Lo que nos hace estremecer

Whatsapp
Facebook
Twitter
Instagram
Telegram

por LUIZ EDUARDO SOARES*

Reflexiones a partir de los libros de Vladimir Safatle y José Henrique Bortoluci

Viajé a la bella y serena Montevideo con planes hedonistas, pero una terrible gripe los detuvo. Sorprendentemente, las circunstancias negativas terminaron dándome una semana de mucho placer y aprendizaje. El frío y la fiebre redujeron los programas a la lectura y tuve el privilegio de dedicarme a dos libros extraordinarios. Fue la casualidad la que reunió, en un mismo momento de forzada concentración, dos obras distantes en estilo, finalidad y temática: En uno con el impulso, de Vladimir Safatle, y Que es mío, de José Henrique Bortoluci. Sin embargo, si la elección fue fortuita, arbitraria a priori, estaba motivado, posteriormente. Pensar en sus posibles conexiones, ponerlas en diálogo, fue el efecto inesperado de convivir con creaciones tan diferentes como brillantes, sofisticadas, inquietantes, inspiradoras y similares en su capacidad de movilizar afectos y ganas de reflexionar.

1.

Unidos con el impulso, la experiencia estética y la emancipación social, publicado por Autêntica, en 2022, es el primer volumen –o bloque, como prefiere el autor Vladimir Safatle– de una magnífica proeza que explora las constelaciones culturales de Europa occidental. Como sugiere el título, el trabajo no se limita a la genealogía de la reflexión sobre la estética, con un enfoque no exclusivo en la música. Su tema es también, desde el principio y por principio, la filosofía política, y va más allá, en la medida en que las cuestiones son también epistemológicas, sociológicas, antropológicas, además de pertenecientes a la filosofía del lenguaje y al psicoanálisis.

Vladimir Safatle nos sirve una cena generosa y pantagruélica, en la que el paradójico deleite que nos seduce (veneno remedio) es la desestabilización permanente a la que estamos sometidos en el mar turbulento de su texto, cuya trama es apasionada y rigurosa, brillante y seco, alusivo y directo, encantador e inquietante, deliberadamente abierto e inconcluso pero preciso y consistente. Cada capítulo conjuga rigor conceptual, erudición (no como ejercicio exhibicionista del saber enciclopédico, sino como práctica respetuosa del esfuerzo crítico humano acumulado) y apuesta bien por la radicalidad estética, constructiva y expresiva, bien por la radicalidad política de la emancipación social. No puede haber heredero más fiel de Adorno, dialécticamente infiel cada vez que la fidelidad traiciona la radicalidad del camino.

Me atrevo, aquí, a hacer una afirmación quizás frívola, estrictamente anecdótica y por tanto, en ese sentido, subjetiva y personal: terminé de leer sintiendo que se me lavaba el alma, como si Vladimir Safatle hubiera cumplido para mí y para mi generación, siendo mucho más joven. que nosotros- el deber de mantener en pie (o volver a izar) las banderas que, poco después de 1968, constituyeron las grandes motivaciones políticas (y éticas) de mi vida (y de la vida de tantas personas con las que me identifiqué y lo sigo haciendo) : las luchas contra la dictadura y en defensa de la vanguardia estética que se alimentaba del repudio a la explotación capitalista, la cosificación de las relaciones sociales alienadas y el populismo mimético de los realismos socialistas de todo tipo.

Populismo que comprometía con el patriarcado, el racismo y el autoritarismo de las más diversas extracciones, y también con soluciones estéticas que reproducían, en el lenguaje, la gramática de los afectos y los esquemas formales inconscientemente heredados. Por realismo socialista entiendo las construcciones cliché y el veto de la “expresión”, entendida como la ruptura que abre el lenguaje a manifestaciones salvajes de alteridad radical que la categoría “sublime” evoca más que nombra y conceptualiza, manifestaciones que desplazan al sujeto (de el lugar de la coincidencia consigo mismo, es decir, desde el apaciguado consuelo de la conciencia, dueña de la razón y del sentido), así como descentrando el “principio de realidad”, criterio rector del contrato social naturalizado.

