Poder invisible y gestión del espectáculo.

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por SERGIO AMADEU DA SILVEIRA*

¿Somos capaces de unirnos y construir alternativas a la comunicación culturalmente empobrecida y homogeneizada que operan las Big Techs?

1.

En un breve ensayo titulado Democracia y secreto,[i] El jurista italiano Norberto Bobbio afirmó que “la democracia es idealmente el gobierno del poder visible, es decir, el gobierno cuyos actos se desarrollan en público bajo el control de la opinión pública”. Sin ninguna ingenuidad, los Estados considerados democráticos tienen vastas áreas de opacidad, especialmente en sus actividades de seguridad, inteligencia y defensa. Sin embargo, para que un Estado sea considerado democrático, los mecanismos centrales para definir la dirección del poder, especialmente las elecciones, deben ser muy visibles y controlados públicamente.

Además, la transparencia en los procesos democráticos de toma de decisiones no es suficiente.[ii] Debe haber equidad en la disputa por la formación de la opinión de la población. La existencia de elecciones frecuentes no es suficiente. En ellos, quienes compiten por el gobierno necesitan tener condiciones mínimamente iguales de debate, exposición de ideas y comunicación. Sin esto, la formación de la mayoría se ve comprometida debido a la distorsión autoritaria del proceso.

El poder económico ilimitado y la censura política de ciertos grupos tienen casi el mismo efecto en la formación de la opinión de la población. Ambos distorsionan y bloquean la capacidad de comunicación y alteran la constitución de la mayoría y la percepción de la realidad por parte de la población. El primero por poder corromper y distorsionar con el poder del dinero el proceso de disputa, que debería ser mínimamente equitativo. El segundo, al bloquear la libertad de expresión de las ideas e impedir que la sociedad tenga conocimiento o acceso a determinadas proposiciones.

Aquí, antes de continuar, vale la pena señalarlo. Varios países democrático-liberales prohíben la propaganda nazi, ya que su doctrina apunta a destruir la democracia. Varios mecanismos de protección de la democracia están ampliamente incorporados en su legislación.

Otra distorsión importante en la formación de la opinión de la población es la desinformación. Organizar la voluntad de la mayoría a partir de mentiras, de hechos que no ocurrieron, de la negación de la ciencia o de su descontextualización es fundamentar la democracia en la irrealidad. La elección de dirección de un gobierno puede verse afectada por la desinformación cuando la falsificación de la realidad se convierte en verdad y forma una eventual mayoría. La cuestión no es sencilla, porque en cierto modo, la ideología dominante trae legitimaciones basadas en la falsificación de la realidad y en supuestos que no están sustentados por la historia. Este es un gran problema, la relación entre desinformación e ideología.

2.

El sentido común que nos guía y nos permite organizar nuestra vida cotidiana tiene innumerables rasgos y elementos reaccionarios y, a la vez, solidarios, avanzados y orientados hacia la justicia como equidad. Tal solidaridad emana de una larga historia de la gente común y corriente y de su resistencia, su forma de vida y apoyo a sus pares, de enfrentar el sufrimiento, de iniciativas de atención colectiva, especialmente en los sectores más empobrecidos de la sociedad. Pero el sentido común también está lleno de opiniones discriminatorias, un culto a valores reaccionarios, una esperanza en el individualismo egoísta. El sentido común casi siempre está dominado por la ideología del capital, a pesar de coexistir con un constante extrañamiento originado en la realidad.

Llegamos así al gran problema al que nos enfrentamos hoy. La extrema derecha, llena de dinero, decidió dominar los procesos de formación de opinión basados ​​en la desinformación para acelerar la destrucción de la democracia. Uno de los principales líderes de la extrema derecha trumpista, Peter Thiel, ex socio de Elon Musk, afirmó en 2009: “Ya no creo que la libertad y la democracia sean compatibles”.[iii] La mayoría de los empresarios y teóricos neoliberales ya no toleran la idea de un gobierno que pueda limitar el poder económico y la fuerza empresarial del capital. ¿Se ha convertido Silicon Valley en el valle encantado del neoliberalismo? Quizás siempre lo fue, pero ahora asume este estatus doctrinal. Las grandes tecnológicas se convierten en infraestructuras políticas para la extrema derecha.

