por MORGANA MOURA ROMÃO & MARCIO LAURIA MONTEIRO*
Es imposible borrar la importancia de la clase obrera cubana en haber moldeado decisivamente la revolución.
El primer día de enero de 1959 se escribió un nuevo e importante capítulo para la historia de América Latina y para el socialismo internacional. Ese día, un ejército popular encabezado por Fidel Castro y el Movimiento 26 de Julio (M26J) llegó al poder en la pequeña isla del Caribe, ubicada tan cerca de las fronteras estadounidenses, derrocando la dictadura de Fulgencio Batista. Este evento no solo inspiró nuevos procesos de lucha popular en los países periféricos de América Latina, sino que también promovió cuestionamientos teóricos y prácticos sobre cómo se daría una revolución socialista en estos lugares, lo que llevó a la popularización del foco guerrillero en muchos países.
Sus características más destacadas en un principio, como sus direcciones pequeñoburguesas, sus movimientos guerrilleros y el importante peso de la mano de obra rural, contribuyeron a que el carácter campesino de la revolución se convirtiera casi en un consenso entre las izquierdas del mundo. El propio discurso oficial del régimen fomentó esto al presentar la revolución como el resultado de un pequeño y heroico grupo de jóvenes guerrilleros que consiguieron el apoyo del campesinado pobre en una lucha por la democracia y la liberación nacional.
Esta atribución, sin embargo, relega e incluso borra el importante papel jugado por el proletariado cubano en el derrocamiento del régimen de Batista, en la radicalización de la revolución y en su transformación en un proceso anticapitalista. Incluso desde un punto de vista marxista, sería impensable una revolución social anticapitalista sin la participación del proletariado, ya que la socialización a gran escala de los medios de producción no se realiza meramente por decreto, con la aceptación pacífica de la burguesía. de su propia expropiación.
Primero, vale la pena mencionar que el programa original de Castro y el M26J no tenía un carácter socialista. Ambos buscaban el derrocamiento de la dictadura de Batista, el retorno de la Constitución de 1940, la liberación del país del yugo del imperialismo yanqui y el establecimiento de una reforma agraria limitada. Estos objetivos, que se enmarcaban en tareas mínimamente democráticas, orientaron a la Revolución cubana en su primera fase. No fue casualidad que sectores del gobierno estadounidense apoyaran inicialmente la caída de Batista, dada su creciente impopularidad e inestabilidad, y buscaran la conciliación con el nuevo gobierno cubano, que inicialmente estaba integrado por una coalición de demócratas liberales, con el M26J limitado al control de las fuerzas armadas.
Aún así, la estrategia del M26J no estaba fuera de lugar en la lucha de las masas. A diferencia del intento de toma del cuartel Moncada en 1953, que fue una operación puramente militar, la llegada de los abuela Cuba en 1956 debería haber tenido lugar junto con una huelga general en Santiago y sus alrededores como una forma de desestabilizar el régimen y permitir que los rebeldes tomaran el poder. Fue una inspiración directa de la forma en que fue derrocada la dictadura de Gerdado Machado, en 1933, con una huelga general de la clase obrera. La huelga tuvo lugar; sin embargo, una tormenta impidió que los rebeldes llegaran a las costas de Santiago el día pactado, lo que derivó en el enfrentamiento que los redujo a 22 personas y los obligó a refugiarse en la Sierra Maestra, donde desde 1955 combate por parte de de campesinos recién expropiados.
En ese momento, el régimen de Batista ya enfrentaba un gran desgaste entre las masas populares y se estaban produciendo importantes huelgas, como la de los trabajadores bancarios, en 1955, y la de los trabajadores del sector azucarero, en 1956, que tenían tanto consecuencias económicas como económicas. agendas y también exigieron el fin de la dictadura. Este desgaste se acrecentó aún más con la creciente represión policial a partir de 1955, que también condujo al distanciamiento de los sectores medios; por ejemplo, las elecciones del 3 de noviembre de 1958 estuvieron marcadas por la abstinencia de más del 80% de la población, a pesar de que el voto era obligatorio. Alrededor de 1957-58, incluso sectores de la comunidad empresarial cubana y agentes de la CIA que trabajaban con la Embajada de EE. UU. estaban en contra de Batista, una pequeña guerrilla rural a un Ejército Rebelde, y hubiera sido imposible que tal ejército derrotara a los 26 de Batista.
