El referéndum en Alemania

Whatsapp
Facebook
Twitter
Instagram
Telegram

por HUGO DIONÍSIO*

Neoliberalismo: ¡la antecámara del fascismo! Esto es lo que se esconde detrás de las elecciones alemanas

1.

Las elecciones celebradas en Turingia y Sajonia, vistas como un referéndum sobre la gobernanza de Scholz/Baerbock y una muestra de lo que vendrá en 2025, confirmaron la erosión del gobierno alemán, demostrando que la “maldición Zelensky” está muy viva. Cuanta mayor sea la proximidad con el expresidente de Ucrania y delegado dictador momentáneo, mayor será la probabilidad de que caiga un gobierno. Esta es una tendencia casi inexorable.

Sin embargo, casi 80 años después del fin del terror nazi, el centro neoliberal predica el miedo al fascismo, como su bandera favorita. Mientras asustan a su pueblo con las AFD de esta vida, apoyan al banderismo en Ucrania, a Javier Milei en Argentina y a los golpistas de extrema derecha en Venezuela. Y con esto los atrapamos: la lucha del centro neoliberal contra la extrema derecha no es más que un letargo oportunista, en el que una casta privilegiada que se considera civilizada no quiere ser sustituida por otra casta más traicionera.

Y si bien resaltan los peligros de la “extrema derecha”, eliminando a quienes realmente podrían combatirla, no impiden, sin embargo, su propia autodestrucción, como ocurre con el ejecutivo de Sholz/Baerbock. Esta es también la historia de muchos otros gobiernos asociados con el centro neoliberal. Pero esta susceptibilidad autodestructiva constituye sólo la cara visible –en Alemania– de una dinámica social aún más profunda que puede verse en toda la Unión Europea, experimentada a lo largo del siglo XXI y que se ha impuesto, en mi opinión, a través de cuatro procesos aceleradores, creados/utilizados para producir el efecto político que observamos hoy. Esta dinámica, a menos que se detenga, conducirá, decidida e inexorablemente, a una nueva farsa fascista, neofascista o como quieran llamarla.

2.

El primer proceso crítico de aceleración del proyecto neoliberal, en Europa, coincidió con la “Guerra contra el Terrorismo” de Bush, en la que se embarcó toda la OTAN, tras ataques en España, Inglaterra o Francia, traducidos en la invasión de Afganistán e Irak, la construcción de la Primavera Árabe y destrucción de Libia y Siria. Es en esta secuencia que desde Washington se impone un proceso de sobrevigilancia y centralización de la información y la inteligencia, dando a Estados Unidos el poder de analizar, monitorear y coordinar los esfuerzos de seguridad y creando, en las poblaciones, las condiciones subjetivas para la aceptación de la eso vendría después: vigilancia masiva de todos sus pasos, para mantener su seguridad.

Otro momento crítico fue la crisis financiera de 2008, que impuso el “Estado de Austeridad Permanente”, preparando a las poblaciones para la idea de que mañana, después de todo, no será mejor que ayer –sólo para algunos–, acelerando el proceso de destrucción del estado social y operando la mayor transición de valores, entre clases, que se haya recordado en la historia reciente y que había tenido lugar en Estados Unidos y Reino Unido, poco después del innombrable “Consenso de Washington”. Fue con la crisis de 2008 que el Consenso de Washington finalmente se convirtió en política oficial de la Unión Europea. Durante este tiempo, los “inversores” estadounidenses ocuparon posiciones dominantes en sectores importantes de toda Europa.

El tercer momento crítico fue el Covid-19, con la introducción del “Gran Reinicio” de Davos y toda la ideología de la “nueva normalidad”. Individualismo exacerbado, narcisismo, migración interna, de las regiones más pobres a las más ricas e inmigración desde fuera, hacia el bloque occidental, desarraigo de las poblaciones de su patria, cultura y lengua, desaparición del tejido social que da cohesión a las sociedades. La “uberización” destruyó las fronteras económicas que aún resistían.

