por ARMANDO BOITO JR.*
Consideraciones sobre las determinaciones históricas del régimen fascista
Pido permiso al lector para comenzar con una metáfora. El concepto es como el canto del gallo en el poema de João Cabral – “Un gallo solo no teje una mañana: siempre necesitará otros gallos”. Solo, el concepto no teje nada. No es nada. Aguas arriba, asume muchas otras y apunta a fundamentos y suposiciones distantes; aguas abajo, indica consecuencias que le son propias y que sólo tienen sentido en el cuerpo de la teoría en que se inserta; a sus lados, otros que también le dan sentido. Es necesario saber, pues, y recordando otro poema del mismo poeta, ubicar la pequeña parte que corresponde a un determinado concepto en el inmenso estado de múltiples conceptos que forman una teoría.
Y tenemos que indicar esa pequeña parte o trama con precisión. En el caso del concepto marxista de fascismo, que es lo que aquí nos interesa, el latifundio es la teoría marxista del Estado burgués. Para llegar ahí, al concepto, hagamos un recorrido que puede parecer demasiado grande, pero que es necesario. En la primera parte de este camino tendremos que repetir tesis conocidas, y las repetiremos, entre otras razones, porque muchas veces se ignora la importancia de estas tesis para la construcción y comprensión del concepto de fascismo.
Ya lo hemos dicho: el objeto analizado en este texto es un concepto. Se trata, por tanto, de un texto teórico. Sin embargo, agregamos, su motivación es política y práctica, dado que estamos frente al gobierno neofascista de Jair Bolsonaro, que viene amenazando con implantar una dictadura en Brasil. Como tal gobierno alberga un grupo fascista y militar, ambos igualmente autoritarios, la definición de dictadura y sus diferentes tipos – burocrático civil, burocrático militar y fascista – adquirió un sentido de urgencia en Brasil.
El concepto y la teoría
Caminemos inicialmente contra la corriente del concepto. El fascismo es un tipo particular de dictadura. Pero, ¿qué es una dictadura? Es una de las dos formas de Estado –la otra es la democracia– posible en diferentes tipos de Estado –esclavista, feudal, burgués. Existieron dictaduras y democracias feudales y esclavistas, como hoy existen dictaduras y democracias burguesas. ¿Y el estado? En la teoría marxista, como todos sabemos, es la institución que organiza la dominación de una clase social. El fundamento de esta teoría del Estado es, pues, la tesis según la cual la sociedad es una sociedad de clases atravesada por conflictos distributivos de clase y, en el límite, por la lucha de clases.
Volvamos. El Estado organiza específicamente la dominación de clase, no una dominación cualquiera. La dominación de género, para dar un ejemplo muy importante, precede al Estado – estuvo y está ampliamente presente en sociedades tribales, desprovistas de Estado, como lo muestran, entre otros, los trabajos del antropólogo marxista francés Christophe Darmangeat (2015a; 2015b) . Por lo tanto, si bien los Estados pueden contribuir a la dominación de género, y hasta la fecha han contribuido más que limitado, podemos decir que este tipo de dominación no requiere de esta institución. Es la dominación de clase, como argumentó Engels en su clásico Origen de la familia, la propiedad privada y el estado, que inevitable e inevitablemente requiere de la acción del Estado para mantenerse.
Quizás este gran descubrimiento científico de Engels no haya sido debidamente valorado. Pues bien, decíamos que los Estados históricamente existentes cumplen su función organizándose de dos formas: la forma dictatorial y la forma democrática. Son, por así decirlo, meras formas, porque en esencia todo Estado es una dictadura, es decir, representa, organiza y defiende exclusivamente el interés político general de una sola clase social – el Estado capitalista o burgués mantiene la propiedad privada de los medios de producción y las condiciones generales de reproducción del trabajo asalariado y, que no es más que la otra cara de la misma moneda, impide todo proceso de socialización de los medios de producción.
¿Qué diferencia a cada una de las formas mencionadas? El procedimiento a través del cual se producen las decisiones del Estado. Aclaremos un punto de partida. Sea de una forma u otra, el contenido de la decisión, la esencia del Estado, realiza y defiende, como dijimos más arriba, únicamente el interés político general de la clase dominante. Es por eso que los marxistas, comenzando por el mismo Marx, sostienen que todo Estado es, en el sentido más amplio del término, una dictadura (de clase). Pues bien, esta dictadura de clase adquiere forma democrática cuando la clase dominante cuenta con un organismo de representación política que le permite participar de manera abierta, sistemática y activa en el proceso de toma de decisiones; asume una forma dictatorial, cuando los agentes permanentes del Estado -burócratas en el caso del Estado capitalista- monopolizan el proceso de toma de decisiones (Saes, 1987).
