante para mí” (Porto, 2021, p. C1).

DeLillo se burla del reportero del Folha, pidiéndole que imagine una catástrofe tecnológica en la que Internet siempre parece estar al borde del colapso. En Silencio, las consecuencias del “misterioso apagón” son vividas por cinco personajes que se preparan para cenar en Nueva York un día de 2022. Se puede leer en la contraportada del libro que ese día hay varias consecuencias de este evento que “derribaron aviones, borraron pantallas de teléfonos celulares e hicieron inviable la civilización tal como la conocemos”. De Lillo profundiza en el carácter especulativo “de una ficción muy particular, que sumerge al lector en un realismo tan certero como distorsionado, en el que los ambientes no son del todo ambientales, los diálogos no son del todo diálogos, los significados parecen por momentos tan claros y en otros momentos tan lejanos, casi impalpables. Fe, cultura, deseo, soledad: todo está filtrado por 'frases en medio, palabras sueltas, repeticiones', que repercuten en la perplejidad ante 'demasiadas cosas provenientes de un código fuente demasiado estrecho'. O, en la traducción humanista del callejón sin salida, 'una inteligencia artificial que traiciona quiénes somos y cómo pensamos'”.

En este encuentro se invierten todas las certezas e incertidumbres entre los participantes: una pareja que escapó de un desastre aéreo, un joven profesor de física, su exprofesor y el marido de ella, aficionado a las apuestas deportivas.

La pareja Tessa Berens y Jim Kripps regresan de París a Newark, uno de los principales aeropuertos del área metropolitana de Nueva York. Teresa, “por su piel morena, de origen caribeño, europeo y asiático, publicaba frecuentemente poemas en revistas literarias. También actuó, en línea, como editora de un grupo asesor que respondía preguntas de los suscriptores sobre temas que iban desde la pérdida auditiva hasta el equilibrio corporal y la demencia senil” (p. 13). Jim, por otro lado, era “un hombre que trabajaba como ajustador de reclamos para una compañía de seguros” (p. 41). Teresa escribe durante el vuelo y le dice a su marido que “solo quiere llegar a casa y mirar una pared vacía” (p. 19). Se espera que vean el Super Bowl, el partido que define al campeón de la National Football League (NFL), la liga profesional de fútbol americano de Estados Unidos, seguido normalmente por más de 100 millones de personas, constituyendo el evento con mayor audiencia de la televisión estadounidense.

Quien les espera es la pareja Diane Lucas y Max Stenner, además de Martin Dekker. Diane es una profesora de física jubilada que ha enseñado a jóvenes durante décadas, mientras que Max ha perdido y perdido fortunas en las apuestas deportivas. Sobre su matrimonio dice que han sido “treinta y siete años, no de infelicidad, sino en un estado de aplastante rutina, dos personas tan pegadas que un buen día uno olvidará el nombre del otro” (p. 25). ). Martin, treinta y pocos años, "ligeramente encorvado hacia adelante" (pág. 24), antiguo alumno y profesor de Diane, estudia compulsivamente el 1912 manuscrito sobre la teoría relatividad especial, de Albert Einstein (pág. 27).

El apartamento de Diane y Max está "equipado" para el partido final, con mucha comida, bocadillos y bebidas. Pero… en el interior del avión a punto de aterrizar se escuchan fuertes golpes desde algún lugar debajo de los pasajeros. "La pantalla se quedó en blanco. Piloto hablando francés, luego nadie hablando inglés” (p. 22). En el otro escenario, las imágenes en la pantalla del televisor comenzaron a parpadear. Agrega las imágenes. “Vieron y escucharon. Pero no había nada que escuchar. Max tomó el control remoto que estaba en el piso justo frente a él y presionó la perilla de volumen varias veces, pero no había audio. Luego la pantalla se oscureció (…) Él y Diane revisaron sus celulares. Sin señal. Cruzó la habitación y se dirigió al teléfono de la casa, al fijo, una reliquia sentimental. Silenciar. El portátil, nada. Fue a la computadora en la habitación de al lado y tocó en varios lugares, pero la pantalla permaneció gris” (p. 29-30).

Martin sospecha de los chinos, los “bárbaros de Pekín”, pensando que “se ríen de nosotros. Comenzaron un apocalipsis cibernético selectivo. Ellos están viendo [fútbol], nosotros no” (p. 30).

Jim resultó herido, sufrió un pequeño corte en la frente, cuando aterrizó y, con Tessa, fue al hospital, donde fue atendido. Allí las luces parpadeaban, un funcionario burocrático les comentó: “Nos quedamos sin correo electrónico (…) Más o menos impensable. qué hacemos? ¿A quién culpamos? (pág. 61). Y prosiguió su discurso, a oscuras: “Cuanto más avanzado, más vulnerable. Nuestros sistemas de vigilancia, nuestros dispositivos de reconocimiento facial, nuestra resolución de imagen. ¿Cómo sabemos quiénes somos? Sabemos que hace frío aquí. ¿Qué pasará cuando tengamos que irnos? No hay electricidad, no hay calefacción (…) si no funcionan los subterráneos y los buses, si no están los taxis, si el ascensor del edificio está inmovilizado, y si esto y si aquello…” (p. 61-62).

La gente nota que todo está oscuro, farolas, tiendas, edificios, rascacielos, todas las ventanas por todas partes (p. 70). Martin entiende que se ha llegado al borde de la Tercera Guerra Mundial (p. 79). Pregunta: “¿Es una protección contra el silencio global que marca nuestras horas, minutos y segundos? (pág. 79). Max contraataca: “Estamos siendo zombificados. Nos están preparando” (p. 83). Sale de casa, camina por el barrio y tiene dificultad para volver a casa, teniendo que “empujar entre esa muchedumbre, gente con muecas de frío, mil caras por minuto, gente peleando, dando puñetazos, un poco de alboroto aquí y allá, maldiciones subiendo en el aire” (p. 93).

El joven Martin, mirando los dedos de sus propias manos abiertas, predice: “el mundo es todo, el individuo nada” (p. 106). Pero antes, considerando que ya había comenzado la Tercera Guerra Mundial, con el apagón general, cita un pasaje dicho por Einstein, que aparece como epígrafe del libro de DeLillo: “No sé con qué armas se peleará en la Tercera Guerra Mundial. Guerra Mundial, pero en la Cuarta Guerra Mundial será con palos y piedras”.

*Afranio Catani Es profesor jubilado de la Facultad de Educación de la USP y actualmente es profesor titular de la misma institución..

 

Referencias


Don DeLillo. Silencio (trad. Paulo Henrique Britto). São Paulo: Companhia das Letras, 2021, 110 páginas.

Walter Puerto. Fragmentos de civilización. "Ilustrado", Folha de S. Pablo, 12, pág. C09-C2021.

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