Una empresa de California opera en Occidente, desde EE.UU., sin intermediarios, sin gastar un céntimo en logística local. Eludiendo las leyes y toda soberanía nacional, recopila datos, los vende, los clasifica y obtiene beneficios. Por otro lado, el Covid-19, acompañado de toda la lógica de sumisión a concentraciones forzadas, contención de movimientos y vacunación obligatoria, creó las condiciones subjetivas para una sumisión acrítica a un modelo de gobernanza.

Por si fuera poco, con la operación Ucrania se borra el último vestigio de soberanía de los países centrales del “Orden Basado en Reglas”: las fuerzas armadas. Volvió la “interoperabilidad” y, con ella, la estandarización del estándar OTAN, que equivale a decir estándar estadounidense, comprado en Estados Unidos, fabricado bajo licencia estadounidense. La estrategia y las tácticas militares comienzan a desarrollarse en Washington, donde los estados europeos no son más que puestos de avanzada del “orden basado en reglas”.

Información e inteligencia; economía y finanzas; organización social y política; defensa y seguridad; Estas son las dimensiones que se centralizaron y consolidaron en cada uno de los momentos críticos. Cada uno de estos cuatro momentos representó un salto evolutivo en la fuerza con la que Estados Unidos domina el orden basado en reglas.

Para dominar el nuevo siglo, el espacio vital debe consolidarse, coordinarse desde un centro reconocido, creando un bloque, en el que se definan sus relaciones para un todo orgánico. Todo para preparar el enfrentamiento entre bloques. Los resultados económicos y sociales de este proceso de mejora, dirigido a Europa y relegada a un segundo plano, determinaron una relativa pérdida de poder, sentida por las poblaciones y ellas, sin saber explicarlo, canalizan esta frustración hacia quienes la verbalizan como nadie. más: la extrema derecha. Frente a la impotencia, las promesas postergadas y la contradicción entre discurso y práctica provenientes del centro neoliberal, la solución está en quienes se muestran decididos y eficaces, aunque brutales.

Hagamos una comparación histórica relevante, para saber de qué estamos hablando. La época en que nació el fascismo en Occidente (sí, en USA hubo apartheid para los negros y fascismo, incluso con supuestas elecciones), la riqueza se distribuyó de la siguiente manera: entre los años 20 y 40 del siglo XX, después de la “ First Red Terror in the USA”, el 10% más rico obtuvo entre el 43% y el 49% de los ingresos cada año, el 1% más rico obtuvo entre el 19% y el 22%, mientras que el 50% más pobre obtuvo una porción que osciló entre el 14% y el 15%. %. El Informe sobre la desigualdad mundial no tiene datos agregados para Europa, pero en Francia los resultados tampoco fueron muy diferentes de los que vemos en Estados Unidos. Básicamente, Estados Unidos representó la tendencia de las economías más avanzadas.

3.

La primera conclusión que se puede extraer de esto es obvia: el período de crecimiento del fascismo en el mundo occidental coincide con un período de empeoramiento de las desigualdades, en la concentración del ingreso, de enorme concentración de la riqueza y el consiguiente empeoramiento de las condiciones de vida y de trabajo. La respuesta del sistema a esta crisis y al aumento del poder de exigencia de los trabajadores que se organizaron en poderosos sindicatos coincidió con la creación del fascismo, el corporativismo (que defendía la paz social frente a la lucha dialéctica) y la represión. Nos referimos al término “crisis” cuando vemos un empeoramiento de las contradicciones resultantes de la disparidad en la distribución del ingreso entre los más ricos y los más pobres.

