por RODRIGO GHIRINGHELLI DE AZEVEDO*
El caso de acusaciones de acoso sexual y hostigamiento contra el ministro Silvio Almeida resalta la importancia del liderazgo del presidente Lula
En un artículo publicado en la Revista Lengua y Derecho,[i] Lana Lage da Gama Lima analiza la “cultura de la violación”, un concepto desarrollado en los años 1970 por el movimiento feminista norteamericano para describir cómo las leyes, normas y prácticas naturalizan la violencia sexual contra las mujeres debido a las desigualdades de género.
La autora explora cómo esta cultura tiene raíces en la tradición judeocristiana, que retrata a las mujeres de forma dicotómica: Eva, la pecadora, y María, la virgen pura. Esta dualidad moldeó las representaciones sociales misóginas y el control de la sexualidad femenina, consolidando la desconfianza y la desvalorización de las mujeres, especialmente en los casos de violencia sexual.
Lana Lage da Gama también analiza cómo la legislación occidental, especialmente en Brasil, ha reflejado y reforzado esta sumisión femenina a través de códigos penales que diferenciaban el tratamiento legal en función de la moralidad de la víctima.
Incluso después de la eliminación del término “honesto” del Código Penal en 2003, la cultura de la violación persiste, como lo demuestra el manejo de casos recientes. La autora concluye que superar esta cultura requiere la deconstrucción de normas y representaciones sociales que culpabilizan a las mujeres, buscando la igualdad de derechos entre géneros.
El movimiento Yo también, fundada en 2006 por la activista Tarana Burke para apoyar a las mujeres negras víctimas de violencia sexual, ganó notoriedad mundial en 2017 cuando la actriz Alyssa Milano popularizó la hashtag #MeToo, desencadenando una ola de denuncias públicas contra los abusadores, especialmente en Hollywood. Este momento sacó a la luz la dimensión sistémica de la violencia de género, alentando a miles de mujeres a exponer sus experiencias de abuso, agresión y acoso sexual.
En Brasil, el Yo también Se organiza a través de colectivos feministas, ONG y activistas, impulsando acciones de sensibilización y campañas de apoyo a las víctimas. El movimiento enfatiza la importancia de visibilizar los ataques y acoger a las víctimas, creando redes de solidaridad y apoyo emocional, jurídico y psicológico.
La estrategia incluye romper el silencio, la denuncia colectiva y la sensibilización sobre la magnitud del problema. Fortalecer estas redes e impulsar políticas públicas efectivas es crucial para responsabilizar a los perpetradores y construir una cultura de confrontación de la violencia de género, desafiando la normalización del acoso y la violencia sexual.
Tomar acciones rápidas y efectivas para proteger a las mujeres víctimas de acoso y acoso en el lugar de trabajo es fundamental, especialmente en ámbitos como la política y la academia, donde existen relaciones de poder asimétricas. En estas esferas, la jerarquía y la influencia de las figuras públicas pueden hacer que las víctimas sean más vulnerables e inhibir la denuncia por temor a represalias. Las medidas ágiles son fundamentales para garantizar la integridad física, emocional y profesional de las mujeres y para lograr que el entorno laboral siga siendo seguro y libre de presiones.
Además, la destitución de figuras que ocupan importantes cargos políticos ante acusaciones graves y contextualizadas formuladas por varias víctimas es fundamental para garantizar la integridad del proceso investigativo y la protección de los denunciantes, sin comprometer el principio de presunción de inocencia.
Si bien no viola los derechos de defensa de los acusados, quienes pueden hacer valer sus derechos a través de los canales legales apropiados, les impide utilizar su posición de poder para influir en las investigaciones o intimidar a la víctima y a los testigos. El objetivo es garantizar que los puestos de poder no confieren inmunidad o privilegios de responsabilidad por conducta inapropiada.
Es crucial que, en el ámbito penal, se respete el debido proceso y la presunción de inocencia, asegurando que todos los acusados tengan la oportunidad de defenderse adecuadamente. Sin embargo, es igualmente esencial que las decisiones judiciales se tomen con una perspectiva de género, especialmente en casos de acoso y abuso sexual en los que puede no haber pruebas materiales ni testigos directos.
En el nivel judicial, las decisiones con perspectiva de género, que han sido impulsadas por el Consejo Nacional de Justicia, son fundamentales para valorar la voz de las víctimas en casos de acoso y abuso sexual, especialmente en ausencia de pruebas materiales o testigos. Estas decisiones reconocen las dinámicas de poder y control involucradas en estos crímenes, lo que permite una evaluación más justa de las acusaciones.
Las víctimas a menudo enfrentan dificultades para presentar pruebas concretas debido a la naturaleza íntima y oculta del abuso. Una perspectiva de género ayuda a comprender estas circunstancias y a tratar las denuncias con seriedad, combatiendo la descreditabilidad que a menudo se asocia con dichas denuncias.