En uno con el impulso me lavó el alma también por una segunda razón, complementaria a la primera. Si, por un lado, al criticar la instrumentalización del arte, el autor retoma la tradición vanguardista, por así decirlo, conservando, actualizando, ampliando e intensificando el compromiso con la radicalidad invertida en el arte, estuario de una autonomía que necesita matizarse, sin embargo. , por otro lado, rechaza el error simétrico inverso: la cosificación de la autonomía, ya sea en una forma idealizada -el arte por el arte, el arte absoluto, refractario a los contextos históricos e indiferente a las perspectivas (o más bien, al impulso) de reconfiguración estructural de las relaciones sociales, ya sea en forma de integración mercantilizada. Ambas formas terminan siendo solo dos caras de la misma moneda, y la palabra aquí no es arbitraria.

Los procesos combinados y desiguales de modernización bajo la hegemonía burguesa, que ganan fuerza con la velocidad abrumadora del desarrollo capitalista (depredador y colonizador), establecen, en paralelo (y articuladamente) a las dinámicas de individuación y urbanización, el régimen de diferenciación entre las esferas de la vida social, que progresivamente se vuelven autónomos y especializados, formando, separando y jerarquizando saberes, poderes, experiencias, modos de vida, tipos de lenguaje, identidades y modos de subjetivación. Como suele suceder en el ambiente tóxico y nebuloso del capitalismo, que esclaviza y mutila cuerpo y espíritu, salta hacia adelante, lateral y regresivo (si se me permite la precaria metáfora espacial). El costo de la relativa autonomía otorgada a la construcción estética -concedida, pero también conquistada, en la frenética dialéctica entre libertad y control- será su cooptación y, en consecuencia, la neutralización de su efecto potencial de revolucionar la sensibilidad popular, haciéndola susceptible al temblor (que no es ni catarsis ni epifanía reconciliadora). La categoría, utilizada por Paulo Arantes, justificadamente citada y reiterada por Vladimir Safatle, corresponde a una especie de presagio o evocación, intuición o proto-imaginación de lo que quizás podría llamarse el horizonte de la emancipación social.

Vale la pena detenerse en este punto. Mencioné la radicalidad, entonces vale la pena preguntarse: ¿dónde está plantada esa raíz?, ¿en qué suelo?, verdadero contenido de una obra de arte, ¿qué nos queda? Aquí, una vuelta más de tuerca. Veamos: el concepto de autonomía asociado a la ilustración toma contornos de pretenciosa madurez antropológica en el umbral de la revolución burguesa y se vincula a la figura de la libertad en la imagen rousseauniana del legislador de sí mismo.

El yo dueño de sí, colocado sobre los pilares de la razón, es legislador y juez, rector de su destino, en tanto reconoce sus límites como ser de heteronomía, para quien la autonomía sólo puede ser ideal, idea de razón, guía indirecta de sus acciones a través de la mediación de imperativos categóricos. Pero antes de llegar, con Kant, al estatuto de apacentamiento del sujeto moral, regido por imperativos categóricos –derivación de la idea de sí mismo de la razón (separada de contingencias, pasiones e intereses), aplicada al mundo material, eminentemente heterónoma –, la representación de la libertad era jurídico-política, compuso un dúo con la norma o el límite.

Entregarse a la ley y obedecer únicamente a las determinaciones dictadas por la propia sentencia, árbitro del código jurídico a través del cual el individuo ejercería el poder sobre sí mismo: este es el modelo jurídico con el que Rousseau formuló su utopía. La constelación reflexiva, valorativa y estética que Vladimir Safatle identifica con el romanticismo, en su complejidad, en sus innumerables variaciones, habría abierto el camino, a través de algunos de sus atajos, a posibilidades más atrevidas, arrancando las figuraciones de la libertad de los registros legales o legisladores. .

