por FRANCISCO FERNANDES LADEIRA*
El “moralista virtual” se considera el guardián de la ética, la moral, las buenas costumbres y todo lo que se puede esperar de un “buen ciudadano”
Antes del surgimiento de las redes sociales, si quisiéramos conocer las personalidades más oscuras, o entender hasta dónde puede llegar la incongruencia humana, deberíamos hacer una extensa investigación sobre los diagnósticos reportados en trabajos académicos de carácter psicoanalítico. Hoy en día, para la misma tarea, solo necesitamos acceder a Facebook, Instagram, Twitter o WhatsApp.
Así, en un momento de crisis política, y consecuente radicalización ideológica, ha llamado mucho la atención un tipo peculiar de internauta: el “moralista virtual”. Como sugiere el epíteto, el “moralista virtual” se considera el guardián de la ética, la moral, las buenas costumbres y todo lo que se puede esperar de un “buen ciudadano”. Su mantra principal es denunciar la corrupción.
Sin embargo, aunque aparentemente bien intencionado, este discurso es extremadamente selectivo, ya que ubica prácticas consideradas ilegales solo en el ámbito estatal y, sobre todo, en un partido político específico: el PT.
Al “moralista virtual” le encanta compartir eslóganes como “estoy en contra de la corrupción, todos los políticos deberían ser arrestados, dañe a quién le duela, sin importar el partido”, pero, curiosamente, sus críticas también van dirigidas solo a los políticos del PT.
El “moralista virtual” salió a la calle y vistió la camiseta de la selección brasileña en junio de 2013, protestó contra el gobierno de Dilma Rousseff en la Avenida Paulista dos años después, disparó cohetes cuando arrestaron a Lula y se emocionó con la elección de Jair Bolsonaro a la Presidencia de la República. Pero guardó silencio en relación a casos de corrupción vinculados a partidos políticos de derecha.
También se enorgullece de vincular su conducta ejemplar a una fuerte religiosidad cristiana. Sigue fielmente el mandamiento que dice amar a tu prójimo como a ti mismo, siempre y cuando el “prójimo” no sea negro, pobre, comunista o LGBTQIA+.
Para la “moralista virtual”, “un bandolero bueno es un bandolero muerto” (preferiblemente habitante de una comunidad necesitada), el feminismo es cosa de “malas mujeres” (las “feminazi”), la reforma agraria representa “dar tierra a los vagabundos”. del MST” y las cuotas raciales constituyen un prejuicio invertido.
Según el “moralista virtual”, el mundo de hoy es muy aburrido. Lleno de mi-mi-mi. “Ya ni siquiera puedo expresar mis prejuicios y mis odios en paz”, debe pensar sistemáticamente el “moralista virtual”. Asiduo espectador de programas policiales, el “moralista virtual” considera que los derechos humanos fueron hechos para “defender a vagabundos y criminales” (“los derechos de los hermanos”), pero cuando sus compañeros fueron detenidos en Brasilia, por intento de golpe de estado, en El 8 de enero pidió “trato digno”.
El “moralista virtual” demoniza al Estado e idolatra el mercado. El discurso de la “meritocracia” es uno de sus favoritos: “las oportunidades son iguales para todos, a los únicos que no les va bien en la vida son a los que no quieren o no pueden”. Sin embargo, las ideas liberales sólo son válidas para el ámbito económico. Las libertades políticas, como la legalización de las drogas, el permiso para abortar o el matrimonio entre personas del mismo sexo, están fuera de discusión, ya que ponen en riesgo a la familia tradicional brasileña.
Por otro lado, el moralismo citado aquí solo se aplica a las redes sociales. En realidad, las cosas son bastante diferentes. El “moralista virtual”, en su vida cotidiana, practica “pequeñas corrupciones”, “se salta” la cola en el banco, aparca su coche en un lugar reservado para personas con discapacidad, evade impuestos y, no pocas veces, obtiene favores públicos ilegales. autoridades.
Finalmente, el “moralista virtual” es el típico ejemplo de “haz lo que digo (en internet) y no lo que hago (en la vida real)”.
*Francisco Fernández Ladeira es doctorando en Geografía por la Unicamp. Autor, entre otros libros, de La ideología de las noticias internacionales (Editor CRV).
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