por REGINALDO S. FERNANDES*
É Es importante que el gobierno Lula demuestre a la sociedad un proyecto que coloca a las universidades brasileñas en el centro del proceso de reconstrucción nacional.
En medio de tensiones entre el gobierno del presidente Lula y la función pública, los empleados de la red federal de educación, que tuvo su mayor asistencia el 15 de abril de 2024, lanzaron una huelga general. En la huelga participan empleados administrativos y profesores de la mayoría de las instituciones educativas de la Unión: escuelas, institutos y universidades federales. Las exigencias incluyen un ajuste para el año 2024 y recuperación de pérdidas salariales. Mientras avanzan las huelgas, el gobierno Lula negó cualquier posibilidad de aumento este año, afirmando que “el presupuesto está cerrado”.
Otros empleados de la red educativa federal ya están en huelga. Los docentes se sumaron a la huelga general, sumándose a los empleados administrativos, que están en huelga desde el 11 de marzo, liderados por Fasubra. Docentes y técnicos de escuelas e institutos federales, representados por el Sinasefe, se declararon en huelga desde el 03 de abril de 2024, afectando a escuelas e institutos federales.
Además del reajuste, los empleados de la educación exigen reestructuración de planes de carrera, más inversión en instituciones y realización de concursos para contratar más trabajadores.
Después de seis años sin ajustes salariales y sin huelgas (la última ocurrió en 2015), el gobierno federal concedió un aumento del 9% en 2023 a todos los empleados federales y reajustó el subsidio de alimentación de 458 a 658 reales. Además, reanudó mesas de negociación con funcionarios federales, aumentando el número de becas y reajustando sus valores, impactando positivamente en las condiciones laborales de los docentes. También hubo una ampliación en el número y valores de las becas para estudiantes, con un ajuste del 200% para las becas de Iniciación Científica, por ejemplo.
La situación salarial de los servidores públicos federales presenta varios aspectos a considerar. En primer lugar, es importante destacar que las negociaciones anteriores dieron lugar a correcciones parciales de las pérdidas salariales. Sin embargo, existen disparidades en los acuerdos, teniendo algunas categorías ajustes por sólo dos años y otras por cuatro años, lo que exige una solución en las actuales negociaciones. Entre 2019 y 2022 se produjo una congelación salarial, lo que agravó las pérdidas acumuladas. Si bien a principios de 9 se otorgó un ajuste de emergencia del 2023%, es necesario considerar que la inflación aún tiene impacto en los años siguientes, como lo indica el Informe Enfoque del 23 de junio de 2023.
Ante este escenario, se solicita ajuste salarial en función de la variación del IPCA, considerando el período comprendido entre el 1 de julio de 2010 y el 30 de junio de 2023, que totaliza 114,08%. Este ajuste garantizará la reposición de las pérdidas inflacionarias y la revalorización de los servidores públicos.
Además del reemplazo, aunque necesario, el movimiento de huelga en la función pública federal se caracteriza por ser espacios de resistencia a las fuerzas neoliberales del mercado, que ejercen presión sobre el gobierno de Lula, históricamente vinculado a los sectores populares y democráticos. Las huelgas no tienen que ver sólo con la compensación salarial, sino también con la protección de los derechos laborales. logrados y la defensa de los servicios públicos frente a la lógica de la privatización y el desmantelamiento.
Representan una voz contra las políticas de austeridad que pretenden precarizar aún más las condiciones de vida y de trabajo de los servidores públicos y, al mismo tiempo, fortalecer la lucha contra la sumisión del gobierno a las demandas del mercado. En este sentido, las huelgas en el servicio civil federal son una expresión de resistencia popular, que busca mantener vivo el proyecto de un Estado centrado en el bienestar social y la garantía de derechos para todos.
No es casualidad que la correlación de fuerzas en la política nacional favorezca a los oportunistas de extrema derecha, que están en contra de la ciencia y de las universidades públicas. ¿Ninguna huelga de empleados federales en los cuatro años de gobierno de Jair Bolsonaro y una huelga actual (incluso con la voluntad del gobierno de negociar) indican qué indican a la opinión pública? ¿Qué efectos tendrá esto en las disputas políticas y electorales, especialmente este año? ¿Fortalecerá o debilitará el campo que lucha por un sistema de educación superior público, gratuito y de calidad en Brasil?
En este ámbito, el gobierno de Lula se encuentra atrapado en el fuego cruzado de una legislatura conservadora y del mercado capitalista, que lo acorrala contra la pared con cada caída de popularidad. No se trata sólo de las declaraciones del presidente sobre la huelga de funcionarios o las condiciones impuestas en las negociaciones. El error político más grave posible parece ser la falta de comprensión de que el éxito político-electoral va más allá de la agenda neoliberal.
La estrategia de gobiernos anteriores, como el de Lula, no se puede repetir, especialmente ahora, con una base de votantes más radicalizada en la derecha. Es necesario construir políticas de bienestar social, incluida la educación, para ampliar el apoyo y garantizar la defensa contra los ataques. El segundo gobierno de Dilma podría servir de ejemplo para el presidente y sus ministros.
Al momento de escribir este artículo, la Unión Nacional de Estudiantes (UNE) respalda el apoyo al movimiento huelguístico en la educación federal. Se emitió una nota conjunta expresando solidaridad y apoyo al personal administrativo y docente de instituciones educativas federales, quienes realizaron huelga en busca de ajustes salariales y reestructuración de planes de carrera. La nota destaca que el derecho de huelga es legítimo y está garantizado por la Constitución. Por lo tanto, es importante que el gobierno Lula, elegido por el campo democrático, avance en las negociaciones hacia una propuesta que garantice la valorización de estos trabajadores.
Es importante que el gobierno Lula demuestre a la sociedad un proyecto que coloca a las universidades brasileñas en el centro del proceso de reconstrucción nacional. Esto requiere una financiación adecuada para que las instituciones puedan cumplir su función de educar a los ciudadanos. Es crucial adoptar una postura contra la centralidad de la política de déficit cero y el marco fiscal, así como reconocer que la necesidad de inversión pública en educación, salud, ciencia, tecnología y otras áreas sociales no debe depender exclusivamente del aumento de los ingresos de la Unión.
Es necesario considerar la brecha presupuestaria histórica de Brasil. Para ello, es imprescindible que se adopten medidas que garanticen una distribución uso más equitativo de los recursos, priorizando la inversión en áreas estratégicas para el desarrollo del país y el bienestar de la población.
*Reginaldo S. Fernández Tiene una maestría en Cultura y Territorio por la Universidad Federal de Tocantins Norte (UFNT).
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