En el caso del Estado capitalista, la institución representativa de la clase dominante, Congreso o Parlamento, está obligada, ya que el Estado de tipo capitalista, a diferencia de los Estados precapitalistas, convierte a todos los individuos que habitan un determinado territorio en sujetos plenos de derecho, esta institución está obligada, decíamos, a abrirse a los representantes políticos de las clases dominadas. Sin embargo, la originalidad de este Estado y la consecuente originalidad de la democracia capitalista –caracterizada teóricamente de manera pionera por Lenin (1980, p. 176-189)– no niegan el carácter burgués de uno u otro, ya que la estructura y El funcionamiento de esta institución representativa, a pesar de su heterogénea composición de clases, impide cualquier política de transición al socialismo. A su manera, por lo tanto, el parlamento o congreso moderno también encaja en la definición general de la forma democrática de los estados de clase explotadores: una forma democrática de estado contiene una institución representativa para la clase dominante, nunca, cabe señalar, para la clase dominante. clase dominada.
Completemos la definición de democracia. En el Estado capitalista, esta forma de Estado da lugar a la formación de un régimen político o escenario político particular: libertad de pensamiento, expresión y asociación, participación política basada en el sufragio universal, etc. Este escenario político cumple una doble función: regular la participación de los partidos políticos burgueses y pequeñoburgueses en el proceso de toma de decisiones y, no menos importante, escenificar la representación popular en el Estado, es decir, crear la ilusión de que el interés político general de la clase obrera puede ser contemplada por el Estado y también la ilusión de que sus intereses económicos pueden estar presentes en esta institución en condiciones supuestamente iguales a las que disfruta la burguesía.
A pesar del riesgo de que la democracia burguesa acabe engañando e integrando a los trabajadores y sus representantes políticos al orden capitalista, esta democracia, al contrario de lo que sucedía con las democracias precapitalistas, que por las características organizativas del Estado esclavista y feudal, excluida la clase fundamental dominada, esta democracia, decíamos, puede interesar a los trabajadores. Puede facilitar su organización y lucha independientes, ya sea por objetivos económicos a corto plazo que el cuerpo representativo de la democracia burguesa puede, dentro de ciertos límites, asimilar, o por el objetivo estratégico de la transición al socialismo. La distinción entre la forma democrática y dictatorial del estado burgués, en la que cae el concepto de fascismo, es por lo tanto importante no sólo para la teoría política sino también para la acción práctica de la clase obrera.
Pues bien, del mismo modo que la democracia capitalista puede presentarse bajo un régimen presidencial o parlamentario, cada uno de ellos basado en sistemas bipartidistas o multipartidistas de diferente tipo, características que, todas ellas, influirán fuertemente en las características y dinámicas del proceso político, afectando los tipos de crisis política y las condiciones de lucha de los trabajadores, así mismo, en la forma dictatorial del Estado capitalista, encontramos diferentes regímenes políticos, que también influyen, cada uno a su manera, en la dinámica de estas dictaduras, así como en las ya aludidas a las condiciones de lucha de los trabajadores. Hay al menos tres regímenes bajo los cuales puede aparecer la forma dictatorial del Estado capitalista: la dictadura de la burocracia civil (Napoleón III, el Estado Novo brasileño y otros), la dictadura militar (Brasil, Argentina, Chile y Uruguay en la década de 1960 , 1970 y 1980) y la dictadura fascista (Alemania de Hitler, Italia de Mussolini y otros).[i]
Cabe aclarar en este punto que las definiciones institucionales de Estado, democracia y dictadura en la teoría marxista del Estado no son definiciones institucionalistas, es decir, no son definiciones derivadas de la teoría institucionalista. La institución del Estado se organiza gracias a sus propios valores y normas, de manera compatible con su función social – esclavista, feudal o burguesa. Nicos Poulantzas (2019 [1968]) destacó esta relación funcional entre la institución del Estado y los intereses de la clase dominante en los diferentes tipos de Estado, tema sobre el que ya hemos dado algunas indicaciones, pero que no será abordado aquí. .
Siendo así, la forma de Estado y el régimen político de un Estado burgués son, en consecuencia, formas de Estado y regímenes políticos burgueses, es decir, instituciones políticas dotadas de carácter de clase y por tanto inseparables de la economía y de la sociedad, y, además, como veremos más adelante, la relación entre, por un lado, tales formas de Estado y regímenes políticos y, por otro, los intereses de las distintas fracciones burguesas tampoco son relaciones aleatorias. En la teoría marxista del Estado, la organización institucional contiene siempre una ineludible dimensión económica y social.
El concepto y la controversia latinoamericana
En la década de 1970, los intelectuales marxistas latinoamericanos entablaron un rico debate sobre la naturaleza de las dictaduras en el Cono Sur del continente americano. Las posiciones polares opusieron a quienes consideraban fascistas tales dictaduras, como Agustín Cueva y Theotônio dos Santos, ya quienes las caracterizaban como dictaduras militares, como Atilio Boron, João Quartim de Moraes y otros. Este debate ayudó a poner en primer plano y también a convertirse en el tema del debate mismo, las diferentes concepciones teóricas del fascismo que movilizaron los litigantes de ambos lados.[ii]
Es posible comprobar, releyendo este debate, que varios autores no están de acuerdo con la idea que estamos desarrollando en este texto, idea según la cual es necesario definir al fascismo como uno de los posibles regímenes dictatoriales en el Estado capitalista. Insisten en la idea de que el concepto de fascismo debe incluir otras innumerables determinaciones; hacer lo contrario sería caer en el error del formalismo. Argumentan que debemos incluir en la definición del concepto de fascismo la etapa de desarrollo capitalista en la que se inserta tal dictadura, la posición que ocupa en la economía mundial la formación social en la que se organiza la dictadura y la fracción burguesa que ejerce el poder político. hegemonía en esta dictadura.
