por DANIEL BRASIL*
Consideraciones sobre la novela de Itamar Vieira Junior
Este breve comentario sobre una de las novelas brasileñas contemporáneas más exitosas es más una especulación sobre alternativas ficcionales que una crítica al minucioso trabajo del autor, Itamar Vieira Junior. Algunos lectores pensarán que desvelo el final, lo cual no es exactamente cierto. Espero que mis ensoñaciones sirvan para agudizar la curiosidad, nunca para desalentar la lectura. Así como también espero que todo el misterio y el encanto de la palabra revelación nunca puedan ser reemplazados por lo vulgar y exótico. Spoiler.
Las cualidades de la bella novela. torto arado ya han sido suficientemente elogiados en los círculos literarios. Otorgado en Brasil y Portugal, vuelve a poner en discusión el Brasil rural, la población negra privada de sus derechos básicos, la explotación del trabajo rural, la omisión de la Justicia y la ausencia de políticas públicas a mediados del siglo XX. Sin poner fechas, el autor supo, de manera muy hábil, retratar una situación que aún perdura, garantizando su actualidad. Geógrafo de profesión, y empleado de Incra, convivió durante muchos años con la cuestión agraria y conoce de cerca el mundo que retrata. O recrear.
El punto de partida es prometedor. Dos hermanas, descendientes de esclavas, nacidas en el campo, viven una experiencia (¿un accidente?), aún niñas, que marcará sus vidas. Bibiana es la narradora de la primera parte, y diseña la ambientación, sitúa datos históricos e introduce a los personajes principales. El comienzo es magnífico, como un logro literario. Una escritura llena de colores, sabores y sentidos, que evoca y revitaliza a autores vinculados al regionalismo, como Graciliano y Rachel de Queiroz.
El libro está dividido en tres partes. La narradora de la segunda parte es la otra hermana, Belonísia, y aquí hay una dolorosa ironía, pues no tiene voz fisiológica. Los contornos de los personajes ganan nitidez y también matices. Ambas son hijas de Zeca Chapéu Grande, líder comunitario y espiritual que incorpora entidades en jarês, rituales de origen africano con influencias indígenas y espiritistas.
Podemos decir que con estos recursos el autor se aleja del crudo realismo del regionalismo y se acerca a autores como Jorge Amado y João Ubaldo Ribeiro, maestros bahianos en el mestizaje entre géneros. Y también el llamado realismo mágico latinoamericano, que marcó profundamente la formación de muchos escritores contemporáneos.
Este fuerte enfrentamiento, nunca resuelto, entre la mística y la realidad, lo subjetivo y lo objetivo, la fe y la materialidad en las luchas sociales, es el gran nudo de la tercera parte. La voz narrativa se le da a una entidad, Santa Rita Pescadeira. Y el momento culminante, en términos dramáticos, donde se mezclan los sentimientos de justicia y venganza, está determinado por un factor sobrenatural.
Hay creación en todo esto, hay una cierta poesía. Haciendo una analogía, uno de los momentos más memorables de la novela pastores de la noche, de Jorge Amado, sucede cuando una entidad de Candomblé cae sobre un sacerdote, dentro de una iglesia en Salvador. Algunos pueden hacer lecturas psicoanalíticas de esos momentos de trance, en los que un personaje toma decisiones cruciales inspirado, conscientemente o no, por sus fantasmas, sus recuerdos o sus creencias. Para mantenerse dentro del canon occidental, Shakespeare usó bien esta estratagema en Hamlet y en otras obras.
El problema de que la tercera parte de torto arado Lo que importa es hasta qué punto dependemos de soluciones externas, místicas o religiosas para resolver el problema material de la cuestión agraria, la lucha en el campo, el reconocimiento de los derechos de los negros, indígenas e inmigrantes. Un personaje muy terrenal, Severus, emerge desde el principio. Toma forma en la segunda parte, y se vuelve fundamental en el desenlace de la trama. Va a estudiar a la ciudad, se hace sindicalista, se casa con Bibiana y regresa a su tierra natal para organizar a los campesinos. Pero no será por sus manos que se hará justicia. Formará parte de lo que Frantz Fanon llamó “los condenados de la tierra”.
Ahí radica uno de los grandes dilemas de la novela. Entre la fantasía y el enfrentamiento a la realidad, existe un amplio caudal de posibilidades artísticas. Si Itamar Vieira Junior mantuviera el desenlace dramático sobre los rieles del realismo, recibiría aplausos de unos y críticas de otros. Los defensores tradicionales de la clase, el género y la raza fruncirían el ceño.
Y viceversa. La opción por un final motivada por la fuerza inmemorial e inconsciente de las tradiciones puede cautivar a unos y atraer antipatías a otros. En un país desgarrado por un gobierno genocida, racista y destructor del medio ambiente, es ingenuo creer que los dioses salvarán a los indígenas, a los quilombolas, a los desempleados, a los sin techo y sin alimentos. O incluso que un dios semítico que se vuelve blanco salvará a la clase media, si sigue siendo complaciente y confabuladora.
Vida larga y próspera torto arado (nombre extraído de un verso del arcadeista Tomás Antonio Gonzaga, in marilia de dirceu), por sus evidentes méritos estilísticos y sociológicos, a pesar de las salvedades. Esperamos con interés las próximas obras del autor, que prometen profundizar y ampliar el tema. Y que el epígrafe de Raduan Nassar citado en el libro inspire su pluma: “La tierra, el trigo, el pan, la mesa, la familia (la tierra); existe en este ciclo, decía el padre en sus sermones, el amor, el trabajo, el tiempo”.
* Daniel Brasil es escritor, autor de la novela traje de reyes (Penallux), guionista y director de televisión, crítico musical y literario.
referencia
Itamar Vieira Júnior. arado torcido. São Paulo, Sin embargo, 2019, 264 páginas.