por SERGIO HALIMI*
Biden avanza en las políticas de Obama, y uno de los elementos más prometedores del plan Biden es su universalidad.
Tres días antes de que Trump se trasladara a la Casa Blanca, el presidente chino, Xi Jinping, viajó a Davos, donde advirtió a Estados Unidos contra el proteccionismo. Hoy, es la política de relanzamiento impulsada por Joseph Biden lo que tiene a los líderes chinos alarmados. Lo ven como un “riesgo sistémico” para el orden económico actual.
Estados Unidos, en cualquier caso, acaba de aprobar una de las leyes más progresistas de su historia. Abandona estrategias económicas adoptadas en las últimas décadas que favorecían la rentabilidad del capital –“start-ups” y rentistas– y agravaban el abandono de las clases populares. Rompe con políticas públicas acosadas por el temor a un retorno de la inflación y una explosión de la deuda. Y ya no busca convencer a los neoliberales y sus financistas con recortes de impuestos cuyos resultados terminan afluyendo a la bolsa de valores, inflando la burbuja financiera.
Con su plan de emergencia de US$1.9 billones (casi el 10% de la producción anual de riqueza del país), al que debería seguir un programa de inversión en infraestructura, energía limpia y educación (US$3 billones en 10 años), el exvicepresidente de Barack Obama parece haber aprendido por fin la lección de toda esta historia y también del fracaso de su ex “jefe” que, siendo demasiado prudente y centrista, no quiso aprovechar la oportunidad generada por la crisis financiera de 2007-2008 para impulsar un nuevo Nuevo Trato. “Con una economía mundial en caída libre”, se justificó Obama, “mi tarea prioritaria no era reconstruir el orden económico, sino evitar un nuevo desastre”[i][ii]. Mientras tanto, obsesionada con la deuda, Europa se autoinfligió una década de desmantelamiento presupuestario, cierre de camas de hospital...
Uno de los elementos más prometedores del plan Biden es su universalidad. Más de 75 millones de estadounidenses con ingresos anuales de menos de $000 ya recibieron un nuevo cheque por $1400 del Tesoro. Ahora, durante un cuarto de siglo, la mayoría de los estados occidentales han condicionado sus políticas sociales a límites de recursos cada vez más bajos y acuerdos laborales punitivos y humillantes.[iii]. El resultado de esto ha sido que quienes no reciben nada más, a pesar de su necesidad, se ven alentados a detestar las políticas públicas que ellos mismos financian pero que benefician a otros. Luego, acicateados por los medios de comunicación, acaban creyendo que su dinero va a parar a manos de ladrones y parásitos.
La crisis del Covid-19 puso fin a esa conversación. Ya no es posible culpar a los asalariados y trabajadores por cuenta propia de su condición, ya que todo su trabajo ha sido brutalmente interrumpido. En ciertos países, el 60% de quienes recibieron alguna ayuda asociada a la pandemia nunca habían recibido otra[iv]. El Estado los ayudó sin demora, “cueste lo que cueste” y sin hacer clasificación alguna. Hasta ahora, pocos se han quejado, aparte del periodismo financiero y... la China popular.
* Serge Halimi es periodista del periódico francés Le Monde diplomatique.
Traducción: daniel paván
Publicado originalmente en el diario Le Monde diplomatique.
Notas
[i] Barack Obama, Una tierra prometida, Crown, Nueva York, 2020.
[ii] Barack Obama, Una tierra prometida, Crown, Nueva York, 2020.
[iii] Véase Anne Daguerre, « Emplois force pour les bénéficiaires de l'aide sociale », Le Monde diplomatique, junio de 2005.
[iv] Según el organismo asesor de Boston Consulting Group (BCG), citado por The Economist, Londres, 6 de marzo de 2021.