El fascismo sería un tipo particular de dictadura que se daría en una etapa inicial y crítica del imperialismo, en los países centrales y sólo en estos países y bajo la hegemonía de una gran burguesía nacional, autónoma e imperialista. Se refiere al capital financiero en el sentido de Hilferding, es decir, a la fusión del capital industrial con el capital bancario, y concentrado, en el caso de la industria, en las ramas de la industria pesada -industria extractiva, producción de bienes intermedios, como el acero, de equipos y máquinas, material de guerra y otros. Esta es la posición defendida por Atilio Boron en el citado texto. Este autor concluye que las dictaduras del Cono Sur no serían fascistas porque no se podría concebir la formación de una dictadura de tipo fascista en los países mencionados, ya que, al ser países dependientes, estarían -como en realidad lo están- desprovistos de una gran burguesía nacional e imperialista.
Sosteniendo la misma tesis que Boron, pero argumentando de manera diferente, João Quartim de Moraes puso, y a nuestro juicio correctamente, el énfasis en la organización institucional del régimen dictatorial para definirlo como una dictadura militar, distinguiéndolo de la dictadura fascista. Cito un extracto del artículo que el autor publicó inicialmente en la revista Los tiempos modernos en 1971, que luego fue publicado en la revista colombiana Ideología y sociedad en 1973. Utilizo la traducción brasileña aún inédita de Cesar Mangolin para la siguiente cita: “La dictadura militar en Brasil a menudo se define como fascista. […] Ciertamente hay puntos en común entre el fascismo europeo y el régimen militar instalado en Brasil por el golpe de 1964. Ambos son responsables de la transformación terrorista y policial del Estado burgués. […] Finalmente, ambos representan las formas autocrática y militarista del estado burgués en la época del imperialismo y la revolución proletaria. Sin embargo, las diferencias entre los dos tipos de autocracia burguesa también son muy importantes. En Brasil, el régimen no tiene un partido de masas; tampoco dio lugar al complemento dialéctico de tal partido, a saber, el Jefe, que puede llamarse Duce, Führer o Caudillo. De hecho, es el aparato militar como institución que está a cargo (ayudado, por supuesto, por "tecnócratas" y políticos burgueses) de administrar el aparato estatal y el sector público de la economía. De ahí una doble consecuencia: el Ejército juega, a su manera, el papel de “partido político de la burguesía” y el Jefe de Estado ejerce el poder como expresión del consenso entre los altos mandos de las fuerzas armadas. La prueba es la forma en que se eligen los diferentes generales-presidentes de los estados militares sudamericanos, en particular los de Brasil (la elección de Garrastazu Médici por un “colegio electoral” compuesto, en la “primera vuelta”, por ciento veinte siete generales y, en segunda vuelta, por diez generales pertenecientes al alto mando de las fuerzas armadas es el ejemplo más reciente y expresivo)”. (Moraes, 1971)
Para Atilio Boron y João Quartim de Moraes, por lo tanto, el concepto de fascismo dependiente con el que Theotônio dos Santos (1977) pretendía caracterizar los regímenes militares, o el concepto de “fascismo colonial”, utilizado con el mismo propósito por Hélio Jaguaribe (1968 ), tales conceptos evidentemente carecerían de fundamento. Coincidimos con la conclusión de Boron y Moraes: tales dictaduras fueron dictaduras militares, distintas a las dictaduras fascistas. No estamos de acuerdo, sin embargo, con el argumento presentado por Boron, quien moviliza un concepto de fascismo saturado de determinaciones económicas, sociales y políticas, subestimando el aspecto institucional y general de este régimen dictatorial que destaca Moraes.
El fascismo es un régimen dictatorial. Ahora bien, es un hecho histórico innegable que, por un lado, una misma forma de Estado, dictatorial o democrática, y un mismo régimen político dictatorial, por ejemplo una dictadura militar, conforman bloques de poder con diferente composición de clases y fracciones de clase. y que, por otro lado, la hegemonía de una misma fracción burguesa puede ser ejercida a través de diferentes formas de Estado y diferentes regímenes políticos dictatoriales (Boito Jr., 2020).
La democracia burguesa, donde nació en el siglo XIX y principios del XX, organizó la hegemonía del capital medio, pero en el período posterior esta misma forma de Estado comenzó a organizar, en la mayoría de los países capitalistas, la hegemonía del gran capital. . Veamos un ejemplo latinoamericano: la dictadura militar en Brasil fue desarrollista, organizando una alianza en la que la gran burguesía nacional mantuvo una posición de fuerza frente al capital internacional aliado con ella (Evans, 1980), mientras que en Chile y Argentina el mismo régimen dictatorial fue neoliberal, representando la hegemonía del capital internacional y la burguesía asociada de estos países en detrimento de sus burguesías internas.