¡La derrota del nazifascismo lo cambió todo! En Estados Unidos, ya en 1945, el 50% más pobre comenzó a ganar más ingresos que el 1% más rico (15,8% a 14,2%), mientras que el 10% más rico cayó al 35,3%. Es esta diferencia, de casi el 15% perdido por el 10% más rico, la que explica el fortalecimiento de la clase media estadounidense y la construcción del llamado sueño americano. Sin esta transferencia, Estados Unidos difícilmente se habría convertido en la superpotencia que fue, ni habría derrotado a la URSS. Esto explica también la entrada en escena del macartismo (el “segundo Terror Rojo” de 1950 a 57), una corriente fascista que “limpió” sindicatos y organizaciones de clase en Estados Unidos.

Hasta la década de 70, la situación de los trabajadores estadounidenses siguió mejorando y los datos así lo confirman. En 1970, la riqueza controlada por el 50% más pobre alcanzó su punto más alto (21,1%) y la del 10% más rico (y también el 1% más rico) alcanzó su punto más bajo (34% y 10,1% respectivamente). Los datos no pueden ser más claros: la época dorada de Estados Unidos coincide con el periodo en el que la distribución de la riqueza producida fue más justa; También fue el período de mayor libertad, democracia, compromiso político y mejores condiciones de vida.

En Francia no fue diferente, una vez derrotado el nazifascismo y, a partir de 1945, el 10% más rico alcanzó su punto más bajo (31,4%), el 1% más rico el 8,5% y el 50% más pobre pasó del 14,6% en 1934. al 20,5% en 1945. Es una pena que no tengamos datos de Alemania, pero si no hablan por sí solos...

Esta relación, en Estados Unidos, para bien o para mal, continuó hasta el fin de la URSS y, en 1995, todo retrocedió al período anterior a la Segunda Guerra Mundial. El “Consenso de Washington” ocurrido en 1989, que decretó la globalización del neoliberalismo según la “escuela de Chicago”, coincide con el año en el que el 1% más rico volvió a concentrar más del 14% de los ingresos anuales, que ya no se sucediendo desde la década de 50.

Desde 1989 en adelante siempre se ha concentrado, hasta la actualidad, donde: en 2022, el 10% más rico alcanzó el 48,3% de los ingresos anuales, el 1% más rico el 20,9% y el 50% más pobre, apenas el 10,4%. Cabe señalar, al respecto, que desde que existen registros, nunca el 50% más pobre se había quedado con tan pocos ingresos anuales. ¡Lo más bajo que habían llegado en Estados Unidos fue el 11% alrededor de 1850!

Volviendo a las elecciones alemanas. Precisamente vivimos en el período de la historia occidental moderna, en el que la redistribución de la riqueza producida (si hablamos de riqueza existente es aún peor) está en uno de los niveles más bajos de la historia. En Europa, la situación aún no es tan grave como en Estados Unidos, pero estos 4 aceleradores críticos que identifiqué (guerra contra el terrorismo, crisis soberana; Covid-19; Guerra Fría 2.0) producirán necesariamente el mismo efecto de concentración de riqueza que ya degradando y destruyendo el Estado social europeo, construido a costa de una redistribución que, para bien o para mal, todavía mantiene algunos estándares de justicia.

Si bien no ha habido grandes cambios en la cantidad de riqueza ganada por el 50% más pobre, en los principales países europeos registrados en el Informe sobre la desigualdad mundial, es de la llamada “clase media” de quien escuchamos muchas de las quejas. En países como Suecia, España, Portugal, Francia, Alemania, Países Bajos y otros, la tendencia es, aunque más tenue que en Estados Unidos a finales del siglo pasado, que el 50% más pobre pierda terreno frente al 10% más pobre. %.% más rico. En otras palabras, gradualmente se desarrollarán relaciones económicas que producirán una realidad material típica del período en el que se formó el fascismo.

Por lo tanto, es hora de deshacer uno de los mitos o dogmas más importantes que propaga la narrativa oficial sobre el fascismo: la principal característica del fascismo no es la represión, sino, más bien, la aceleración de la concentración de la riqueza y su entrega a una población cada vez más numerosa. menor número de personas. Cada vez menos personas tienen más poder económico, con el que compran poder político y hacen que el sistema político, incluso aquellos que se autodenominan “democráticos”, funcione según sus términos. EL cabildeo, financiación de campañas y piensa gracias o incluso la propia academia, son algunos de los medios más utilizados para interferir y dar forma a las soluciones políticas recomendadas.

