El mito del poder moderador

Imagen: César Fonseca
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por LUIS FELIPE MIGUEL*

Una interpretación espuria del artículo 142 de la Constitución Federal

Cuando se encontró en el celular del coronel Mauro Cid un documento que decía que las Fuerzas Armadas tenían derecho a intervenir en la política, Ives Gandra da Silva Martins se apresuró a decir que no era así. Pero es bien conocida su larga trayectoria como enemigo de la democracia.

Ives Gandra a menudo se describe como un "jurista conservador". Es un mero eufemismo. Portavoz del Opus Dei en Brasil, apenas ocultando su nostalgia por la dictadura militar (donde, escribió, había “mayor seguridad jurídica”), fiel compinche de Jair Bolsonaro, no es conservador: es reaccionario.

A través de Jair Bolsonaro, se convirtió en el principal patrocinador de la tesis de que los militares ejercen un “poder moderador”: tienen la última palabra cuando hay un conflicto entre los tres poderes constitucionales. Se trata de una interpretación espuria del artículo 142 de la Constitución Federal, que se hace eco de la justificación que los propios militares dan a su insubordinación frente al poder civil.

Fue el brasileñista Alfred Stepan quien habló del “modelo moderador” de intervención política de los militares, inspirado en el Poder Moderador que la Constitución de 1824 otorgó al emperador – y que convirtió al Brasil imperial en una monarquía constitucional con un fuerte hedor absolutista.

En este modelo, los militares harían intervenciones puntuales, para “corregir” caminos que consideraban erróneos, en lugar de apropiarse del poder. La dictadura instaurada tras el golpe de 1964 habría supuesto una ruptura con el modelo. Como escribió João Quartim de Moraes, es más correcto hablar del “mito del poder moderador”, el mito de que los líderes militares no tienen partido en las disputas políticas.

La idea de un “modelo moderador” es reivindicada hoy por los propios militares, como forma de legitimar su tendencia a inmiscuirse en los asuntos civiles. A menudo, se presentan como intérpretes privilegiados de la voluntad popular –lo cual es bastante curioso, ya que sus intervenciones generalmente apuntan a impedir o revertir la expresión de esta voluntad a través de medios que les son propios, como las urnas.

Queda la necesidad de presentar un argumento que afirme la constitucionalidad de la injerencia militar en la política. Ahí es donde entra Ives Gandra da Silva Martins y su pícara interpretación del artículo 142 de la Constitución.

También se apoya en la idea de “poder moderador”, que ve presente en la Constitución. El artículo 142 es realmente malo. Ya es hora de modificarlo, eliminando ambigüedades. Pero la lectura de Ives Gandra da Silva Martins no está justificada.

Este es el texto principal del artículo: “Las Fuerzas Armadas, integradas por la Armada, el Ejército y la Fuerza Aérea, son instituciones nacionales permanentes y regulares, organizadas con base en la jerarquía y la disciplina, bajo la suprema autoridad del Presidente de la República. República, y tienen por objeto la defensa de la Patria, la garantía de los poderes constitucionales y, a iniciativa de cualquiera de éstos, del orden público”. ¿Hay poder moderador allí? Ciertamente no.

La tesis interesó a Jair Bolsonaro, en medio de enfrentamientos entre el Ejecutivo y otros poderes, o solo con el Judicial, después de que el entonces presidente se convirtiera en el famoso “tchutchuca do Centrão”. Significaba que la solución a estas disputas la darían las Fuerzas Armadas. ¿Alguna pregunta sobre su lado?

Ives Gandra ha escrito artículos y dado entrevistas para apoyar su argumento. Fue la voz que apoyó la loca idea de la “intervención militar constitucional”, que los Bolsominions repetían por las calles de Brasil. Fue uno de esos artículos que inspiró a Mauro Cid y su grupo de oficiales a elaborar el borrador del golpe que encontró la Policía Federal.

Como escribió el entonces factótum de Jair Bolsonaro, ahora en prisión, la lectura de Gandra allanó el camino para que las Fuerzas Armadas restauraran la “armonía constitucional”. En otras palabras: la “armonía” entre los poderes vendría del hecho de que todos se someterían a la voluntad de los uniformados. (En realidad, la lógica de la separación de poderes es que se controlen entre sí, para evitar la tiranía, no que sean “armoniosos”, como dice en vano el artículo 2 de la Constitución.)

Gandra dice que no escribió el documento citado por el Cid después de las elecciones. Es verdad. Lo escribió en 2020, cuando las tensiones aumentaban por el manejo criminal de la pandemia y Jair Bolsonaro estaba saliendo con un golpe de Estado.

Las tesis planteadas entonces sirvieron para ser aplicadas en el nuevo contexto. Ives Gandra se colocó en el puesto de mentor legal del golpe bolsonarista. Puede o no haber tenido una participación directa en los eventos que condujeron al 8 de enero, pero su responsabilidad intelectual es innegable.

Ahora tienes miedo. Dice que fue "malinterpretado". Calificó el decreto de Mauro Cid de “estupidez” y “tontería”. En las redes sociales, él y su hija Angela -a quien, por cierto, Jair Bolsonaro ofreció un cargo en el ministerio de Damares- difundieron un patético video en el que aseguran que su golpe es “el golpe del amor”. ¿Eh?

Pero sigue defendiendo la idea de que las Fuerzas Armadas tienen la prerrogativa de inmiscuirse en la política para regular las relaciones entre poderes. Continúa prestando un barniz constitucional a un posible golpe de Estado. Y hoy estará en la Escola Superior de Guerra, para dar una conferencia sobre “el estado democrático de derecho”…

*Luis Felipe Miguel Es profesor del Instituto de Ciencias Políticas de la UnB. Autor, entre otros libros, de Democracia en la periferia capitalista: impasses en Brasil (auténtico).

Publicado originalmente en Jornal GGN.


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