Entonces tenemos dictaduras militares desarrollistas y neoliberales, así como podemos tener dictaduras fascistas con políticas económicas intervencionistas o neoliberales. Quienes sostienen que el gobierno de Bolsonaro no es fascista porque es neoliberal, se equivocan. Sólo deberíamos incorporar la hegemonía fraccionada al concepto de fascismo si existe una relación inequívoca entre, por un lado, esta dimensión económica y social del poder burgués (hegemonía fraccionada) y la política económica que expresa tal hegemonía y, por otro lado, las formas de Estado y los regímenes políticos, es decir, la organización institucional del poder político. Resulta que, aunque tal relación no es aleatoria, tampoco es unívoca.
La relación no es aleatoria porque ciertas formas de Estado y de regímenes políticos pueden ser más adecuadas que otras para –dado un determinado período histórico o coyuntura– la realización del poder y la hegemonía de la clase capitalista o de una determinada fracción de esta clase social. Esta adecuación es una posibilidad y varía, dentro de ciertos límites y, como acabamos de indicar, de un período histórico a otro. Una fracción de la clase capitalista cuyos intereses permitan una alianza con los sectores populares y, más aún, cuya relativa debilidad política en relación con las demás fracciones de la misma clase requiera tal alianza, esta fracción burguesa podrá más fácilmente, a diferencia de las fracciones cuyos intereses dificulten la formación de alianzas hacia abajo y cuya propia fuerza pueda prescindir de tales alianzas, se abre a una forma de Estado y de régimen político que favorezca la participación política libremente organizada de las clases populares.
Sin embargo, de lo que estamos hablando aquí es de tendencias y probabilidades, y no, repetimos, de una relación efectiva y unívoca entre, por un lado, la forma de Estado y el régimen político, y, por otro, el bloque de poder. Incluso los regímenes dictatoriales burgueses, burocráticos o militares pueden asumir características progresistas, y en este caso a diferencia de lo que sucede con la dictadura fascista que nace por definición de un movimiento social antiobrero, anticomunista y conservador en términos de costumbres. En las revoluciones políticas burguesas, como en Inglaterra, Francia y Brasil, los gobiernos dictatoriales militares o militarizados jugaron un papel progresista: Cromwell, Napoleón, Deodoro y Floriano. La burocracia del Estado capitalista está interesada en la consolidación de este tipo de Estado porque es la que permite, contrariamente al Estado feudal y esclavista, la afirmación y desarrollo de esta burocracia.[iii]
Aún después de la consolidación de la revolución política burguesa, en algunos países dependientes, las Fuerzas Armadas, preocupadas, como segmento de la categoría social del Estado, por la defensa nacional, actuaron para lograr la modernización capitalista, es decir, el desarrollo de valores. y normas burguesas de organización estatal e industrialización. Esto sucedió en países de América Latina, África y Asia.
Ante la innegable diferencia entre los bloques de poder organizados por las dictaduras brasileña, argentina y chilena, los defensores del concepto económico-social-político del fascismo deberían argumentar, por consistencia, que tales casos no pueden ser tratados con el mismo concepto – en este caso, el concepto de dictadura militar. Sintomáticamente, sin embargo, ninguno de los críticos del uso del concepto específicamente político de un régimen dictatorial fascista ha sugerido, que yo sepa, tal hipótesis. En la práctica, por tanto, todo el mundo acepta una concepción específicamente política de la dictadura militar.
Y tal incongruencia teórica es más general. Todos los autores que conozco que rechazan el concepto de fascismo para un país de la periferia, utilizan, sin presentar ninguna justificación teórica, el concepto de dictadura para abordar tanto el fascismo europeo e imperialista de principios del siglo XX, como el latino dependiente. -Regimenes militares americanos Los americanos a finales de ese siglo. ¿Por qué se debe incorporar la hegemonía en el bloque de poder en la construcción del concepto de fascismo, pero, curiosamente, se puede prescindir de tales dimensiones cuando se trata del concepto de dictadura e incluso del concepto más específico de dictadura militar?
El problema va más allá. Muchos de estos autores se mueven desde la antigua Grecia y Roma hasta nuestros días, haciendo uso de los conceptos de democracia y dictadura, cuyos propios términos, dicho sea de paso, provienen de la Antigüedad. ¿Están estos “sustantivistas” incurriendo en el “formalismo” que tanto critican? Lo cierto es que la insistencia en la necesidad de “situar históricamente el análisis”, considerando, en este caso, el período histórico del fascismo originario, su economía, su fracción hegemónica, etc., es en vano tal insistencia si no se establecen criterios. sobre qué hacer qué puede y no puede ser abstraído o retenido en la elaboración de conceptos. Todos y cada uno de los conceptos, por definición, abstraen, eliminan, purifican elementos de la realidad histórica. La cuestión es saber cuáles son y cuáles no son abstracciones y eliminaciones legítimas. Es allí, y sólo allí, que se iniciaría la productiva discusión epistemológica del tema.
Pero, decíamos: la dictadura fascista, a diferencia de la dictadura militar, no adquirió ni puede adquirir, por definición, una dimensión progresista. Ya hemos indicado por qué: la dictadura fascista se organiza apoyada en un movimiento reaccionario de las capas intermedias de la sociedad capitalista. La pregunta ahora es la siguiente: si eso es así, algún aspecto económico y social debe entrar ya en la definición general del régimen dictatorial fascista. Este es un punto complejo y no queremos ser exhaustivos en su examen.
