por ARTURO SALOMÓN*
Consideraciones sobre el libro de Fernando Limongi
Los interesados en comprender de manera efectiva el juicio político a Dilma Rousseff recibieron el libro Operación destitución: Dilma Rousseff y el Brasil de lava Jato (Sin embargo), detallada en una sugerente entrevista con el autor, Fernando Limongi, en el podcast Conversación más ilustre. La entrevista de Fernando Limongi trae una rica exposición de los hechos de la crisis política y una interpretación que los reconstituye de manera pertinente. De entrada, Fernando Limongi tiene razón al desestimar la atribución del resultado del juicio político a la supuesta falta de capacidad política de Dilma para manejar su coalición.
Sin embargo, a pesar de otros puntos contundentes, en este breve texto quisiera hacer más compleja una tesis particular en la multiplicidad de temas constitutivos de la crisis política del gobierno de Dilma que analiza Fernando Limongi. Aborda el papel jugado por el PSDB, principal partido de oposición en ese momento, y por algunos movimientos sociales en la construcción del juicio político a Dilma, temas que abordé recientemente en mi tesis de maestría, específicamente en el cuarto capítulo, disponible en la Unicamp. repositorio. Evidentemente, la crítica de ninguna manera anula el incentivo para leer el libro de Fernando Limongi, que también incluye la posibilidad de ser convencido de lo contrario.
La tesis general de Fernando Limongi es que el juicio político se produjo por razones decididamente institucionales, siendo una estrategia de supervivencia de las élites políticas. Según esta visión, el PT parece un chivo expiatorio del sistema político para protegerse de Lava Jato. Por eso, Limongi rechaza factores como la reacción antipetista al programa de gobierno y el rechazo a políticas de “reformismo débil” y supuesto excesivo intervencionismo estatal.
En este escenario, no sorprende que Fernando Limongi haga el diagnóstico de que las manifestaciones “no fueron decisivas”, consistiendo en meras presiones externas que tuvieron poco efecto amenazante sobre el sistema político. En consecuencia, según Limongi, el juicio político no provino de fuera del sistema político, sino que fue estimulado e impulsado por la oposición tucana. En resumen, para Limongi, el PSDB desempeñó un papel importante en el apoyo al juicio político –desde que Aécio Neves cuestionó el resultado– y en el estímulo y provisión de bases y recursos para los movimientos de juicio político (MBL, Revoltados Online y Vem pra Rua) .
Es sobre este tema que parecen surgir algunos puntos poco convincentes en los argumentos de Fernando Limongi. Su reconstitución del rol de los tucanes lo trata como cohesionador, articulador institucional del juicio político y con una posición sólida desde el inicio. Además, su análisis vincula al PSDB con los movimientos de destitución, de modo que estos últimos se convierten en apéndices instrumentalizados de los tucanes. Finalmente, su análisis tampoco toma en cuenta la relación entre el PSDB y los movimientos por el juicio político y los intereses expresados por la masa de manifestantes anti-PT presentes en las movilizaciones, que vale recordar eran en gran parte votantes de los tucanes.
¿Cómo explicar los abucheos dirigidos a los tucanes? ¿Cómo justificar las críticas a los movimientos dirigidas al PSDB en este contexto? ¿Cómo analizar los adjetivos de cobardía y debilidad pronunciados por líderes y manifestantes? ¿Cómo interpretar que tales movimientos, con la excepción de Vem pra Rua, estuvieran más cerca de Jair Bolsonaro y Lava Jato que del PSDB? No me parece que en el esquema explicativo de Fernando Limongi encontremos respuestas a tales interrogantes. Por el contrario, la acción del tucán por juicio político fue menos ordenada y lineal de lo que expone Fernando Limongi.
Por lo tanto, me gustaría rebatir estas tesis y proponer una perspectiva alternativa. En primer lugar, la posición del PSDB era poco cohesionada y el partido tardó mucho en adoptar el juicio político, cerrando tardíamente una posición pública, cuando la base de Dilma Rousseff ya se estaba desmoronando y Eduardo Cunha asumió la presidencia. frontal o trasero de la oposición. Con base en los materiales recopilados durante mi investigación, muestro que el PSDB estuvo dividido internamente durante la crisis política.
Tomo como punto de partida el cuidadoso argumento de André Singer, según el cual la acción del tucán se dividió en tres frentes guiados por los principales líderes de ese contexto: (a) impugnación de la elección y nuevas elecciones, abanderada por Aécio Neves; (b) alianza con el PMDB y juicio político, adoptado por José Serra; (c) apostar por el desgaste de Dilma Rousseff hasta las próximas elecciones, escenario favorable para Geraldo Alckmin.
