por BERNARDO VARGAFTIG*
Una crítica a Domenico Losurdo a partir de la reciente apostasía de Caetano Veloso
Un hecho curioso y revelador es actualmente objeto de interés público. Caetano Veloso, un artista de una calidad excepcional, contó en una entrevista que ha evolucionado recientemente, abandonando lo que calificó de vago liberalismo y anticomunismo.
Caetano atribuyó esta evolución ideológica a una discusión muy fructífera con “un joven de Pernambuco, que se llama Jones Manoel”. “Él (Jones Manuel) citó a un autor italiano, llamado Domenico Losurdo, autor de una contrahistoria del liberalismo, y que tiene un libro sobre visiones modernas de la crítica del liberalismo”.
Jones Manoel es un joven historiador, negro, muy bien informado, youtuber, que se declara marxista vinculado al Partido Comunista Brasileño (PCB).
Sólo para recordar al lector, indico que varias agrupaciones se declaran continuadoras del “Partidão”, fundado como Partido Comunista Brasileño en 1922 y adherentes a la Internacional Comunista, fundada por Lenin y Trotsky después de la revolución socialista de octubre de 1917.
Durante los inicios de la crisis del estalinismo (alrededor de 1956) y el conflicto entre la Unión Soviética esclerótica por su burocratización y la China revolucionaria, el PCB “original” sufrió sucesivas escisiones que terminaron en una asociación que mantuvo el nombre de Partido Comunista Brasileño, otros dos son PPS y PC hacen B.
No es este el lugar para detallar las respectivas motivaciones.
Baste señalar que estas tendencias conservan las huellas del estalinismo.
Ya no se trata de la tendencia extremadamente autoritaria resultante de la toma del poder en la URSS por un grupo privilegiado que lo mantuvo a través del terror, que muchos, como el PCB, actualmente rechazan, sino de una tendencia que defendió y pretende defender, una política línea de toma del poder por un frente policlasista, el Frente Popular.
Esto se basa en una teoría estalinista de alianza con la llamada burguesía progresista, que uniría a burguesía y clase obrera, como si el agua y el petróleo, la clase obrera y la clase burguesa, tuvieran intereses coincidentes o sólo débilmente antagónicos.
Y así, para hacerlos compatibles, se hacen todo tipo de compromisos, como siempre han hecho y siguen haciendo las tendencias más lulistas del PT. Derrota asegurada.
Volvamos a Caetano y Jones. En su encuentro por televisión (Mídia Ninja, Youtube – 6/01/20), ambos tuvieron un comportamiento ejemplar, de honestidad intelectual. Jones relató su evolución en los últimos diez años, desde un joven desinformado que, según él mismo, desconocía la existencia de un Fidel Castro, hasta un profesor de historia, que defiende sus posiciones con conocimiento de causa y convence a los interlocutores de su validez.
Caetano reconoció, también simplemente, al hablar con el periodista Bial (Globo Play, Conversa com Bial, 4/09/20) que cambió de opinión, habiendo defendido el liberalismo de forma un tanto automática, por lo que llamó “odio” al socialismo.
Explica la influencia del encuentro que tuvo con Jones y, sobre todo, su consejo de leer al escritor italiano Domenico Losurdo, lo que, según Caetano, hizo con tanta satisfacción que empezó a rechazar el liberalismo.
Aquí es donde comienzan los interesantes desafíos de análisis e interpretación.
Losurdo ha sido criticado, en mi opinión con razón, por su posición extremadamente sectaria respecto a la oposición de izquierda, que a Trotsky no le gustaba llamar “trotskismo” y que muchos reivindicamos.
Esto se debe a que consideramos que esta tendencia es uno de los desarrollos más consistentes del marxismo.
Domenico Losurdo murió en 2018 a los 77 años y tuvo una carrera ocupada.
No soy un experto en su vida y obra, pero sucede que mucho antes de que su imagen y sus textos fueran utilizados por dichos herederos, yo había leído algunos de sus libros y un folleto (reproducido en anexo).
Escribió importantes libros sobre la historia del liberalismo europeo y norteamericano, mostrando que sus mentores teorizaron el antiigualitarismo más riguroso, las elecciones bajo un régimen de exclusión legal o práctica de los pueblos originarios y negros y pobres.
Con la esclavitud, la explotación de los trabajadores y los viajes comerciales a gran escala, la política colonial liberal permitió el desarrollo temprano del capitalismo.