Ya hemos argumentado que la organización institucional del Estado, formas de Estado y regímenes políticos, si bien amerita un análisis específico de los valores que la guían y las normas que la constituyen, esta organización no está desvinculada de la economía y la sociedad. . Sin embargo, lo que tenemos en el caso de la dictadura de tipo fascista es una relación más fuerte entre institución política y función económica y social: si la forma democrática comprende regímenes y también gobiernos con relaciones muy variadas con las clases dominadas y particularmente con la clase trabajadora, si algo similar ocurre, en mucha menor escala es cierto, con la dictadura militar, en el caso del fascismo, la variación es aún más restringida. Puede apoyar la hegemonía de distintas fracciones de la burguesía, pero siempre tendrá un contenido antiobrero y antipopular. Tu política económica puede variar mucho más que tu política social.[iv]
En el mencionado debate sobre la naturaleza de los regímenes dictatoriales latinoamericanos, otros autores marxistas los caracterizaron como fascistas, concibiendo un concepto de fascismo en el que toda dictadura burguesa inevitablemente terminaría siendo considerada una dictadura fascista. Un enfoque muy diferente al iniciado por Palmiro Togliatti.
Insistía, en 1935, en que es necesario considerar siempre dos aspectos al analizar el fascismo: una dictadura burguesa, antiobrera, pero con la particularidad de tener una base de masas. El primer aspecto por sí solo no sería suficiente para caracterizar una dictadura de tipo fascista, advirtió el líder e intelectual comunista italiano.[V] Más adelante veremos que el libro pionero de Togliatti, Lecciones sobre el fascismo (2019 [1970]), es una demostración detallada de la procedencia, fuerza teórica e importancia política de esta definición conceptual que, a primera vista, puede parecer banal: el fascismo es un régimen dictatorial reaccionario de masas.
Pues bien, algunos autores que participaron en el debate latinoamericano consideraron innecesarias o de menor importancia tales distinciones. Agustín Cueva (1977) calificó a las dictaduras brasileña, argentina, uruguaya y chilena como dictaduras fascistas, aunque el propio Cueva subrayó que carecían de una base de masas organizada o movilizada. Por lo tanto, todas y cada una de las dictaduras reaccionarias deben calificarse de dictaduras fascistas.
Theotônio dos Santos presentó, en la primera parte del artículo con el que intervino en el debate, el apoyo de masas como un atributo del concepto de fascismo, pero, en la segunda parte del texto, cuando presentó su concepto de fascismo dependiente a Caracterizan a las dictaduras sureñas -americanas afirmaron, sorprendentemente, que esta variante del fascismo prescindiría de tal base social de apoyo activo. Sostuvo, además, que el fascismo dependiente no contaba con el apoyo de las masas porque el capitalismo dependiente, subdesarrollado y subordinado no tendría nada que ofrecer a la pequeña burguesía y la clase media. El autor revela, con este argumento, que desconoce la posición real de la pequeña burguesía y la clase media frente a la política económica y social del fascismo originario. Tenía una base de masas, pero tampoco “tenía nada que ofrecer” a tales clases. Lo apoyaron por razones políticas e ideológicas.[VI] Lo importante es retener lo esencial: de la definición de la que partimos, no hay fascismo si no hay base de masas. Y por eso las dictaduras del Cono Sur no fueron dictaduras fascistas.
Un texto de Florestan Fernandes, preparado para una conferencia en la Universidad de Harvard en marzo de 1971, se pone del lado de quienes clasifican las dictaduras militares como dictaduras fascistas. Como Theotônio dos Santos, entiende que el fascismo en América Latina es un fascismo sin base de masas. Reflexionando sobre el fenómeno que, para él, es el fascismo sin base de masas, Florestan arroja luz sobre la pregunta que también planteó Santos: por qué en América Latina prevaleció, como forma de Estado de excepción a lo largo del siglo XX, el fascismo sin una base de masas -diríamos, la dictadura militar- y no las configuraciones movilizadoras del fascismo -diríamos, el fascismo”tout court"?
La respuesta de Florestan no tiene nada que ver con el alegato de Santos presentado anteriormente. En términos gramscianos, que no son los utilizados por Florestan, podríamos decir: el pionero de la sociología brasileña argumentó que la dictadura militar es el tipo de dictadura característica de las formaciones sociales capitalistas con “sociedad civil débil” y con “Estado fuerte”. Este es un tema central en el análisis político de las dictaduras.