Especialmente en la música, Vladimir Safatle vislumbra la audacia creativa y transgresora que inscribe alteridades revolucionarias en el campo de las prácticas y de la sensibilidad social, que corresponden a excesos resistentes a la integración en sistemas asimilados y consagrados, excedentes que reestructuran el juego de forma y sentido, subvirtiendo hasta ahora lenguas legítimas, sin renunciar a la forma, al lenguaje, a la estructura.

Tal movimiento limitante, que es negatividad pero también afirmación, reemplaza las condiciones de recepción y producción, inaugura principios constructivos y establece una sorprendente armonía entre las alteraciones estéticas y las metamorfosis en las formas de vida, inscribiendo en el arte la palpitación prospectiva de la voluntad colectiva de cambio. – devolver la inversión libidinal y la energía imaginativa al deseo político. De ahí la relevancia de la categoría “temblor”. Se trataría de sintonizarnos con el desplazamiento de las placas tectónicas de la vida social. Desplazamiento que libera energía. Sintonía, pues, por contigüidad –siendo, en este caso, la alusión a la metonimia sólo una metáfora.

La alteridad que se desgarra y emerge en el arte, trastornando su mundo, como los acontecimientos y las singularidades, exigiendo en cada impulso nuevas categorías críticas, no puede ser domesticada y reducida a encarnaciones particulares de un supuesto espíritu humano universal. Se abre un espacio para indagar sobre lo inhumano, lo monstruoso y la profusión de asombros que sacuden los imperios (subjetivo, imaginario, objetivo, intelectual, etc.). Límites y fronteras difuminados y violados, percepciones de la naturaleza -y prácticas correspondientes- sobre la base de las cuales construimos lo que llamamos civilización, van al espacio.

Cabe señalar que no son estas tesis las que abren las puertas del infierno. Fueron abiertos por la barbarie que se nos impuso como segunda naturaleza, aboliendo el futuro en nombre de la perpetuación del orden capitalista.

2.

El segundo libro tiene el aspecto sin pretensiones de un breve registro biográfico, elaborado a partir de las memorias de su padre, camionero, que recorrió el país de norte a sur, de este a oeste, desde la década de 1960, recuerdos condensados ​​y comentados por el autor. Cualquiera que subestime esta obra única y preciosa está equivocado. No dudaría en definirlo como un experimento estético-reflexivo simplemente magistral. Me refiero a Que es mío, de José Henrique Boltoluci, publicado en 2023 por Fósforo.

Si me tocara sugerir un libro, solo uno, a un extranjero curioso por Brasil, recomendaría este, y lo recomendaría también a nosotros, brasileños y brasileñas, laicos, profesores, investigadores, neófitos o doctores Unos por descubrir, otros por redescubrir nuestro país. Los lectores experimentados pueden suponer que las narraciones los envían de regreso al deja vue: caminos y bosques despejados, el sertanejo es sobre todo fuerte, mala salud y muchas hormigas, los males de Brasil son, la catilina con la jerga mohosa de siempre. Nada de eso.

Lo que nos propone José Henrique Bortoluci es un desafío monstruoso, para usar el adjetivo que Vladimir Saflatle nos enseña y nos autoriza a emplear. Porque en la pista de “O que é meu” – están las historias, la memoria, el conjunto de afectos y valores que encierran una vida, y son muchos – encontramos las huellas de la construcción de Brasil, que es también ya la vez su devastación, idas y venidas cruzadas sobre las mismas huellas, lastre sordo en el inmenso territorio inundado, el fango gigantesco e infranqueable, los ríos oceánicos, la soledad absoluta en la oscuridad, la malaria, la violencia, la expolio de la tierra y del trabajo humano, la soberbia destructiva de los megaproyectos de la dictadura, la codicia feroz de los acaparadores de tierras, terratenientes, señores y coroneles, madereros, mineros, adelantando los frentes de expansión para consolidar el capitalismo autoritario que Otavio Velho capturó como nadie. otra hace 50 años, la guerra brutal y sin tregua contra las sociedades originarias y el medio ambiente, la Amazonía, el Cerrado, la Mata Atlántica, la Serra do Mar.