Según la encuesta TIC Hogares 2024,[iv] De los brasileños y brasileñas conectados a Internet, el 92% utiliza mensajería instantánea (Whatsapp, Telegram, etc.) y el 81% tiene perfiles en redes sociales. Así, estos dispositivos se han vuelto fundamentales en el proceso diario, para hablar con la familia, para concertar actividades con amigos, para acciones profesionales, para entretenimiento, etc. Según la investigación mencionada, el 46% de las personas conectadas en Brasil siguieron en vivo y transmisiones de audio o video en las plataformas de la red. Estos datos confirman que el poder de fuego de las Big Techs es innegable. También demuestran que la gran presencia de diferentes segmentos de la población en las redes sociales en línea otorga a las Big Tech un poder de acceso nunca antes visto en la historia.

Las redes sociales en línea se presentan como espacios neutrales y públicos. Pero esto no es más que propaganda. Los términos de uso de estas redes sociales cambian en función de los intereses de sus propietarios y de los grupos inversores que las dominan. Dicen que hacen todo lo que hacen solo para mejorar nuestra "experiencia". En realidad, su lógica es de monetización extrema. Casi todo se convierte en recursos para enriquecer a sus accionistas o propietarios exclusivos.

Pero ¿cómo consiguieron tanto éxito? En primer lugar, uniendo a las personas en su vida cotidiana. En segundo lugar, porque utilizan el modelo de acceso gratuito a la plataforma. En tercer lugar, recopilando datos de los usuarios y analizando su comportamiento en línea para formar su perfil de consumo e interés. Cuarto, porque utilizan sistemas algorítmicos, en general redes neuronales artificiales, para modular la atención de los usuarios. Quinto, calibrando sus algoritmos para favorecer contenidos llamativos o espectaculares.

Sólo podremos navegar por una red social, por ejemplo Facebook o Instagram, si estamos suscritos a ella. Luego dejamos tu contraseña guardada en nuestro navegador y nos olvidamos de ella, ya que ni siquiera necesitamos introducirla cada vez que accedemos a la red social. Es una práctica habitual que muchas personas se despierten y vayan directamente al móvil a ver las noticias de su cliente de mensajería instantánea o de su red social favorita. Se reemplazó la práctica de leer el periódico en la mesa del desayuno. Cada vez más personas obtienen información a través de WhatsApp y las redes sociales online. Quienes gestionan el contenido que se expondrá en estas redes son sistemas algorítmicos invisibles. Aquí volvemos a Norberto Bobbio.

Cuando alguien se une a una red social online, el sistema algorítmico controlado por las Big Tech organiza lo que cada persona debe ver, leer y oír. Entre los miles de contenidos que se publican cada minuto, los algoritmos elegirán aquellos que más puedan captar la atención de cada individuo. Este proceso de modular la atención[V] Es posible porque las Big Tech tienen una base de datos con el perfil de cada usuario. La formación del perfil se lleva a cabo mediante un seguimiento constante de cada clic que realiza el usuario en la red social y durante la navegación por Internet. El viaje del usuario fuera de la red social es capturado por galletas y otras formas de monitorear persistentemente a las personas en las redes digitales. Con información sobre el comportamiento y el análisis de qué temas, temas, colores, sonidos y amigos son más interesantes para un determinado usuario, las Big Tech pueden formar su perfil.

3.

Nada de esto es estático y mucho menos visible. Las grandes tecnológicas están experimentando una intensa competencia. Google del Grupo Alphabet no pasará los datos de sus usuarios a Microsoft, que no los pasará a Amazon y mucho menos a las redes de Meta Group o Apple. Así, cada una de estas Big Techs recopila datos de cada persona del planeta que logran convertir en usuario de alguno de sus servicios. Almacenan estos datos en sus centros de datos de hiperescala. Para recopilar datos, es necesario crear un dispositivo para crear y capturar información. Las métricas de las Big Tech no son naturales, objetivas ni supremas.

Fueron creados con el objetivo de servir en la cuantificación de algunos de sus negocios. El número de amigos en Facebook no es ni más ni menos que un botón en el que alguien hace clic y pide el consentimiento de quienes quisieran tener una relación. Como la lógica de las redes sociales es la de la popularidad, los usuarios aceptan 'amistad' de personas que nunca han conocido y que ni siquiera saben quiénes son. La cantidad es el elemento crucial de la dinámica de los sistemas algorítmicos.

Todo este ordenamiento se basa en la producción de desencadenantes y captadores de atención. La modulación no es lo mismo que la manipulación. La modulación es el acortamiento de la realidad organizado mediante algoritmos para captar nuestra atención y ofrecernos caminos que podemos seguir en función de los vínculos presentados. Podemos rechazarlos, pero la apuesta de las Big Tech es que la mayoría los acepte. Por tanto, los algoritmos favorecen el contenido espectacular. Todo debe ser espectacular, visualmente impactante, diferente, para cada segmento y microsegmento de la sociedad. Estos procedimientos, esta gestión de la atención y del espectáculo.[VI] se lleva a cabo mediante sistemas algorítmicos que son invisibles para quienes se ven afectados por ellos.