Cito a Florestan: “Por otro lado, la falta de elaboración ideológica y de técnicas organizativas específicas [del fascismo latinoamericano, ABJ] es producto del tipo de control de las fuerzas económicas, socioculturales y políticas logrado por los privilegiados, poderosos y activos minoría a través del totalitarismo de clase, porque esa minoría puede, gracias a la extrema concentración de riqueza y poder, utilizar de manera directa y permanente la violencia institucional objetivada, legitimada y monopolizada por el Estado. Si el orden civil es Fraca, como sucede por diferentes razones en los países tomados como referencia [Haití, Paraguay y Brasil, ABJ] la ausencia de oposición organizada o de una oposición organizada muy eficiente, el carácter ocasional y la relativa impotencia de la resistencia cívica permiten la fascistización de ciertos funciones esenciales y funciones estratégicas del Estado (sin tocar otras condiciones, estructuras y funciones), quiere lograr una rápida fascistización de tales funciones estatales (e incluso de todo el Estado) si las circunstancias lo requieren”. (Fernandes, 2015, p. 41)
Florestan Fernandes (2015, p. 49) habla, entonces, de “una fuerte predisposición elitista a ubicar la fascistización dentro del Estado”. El atraso de la democracia burguesa en América Latina, que convivía con instituciones estatales y con políticas de un patrón mucho más autoritario que las democracias burguesas europeas, habría prescindido, al menos a lo largo del siglo XX, del gran desvío que tuvo que emprender la burguesía europea. por implantar una dictadura: lanzarse en la operación política, compleja y no exenta de riesgos, de cooptar un movimiento que ella, la burguesía, no controlaba para, a través de este rodeo, restituir su propio poder percibido como amenazado.
Era necesario enfrentar al movimiento obrero en el terreno típico de ese movimiento: las calles y la organización de masas. En América Latina en el siglo XX, con un Estado equipado y legitimado para enfrentar autoritariamente al movimiento popular, que a su vez era mucho más débil que el movimiento obrero europeo, el tortuoso e inestable camino que consistió en cooptar al movimiento fascista no hubiera sido necesario. Las democracias latinoamericanas ya contenían “fascismo potencial” o “componentes fascistas”, argumenta Florestan Fernandes (2015, p. 47), es decir, y utilizando nuestra conceptualización, “componentes dictatoriales”.
Aquí tenemos una pregunta teórica compleja: ¿puede una forma democrática de estado contener elementos de la forma dictatorial o viceversa, puede una forma dictatorial contener elementos de la forma democrática? No lo creemos, pero no vamos a profundizar en ese punto. Sólo avanzamos que, según nosotros, un tipo de dictadura, militar por ejemplo, puede contener, en su concreta realización histórica y no en su concepto, elementos de una dictadura fascista y viceversa. Sin embargo, aquí la hibridez política e institucional se da dentro de la misma forma de Estado, la forma dictatorial. La hibridación entre formas de Estado, en principio, no me parece posible. Prefiero hablar de democracias burguesas atrasadas para las democracias latinoamericanas y particularmente para la brasileña: presidencialismo autoritario, acción política de las Fuerzas Armadas, falta de libertad sindical, irrespeto a los derechos civiles de la población pobre, etc.
Agreguemos al argumento de Florestan, ya modo de conjetura, una consideración de las clases trabajadoras. En América Latina, las capas intermedias -clases medias, pequeña burguesía- no podían imitar, como lo hicieron en Europa, un partido obrero de masas que, en realidad, no existía. Por supuesto, tales observaciones deben matizarse a medida que nos movemos de un país a otro y también de un período a otro. Países como Chile, Argentina y quizás Bolivia, tenían una clase obrera mucho más organizada que los demás países latinoamericanos, sin embargo, con la excepción de Chile, estos países, aunque tenían sindicatos fuertes, ni siquiera tenían partidos comunistas o socialistas de masas. . Podemos preguntarnos: ¿Brasil en el siglo XXI habría cambiado esta configuración y obligado a la burguesía a recurrir a la cooptación del movimiento de masas fascista?
En el proceso electoral de 2018, esto es exactamente lo que sucedió y esto es exactamente lo que ha sucedido, hasta ahora, en el gobierno de Bolsonaro. Sin embargo, la última palabra la tendrá la evolución del Gobierno de Bolsonaro. Estamos presenciando los signos de algunas mutaciones. Muchos de los primeros líderes y organizaciones bolsonaristas están desertando. Hay indicios de que el gobierno, más que depurar a los líderes plebeyos de su base de masas -fenómeno conocido en todos los procesos de llegada al poder del fascismo-, se está alejando de esta base y desmovilizándola. Si de hecho esta tendencia se consolidara y prevaleciera, a este gobierno sólo le quedarían dos opciones: adaptarse a la democracia burguesa o, dada su propensión fascista a un régimen autoritario, la opción de, necesitar y poder dar un golpe de Estado. 'état, para implantar una dictadura de tipo militar.
En este punto surge la pregunta: ¿por qué es importante distinguir la dictadura fascista, un régimen dictatorial reaccionario y burgués, pero de base de masas, de otros tipos de dictadura?
Es cierto que la distinción fundamental no es la que existe entre diferentes regímenes políticos de una misma forma de Estado, sino la que existe entre las dos formas en que puede presentarse el Estado de clase: democrático o dictatorial. Además, conviene precisar que sólo y sólo en el Estado burgués la forma de Estado, dictatorial o democrática, marca alguna diferencia para la clase dominada. En el estado esclavista o feudal, en el que la masa de esclavos rurales o siervos de las tierras de labranza está necesariamente excluida de la actividad política legal, la diferencia entre la forma democrática y la forma dictatorial no interesa a los productores directos.