Por otro lado, el imperio tiránico de la naturaleza, la soberanía de las fuerzas tectónicas con las que lucha el pequeño trabajador, sin armas más poderosas que la solidaridad de clase. Duelo en el suelo, recorriendo distancias incalculables en las condiciones más precarias, y duelo dentro del propio cuerpo del padre, invadido y devastado por el cáncer, la imparable multiplicación de las células, el incontrolable ímpetu de la vida que mutila, deforma, aniquila y mata.

Excesos en la violación de derechos elementales nunca reconocidos y respetados (excesos aún más extremos cuando sus víctimas son negras), excesos en la liquidación irresponsable y suicida del tesoro biodiverso, vilipendiado día a día, excesos en el surgimiento del reverso de la vida en órganos vitales, el Camino de la Cruz del cuerpo. Simultáneamente, exceso de inmensidad, belleza, potencialidades veneradas, valentía, conmovedora y sobrehumana entrega al trabajo, en el titánico esfuerzo por volver, tirándose siempre adelante, más allá, extendiendo los límites de las cartografías, reimaginando, tocando y memorizando nuevos contornos nacionales. , nuevos relieves tatuados en el cuerpo por accidentes y enfrentamientos.

El incesante movimiento centrífugo, en cada pequeña astucia, en cada sabroso detalle, en cada encuentro aterrador, en cada emotiva escena, se revela como la contrapartida de la vocación centrípeta del viajero, que al partir, despidiéndose de su mujer y sus dos hijos, sólo prepara el regreso a casa, en una odisea universal y personal, brasileña y doméstica, como toda gran mitología y toda buena literatura. La historia con mayúscula se funde con la minúscula historia de individuos, miembros ejemplares de la clase obrera, que expulsa a unos de los suyos a la degradación física y moral, ya otros, unos pocos, a doctorados en el extranjero y consagración académica. En este caso, legítimo representante de su estirpe, José Henrique Bortoluci fue fiel a los valores que hicieron de su trayectoria ascendente una empresa colectiva, obra de una familia y de una clase, alcanzando su conciencia crítica, reflexiva, ética y política a través de la mediación del genio talento de un hijo.

Que es mío comparte con sus lectores el patrimonio intangible de saberes y afectos que trascienden límites y fronteras, propiedades y geografías, personalidades e idiosincrasias. Muestra sin aspavientos, pero con claridad y precisión, por qué se ha abierto un abismo entre los partidos políticos y los voceros ilustrados de la izquierda y las masas trabajadoras. Expone algunas de las razones que esterilizaron la sensibilidad política popular y envenenaron el imaginario moral de la sociedad, allanando el terreno para el avance del neofascismo, en el vacío de la indiferencia y el descrédito de banderas y líderes. soi-disant progresistas.

El sentimiento que me provocó la lectura de esta obra maestra, lo resumiría en los siguientes términos: Que cese todo lo que canta la Musa antigua; escuchemos menos los ecos de nuestras propias voces sabias y más lo que tiene que decir la clase obrera desposeída, juzgando menos, comprendiendo más. Y lamentemos de una vez por todas el culto letal al progreso, esa revolución-pasiva que no es más que la interminable procesión de la acumulación capitalista primitiva hacia escalas cada vez más salvajes. Enterremos las ilusiones que aún atan a sectores expresivos de la izquierda a mitologías del desarrollo capitalista, espejismos perentorios y malignos, que estuvieron al servicio de la devastación, en todas sus dimensiones: humana, social y natural.

Evidentemente, manteniendo la lucidez y, por lo tanto, la conciencia de que lo opuesto al progreso capitalista, imantado en el imaginario político brasileño, no es la regresión oscurantista. Lo contrario deseable serían nuevas formas de reducir el sufrimiento evitable, aprovechando todos los logros humanos en términos de conocimiento y tecnología, haciendo justicia y mejorando la vida colectiva, dando absoluta prioridad a los derechos elementales de las personas trabajadoras, en el campo y en las ciudades. . Un poscapitalismo que había aprendido las lecciones de todas las derrotas socialistas, en lugar del ángel benjaminiano, arrojado hacia atrás por los furiosos vientos de la historia, contemplando las ruinas que se acumulan. Pero atención: estas conclusiones son de mi exclusiva responsabilidad - no puedo culpar al autor por la ingenuidad que destilan.

