por IVAN DA COSTA MARQUES*
Para ganarse la confianza, la Ciencia debe dejar de ser negacionista y debe ser democrática
El comportamiento de negación, especialmente el rechazo de la vacunación, ha sido ampliamente informado y denunciado en la televisión y en los principales periódicos brasileños como un comportamiento “irracional” que niega el conocimiento científico o, como se dice, niega la Ciencia. Abordé algunos tipos de negacionismo en otras ocasiones (Da Costa Marques, 2021). Esta vez me centro en el negacionismo que ha sido reconocido durante décadas por Estudios de Ciencias, conocido en Brasil como parte de los Estudios CTS (Estudios de Ciencias-Tecnologías-Sociedades), e incluso antes de ellos, y ya practicado durante siglos por lo que hoy se anuncia como víctima del negacionismo, es decir, el negacionismo practicado por la propia Ciencia. .
Los Estudios CTS demostraron que el conocimiento científico valida su verdad en una red y niega lo que está fuera de ella, o mejor dicho, fuera de la red que lo configura. Si no eres climatólogo, lo que digas sobre el clima siempre será creencia y nunca podrá considerarse conocimiento. Para la Ciencia, las creencias hablan más de quién las tiene que del propio clima. Para la Ciencia, las creencias son “subjetivas” mientras que, por oposición, la verdad o conocimiento científico es “objetivo”. Por ejemplo, la Ciencia pretende no decir nada sobre los climatólogos y decir todo lo posible sobre el clima.
Si bien a veces, por casualidad, las creencias están en consonancia con el conocimiento, esto no es más que un accidente, lo que no las hace menos subjetivas. Desde el punto de vista de las personas dentro de la red, la única forma en que alguien puede saber sobre el clima y su evolución es aprender lo que han descubierto los climatólogos. Las personas que todavía tienen creencias climáticas simplemente serán ignorantes. (Latour, 1987/1997:298)
De este negacionismo se sigue que, por mucho que se intente crear vínculos entre éste y la democracia, es necesario reconocer que la Ciencia sólo dialoga consigo misma. Para dudar o discrepar, en términos de Ciencia, de una proposición que está circulando como conocimiento científico, ya no es posible “llamar a Dios”, quien para tratar este tema fue reemplazado por la Razón del Hombre (europeo blanco) en los albores de la modernidad, o al menos así nos lo cuenta la historia europea. Tampoco es posible “llamar al Príncipe”, recurrir al Estado, porque los modernos han establecido firmemente que las decisiones sobre cuestiones de Ciencia atañen a la Naturaleza (el mundo de las “cosas en sí”) que no se mezcla con la Sociedad ( el mundo de los “humanos entre sí”). Y menos se puede “llamar Pueblo” ya que la Ciencia pronto trató de convencer a (casi) todos de que el sentido común nos puede engañar fácilmente. De hecho, la propuesta de realizar un referéndum para decidir una controversia científica sería ridícula.
Para que una proposición de conocimiento discordante no sea negada o simplemente ignorada por la Ciencia, y sea discutida científicamente, debe provenir de un “contralaboratorio”. (Latour, 1987/1997:131) El costo es extremadamente alto y el número de entidades (individuos, empresas, instituciones o incluso países) capaces de llevar adelante científicamente un desacuerdo científico es pequeño.
Hasta mediados del siglo XX, el científico respondía a la pregunta “¿Por qué deberíamos creerle, científico?”. sin llamar “Dios”, el “Príncipe” o el “Pueblo”, utilizando el crédito que le otorgaba el privilegio epistemológico: “Porque yo, científico, produzco verdades universales, neutras y objetivas sobre la Naturaleza”. Pero en las últimas décadas la universalidad, neutralidad y objetividad de las verdades científicas han sido problematizadas por Estudios de Ciencias y la ciencia ha perdido ese privilegio epistemológico. Las verdades de la Ciencia no dejaron de ser verdaderas, pero se hicieron válidas en el dominio de las referencias específicas, es decir, están “situadas”.[i] Los científicos, así como sus resultados, se volvieron 100% humanos y se les quitó el truco del “ojo de Dios”.[ii]Ya no es tan aceptado que practiquen el negacionismo. Y desde entonces, cada vez más científicos bien informados han buscado basar la solidez de su conocimiento ya no en la “verdad” sino en la “confianza”, sin que este giro retórico vaya necesariamente acompañado del giro epistemológico que reposicionó a la Ciencia.[iii]
El paso de la búsqueda de apoyo en la “verdad” de formalismos antes casi inexpugnables “a la subrepticia sustitución del mundo real por el mundo de las idealizaciones de subestructuras matematizables”[iv] pues la búsqueda de apoyos en instituciones que transmitan “confianza” requiere que la Ciencia explicite las redes que configuran su saber ya sí misma en su nueva multiplicidad. Para que el conocimiento científico gane “confianza”, la Ciencia debe mostrar los laboratorios en los que se realizan y discuten los experimentos, las opciones presentes en las negociaciones y decisiones tomadas a lo largo de la creación del conocimiento, qué y quién entró y quién no entró en cada decisión, las cuantificación de todo ello mostrando las inversiones, la formación, el número de personas, equipos y actividades de apoyo que intervienen en el proceso que, en definitiva, aporta certidumbre y seguridad, haciendo que ese conocimiento científico sea robusto, “fiable”.