Pero, en el Estado burgués, en el que la forma democrática debe reconocer derechos civiles y políticos a la clase obrera, en este tipo de Estado, esta distinción entre dictadura y democracia es de gran interés para los trabajadores y es la distinción más importante y preñada con consecuencias para su organización y su lucha y para el proceso político en su conjunto. La forma democrática exige la elección de representantes que participen efectivamente en el proceso de toma de decisiones y, por ello, esta forma democrática se despliega, en el Estado capitalista que proclama a todos como sujetos plenos de derechos, y sólo en el Estado capitalista, en un escenario político que, en mayor o menor medida, asegura, y debe asegurar, cierta libertad de organización para la clase dominada fundamental. Particularidad de la democracia burguesa derivada de las características del Estado de tipo capitalista: ni siquiera en el apogeo del Senado romano o de la Asamblea de la democracia ateniense estas instituciones dieron lugar, ni pudieron dar lugar, a la libertad de organización y participación política de los campesinos. esclavos (Finley, 1983; Ste. Croix, 1981). La democracia, y especialmente la democracia burguesa, difiere mucho de la forma dictatorial, pero las dictaduras no son todas iguales y esas diferencias también importan.
La burocracia, civil o militar, tiende a organizar un poder dictatorial sin movilización política de masas. Valores como la jerarquía, supuestamente basada en la competencia, la disciplina, el orden autoritario y el apolítico forman parte de la ideología de esta categoría social del Estado capitalista.[Vii] Las dictaduras militares o la burocracia civil tienden hacia una ideología tecnocrática que concibe la práctica de gobierno no como resultado de un conflicto de intereses y valores -esa sería su perversión- sino como una actividad técnica que consistiría en encontrar los medios adecuados para lograr objetivos que serían los objetivos generales de la sociedad en su conjunto – los objetivos nacionales permanentes, tal como enseñaban los militares y similares en los cursos de Educación Moral y Cívica en la época de la dictadura militar brasileña. Así que no más movilización política y los conflictos y divisiones que conlleva.
Si bien es cierto que los golpes militares fueron precedidos por la movilización de la clase media, y en especial de su fracción alta, las fuerzas golpistas, una vez instaladas en el poder, relegaron a las clases medias a la dispersión y la desmovilización. El citado artículo de Atilio Boron tiene una formulación esclarecedora sobre el tema: “¿Cómo olvidar que en tiempos del presidente Allende las capas medias fueron exitosamente movilizadas en su protesta contra el gobierno popular, y que no lograrían constituir una movimiento fascista ¿Demostraron que en la textura de su política reaccionaria había fuertes componentes fascistas que no pasaron desapercibidos para los observadores de la época? Lo mismo podría decirse de ciertos movimientos que precedieron a la caída de Goulart en Brasil. Por tanto, existen razones políticas e ideológicas, además de otras de índole económica, para pensar que ciertas capas de la pequeña burguesía puedan sentirse poderosamente cautivadas por las nuevas dictaduras. Sin embargo, dicho apoyo no ha adquirido la modalidad ni el alcance que encontramos en los regímenes fascistas europeos. Se trata, en los casos latinoamericanos, de un consenso esporádico -normalmente en las fases que preceden al derribo de la democracia burguesa- que luego se congela y ya no puede reanimarse en los momentos posteriores al establecimiento de las dictaduras. Estos tienen, además, un sesgo esencialmente desmovilizador tan acentuado que incluso termina condenando al limbo de la nulidad cívica a los grupos sociales que eventualmente pudieran constituirse en fuentes de apoyo al gobierno”. (Boro, 2003, p.76-77)
De la burocracia del Estado capitalista se origina un efecto ideológico de representación del pueblo nación debido a que dicha burocracia está formalmente abierta a la participación de individuos de todas las clases sociales a través de concursos formalmente públicos. La burocracia aparece así como una institución universalista, abierta a todos y representativa de todos (Poulantzas, 2019 [1968]). Sin embargo, la legitimación burocrática, que predomina en las dictaduras de la burocracia civil y la burocracia militar, es una legitimación pasiva a nivel político, desprovista de la legitimación específicamente política basada en los partidos políticos y el sistema electoral, sin organización y sin movilización de masas. .
La dictadura fascista, como indicábamos al citar a Togliatti, tiene una base de masas organizada y movilizada, y puede recurrir, además de la legitimación pasiva ligada a la mera existencia de la burocracia del Estado capitalista, a otras formas de legitimación -plebiscitaria y corporativo.[Viii] Debido a esta característica, este régimen político dictatorial presenta una organización institucional particular, una dinámica política particular, tipos de crisis particulares e impone restricciones específicas a la lucha de los trabajadores, restricciones que, a su vez, requieren métodos específicos de lucha de los trabajadores.
Particularidades de la dictadura de tipo fascista
Las condiciones del juego político, la dinámica del proceso político y la actividad y organización de las instituciones estatales varían según el tipo de régimen dictatorial: dictadura burocrática civil, militar o fascista. Para aquellos que movilizan la teoría marxista del estado para analizar el fascismo, este es un vasto sitio de construcción inexplorado. Aquí no pretendemos profundizar en este tema, sino señalar algunos elementos. En este examen, queremos resaltar la mayor importancia, que a los ojos del lector desatento podría pasar desapercibida, de la definición iniciada por Palmiro Togliatti: el fascismo es una dictadura burguesa reaccionaria de masas.