3.

Todavía hay un tema importante que abordar. Vladimir Safatle no se deja engañar por visiones cosificadoras del binomio naturaleza-cultura, forjadas o en clave racionalista-idealista, o por un inmanentismo que bloquea la reintroducción del tema de la libertad a través de un sesgo dialéctico –incluso negativo, con Inspiración adorniana. Cuando borra la figura del yo y su dominio, en la moral, la política y la estética, se enfrenta al desafío de pensar lo social y la naturaleza, recurriendo a otras mediaciones que no son ni irracionales ni metafísicas.

Se enfoca en la categoría de "expresión", como destaqué anteriormente. Ahí surge el espacio para lo que, en su obra, no será el espíritu humano, ni el esquematismo (antropológico o trascendental), ni serán los vitalismos (inmanentes) que disipen el problema bajo la apariencia de resolver el callejón sin salida –y acaben , permítame Dame la elusiva fórmula: naturalizar la naturaleza que es paradójicamente equivalente a idealizar el idealismo, en una metafísica de segundo grado, el reino del metalenguaje. El punto de fuga en el que se inscribe la práctica (la obra, el arte, el plano –el acto, la veta del gesto, el impulso–, irreconciliables, para la reconfiguración estructural de las relaciones sociales) remite al sujeto desplazado de sí mismo que se inscribe en el lenguaje, pero siempre escapa como Otro (no siendo, allí, donde sin embargo se actualiza).

Sin embargo, el sujeto se agita y se enreda con las operaciones (de)constructivas del lenguaje, en un horizonte histórico, material y políticamente determinado. Así -según deduzco- Lacan dialoga con el espectro de Marx, gracias al apoyo de Adorno, salvando del infierno de Benjamin -es decir, de los escombros- el legado creativo, revolucionario, filosófico y estético occidental (bajo la constante amenaza de las manchas coloniales).

La obra de José Henrique Bortoluci agrega un problema difícil: aunque destruida por el expansionismo capitalista, la naturaleza no es solo un bastión de riqueza, abundancia, formas extraordinarias de inteligencia, enseñanzas, potencial virtuoso, signo de vida, salud, energía y agregación. también es muerte. La dictadura cívico-militar, sin vergüenza, llamó a la Amazonía el “infierno verde”. Nombrarla justificaba el trato que se le daba. Conquistar, someter sus fuerzas al cautiverio, esa fue la tarea histórica que le correspondería a la civilización brasileña. Arranca el mal, borra el infierno de la faz de la tierra. O la nación, o el bosque. O la sociedad, o la naturaleza indómita. No hace falta insistir en lo que implicaba esta forma de definir y tratar la naturaleza.

Porque Que es mío elabora con refinamiento otra figura del exceso, que no es la revolución musical, estética o política, sino el cáncer indomable, el autopoyesis que desfigura, tortura, corroe y mata, sin piedad. La muerte restituye el dualismo, dialéctico o no, y, en cierto modo, invierte el sentido de las preguntas que, en la obra de Vladimir Safatle, atribuían validez a la perspectiva inhumana o postantropocéntrica.

En cierta medida, me parece que hay un límite, dictado por el compromiso (afectivo) con la vida del Otro, no solo el Otro humano, lo admito, sino la centralidad de lo humano para el sujeto entrelazado no solo en el lenguaje, pero en los nexos es innegable, vínculos sociales primarios, conexiones que son de sentido, pero también de gratitud, lealtad y amor (¿por qué no pronunciar esa palabra?). Compromiso que llega al ámbito de la moral y la política. El compromiso amoroso circunscribe los movimientos naturales y cualifica el tránsito de los flujos del devenir. Continuo y discontinuo, categorías matrices para la antropología y la filosofía, vuelven a escena, como se vuelve a la casa del padre y de la madre. ¿No fue el propio Vladimir Safatle quien habló del origen como destino?