Este es otro aspecto desprestigiador del llamado liberalismo, estudiado con satisfacción por Losurdo.
No está de más recordar que varias decenas de millones de habitantes de los actuales México, Brasil y Perú fueron eliminados por la acción combinada de las masacres de los conquistadores y las infecciones que transmitieron; lo mismo sucedió con el tráfico de africanos esclavizados.
Los ejemplos dados por Losurdo del reaccionario extremo de los llamados liberales, incluyendo a personajes tantas veces elogiados, como Toqueville, son edificantes.
Como Caetano, estoy convencido de que la lectura de estos libros sobre el liberalismo y el bonapartismo es útil para los historiadores y los marxistas en general, pues ilustran la historia del capitalismo con detalles muy convincentes. Dicho esto, hay críticas esenciales que hacer a sus obras más recientes, destacaré tres.
Primero, Losurdo escribió un libro sobre la “guerra fría” y sus consecuencias (¿Escapar de la historia?, Río de Janeiro, Revan, 2004, 2009), en el que insiste en los enfrentamientos nacionales, subestimando, a mi modo de ver, las luchas de las clases subalternas, que sería la elección obvia de un marxista.
A continuación, tampoco es marxista su presentación de los hechos ocurridos en la URSS; su apreciación del leninismo lo llevaría, en la antigua URSS, si no al fusilamiento, al menos al gulag.
De hecho, se refiere, como si se entendiera, a la dictadura de Lenin y su continuidad natural con su heredero, Stalin.
Subyace la explicación simplista y, más que eso, dañina, que atribuye la restauración capitalista no a la inevitable tendencia de la burocracia que inició su ascenso hacia 1924, año de la muerte de Lenin, sino a una decisión casi personal de carácter ignominioso, comenzando con el chivo expiatorio Jruschov seguido por el verdugo Gorbachov.
Una explicación similar, también neoestalinista pero mucho más elaborada, fue dada por Keeran y Kenny (R. Keeran y T. Kenny, El socialismo trahi, París, Ediciones Delga, 2012).
Este libro, como los demás, muestra un importante trabajo editorial y bibliográfico, pero un extraordinario sesgo estalinista.
No reconocer, incluso combatirla, la considerable contribución de Trotsky, es una total deshonestidad intelectual.
Tercero, esta deshonestidad intelectual aparece cuando Losurdo entabla una polémica absurda con Jean-Jacques Marie, escritor y activista trotskista y autor de numerosos libros de calidad (ver el folleto de Losurdo al final).
Comienza con las habituales calumnias contra Trotsky, inventando, por ejemplo, un fantasmagórico intento de golpe de Estado que llevó a cabo en 1927.
Nadie volvió a saber de esta supuesta estafa, incluso después de la restauración capitalista que hizo accesibles archivos previamente ocultos.
Si efectivamente esa hubiera sido su intención en un momento en que su reputación y autoridad estaban en su apogeo, le habría resultado fácil, pero comprendió bien que no se trataba de una disputa entre líderes ambiciosos y sus seguidores, sino de un desarrollo social original y perverso, la llamada burocratización, facilitada por el aislamiento de la URSS tras la derrota de varios intentos revolucionarios en Europa, asociada a dificultades internas –hambre, desigualdad social y reactivación de las formas de propiedad, guerra civil, inicio de la represión
Ni siquiera en las acusaciones más fantasiosas de Stalin aparece este invento.
En realidad, Stalin mató a más oficiales soviéticos (¡35.000!) que los nazis, incluido el mariscal Tukachevski en 1937.
Así, Lossurdo abunda en la calumnia actual del estalinismo, que parecía estar en la basura de la historia, pero con más “delicadeza”, justificando a veces la calumnia dándole cierta lógica.
Defiende el neoestalinismo y, más que eso, evoluciona hacia una posición que justifica y predica la restauración capitalista para la construcción de un “Estado fuerte”, el socialismo en un solo país, concepto absurdo dentro de un mercado mundial dominado por el capital financiero.
En realidad, el estalinismo condujo a la restauración capitalista en Rusia en 1991, que lanzó la era contrarrevolucionaria en curso.
En su debate con el estalinismo, Trotsky había previsto que el dilema de la revolución rusa sería su desarrollo y extensión o restauración capitalista.
Era éste el que dominaba.
Además, Losurdo se apoya en un concepto cercano a algunos heraldos de la extrema derecha, acusando al llamado “marxismo occidental” de desviaciones importantes, involucrando a Trotsky.
