por LEONARDO BOFF
¿Por qué es tan difícil hoy el compromiso sociopolítico?
1.
Actualmente asistimos a un preocupante retroceso en las bases populares y en diversos movimientos sociales, particularmente los de carácter político, en el compromiso de transformar la sociedad, ya sea a nivel nacional o global. Es importante reconocer que existe un fuerte sentimiento de impotencia y también de melancolía. Al margen de esta constatación, también asistimos en los países centrales (EEUU y Europa) a jóvenes universitarios que se rebelan contra la reacción desproporcionada, indiscriminada y genocida del Estado de Israel contra la población de la Franja de Gaza en respuesta al acto terrorista de Hamás del pasado día 7. de octubre del año pasado.
O establecimiento El político dominante en el mundo, del Norte Global, reacciona con inusitada violencia contra los manifestantes. En Alemania, cualquier manifestación por Palestina en la Franja de Gaza está oficialmente prohibida y reprimida inmediatamente al menor signo de apoyo a la causa palestina y contra el genocidio que allí se está produciendo. En Estados Unidos, la represión policial adquiere expresiones violentas contra estudiantes y profesores universitarios, incluso contra un candidato a presidente del país.
Entre nosotros en Brasil y en América Latina en general, faltan manifestaciones públicas, ni siquiera contra el genocidio, especialmente de 14 mil niños pequeños y la muerte de alrededor de 80 mil ciudadanos bajo intensos bombardeos israelíes, utilizando criminalmente la Inteligencia Artificial ( AI) para asesinar a determinadas personas y a toda su familia, dentro de sus propios hogares.
Necesitamos intentar entender el por qué de esta inercia. Agrego algunos puntos que nos permiten vislumbrar cierta comprensión de la situación actual, ya sea en relación con la devastación de Ucrania por la brutalidad rusa o la masacre y el genocidio en la Franja de Gaza.
2.
Un fuerte sentimiento de impotencia prevalece en una gran parte de la sociedad, particularmente en el Sur Global, pero sin excluir a partes del Norte Global. En primer lugar, objetivamente, el sistema capitalista en su expresión más exacerbada del neoliberalismo de la escuela de Viena y Chicago se ha impuesto en todo el mundo. Quienes resisten sufren represión política e ideológica y, eventualmente, golpes de Estado, como fue el caso del impeachment de Dilma Russeff. Buscamos imponer lo que Carl Polanyi en 1944 llamó la gran transformación: pasar de una sociedad de mercado a una sociedad de mercado puro. Es decir, todo se convierte en mercancía, la vida humana, los órganos, las semillas, el agua, los alimentos, todo y todo se pone en el mercado y gana su precio. Esto ya lo había predicho Marx en 1847 en La miseria de la filosofía.
Este hecho objetivo genera una reacción subjetiva: empezamos a ver el mundo sin esperanza, que no hay alternativa viable a esta enormidad globalizada. Ella se expresa como TINA (No hay alternativa): "No hay otra alternativa". El efecto es un sentimiento de impotencia y desencanto reprimido. Esto da lugar a una actitud derrotista de que no vale la pena ir contra el sistema, porque es demasiado grande y nosotros demasiado pequeños.
Se ven obligados a hacer concesiones para sobrevivir en un mundo profundamente desigual e injusto, lo que produce melancolía. Esto estalla cuando no hay luz al final del túnel. Entonces, ¿por qué comprometerse con algo alternativo que no tiene posibilidades de triunfar? Mucha gente piensa que no hay forma de evitar este tipo de mundo. Debemos adaptarnos a ello para sufrir lo menos posible.
Un segundo punto es la estrategia perversa desarrollada por el sistema dominante: crear una cultura de consumo. Ofrecer el mayor número de objetos deseables, incluso si más del 90% son completamente inútiles e innecesarios. Se trata de manipular una de las fuerzas más poderosas de la psique humana: el deseo, cuya naturaleza, ya vista por Aristóteles y confirmada por Freud, es la de ser ilimitado.
Ya han dicho destacados psicólogos (ejemplo: Mary Gomes y Allen Kenner) que “este es el mayor proyecto psicológico jamás producido por la especie humana”: impedir que los ciudadanos dejen de considerarse ciudadanos y se conviertan en simples consumidores y consumidores adictos al consumo. .
Para seducirlos se gastan billones de dólares en publicidad a través de los medios de comunicación y utilizando todos los recursos posibles de seducción. Esto representa seis veces la inversión anual necesaria para garantizar alimentos, salud, agua y educación de calidad para toda la humanidad. Es difícil imaginar una perversidad mayor. Pero es predominante en el modo de vida general de la humanidad que surgió de él.
La impotencia y la melancolía internalizadas hacen que la mayoría de las personas, lamentablemente los jóvenes, no sean animadas a involucrarse social y políticamente en ningún movimiento o proyecto de transformación. La educación en las instituciones formales es decisiva para la socialización de esta lectura de la realidad. Vandana Shiva, una gran científica y ecologista feminista de la India, lo llama una “monocultura de mentes”. Este monocultivo genera en los estudiantes la convicción de que este mundo es bueno y deseable, conciencias ingenuas que no se dan cuenta de que son cooptados por el sistema imperante y convertidos en sus reproductores.
3.
Frente a todo esto, Paulo Freire lanzó su proyecto educativo y liberador, a partir de la Pedagogía del oprimido, La educación como práctica de la libertad. y concluyendo con el Educar con amor y esperanza.. Acuñó la expresión “esperanza”: no cruzarse de brazos (esperar que las cosas cambien), sino crear las condiciones para que la esperanza alcance sus objetivos transformadores.
¿Cómo liberarse de la conciencia ingenua manipulada? El simple proceso de concientización no es suficiente, ya que comprender críticamente lo que sucede no significa cambiar lo que sucede. Tenemos que pasar a una práctica alternativa, confrontar el sistema dominante con un paradigma de sociedad diferente, igualitaria, no consumista, pero partidaria de un modo de producción basado en los ritmos de la naturaleza (agroeología y economía circular) y otro tipo de democracia ecológica-social, de abajo hacia arriba, en la que se reconozcan los derechos de la naturaleza y de la Madre Tierra, creando el Todo, la humanidad y la naturaleza incluidas en la gran Casa Común, la Madre Tierra.[ 1 ]
*Leonardo Boff Es teólogo, filósofo y escritor. Autor, entre otros libros, de La búsqueda de la justa medida: cómo equilibrar el planeta Tierra (Voces de Nobilis). [https://amzn.to/3SLFBPP]
Nota
[1] La reflexión, la búsqueda de alternativas, vendrá en el próximo artículo.
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