De hecho, estos líderes tucanes se comportaron de esa manera durante la crisis, buscando individualmente las condiciones más favorables. Sin embargo, hubo una división más profunda que precedió a ésta, que sinteticé en la frase “entre dejarlo sangrar o hacerlo sangrar”, en referencia a la célebre expresión de Aloysio Nunes. Esta división enfrentó a una franja de diputados más jóvenes, enérgicamente antiptistas, contra las figuras del histórico tucanato. Así, el partido en su conjunto se dividió entre aceptar la destitución de Dilma Rousseff o preservar la normalidad democrática y dejar que el gobierno se erosione.
La primera opción fue adoptada de manera extemporánea por gran parte de los simpatizantes del PSDB en la Cámara, miembros más nuevos del tucán y más vinculados al antiPTismo -llamados cabezas negras por la prensa. La segunda postura, más cautelosa, fue adoptada por la mayoría de los líderes históricos del tucanato. Así, los responsables de mantener, durante la mayor parte del tiempo, la posición del partido fueron los miembros fundadores, más ligados a una identidad tucana, los “jefes” del partido, llamados cabezas blancas por la prensa.
En mi disertación expongo varios ejemplos de estas divergencias: presión pública de los más jóvenes, posiciones en la prensa del tucanato histórico, críticas a las acciones “cuanto peor, mejor” de los integrantes de la Cámara, divergencias ideológicas sobre cómo tratar temas como derechos humanos, etc. Hubo, en definitiva, una superposición de disidencias “generacionales”, relacionadas con el perfil ideológico e identitario de los tucanes, con disputas internas por la influencia. Internamente, los principales agentes tucán a favor de la destitución fueron el ala aecista y los políticos de la Cámara, como Carlos Sampaio y Bruno Araújo. Por eso, no me parece que el PSDB haya tomado una postura cohesionadora y que haya fomentado el juicio político desde el principio.
Me parece, en efecto, que los tucanes, al menos hasta la convicción interna, cuando los líderes históricos adoptaron el discurso a favor del juicio político, intentaron agitar su base. Fueron los mismos integrantes antes mencionados quienes buscaron conectar con la base social y establecer vínculos con los movimientos de destitución, tesis rechazadas por tucanes como FHC, José Serra y Aloysio Nunes.
Esto nos lleva a la relación entre el PSDB y los movimientos de juicio político. Hubo, de hecho, diálogos entre el PSDB y tales movimientos, especialmente Vem pra Rua. Sin embargo, eran agentes políticos aparte del PSDB. Lo que pude ver fue una fuerte presión de la MBL y Revoltados Online para que el PSDB adoptara el juicio político en su agenda. Los líderes de tales movimientos acusaron fuertemente al PSDB de ser cobarde. Janaina Paschoal, quien dialogó directamente con el PSDB en el tratamiento de la parte legal del juicio político, también se pronunció duramente contra el PSDB, diciendo que el partido no quería la destitución de Dilma Rousseff. En las manifestaciones iniciales, algunos tucanes participaron y hablaron, como recordó Fernando Limongi.
Algunos incluso fueron llevados en hombros y aplaudidos. Sin embargo, en las últimas dos movilizaciones, Aécio Neves y Geraldo Alckmin fueron hostigados y no pudieron permanecer ni 30 minutos. Cuando se pronunciaba desde lo alto de los coches con sonido, otros nombres de tucanes eran abucheados. Entre estas dos situaciones, los movimientos de juicio político jugaron un papel importante en el desgaste del PSDB, en sintonía directa con la base de las movilizaciones. Desde este punto de vista, la relación entre el PSDB y los movimientos de juicio político es más compleja que meramente instrumental.
Concluyo señalando una implicación de esta perspectiva. El desconocimiento del papel de la base de apoyo social, en conexión directa con Lava Jato, y el cerco mediático de la prensa mayoritaria contra el gobierno eclipsa a actores relevantes del proceso político. Esta devaluación incluso hace que Fernando Limongi postule lo siguiente: con todo el sistema político afectado, incluso la derecha y el centro, “eso le queda a Jair Bolsonaro”. Sin embargo, es precisamente en el vacío de representación que dejó la expulsión de los tucanes, cuando la voz de los manifestantes aún era lavajatismo, que Jair Bolsonaro y el bolsonarismo trabajarán meticulosamente para llegar a sus bases.
Jair Bolsonaro no aparece de la nada, pero poco a poco va ganando terreno en las movilizaciones y en las redes sociales, como muestra la investigación cuantitativa que analicé. Sin embargo, la formación del bolsonarismo está más allá del alcance de este breve comentario.
* Arturo Salomón es candidato a doctor en ciencias políticas en la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp).
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