El núcleo duro del bolsonarismo

Imagen: Artem Berliaikin
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por LUIZ MARQUÉS*

Pocas veces se ha ubicado una élite en el mapa mundial con tanto desprecio y odio por los pobres

“Y la memoria de todo desmantelará sus dunas desiertas, / y nuevos hombres eternos navegarán en naves” (Cecília Meireles, poema Anuncio).

El general, el juez y el juez.

Un general de cuatro estrellas explicó la formación del pueblo brasileño a través del mito falaz de la democracia racial: la narrativa del mestizaje de las razas originarias: indígena, blanca, negra. Dijo que “heredó la cultura de los privilegios (¿pensión vitalicia para las hijas solteras?) de los íberos, la indolencia (¿ante la gestión genocida del Mayor General en el Ministerio de Salud?) Comandante en Jefe, Septiembre 7?) de los africanos”.

Entre líneas, con tacanhez, reveló cómo la historia de Brasil se (des)aprende en las academias militares para predicar una armonía inexistente y sofocar la idea de conflicto. Para Florestan Fernandes, en cambio, el legado del período colonial-esclavista vigente durante más de tres siglos no fue el mestizaje en términos de nacionalidad, sino la brutal desigualdad étnico-racial. Actualizada en la ley colonialista sobre el “marco de tiempo” y presenciada día a día en el cinturón de ciudades. La esclavización de los negros y la expropiación de las tierras indígenas fraguaron, a hierro y fuego, la brasilidad ardua.

Un juez federal, en artículo de prensa, se opuso a la adopción de cupos para afrodescendientes en las universidades, argumentando: “Para nosotras, las mujeres, no había necesidad de estipular cupos. La igualdad de condiciones con los hombres nos bastó para ser mayoría en todas las carreras universitarias del país hoy”. ¿Nosotros, quiénes?, cuestionó Sueli Carneiro (Racismo, Sexismo y Desigualdad en Brasil, Ed. Selo Negro): “El uso del pronombre 'nosotros' sugiere que las mujeres son un grupo homogéneo que comparte equitativamente las oportunidades sociales, especialmente en lo que se refiere al acceso a la educación... Datos del Ministerio de Educación, en el año 2000, muestran que sólo El 2,2% del contingente de graduados universitarios eran negros, mientras que los blancos representaban el 80%”. La magistrada tampoco consideró el hecho de que los hombres ingresen al mercado laboral antes que las mujeres, en perjuicio de su permanencia en el sistema educativo. No impide que las mujeres necesiten la más cinco años de escolaridad para igualar las posibilidades de los hombres de obtener un empleo en el sector formal.

No es casualidad que las políticas de acción afirmativa tengan lugar en una gran variedad de países, según una encuesta de la fundadora del Geledés Instituto da Mulher Negra: Estados Unidos, Inglaterra, Canadá (pueblos indígenas, mujeres, negros), India (medidas especiales promover dalits, los intocables), Colombia (indígenas), Australia, Nueva Zelanda, Malasia (grupo étnico mayoritario, bumiputra), Rusia (4% de las plazas de la Universidad de Moscú para siberianos), Israel (falasha, judíos de origen etíope), Alemania (mujeres), Nigeria (mujeres), Sri Lanka, Sudáfrica, Noruega, Bélgica (inmigrantes), Líbano (participación política de diferentes sectas religiosas), China y Perú. La consolidación de los valores republicanos y democráticos es inseparable de la realización de la igualdad sustantiva, que elimina la discriminación anterior para que la ecuanimidad abstracta tenga una correspondencia concreta en la realidad social. Ciertas diferencias requieren un trato desigual, especialmente en el campo de los derechos sociales. Ignorar las disparidades es un acto de complicidad con las injusticias. Centrarse en ellos es un acto de liberación de viejas cadenas.

Un juez, por su parte, hizo público el indecoroso autoelogio del Poder Judicial: “Nuestro diferencial (¿ético? ¿intelectual? ¿de raza?) siempre ha estado en el 'valor de nuestra gente' (¿quién no?)... en una de las instituciones más reconocidas”. Justificó la corriente interminable de errores indecentes en lenguaje calvinista que convirtió a la corporación en una casta elegida. Comprende los predicados. El dilema era la opción entre pecar, por hipocresía, engañar al público sin que éste se diera cuenta o, por cinismo, dejar que la plebe percibiera la burla. Continúa Vuestra Excelencia: “Es precioso (¿para quién?) que la sociedad reflexione sobre esto (¿qué?) antes de criticar medidas (¿cuáles?) que pretenden promover lo menos posible (¿cuánto?) mantener un estándar (¿maharajá?) de valoración, al menos similar a la implementada en otros estados (¿dónde?) de la federación (¿competencia sobre qué jurisdicción chupa más tetinas estatales?). No se puede tener calidad (¿funcional, con sesenta días de vacaciones?) con desprecio (¿por la jurisprudencia proempresarial?)”. Los huecos denuncian descaro. Qué vergüenza, doctor.