Consciente de que la lucha militar no sería suficiente, el M26J nunca dejó de tener una actuación en las ciudades, que originalmente fue coordinada por Frank País. Esta acción urbanística implicó negociaciones con sectores de la oposición liberal para una acción unitaria contra el régimen, expropiaciones para abastecer al Ejército Rebelde y acciones terroristas para desestabilizar el régimen. Sin embargo, no se limitó a la “guerra de guerrilla urbana”. Al principio, el M26J organizó una fuerza sindical clandestina, su Sección de trabajadores, coordinado por País y Antonio Torres (Ñico), que estuvo presente en casi todas las categorías sindicalizadas, organizando alrededor de 15 trabajadores en el momento de la caída de Batista. Su acción estuvo guiada tanto por causas económicas y por el fin del régimen, como por la oposición a la conciliación de la dirección del Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC) con la patronal y la dictadura.
la fuerza de Sección de trabajadores se expresó con una reacción popular al asesinato de País, en julio de 1957, que provocó el estallido de una huelga general en Santiago contra Batista que duró cinco días y se extendió a Oriente, Camagüey y Las Villas. Esta huelga contó con el apoyo de muchos comerciantes y con algunos casos de fábricas ocupadas por sus trabajadores. En abril de 1958, apostando nuevamente por la huelga general como forma de derrocar al régimen, el M26J organizó la Frente Nacional de Trabajadores junto con otros sectores de la oposición, pero dejó fuera a los estalinistas Partido Popular Socialista (PSP, el “Partido Comunista de Cuba”), que fue la principal fuerza de oposición en el movimiento sindical. Había una enorme desconfianza de los miembros del M26J con el PSP, por su historial de colaboración con el primer gobierno de Batista, cuando controlaba la CTC. El paro fue fuerte en Santiago y otras ciudades, pero fracasó a nivel nacional. Como resultado, el PSP fue incluido en el Frente, que se convirtió en el Frente Unido Nacional de Trabajadores (FONO).
Además del paro general de abril, 1958 fue también un año de importantes encuentros sindicales organizados por el M26J y otras fuerzas de oposición en los territorios ya liberados por el Ejército Rebelde, como el encuentro nacional de los Sección de trabajadores y la Primera Conferencia Nacional de Trabajadores Azucareros en Territorio Libre. Entre estas reuniones, también vale la pena mencionar el Congreso de los Trabajadores en Armas, impulsado por los sectores que integraron el FONU, con 110 delegados elegidos desde la base entre diferentes categorías, incluidas las más estratégicas, como los trabajadores agrícolas e industriales en los sectores azucareros, y los trabajadores de los sectores ferroviario, portuario, eléctrico, minero, de la construcción civil, etc.
Este Congreso de Trabajadores Armados jugó un papel clave en impulsar la huelga general del 31 de diciembre al 1 de enero de 1959, que aseguró que las fuerzas armadas no establecieran un régimen de continuidad después de la fuga de Batista. Junto a este paro, se llamó a la población en general a salir a la calle y ocupar oficinas públicas, cuarteles del ejército y puestos policiales, lo que permitió que el Ejército Rebelde llegara a la capital. El odio popular hacia Batista fue tan grande que sus propias tropas se negaron a luchar y desertaron en varios lugares, y muchos se unieron al Ejército Rebelde, que pasó de unos 400 soldados a principios de 1958 a unas pocas decenas de miles a fines de la década de XNUMX. año. . La caída de Batista fue, por tanto, el resultado de mucho más que la mera acción de unos pocos guerrilleros, como propaga el discurso oficial.
La disolución del ejército y la policía no es sólo un elemento clásico de una revolución proletaria, sino un paso crucial hacia su éxito. Desde el momento en que el brazo armado del estado burgués fue reemplazado por el ejército rebelde y las milicias populares, la columna vertebral del estado burgués fue destruida. Por mucho que la oposición liberal dominara el nuevo gobierno revolucionario, el poder estaba en manos del M26J, y se basaba en una amplia masa popular, interesada en una reforma agraria radical en el campo y una mejora sustancial de las condiciones de trabajo en las fábricas y empresas. .
El cerco económico posterior impuesto por EE.UU. a Cuba y el radicalismo de esta masa popular empujaron el proceso más allá de los objetivos iniciales del M26J, de restablecer la constitución burguesa de 1940, que tuvo que apoyarse en tal radicalismo para evitar que la contrarrevolución impulsada por el imperialismo del triunfo. Ante la amenaza contrarrevolucionaria, que se manifestó con mayor fuerza en 1961 en la invasión de Playa Girón, se llevó a cabo una amplia depuración del aparato estatal (fuerzas armadas, aparato político, judicial, administrativo) y se nacionalizó y aumentó el número de empresas nacionales y extranjeras que saboteaban el nuevo gobierno.