Recientemente, un diputado de extrema derecha de Minas Gerais obtuvo más de 300 millones de visitas en un vídeo desinformativo en Instagram. La distribución del vídeo en la red del Grupo Meta fue rápida y probablemente fue impulsada por los sistemas algorítmicos de Instagram. Sin duda, la visibilidad y el alcance son métricas diferentes. Ver es la cantidad de veces que se ha visto el contenido. Esta métrica es inteligentemente visible, ya que a las Big Tech les interesa atraer la atención de sus usuarios basándose en la lógica de que el contenido más visitado es contenido que debería verse. Sin embargo, no se revela el alcance del contenido.

El alcance es la cantidad real de personas que realmente vieron el contenido al menos una vez. Sin duda, las dos métricas también pueden ser manipuladas y construidas artificialmente por los gestores de redes sociales online. Sin embargo, las Big Techs impugnarán los análisis y las quejas con lo que Frank Pasquale[Vii] lo llama ofuscación. Se trata de evasivas y discursos pseudoéticos con el argumento de que el supuesto se hace con muestras insuficientes o sesgadas.

La transparencia no existe en la gestión de las redes sociales online. Es un poder invisible que actúa en la formación de la opinión pública. Como hay una evidente adhesión de los propietarios de las Big Tech a la extrema derecha y al neofascismo, queda la pregunta de cómo utilizarán su poder invisible. Con la decisión de Donald Trump de hacer explícita la política de lucha contra la regulación democrática de las plataformas, parece que el poder invisible es cada vez más libre para difundir desinformación, para destruir la integridad de la información.

En Brasil, la regulación de las plataformas está bloqueada por la alianza de Centrão con la extrema derecha. Los lobbistas de las Big Tech trabajan estrechamente con el Congreso Nacional y saben que la mayoría de derecha podría volver a ser hegemonizada por la extrema derecha. El poder y la gestión invisible del espectáculo parece poner al servicio de la extrema derecha estas organizaciones digitales verticales que llamamos redes sociales.

Regular es poner reglas, límites, definir posibilidades. Las reglas son fundamentales, pero no ganan el juego. La izquierda y los antifascistas deben considerar seriamente la necesidad de presentar alternativas cultural y cotidianamente relevantes a las plataformas controladas por las grandes tecnológicas. Necesitamos pensar en nuevas arquitecturas para involucrar a la gente, necesitamos construir un movimiento culturalmente soberano que atraiga la enorme creatividad de nuestro país para tropicalizar, torcer, reconfigurar y recombinar las tecnologías digitales.

Podemos poner en marcha la diversidad para reflejar nuestras visiones del mundo. ¿Somos capaces de unirnos y construir alternativas a la comunicación culturalmente empobrecida y homogeneizada que operan las Big Techs? ¿Podemos combinar las experiencias y culturas de las periferias en nuevos arreglos digitales que hagan frente a la interfaz limitada y aburrida de Zuckerberg?

*Sergio Amadeu de Silveira es profesor de la Universidad Federal del ABC. Autor, entre otros libros, de Colonialismo de datos: cómo opera la trinchera algorítmica en la guerra neoliberal (Autonomía literaria). Elhttps://amzn.to/3ZZjDfb]

Notas


[i] BOBBIO, Norberto. Democracia y secreto. Traducción: Marco Aurélio Nogueira. São Paulo: UNESP, 2015.

[ii] SILVEIRA, Sergio Amadeu. Democracia y códigos invisibles: cómo los algoritmos modulan el comportamiento y las elecciones políticas. Ediciones Sesc, 2019.

[iii] TIERRA, Nick. La iluminación oscura. Prensa Imperium, 2023, pág. 2.

[iv] CETIC.BR. Hogares TIC – 2024. Enlace: https://cetic.br/pt/tics/domicilios/2024/individuos/

[V] SILVEIRA, Sergio Amadeu. La noción de modulación y sistemas algorítmicos. PAULUS: Revista de Comunicación FAPCOM, v. 3, no. 6, 2019.

[VI]         El término espectáculo está inspirado en la definición presente en el texto: DEBORD, Guy. La sociedad del espectáculo. Río de Janeiro: Contraponto, 1997.

[Vii]       PASCUAL, Frank. La sociedad de la caja negra: los algoritmos secretos que controlan el dinero y la información. Prensa de la Universidad de Harvard, 2015.


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