Afirma estar en el camino correcto del “marxismo oriental” (que, por cierto, no existe), que condujo directamente a la restauración capitalista.
A diferencia del Este, el marxismo occidental habría perdido su vínculo con la revolución anticolonialista global, el punto de inflexión decisivo del siglo XX, y terminó sufriendo un colapso.
Losurdo examina figuras actuales, algunas marxistas, otras menos, como Slavoj Žižek, David Harvey, Alain Badiou, Giorgio Agamben y Antonio Negri, así como los llamados pensadores clásicos, Theodor Adorno, Max Horkheimer, György Lukács, Herbert Marcuse, Louis Althusser, Ernst Bloch y Jean-Paul Sartre.
Evidentemente, Trotsky no figura entre sus elegidos, ni historiadores trotskistas de reconocida competencia, como Ernest Mandel, Pierre Broué o su enemigo Jean-Jacques Marie.
Finalmente, en la presentación de un libro de Losurdo, la Editora Boitempo afirma, al resumir:
“Con el inicio de la Guerra Fría, y luego con el Informe Jruschov, Stalin se convirtió en un 'monstruo', quizás comparable solo a Hitler. Cualquiera que quisiera identificar este punto de inflexión como el momento de la revelación definitiva y definitiva de la identidad del líder soviético sería miope, dejando fácilmente de lado los conflictos e intereses en los orígenes del punto de inflexión. El contraste radical entre las diferentes imágenes de Stalin debería llevar al historiador ya no a absolutizar una de estas imágenes, sino a problematizarlas todas. En este volumen, Domenico Losurdo hace precisamente eso, analizando las tragedias del siglo XX, haciendo comparaciones entre sectores y deconstruyendo y contextualizando muchas de las acusaciones dirigidas a Stalin”.
Elegante defensa de un neoestalinismo “chic”, pero abandono total del marxismo que, sin ser determinista por incorporar influencia superestructural, indica claramente que es el análisis de clase el que permite comprender la evolución social (en este caso, la regresión). ).
Por otro lado, es interesante notar que el marxismo de Losurdo cesa cuando examina la figura de Stalin y los desarrollos políticos y sociales de la década de 1990.
De haber sido imaginados en tiempos de la URSS, cualquiera que expresara tales vaticinios, totalmente lógicos, de la inevitable desintegración de una sociedad hasta un punto tan burocratizado en confrontación con el capital internacional, sería víctima de censura y represión y Losurdo denunciaría una invención, quizás incluso trotskista…
No predica el regreso de Stalin -si es que es concebible- sino una política directamente contrarrevolucionaria, mezclada con consideraciones ecológicas fuera de su contexto social.
Losurdo abandona por completo el análisis marxista de la evolución de los Estados, de las interacciones de clase a nivel mundial, lo que llama la atención cuando acusa al “marxismo occidental”, como si las ideas de unas pocas decenas de intelectuales marxistas tuvieran el poder de destruir el “socialismo occidental”. en un solo país”.
Termino con el grotesco incidente entre Losurdo y Jean-Jacques Marie.
Había criticado un texto de Losurdo y esta crítica merecía el texto delirante de Losurdo, que reproduzco a continuación, para información.
A pesar de todo esto, sigo pensando que libros como “La contrahistoria del liberalismo” son positivos, desenmascaran el liberalismo, ese “occidental”, de una manera contundente y muy bien documentada.
Lamento que um autor como Losurdo tenha entrada na via sem saída do neo-stalinismo, em lugar de, com a mesma abertura de espírito com que declara examinar o cristianismo, examinasse os herdeiros do marxismo revolucionário, notadamente os escritos de Trotski, Broué, Mandel Es demasiado.
Como dice el historiador Mário Maestri, Losurdo se convirtió en enemigo de la clase obrera en su propia trinchera, partidario de Putin y de los “Estados Fuertes”, que reemplazan el intento de “socialismo en un solo país”.
Para hacerme perdonar a mis amigos que discreparán de mi benévolo análisis, recuerdo que Kautsky fue un gran teórico socialista, pero que Lenin mereció el calificativo de “traidor” por sus tardías posiciones revisionistas. Esto no nos impide leerlo con provecho.
*Bernardo Boris Vargaftig es profesor titular jubilado del Instituto de Ciencias Biológicas de la USP.
Publicado originalmente en el sitio web viomundo