El padre de José Henrique lucha por su vida, junto a sus dos hijos y su esposa, ante la solidaridad de los lectores. Brasil resiste el fascismo y la devastación.

Pero las enfermedades son feroces. Y los presagios del fin también nos hacen estremecer.

* Luis Eduardo Soares Es antropólogo, politólogo y escritor. Exsecretario de Seguridad Pública de la Nación. Autor, entre otros libros, de Brasil y su doble (Aún).

Referencias


Vladímir Safatlé. Unidos con el impulso: experiencia estética y emancipación social. Belo Horizonte, Autêntica, 2022, 240 páginas (https://amzn.to/3QDlqnG).

José Henrique Bortoluci. Que es mío. São Paulo, Fósforo, 2023, 144 páginas (https://amzn.to/3DWb2zM).


la tierra es redonda existe gracias a nuestros lectores y seguidores.
Ayúdanos a mantener esta idea en marcha.
CONTRIBUIR

Vea este enlace para todos los artículos.

10 LO MÁS LEÍDO EN LOS ÚLTIMOS 7 DÍAS

__________________
  • El reverso de Marxcultura del sol 14/09/2024 Por TIAGO MEDEIROS ARAÚJO: Comentario al libro recién publicado de José Crisóstomo de Souza
  • Solicitud de impeachment de Alexandre Moraessuprema stf brasília niemayer 15/09/2024 Por MARCELO AITH: Los procesos de ruptura democrática comienzan invariablemente con el debilitamiento del Poder Judicial, como ocurrió en Hungría con el dictatorial Primer Ministro Viktor Orbán
  • Cadena perpetua para Silvio AlmeidaLUIZ EDUARDO SOARES II 08/09/2024 Por LUIZ EDUARDO SOARES: En nombre del respeto que merece el ex ministro, en nombre del respeto que merecen las mujeres víctimas, me pregunto si es hora de girar la llave a la judicialización, la vigilancia y la penalización.
  • Brasil paraleloLUIS FELIPE MIGUEL 2024 16/09/2024 Por LUIS FELIPE MIGUEL: Brasil Paralelo es el mayor promotor de contenidos políticos en plataformas sociodigitales de Brasil. No falta dinero en su labor de adoctrinar al público
  • El triste final de Silvio Almeidasilvio almeida 08/09/2024 Por DANIEL AFONSO DA SILVA: La muerte de Silvio Almeida es mucho más grave de lo que parece. Va mucho más allá de los eventuales errores deontológicos y morales de Silvio Almeida y se extiende a sectores enteros de la sociedad brasileña.
  • La bofetada del Banco CentralEdificio de la sede del Banco Central 10/09/2024 Por JOSÉ RICARDO FIGUEIREDO: El Banco Central pretende aumentar la tasa Selic, citando expectativas de inflación futura
  • Contradicción educativapizarra 4 15/09/2024 Por FERNANDO LIONEL QUIROGA: Los adjetivos del profesor y la máquina de moler el pasado
  • El caso Silvio Almeida: más preguntas que respuestasyo también 10/09/2024 Por LEONARDO SACRAMENTO: Destituir al ministro menos de 24 horas después de denuncias anónimas de la ONG Me Too, por su implicación en una candidatura bloqueada por el propio ministro, es puro jugo de racismo
  • Pablo Marçal entre Goiânia y São Pauloir sp 13/09/2024 Por TADEU ALENCAR ARRAIS: Es un error imaginar que el éxito de Marçal se sitúa únicamente en el ámbito de la dinámica de las redes sociales
  • Las joyas de la arquitectura brasileñarecaman 07/09/2024 Por LUIZ RECAMÁN: Artículo publicado en homenaje al recientemente fallecido arquitecto y profesor de la USP

BUSQUEDA

Temas

NUEVAS PUBLICACIONES