El momento político de Fernando Haddad

Imagen: Min An
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por GÉNERO TARSO*

Los destinos de todo un ciclo de nuestro proyecto democrático moderno

Para algunas personalidades de la historia, los desafíos extremos llegan tarde, como para Getúlio Vargas; demasiado pronto para Jânio Quadros; o en el momento justo experimentado, como para Lula. Para otros, llega a tiempo, con la ventaja de que la capacidad de respuesta puede provenir del exceso de energía para enfrentar desafíos extremos. Guevara habló en el momento extremo: “dispara que matarás a un hombre”. Fernando Haddad afronta ahora su momento político decisivo en un ciclo extremo de la crisis de la democracia en el mundo, en el que se alzan los extremos de la derecha.

Pertenezco a un grupo privilegiado de abogados y escritores de derecho -en mi caso especialmente de teoría del derecho y derecho laboral- que tuvieron el privilegio de tener algún tipo de interacción política e intelectual con dos de las figuras más expresivas del el campo mundo de la sociología y la filosofía del derecho. Estos, entre otras luminarias, formaron varias de las mentes más brillantes que cruzaron las fronteras del siglo XX).

En la época de los hechos que narro en este artículo, las frases, las conversaciones entre personas con cierta formación, tenían un principio, un nudo y un final. Y así como nosotros, comunistas y socialistas, tuvimos a nuestros héroes locales, los “otros”, juristas y abogados de la derecha conservadora, también se refugiaron en “grandes” formuladores intelectuales, como Miguel Reale, Célio Borja y Francisco Campos, quienes también tratado con conceptos, con lógica y racionalidad.

Raymundo Faoro me encantó en una reunión de colegas abogados, donde estuve a su lado, con sus geniales observaciones sobre el patrimonialismo brasileño. Lyra Filho me dio otro mensaje-lección, indirecto pero inolvidable, entregado en una reunión con jóvenes colegas donde yo no estaba presente. Un estudiante de derecho llamado Flávio Benites Filho, a quien guié en algunas lecturas sobre teoría del derecho – hoy abogado, profesor de derecho en Alemania y presidente del sindicato IG Metall – preguntó a Lyra Filho si yo no era “excesivamente hegeliano”. Provocado, el maestro respondió con evidente ironía: “¡no, creo que debería leer a Hegel!”.

Muchos de entonces todavía tienen los pies en la tierra y en los libros: pasado y presente comulgando en nuestra trayectoria, ahora tomando forma en nuestro hacer profesional, en nuestra militancia política, ahora en nuestros escritos, difundidos a lo largo de este tiempo. El recuerdo de esta época me lleva a Raymundo Faoro, quien hizo la concesión fraternal de decir, en un texto de presentación, hace 45 años, que un libro de mi autoría tenía la virtud “de iluminar el tema con elegancia en pocas páginas”. (Ya he pasado del fenómeno de asociar nombres y hechos a la esencia de la situación política que estamos viviendo).

Y doy vueltas a las vueltas de la memoria. Me remiten a Roberto Lyra Filho, quien en 1982, en un escrito que demuestra la amistad del maestro con sus discípulos más cercanos, me entregó con confianza a mí y a otros jóvenes colegas “la elaboración de los corolarios (de la nueva escuela jurídica brasileña) en relación con derecho laboral. Hasta aquí estamos en la historia, yo, Lyra Filho, Faoro y Flávio Benites. Procedo.

Ciertamente no merecí la designación de “elegante”, por parte de Faoro, ni tuve la capacidad de estar a la altura del legado de Roberto Lyra Filho, pero tomo estos recuerdos del archivo para establecer algunas conexiones con el presente. Al fin y al cabo, lo que se busca en un texto limitado como este no es la esencia del relato, sino el enunciado de un fenómeno que lo revele “un poco”, porque entiendo con Karel Kosik que “la manifestación de la esencia es precisamente la actividad del fenómeno”.

Reanudando mis lecturas interrumpidas, puse mis manos en el tercero excluido (Zahar), de Fernando Haddad, en cuya presentación el autor recuerda, entre otros hechos importantes de su vida intelectual y política, el surgimiento de Prouni y también de aquel autor que estudió y se dedicó a desentrañar el “tema del patrimonialismo brasileño”, Raymundo Faroo, un weberiano explícito. Fernando Haddad ingresa a mi texto a través de conexiones increíbles, ya no en los callejones de la Historia, en los que individuos singulares tejen sus relaciones de principios, sino en calles que alcanzan otra universalidad concreta: el Estado nacional y su reforma económica.

A través del patrimonialismo, el “carácter distintivo” de la formación del Estado nacional brasileño, que adopta “en lugar de la objetividad abstracta de un derecho igual, propio del Estado moderno” (...) la regla “por el principio opuesto, el de las consideraciones eminentemente personales, propio del situaciones de inestabilidad de poder, en tanto las contrapartes se entienden como cumplimiento de un deber personal o incluso de un favor” (p. 11).

Es posible, pero difícil, que haya una mejor narrativa sobre el drama histórico que hoy vive Fernando Haddad, en los estrechos márgenes que le reserva el Estado moderno -en su fase liberal-democrática decadente- para buscar la efectividad de una “igualdad de derechos”, en reforma económica: el patrimonialismo es mayoritario en el poder legislativo, se mantiene intacto en la estructura burocrática del Estado y sus jefes no rechazan ni rechazarán nunca alianzas con la extrema derecha, para reforzar sus privilegios y mantener sus “amistades” funcionando en relaciones reales de poder.

El “fenómeno” histórico brasileño que brilla hoy está representado por la valentía de un Presidente que entregó, en las manos sabias y pacientes de Fernando Haddad, los destinos de todo un ciclo de nuestro proyecto democrático moderno. Si el nuevo ancla fiscal no se vuelve aceptable para las grandes empresas, para quienes la democracia nunca tuvo sentido, y también se vuelve indiferente para los trabajadores de todo tipo para quienes es más urgente el alimento que una nueva hegemonía democrática, todo se vendrá abajo.

Los estrechos márgenes de maniobra están presionados por la guerra y el hambre, por el ejército civil de milicianos armados y por la furia acumulada de búsqueda de rentas. Abrir esos márgenes significa tener un balance fiscal capaz de combatir las desigualdades sociales y regionales, para unir a Brasil en torno a la República y la democracia.

* Tarso en ley fue gobernador del estado de Rio Grande do Sul, alcalde de Porto Alegre, ministro de Justicia, ministro de Educación y ministro de Relaciones Institucionales de Brasil. Autor, entre otros libros, de utopía posible (Arte y Artesanía).

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