En lugar del proceso de concentración de la riqueza, la represión puede ocurrir en cualquier sistema, cuando está en crisis o se siente amenazado. Salvo en casos psicopatológicos, la represión es una respuesta orgánica justificada por un ataque externo o interno. Sólo alguien muy alienado o alienado de la realidad cree que no hay represión en Estados Unidos y, más recientemente, intensificada en la Unión Europea. Todos los sistemas estatales tienen un aparato represivo a su disposición y su uso –de medios coercitivos– depende del nivel de la amenaza. En un Estado fascista, el poder represivo está al servicio de los sectores más ricos de la población.

Lo mismo ocurre con las elecciones. No es la existencia de elecciones lo que determina la naturaleza fascista o democrática de un sistema. Lo que determina su carácter democrático es el alcance de sus políticas. Si cubren los intereses de la mayoría o no. Una elección entre iguales, como ocurre en Estados Unidos, no es democracia, es sufragismo. Al final, serán el complejo industrial militar y Wall Street quienes gobiernen.

Otra característica de la democracia es la susceptibilidad a cambiar la política económica cuando no sirve a los intereses de la mayoría. Unas elecciones estériles, con poca participación y en las que gobiernan partidos minoritarios, como ocurre cada vez más en Europa, no se explican a través de la democracia. Estos partidos minoritarios gobiernan porque la base económica a la que sirven se lo permite, incluso en minoría. En resumen, es posible tener fascismo con elecciones. Y nunca verás a un fascista admitir que lo es.

Si el estado en el que se encuentran los EE.UU. explica el surgimiento de un Donald Trump, una “respuesta” impotente para acabar con los ejércitos de personas sin hogar, yonquis y personas que viven en automóviles, remolques o tiendas de campaña; En la Unión Europea este proceso no es distinto y, aunque más tardío, ahora se está produciendo. También en Europa está surgiendo la respuesta del sistema a la crisis resultante de la contradicción cada vez más profunda en la redistribución de la riqueza. Cuanto mayor sea la contradicción, cuanto más injusta sea la redistribución, más producirá el sistema agentes demagógicos y reaccionarios, que cautivarán a las masas más pobres, culpando también a los más pobres: emigrantes, refugiados y otros, traídos aquí, precisamente, por aquellos que más riqueza que acumulan.

4.

No es aceptable, por tanto, que alguien responsable y conocedor de la dinámica social y en posesión de información fiable se vea sorprendido por el sesgo electoral hacia la “extrema derecha”. Se vuelve más grave cuando los representantes políticos del centro neoliberal, que se ubica incluso entre los wokismo y el ultraliberalismo (partidos wokistas Eurosocialistas y socialdemócratas acusan a Nicolás Maduro de cometer fraude, ¡pero consideran a Javier Milei un jugador limpio!), una vez más, como en los años 20 y 30 del siglo XX, parecen crear las condiciones materiales, sucumbiendo a la dinámica de concentración de la riqueza, ya sea a través de la corrupción, el encantamiento o el miedo a ser destruido (y por qué motivo), proporcionando, a su vez y una vez más, el surgimiento de la oportunidad fascista (ya sea este el caso de la AFD o no). El momento en que los superricos utilizan la represión estatal para proteger el proceso de concentración de la riqueza.

Por lo tanto, a nadie puede sorprenderle que las masas trabajadoras descontentas y empobrecidas, víctimas de la rapacidad, en gran parte llevada a cabo desde Washington, voten por la “extrema derecha”. Después de oleadas de revisionismo histórico que compararon el fascismo con el comunismo (y el socialismo) y la URSS con la Alemania nazi, fue el propio centro neoliberal el que legitimó a la extrema derecha. Si comparamos partidos aceptados, que nunca han promovido el odio y la discriminación (el caso de los partidos comunistas), con partidos que hacen de la doctrina del odio y la discriminación sus banderas, terminamos normalizando a estos últimos.