De esta manera, el paso de la “verdad” a la “confianza” no impide, pero, al exponer los detalles procedimentales, democratiza la discusión sobre el uso de la Ciencia. Para ganarse la confianza, la Ciencia debe dejar de ser negacionista y debe ser democrática. El científico ya no puede movilizar el privilegio epistemológico y justificar esotéricamente nuestra buena creencia en la Ciencia apelando a la universalidad, la neutralidad y la objetividad. La ciencia empieza a disputar caso por caso, políticamente, el uso (o no) de su conocimiento con otros tipos de conocimiento. Tenga en cuenta que un "Pueblo", o, más precisamente en los términos de la Estudios de Ciencias, un colectivo de personas y cosas, no está autorizado para decidir sobre la validez científica del conocimiento científico (esto depende de los miembros de la red Science), pero ya no puede ser acusado de irracionalidad siempre que pretenda poder decidir si aceptar o no las consecuencias que entiende que resultan de la adopción de este conocimiento. Y los científicos se encontraron (en ambos sentidos) acercándose a la democracia porque la Ciencia ya no reina de forma absoluta y busca apoyo en las instituciones para ganarse la “confianza” de los que están fuera de la red de la Ciencia.
La acusación de “irracionalidad” a quienes no quieren seguir la Ciencia está ligada a las “exigencias de la razón universal”. Una mirada rápida a lo que ocurre en Oriente basta para sospechar que nuestra intelectualidad y nuestra academia aún no han hecho los “deberes” en cuanto a resistir o entregarse a las “exigencias de la razón universal”. Por ejemplo, el tema ha sido discutido explícitamente en Japón desde el siglo XIX, según dicen los estudiosos de las relaciones entre ese país y Occidente:
Es precisamente porque los japoneses no siempre han aceptado el capricho occidental de una relación unilineal privilegiada que certifica un desarrollo secuencial y gradual que [en Japón] el discurso sobre lo moderno ha sido capaz de proporcionar un espacio de saberes tanto para resistir las demandas de lo universal razón y para enmascarar un ethos occidental imperial acerca de rendirse a ellos. (Miyoshi y Harootunian, 1989:xvii) (énfasis añadido)[V]
El retiro del privilegio epistemológico y la problematización de la frontera epistemológica entre el “adentro” y el “afuera” de la Ciencia que causa tanto asombro y desorientación en un principio como la percepción de que la salida de la dominación de la Ciencia no se encuentra desde el lado exterior “interior” de la ciencia.
El asombro y la desorientación provienen del paso de una realidad preconcebida de un doble universo disociado (Naturaleza y Sociedad que no se mezclan), a otras realidades propuestas desde un flujo no disociado de naturaleza-sociedad. Es precisamente ahí, al negar la realidad a otras concepciones de la realidad, que la Ciencia sigue practicando su negación.
Pero, ¿no es precisamente este pasaje el que puede conducir a una relativa huida de una Ciencia (blanca occidental) antes considerada neutra, universal, objetiva y, por tanto, con derecho a imponerse sobre todos los particularismos sin dejar nunca que sus particularismos parezcan propios?
*Iván da Costa Marqués Es profesor del Programa de Posgrado en Historia de las Ciencias y Técnicas y Epistemología (HCTE) de la UFRJ. Autor, entre otros libros, de Brasil y apertura de mercado (Contrapunto).
Versión modificada del artículo publicado en CTS enfocado No. 5 de ESOCITE.BR (Asociación Brasileña de Estudios Sociales de las Ciencias y Tecnologías).
Referencias
DA COSTA MARQUES, I. Ciencia y negacionismo. Ciencia y negacionismo – LA TIERRA ES REDONDA (aterraeredonda.com.br)
HARAWAY, D. Conocimientos situados: la cuestión científica en el feminismo como lugar de discurso sobre el privilegio de la perspectiva parcial. Estudios feministas, v. 14, núm. 3, pág. 575-599, 1988.
Husserl, E. La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental; una introduccion a la filosofia fenomenologica. Evanston,: Prensa de la Universidad del Noroeste, 1954/1970. XLIII, 405 pág. ISBN 0810102552.
______. La crisis de las ciencias europeas y la femenología trascendentalRio de Janeiro, RJ: Universidad Forense, 1954/2012. 232 ISBN 978-85-309-3509-2.
LATOUR, b. Ciencia en acción: cómo seguir a los científicos e ingenieros a través de la sociedad. São Paulo: UNESP, 1987/1997. 439 ISBN 857139265X.
______. Investigación sobre los modos de existencia – Una antropología de los modernos Petrópolis, RJ: Editora Vozes Ltda, 2012/2019. 404p. ISBN 978-85-326-6180-7.
MIYOSHI, M.; HAROOTUNIAN, HD Postmodernismo y Japón. Durham: Duke University Press, 1989. xix, 302 p. ISBN 0822307790
SAKAI, N. La modernidad y su crítica: el problema del universalismo y el particularismo. Ediciones Zazie, 2021. 67p. ISBN 978-87-93530-79-9.
Notas
[i] La noción de “conocimiento situado”, que muchos confunden con el relativismo, fue especialmente difundida por Donna Haraway (Haraway, 1988).
[ii] La metáfora del “ojo de Dios” indica al científico que podía ver todo sin ser visto por nadie.
[iii] Ver (Latour, 2012/2019:18-19)
[iv] (Husserl, 1954/1970: 48-9). El famoso libro de Edmund Husserl está traducido al portugués (Husserl, 1954/2012).
[V] Sobre las relaciones de Japón con la modernidad, ver especialmente el artículo clásico de Naoki Sakai, recientemente publicado como libro en portugués, con prólogo de Pedro Erber: (Sakai, 2021).