¿Cómo contemplar los requisitos mínimos de igualdad entre los ciudadanos para construir una verdadera República, con tales distorsiones semánticas de la realidad? Al enfrentarse a tan cínica razón, Jesse Souza (La locura de la inteligencia brasileña, Ed. Leya) disparó: “Los individuos y clases sociales enteras tienen que ser, efectivamente, hechos de 'tontos' para que se eternice la reproducción de privilegios flagrantemente injustos”. El saqueo a corto plazo es el sello distintivo de las élites nativas, manipuladoras por vocación. No es un proyecto nacional.

La construcción de la subjetividad neoliberal

El general, el juez y el juez, en la alusión que prescinde de los nombres para evitar singularizaciones embarazosas, desempeñan –a efectos de este razonamiento– el papel de los “tipos ideales” weberianos como exponentes del conservadurismo del núcleo duro del brasileño. clase media, es decir, del bolsonarismo. Por ignorancia o mala fe, el uniforme y las togas retroceden hacia el liberalismo moral y económica, ninguno por delante para la aplicación de políticas igualitarias que frenen los privilegios antirrepublicanos.

No expresan idiosincrasias. Más bien, comparten características atávicas de clase social: (a) La visión acrítica de un pasado mítico que equiparó conflictos, superó el colonialismo (racismo) y la lucha de clases. Como si el patio entre Casa Grande y Senzala hubiera sublimado la dialéctica de la dominación vs subordinación con una síntesis superior; (b) La visión acrítica de la meritocracia, resultado del esfuerzo personal, para descalificar los dispositivos de corrección de las condiciones precarias de nacimiento y la tradición secular del patriarcado (sexismo). Como si las divisiones étnicas, sociales y de género se hubieran perdido en el tiempo; (c) La visión acrítica del patrimonialismo practicado por la clase media a través de categorías profesionales que parasitan al Estado. Como si la Constitución de 1988 hubiera aprobado botín para lucirse”el valor de nuestra gentecon consumos de lujo y viajes a Miami.

“La clase media brasileña hereda el abuso y el sadismo de sus abuelos… ni siquiera perciben la esclavitud como nuestra semilla social más importante. El disparate del patrimonialismo, y de la corrupción como si fuera un atributo exclusivo del Estado y de la política, relega al olvido y hace superflua la herencia mayor”, vuelve a acusar Jessé Souza (La clase media en el espejo, Ed. Estación Brasil). La socialización socio-afectiva de los tipos ideales destacados obedece a los mismos patrones familiares, a las mismas ilusiones histórico-ideológicas, a las mismas alienaciones consumistas de lo que es el “buen vivir” o la “felicidad”. Cuestiones que van más allá de compartir niveles de ingresos y consumos, ya que implican una percepción común de la relación del individuo con la sociedad.

Esto se presta a la subjetividad neoliberal, para la cual lo público es una mera extensión de lo privado. El individualismo es superior al comunitarismo. Infierno es otras personas. Los privilegios son derechos otorgados en función del mérito. El estado es de los inteligentes. Adaptarse a las reglas del juego es mejor que rebelarse. La conformidad es una virtud. El pensamiento crítico es un signo de falta de ajuste a la lógica acumulativa y productivista. Ser capitalista es pop. En la perspectiva de Marx, en los Manuscritos económico-filosóficos (1844), estas máximas carecen del concepto desalienante de “actividad libre y consciente”, la experiencia del “ser genérico”. Falta generidad (perdón por el neologismo) para elevar al sujeto a una existencia auténticamente humana, no guiada en el trabajo o el amor por vectores mercantilistas.

La cosmovisión en la que todo está permitido, no porque Dios esté muerto, sino porque hay que aprovechar posiciones importantes en los engranajes socioeconómicos, corresponde a la modus operandi dominante en el capitalismo que convierte el cuerpo, la mente y los sentimientos de las personas en elementos ajenos a sí mismas. Extrañeza aguda en la disciplina fabril despótica (nunca antes), que inspiró la composición Três Apitos, de Noel Rosa, el poeta de Vila Isabel, en la incipiente industrialización de Río de Janeiro (1933): “Te recuerdo / Cuando el silbato de la fábrica de telas / Ven a herirme los oídos / Tú que respondes al silbido de la chimenea de barro / ¿Por qué no respondes al grito / Tan angustiado / De la bocina de mi auto?”.

La evasión fiscal, las chucherías libres de impuestos para eludir el tope salarial de la función pública, el desprecio de las prerrogativas laborales y previsionales de los empleados, el irrespeto al equilibrio ecológico provocado por la devastación ambiental y la destrucción de la biodiversidad en nombre del progreso, el trato desigual dado por el aparato de Justicia a los hijos de Lula en comparación con los niños del clan de milicianos de Bolsonaro- son pedazos dispersos del mosaico que reducen a la humanidad a un caleidoscopio, aparentemente, sin conexión. Al igual que los megaempresarios, dueños de conglomerados de comunicación, banqueros, rentistas, ruralistas vinculados al agronegocio, sus filiales de clase media son incapaces de dar un sentido holístico a los hechos empíricos.

