por ANA MARÍA DE NIEMEYER*
Los insultos racistas están presentes desde hace siglos entre brasileños de diferentes etnias en los más variados contextos sociales

“Macaco” y “ratinho” fueron insultos dirigidos a un colega por un estudiante de 13 años de una escuela pública de la ciudad de São Paulo, que luego asesinaría a un profesor (CF.FSP, B1, 28/03/2023 ). Los insultos racistas están presentes desde hace siglos entre brasileños de diferentes etnias en los más variados contextos sociales. Si se los descuida, pueden pasar de las palabras a las acciones, a menudo con consecuencias mortales.
El que es humillado interioriza un sentimiento de inferioridad, e incluso de no pertenecer a la humanidad, cuando, por ejemplo, se le trata como a cosas (Ejemplos de insultos dirigidos a negros y negras: “pelo de bombril”, “ratón de pelo de cabo” , “carbón vegetal” – datos recopilados en el proyecto mencionado a continuación). El que maldice y ataca con impunidad encarna un sentimiento de superioridad: pertenezco a un grupo mejor, puedo actuar, atacando o eliminando a los inferiores a mí.
¿Cuál es el papel de las escuelas, escenario de estos ataques verbales y físicos? ¿Tratar cada caso puntualmente y luego olvidar? ¿Cuál es el papel del estado? Decretan luto oficial por el asesinato del maestro. Y punto.
Y, al calor del último ataque mortal a una guardería (RS), se apresuran a crear políticas de vigilancia y policía, dentro y fuera de las escuelas.
Pero, ¿qué pasa con la vida cotidiana de las escuelas, las familias y las “comunidades”?
Comparto una experiencia en escuelas públicas – una estatal y otra municipal – en la zona sur de São Paulo (Financiamento/FAPESP/1997 a 2001). Con un grupo interétnico de educadores y colaboradores, estudiamos el racismo en el cotidiano de las escuelas, enfocándonos en la escuela primaria. Implicamos todas las disciplinas.
Los niños y niñas, a petición nuestra, realizaron dibujos donde transmitían los insultos que recibían y las reacciones que tenían. La metodología del dibujo es poderosa: aporta información, tanto inconsciente como consciente, no revelada oralmente. En todos los dibujos, los ofendidos lloraban.
El consejo que recibieron en casa después de denunciar los delitos fue mayoritario: “déjalo, no llames”…
Durante el proyecto, al sacar a la luz situaciones de discriminación y racismo en el espacio escolar, estudiantes, docentes y personal se sintieron autorizados a exponer sus sentimientos. Aparecieron cartas espontáneas informando, por primera vez, de aquellos hechos. No solo. Los medios de expresión que fomentamos fueron múltiples: poesía, letras de canciones -rap-, videos y testimonios en eventos públicos en las escuelas.
Estudiantes y alumnas, antes excluidos, fueron transformados en sujetos de su propio aprendizaje.
Brindamos a los educadores alternativas para abordar temas cruciales en el proceso de enseñanza y aprendizaje, tales como: el prejuicio, la discriminación y el racismo, desde el punto de vista étnico y de género.
Nuestro objetivo es contribuir a una mejora en la enseñanza/aprendizaje en las escuelas objetivo del proyecto y en las políticas públicas.
Los invitamos a los encuentros en la escuela municipal, la “comunidad”: expresión utilizada en la región escolar para designar a los habitantes de diferentes tipos de vivienda (“favelas”, “traspatios”, “edificios” del BNH). Hablamos sobre el proyecto cuando compartimos la información que recopilamos. Escuchamos, entonces, denuncias de racismo dirigido a los negros, en la familia, en el comercio, en el trabajo y en los abordajes policiales.
Y esta afirmación: “Basta vivir en la periferia para que el ser humano pierda su valor”.[ 1 ]
*Ana María de Niemeyer es profesor jubilado del Departamento de Antropología de la Unicamp.
Nota
[1] Sobre este proyecto ver: “Caldeirão de Injustiça”. Cuadernos de Arte y Antropología: vol.1, n.2, 2012: p.9-38. Accesible en: www.libretasaa.ufba.br. También en https://www.academia.edu