En la lucha contra la contrarrevolución, el proletariado jugó un papel fundamental al hacer huelgas por mejores condiciones de trabajo y la readmisión de compañeros despedidos en anteriores movilizaciones; al ocupar empresas; y en exigir su nacionalización bajo el control de los comités de huelga; además de salir a las calles en manifestaciones masivas. Los pequeños y medianos campesinos, especialmente aquellos que habían sido expropiados por los terratenientes a lo largo de la década de 1950, también jugaron un papel importante en la ocupación de tierras y en la imposición de una amplia reforma agraria. Con eso, el orden burgués fue destruido en Cuba, y el régimen controlado por el M26J asumió la defensa de la propiedad socializada como forma de supervivencia. El hecho de que en Cuba las reivindicaciones democráticas y la liberación nacional sólo hayan podido lograrse mediante la expropiación del capital nativo e imperialista es una prueba importante de la Teoría de la Revolución Permanente de León Trotsky, que ya había sido confirmada en Rusia en 1917, con la Revolución Soviética.
A pesar de haber utilizado en su beneficio la lucha revolucionaria del proletariado y los campesinos, el M26J no estaba dispuesto a que estos sectores tomaran el control del régimen. Su alianza con el PSP, por lo tanto, no solo pretendía obtener el apoyo económico y político de la URSS, sino que también apuntaba a contener y proteger la acción proletaria compartiendo el control de la CTC y los sindicatos con el PSP. De esta manera, los comités de huelga y las milicias que surgieron de esta lucha fueron rápidamente reducidos a órganos consultivos, cuando no disueltos, y se desincentivó la lucha autónoma. Los Comités de Defensa de la Revolución, creados en 1960, ayudaron a encauzar la rebelión plebeya hacia el control estatal y legitimar el nuevo régimen con una faceta seudodemocrática, mientras se perseguía a los sectores más radicales. La formacion de Organizaciones Revolucionarias Integradas, en 1961 (antecesor del actual PCC), fue el primer paso para bloquear la existencia de otras organizaciones políticas al imponer el actual régimen de partido único.
Con eso, los trotskistas cubanos del Partido Revolucionario de los Trabajadores (POR), por ejemplo, por defender la expansión internacional de la revolución y un régimen de democracia proletaria basado en un gobierno de consejos obreros, fueron duramente perseguidos y obligados a disolver su organización. Incluso el M26J, especialmente su Sección de trabajadores, se depuró de sus sectores más radicales. De esta manera, hasta el día de hoy la clase obrera cubana se ve impedida de definir el rumbo del país, a pesar de las importantes conquistas sociales que obtuvo, las cuales necesitan ser defendidas contra la restauración capitalista. Es instructivo señalar que el propio Guevara eventualmente se distanció del régimen por su curso cada vez más burocrático y autoritario, y también por el abandono de la perspectiva de expansión internacional de la revolución.
Con base en estos elementos, no es posible afirmar que la Revolución Cubana fue una “revolución campesina” y que el protagonismo recayó en un pequeño grupo de guerrilleros. La revolución solo triunfó gracias a la organización de poderosas huelgas generales, ocupaciones de fábricas y la formación de un Ejército Rebelde de base popular. Es imposible, por lo tanto, borrar la importancia de la clase obrera en haber moldeado decisivamente esta revolución. El discurso aún imperante de que la clase obrera no jugó un papel en la Revolución Cubana, o que ese papel fue secundario, sólo sirve a los propósitos de la camarilla burocrática que se mantiene en el poder, que se aprovecha de innumerables privilegios y que impide la auto-autorización. gobierno de los trabajadores. No existe tal cosa como “socialismo en una isla”. La transición efectiva de Cuba al socialismo sólo será posible con el estallido de nuevas revoluciones proletarias en todo el mundo y con la toma del poder por los consejos obreros; de lo contrario, la burocracia castrista allanará el camino para la restauración del capitalismo, como sucedió en la URSS entre 1989 y 1991, para llevar a millones de trabajadores al hambre y la miseria. ¡Viva la revolución cubana y la clase obrera! ¡Socialismo o barbarie!
*Morgana Moura Román Licenciado en Historia por la Universidad Federal Fluminense (UFF).
*Márcio Lauria Monteiro es estudiante de doctorado en historia en la Universidad Federal Fluminense (UFF).
Referencias
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