El secreto y la serpiente

Imagen: Estela Maris Grespan
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por Jorge Branco*

El autoritarismo puede surgir de la normalidad democrática y su norma.

Dice Thomas Kuhn, en “La estructura de las revoluciones científicas” (2000), que “la transición de un paradigma en crisis a otro dista mucho de ser un proceso acumulativo obtenido a través de una articulación del viejo paradigma. Más bien es una reconstrucción del área de estudio a partir de nuevos principios (…)”.

La política general desarrollada por Bolsonaro en su gobierno y su retórica durante el período crucial para Brasil, entre 2015 y las elecciones de 2018, consolidó el surgimiento de una nueva extrema derecha. Esta extrema derecha tiene, entre sus principales acepciones, la razón antisistema, que resultó decisiva para que pudiera presentarse como una alternativa para superar la crisis económica y política que vive Brasil desde 2013.

La depresión económica sumada a los movimientos conspirativos que llevaron a la Operación Lava Jato y la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, crearon una sensación política de profunda crisis general en la percepción de los brasileños (Percepções da Crise/FGV. https://cps.fgv.br/percepcoes). El sistema político, la política y la democracia se hundieron en los sentidos de los brasileños. El sentimiento, en ese momento, era de extrema consternación. Las promesas fáciles de la extrema derecha, su sentido antidemocrático, antiinclusivo de identificar al enemigo, a la causa de la crisis, se han convertido en fuertes y coherentes elementos contrarios al orden, a ojos de la ciudadanía.

La ruptura se produce cuando uno se da cuenta de que los viejos paradigmas son incapaces de explicar la realidad y que para construirlos se requieren nuevos métodos, nuevas comprensiones de la realidad y nuevos sujetos, ya sea en el campo del conocimiento o de la sociedad. En general, y así se presenta en Thomas Kuhn, se asume que la ruptura de paradigmas tiene un significado evolutivo. No es de extrañar que hablemos de nuevo paradigma.

¿Se puede producir una ruptura de paradigmas en el sentido de no nuevo, Pero de donde viejo? Gramsci dice que sí. Considera que existen numerosos episodios históricos donde la ruptura tiene el significado fundamental de restauración (Cadernos do Cárcere, 2015). Este proceso da el concepto de revolución pasiva, pero también la del transformismo. Se trata de superar una crisis, de la cual nuevas fracciones de clase pueden emerger como líderes sin, sin embargo, alterar fundamentalmente el modo de producción de una sociedad y su arreglo dominante resultante. Los líderes pueden cambiar pero la hegemonía permanece.

El bolsonarismo, como forma política específica de la extrema derecha, es la ruptura de la situación cuyo resultado es la restauración de los antiguos líderes a partir de la modernización de los antiguos valores políticos y morales.

Este contorsionismo, sin embargo, no puede ser explícito, no puede ser descubierto. Es necesario establecer una apariencia de las cosas distintas de sí mismas. En parte, este es el cuadro de los acontecimientos de los últimos años en Brasil.

Si bien se muestra, como lo hace Marta Arretche en “Trajetória das Desigualdades” (2015), que Brasil experimentó una cierta reducción de las desigualdades desde la democracia, su preservación, sumada a la crisis económica estructural global, creó el ambiente propicio para que la extrema derecha surgió armado con una narrativa política centrada en culpar a la democracia, la política y los partidos de izquierda por la incapacidad para superar la crisis. Estableciendo el enemigo, el crimen y la culpa en un solo ataque.

Tal construcción simbólica sólo es posible con el establecimiento del porqué de la secreto como método político, o como paradigma de esta restauración. El secreto se operacionaliza así como ocultamiento de la verdad o como falsificación de la realidad. Es la articulación de estas dos estrategias políticas la que construye las condiciones para la restauración de los viejos valores como nuevos valores, de los viejos maestros como nuevos salvadores, de los culpables como inocentes, de los inocentes como culpables.

El secretismo es una dimensión fundante del autoritarismo, aunque no se elimine en democracia. Sin embargo, en éste, el secreto emerge como reacción de quienes tenían cierto privilegio, en un esfuerzo por mantener su conocimiento y utilidad dentro del aparato del Estado, como lo demuestra Juliana Foernges en el artículo “Barreras culturales y burocráticas a la implementación de las leyes públicas”. políticas.” (https://lume.ufrgs.br/handle/10183/175307). Ya en el autoritarismo, o en las políticas autoritarias, el secreto aparece como una dimensión ofensiva de la guerra con el objetivo de restaurar el poder y la condición de gobernante y, posteriormente, estabilizarlo y consolidarlo.

Así es como se debe entender y enfrentar la producción de fake news -como estrategia para falsear la realidad- y la reaparición del espionaje político -como estrategia para ocultar la realidad.

Tal y como revela la filtración de la existencia de un expediente contra antifascistas, irónicamente producido en el Ministerio de Justicia, la puesta en marcha del Centro Nacional de Inteligencia (http://www.planalto.gov.br/ccivil_03/_ato2019-2022/2020/decreto/D10445.htm) y la investigación realizada por el STF sobre la responsabilidad del boslonismo en la producción de “fake news”, estas estrategias están en curso.

La racionalidad del secreto, que expresa el carácter autoritario del gobierno, ya se había puesto en práctica cuando se intentó hacer ineficaz la ley de transparencia. Sin embargo, las revelaciones de actividades de espionaje son hechos nuevos y, agregados, constituyen la materialización del encubrimiento como política, a través de la obstrucción de la oposición y la contestación.

Se constituye como la preparación de lo peor. De lo que se puede considerar una situación autoritaria. Un estado en el que se consolidan medidas de regresión democrática y de supresión del control social e institucional sin que se produzca una ruptura normativa con el sistema normativo de la democracia. A partir de ahí, la pregunta no es si habrá o no golpe de Estado, sino entender que el autoritarismo puede surgir de la normalidad democrática y su norma.

La dictadura militar de 1964 elevó esta dimensión del secretismo al extremo material de ocultar los cadáveres de quienes la enfrentaron. Ningún apoyo social, ninguna simpatía popular, debe hacer retroceder la resistencia ya no a un huevo sino a la serpiente erupcionada.

*Jorge Branco es candidato a doctor en Ciencias Políticas de la UFRGS.

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