La penalización del acoso y el acoso sexual es crucial para la prohibición social de estas conductas. Define claramente lo que es inaceptable y establece mecanismos legales para responsabilizar a los infractores y proteger a las víctimas. La criminalización contribuye a la conciencia pública y al cambio cultural, transformando una cultura permisiva hacia el comportamiento masculino abusivo y promoviendo un entorno más seguro y respetuoso.
Además, ofrece una vía legal para que las víctimas busquen justicia y protección, sirviendo como mecanismo disuasorio contra el comportamiento abusivo. En resumen, la criminalización de estos comportamientos es necesaria para promover el cambio cultural, fortaleciendo la protección y la justicia para las víctimas, permitiendo a las autoridades abordar estos delitos de manera adecuada y actuando como una barrera contra las prácticas abusivas.
El caso de las acusaciones de acoso sexual y acoso contra el Ministro Silvio Almeida pone de relieve la importancia del papel de liderazgo del Presidente Lula, en un contexto a menudo marcado por la misoginia y el “broderagement”, donde las denuncias se minimizan y las víctimas son descalificadas, a menudo con el pretexto de que fueron motivados por disputas políticas.
En este escenario, la intervención de Lula en el arbitraje del asunto y en la destitución del ministro acusado fue crucial para asegurar que las acusaciones sean tratadas con la seriedad que merecen y para asegurar el debido tratamiento, por parte del gobierno federal, de las cuestiones de género. -Violencia basada en.
Desde una perspectiva weberiana, el papel del líder carismático es crucial para romper las estructuras de poder tradicionales, caracterizadas por lealtades personales y amiguismo. Max Weber describe el carisma como una forma de autoridad basada en la habilidad personal y la capacidad de inspirar devoción, a diferencia de la autoridad tradicional, que se basa en normas y prácticas establecidas.
En un contexto donde las estructuras de poder están marcadas por relaciones de lealtad y amiguismo, el líder carismático puede desafiar estas normas y prácticas ofreciendo una visión innovadora y un compromiso con principios éticos que trascienden los intereses personales y las tradiciones establecidas.
El líder carismático tiene la capacidad de transformar y modernizar las instituciones apoyándose en una legitimidad que desafía las estructuras de poder existentes. Al adoptar una postura ética firme centrada en proteger a las víctimas, el líder carismático puede debilitar las relaciones de lealtad y los acuerdos de compinches que a menudo perpetúan prácticas injustas y abusivas. Este tipo de liderazgo no sólo desestabiliza el statu quo, pero también crea nuevas posibilidades para construir instituciones más transparentes y responsables, basadas en principios de mérito y justicia, en lugar de redes de favores y lealtades personales.
La decisión de destituir al ministro fue, por tanto, una medida necesaria para proteger a las víctimas y garantizar que el proceso judicial se lleve a cabo de manera imparcial, sin injerencias que puedan comprometer la investigación de los hechos. Este distanciamiento es esencial para mitigar la influencia de la misoginia y las prácticas de “broderage” y de lealtad personal y política que puedan estar presentes, creando un ambiente más seguro y respetuoso para los denunciantes. La postura firme y clara del presidente Lula fue, en este sentido, fundamental para reforzar el compromiso del gobierno con la justicia y la igualdad de género.
Además, el Ministerio de Derechos Humanos debe seguir comprometido con la protección de las mujeres víctimas de violencia, manteniendo su misión de apoyar y defender los derechos de las víctimas, incluso frente a controversias políticas.
El ministerio debe garantizar que su papel de proteger y acoger a las víctimas no se vea comprometido por el caso, manteniendo el énfasis en promover la igualdad de género y la justicia social. De esta manera, la respuesta institucional estará guiada por el compromiso con la ética y los derechos humanos.
Recordando que rechazar prácticas de acoso –ya sea moral, sexual o psicológico– no es un tema exclusivo de las mujeres, sino una cuestión de derechos humanos universales. La negativa a insinuaciones no deseadas, coqueteos o sugerencias que condicionen el avance profesional a concesiones personales y favores sexuales debe entenderse como una agenda humanitaria y universal, y no sólo como una reivindicación identitaria.
Estas acciones son expresiones de relaciones de poder que, independientemente de su carácter sexista, deben ser rechazadas para promover un ambiente de respeto e igualdad para todos.
*Rodrigo Ghiringhelli de Azevedo, sociólogo, es profesor de la Facultad de Derecho de la PUC-RS.
Nota
[i] Lima, LLG Cultura de la Violación, Representaciones de Género y Derecho. Lengua y Derecho / Lengua y Derecho, vol. 4(2), 2017, p. 7-18.
la tierra es redonda hay gracias a nuestros lectores y seguidores.
Ayúdanos a mantener esta idea en marcha.
CONTRIBUIR