Para comprender los hechos empíricos, es necesario insertarlos en el proceso histórico, en una “totalidad significativa”, que aterroriza a los dueños y arrendatarios del poder. Por incapacidad cognitiva y un mecanismo de defensa, la burguesía y los sectores burocráticos con extracción en las capas intermedias, si escuchan el canto del gallo, no señalan de dónde viene el canto. Reprimen la verdad -desnuda- por conveniencia, mientras la mentira se pasea por las redes sociales vestida con disfraces de verdad y aires de noticias falsas. Se bloquea la posible conciencia de los poderosos para que no vean la fiesta de la violencia, la falsedad, la inmoralidad y la mentira escondida en el equipaje. No pueden mirarse al espejo. Se hace excepción a los transfugos heroicos que adoptaron un nuevo punto de vista de clase (Engels, Lukács).

La clase media y el lecho de Procusto

La extrema derecha era la previsible salida del ferviente antiptismo, con el apoyo de los medios comerciales, en los segmentos que permitían los procedimientos inconstitucionales de lesa-patria, con ataques a Petrobras y a las ingenierías nacionales que disputaban el mercado internacional con sus Rivales del norte Americanos, a favor de los intereses de las potencias extranjeras. El neoliberalismo, en cambio, fue la cultura permisiva que dejó impunes a los integrantes del operativo judicial que espectacularizó el sinfín de ilegalidades procesales, filtraciones de lo que discurría bajo secreto, delaciones premiadas bajo juicio y la lawfare del candidato que lidera las encuestas para las elecciones de 2018, allanando el camino al fascismo. “Quedé muy decepcionado con los procedimientos del juez Moro y del Ministerio Público”, se convirtió en un mantra religioso repetido hasta el cansancio por arrepentidos lavajatistas. Cómo será.

El asco hacia la población luchadora y el estigma que se lanza contra los luchadores sociales que se alinean con las “clases peligrosas” –para combatir la opresión y la explotación– no se ven afectados por la pequeña burguesía. Lo mismo ocurre con la aversión extremista al proyecto político con horizonte en el humanismo socialista, encarnado en el Partido de los Trabajadores (PT) y en la izquierda en general. Pocas veces se ha ubicado una élite en el mapa mundial con tanto desprecio y odio por los pobres. El genocidio en curso liderado por el presidente es la continuación de la eugenesia aplicada desde el siglo XIX, en esta colonia de pseudo modernizaciones que profundizan el atraso. Las constantes masacres en comunidades periféricas, por parte de la temida policía militarizada, traducen en muertes el anhelo cobijado en la cúspide de la pirámide social. Como en la mitología, a los que huyen al tamaño de la cama de Procusto se les cortan o estiran las piernas para satisfacer el cruel disfraz de la intolerancia reinante de la clase dominante.

No es de extrañar que en una demostración de Jet Skis, en el lago artificial de un condominio cerrado, el patrocinador del evento proclame la distopía aria al micrófono: “¡Qué maravilla, solo la élite!”. Ausentes estaban los desempleados, los invisibles, los deplorables, los rapa do pot, la chusma que de otra forma perpetúa la sociedad esclavista del pasado. Si la buscaras, las encontrarías en la picota del hambre, en las colas por el derecho a sufrir la plusvalía, en el castigo de la informalidad en los vendedores ambulantes, en las motos para entregas a domicilio a cambio de una magra comisión, en prisiones de tonos oscuros para crímenes sin atentados a la vida que esperan juicio, en las tabernas del muelle del puerto, en los rincones de prostitución de las hijas del precariado, en los pasillos del SUS, en la lista que contiene los miles de muertos en la pandemia del coronavirus, en las innumerables favelas de los barrios de esclavos, en el movimiento de los sin tierra, de los sin techo, en las piadosas oraciones del Padre Júlio Lancellotti.

Vale la pena hacerse las preguntas del lector trabajador, en los versos de Bertolt Brecht: “¿Quién construyó la Tebas con las siete puertas? / En los libros están los nombres de los reyes. / ¿Fueron los reyes quienes arrastraron los bloques de piedra? /Gran Roma / Está llena de arcos triunfales. ¿Quién los crió? / ¿Quién cocinó el banquete de la victoria? / Felipe de España lloró cuando la Armada / Se hundió. ¿Nadie más lloró? La clase media, que rechaza el trabajo manual, aunque se queja de las manos baratas, oscila entre mantenerse fiel al fascista suburbano y exigir un mayordomo (con atractivo electoral) de modales refinados en el Palacio del Planalto. No cuestiona las políticas de exclusión y marginación de los neoesclavizados. No le indigna la entrega de empresas públicas que son estratégicas para el futuro de la nación. En silencio, acepta el aumento de los precios de la gasolina y las importaciones. Él simplemente no quiere mala educación en la mesa de la comida. Esto es lo que Gramsci llama “intuición programática”. - ¡Qué pedazo de mierda!

* Luis Marqués es profesor de ciencia política en la UFRGS. Fue secretario de Estado de Cultura de Rio Grande do Sul durante el gobierno de Olívio Dutra.

 

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