Además, a diferencia del voto a los partidos progresistas (en sentido económico, marxistas), que rechazan y denuncian la wokismo Como característica desviada de la derecha, los partidos de “extrema derecha”, por el contrario, no representan ningún peligro para la base económica que sostiene al centro neoliberal. Ningún régimen fascista alteró el proceso de concentración de la riqueza; al contrario, lo reforzó. También hoy la “extrema derecha” sólo defiende la profundización del modelo económico existente y que, como he demostrado, propició su propio surgimiento.

Y aquí queda demostrado que el revisionismo histórico no es inocente. Su objetivo es crear una vía de escape, una alternativa al centro neoliberal, sin poder real, el poder de la riqueza acumulada en la economía, pasando por las manos. Así, los grandes concentradores ganan tiempo, engañando una vez más a las masas, atrapándolas en la represión fascista.

Cuando se derroca el golpe fascista, la desviación fascista o la deriva extremista neoliberal, las masas vuelven a ser engañadas por el centro neoliberal, en la medida en que no lo identifican como perteneciente a la misma base económica que alimenta al Estado fascista. Y así perpetúan su explotación, circulando entre formas más o menos agresivas de la misma medicina.

Por ahora, las elecciones alemanas no hacen más que confirmar este círculo vicioso. Y la prisión de este ciclo, una vez más, en un proceso de repetición histórica, esconde el mayor logro del globalismo neoliberal, federalista y financiarizado: el formato del conocimiento hasta el punto en que los expertos, altamente competentes en su campo, son incapaces de mirar más allá. lo que les enseñaron. En este sentido, el fascismo no es más que una especialización, una profundización en relación a la actual etapa del neoliberalismo globalista.

El belicismo en sí, ya sea en Estados Unidos (que no terminará con Donald Trump) o en el centro neoliberal (por ahora), constituye también una de las consecuencias del proceso de “fascización económica” de la vida política. Resulta de una tendencia cada vez más agresiva a apropiarse de la riqueza, aunque sólo sea mediante la guerra.

Cuando escucho a economistas muy competentes (no soy irónico), con canales ocupados, criticar a Occidente por sucumbir, entre otras razones, por tener salarios altos, me doy cuenta de que el legado ideológico neoliberal es efectivamente muy pesado. Ninguno de estos economistas altamente competentes es capaz de mirar más allá del esquema neoliberal que les enseñaron. Sólo reproducen lo que se les enseña, siendo meros instrumentos de la lógica occidental de acumulación y saqueo.

La incapacidad de soñar y aspirar a lo que hoy se considera imposible constituye el legado más pesado de los últimos 100 años que Estados Unidos ha tenido que dejarnos. Las elecciones alemanas, en su división entre soñadores, situacionistas y profundizadores, demuestran esta tensión latente. Demuestran que hay quienes sueñan, pero las fuerzas del miedo, el odio y la reacción son más fuertes que nunca. El neoliberalismo es su comida favorita.

Neoliberalismo: ¡la antecámara del fascismo! Esto es lo que se esconde detrás de las elecciones alemanas.

*Hugo Dionisio es abogado, analista geopolítico, investigador de la Oficina de Estudios de la Confederación General de Trabajadores Portugueses (CGTP-IN).

Publicado originalmente en Fundación Cultura Estratégica.


la tierra es redonda hay gracias a nuestros lectores y seguidores.
Ayúdanos a mantener esta idea en marcha.
CONTRIBUIR

Ver todos los artículos de

10 LO MÁS LEÍDO EN LOS ÚLTIMOS 7 DÍAS

Ver todos los artículos de

BUSQUEDA

Buscar

Temas

NUEVAS PUBLICACIONES

Suscríbete a nuestro boletín de noticias!
Recibe un resumen de artículos

directo a tu correo electrónico!