Recordemos la definición más general que da Marx del capital: el capital es el valor que se valora. A muchos también les puede parecer banal, pero fue una guía segura para Marx escribir tres volúmenes que no hacen más que desarrollar esta idea simple y general. Una definición correcta, agrupando tres o cuatro palabras, que en realidad son tres o cuatro conceptos, no abarca la totalidad ni la complejidad del fenómeno, ni es ni debe ser el objeto de una definición, sino que indica su esencia y proporciona una guía segura para su estudio. ¡Valen oro!
Primero, la base de masas del régimen político dictatorial fascista hace posible que dicho régimen recurra a la movilización de masas contra sus oponentes, ya sea la derecha tradicional o el movimiento obrero y popular. Esta es una posibilidad ausente en los regímenes de dictadura militar.
En segundo lugar, y este punto concierne al movimiento obrero y popular, la base de masas del régimen político dictatorial fascista impone un cerco masivo a los dirigentes de los partidos y asociaciones obreras. La dictadura fascista está presente de manera capilar en el conjunto de la sociedad, obligando a socialistas y comunistas a intervenir, clandestinamente, en los espacios institucionales del fascismo. El citado libro de Togliatti, Lecciones sobre el fascismo, es nada menos que el desarrollo de este análisis. En el primer capítulo de esta obra, Togliatti definió el fascismo, como hemos visto, con la fórmula sintética “dictadura reaccionaria de masas”; luego, guiado por esta definición, comenzó a desarrollar, capítulo por capítulo, el impacto de esta dictadura en las clases populares y cómo debían actuar los comunistas para resistir al fascismo.
Sin descartar la acción clandestina, Togliatti insiste en la necesidad de que los comunistas intervengan en las organizaciones fascistas: sindicatos fascistas, asociaciones de ocio (los Dopolavoro) y otras. Disputan las masas bajo la influencia del fascismo y dentro de las propias organizaciones fascistas. Es un nuevo tipo de actividad política que Togliatti se esmera en discutir en detalle a lo largo del libro: por qué participar en asambleas sindicales fascistas, qué tácticas aplicar en estas asambleas, qué riesgos calculados tomar, cuál es el objetivo estratégico en la unión y en Dopolavoro, etc. Socialistas, comunistas y activistas democráticos y populares están literalmente rodeados por las organizaciones de masas de la dictadura fascista.
Bajo una dictadura militar, los métodos de lucha son diferentes, porque la organización institucional del régimen es diferente. Hay una brecha organizativa entre el poder dictatorial y las clases trabajadoras. Estos, unos más, unos menos, podrán ser atraídos por el régimen dictatorial, pero todos estarán desorganizados. La adherencia, cuando existe, es pasiva. Estamos trabajando a nivel de concepto, de teoría. Evidentemente, existen variaciones históricas al considerar casos concretos. En el régimen militar brasileño se mantuvo el sindicalismo estatal, heredado de la dictadura civil del Estado Novo, y hubo, por tanto, alguna conexión organizativa entre el poder dictatorial y la clase obrera. Pero este sindicato no tenía, a excepción de algunas regiones de gran concentración industrial, una base importante en la clase obrera. Además, esta base obrera en realidad se formó precisamente durante el período de crisis de la dictadura militar, es, de hecho, un elemento importante de la crisis del régimen, lo que indica la incompatibilidad entre un fenómeno, la dictadura militar, y otro, la dictadura militar. base obrera organizada.
En la apertura de este artículo, también nos referimos a la particularidad de la dinámica del proceso político en las dictaduras fascistas. De hecho, tales regímenes presentan, en sí mismos, conflictos específicos. Robert Paxton (2004) señala acertadamente que es una ilusión imaginar que los gobiernos fascistas fueran gobiernos homogéneos. Insiste en la tesis de que son gobiernos heterogéneos que siempre han contado, en su equipo, con fuerzas no fascistas pertenecientes a la derecha tradicional. Llevando esta idea al análisis marxista del fascismo, debemos establecer lo siguiente: el movimiento fascista pequeñoburgués sólo llega al gobierno cuando es cooptado políticamente por el gran capital. Tesis de mayor importancia: el movimiento fascista es un movimiento pequeñoburgués y burgués, pero el gobierno y la dictadura fascistas son el gobierno y la dictadura burgueses, particularmente de la gran burguesía.
Por lo tanto, tal gobierno debe incorporar representantes de la burguesía, es decir, de la llamada derecha tradicional. Este hecho configura un primer conflicto característico e interno del fascismo: el conflicto entre la derecha fascista y la derecha no fascista necesariamente incorporada al gobierno. Centremos ahora nuestra atención en el campo fascista. Los marxistas estudiosos del fascismo, a quienes, por cierto, Paxton desestima muy a la ligera, estos estudiosos destacaron el tenso y violento proceso de conflictos entre la base plebeya y la máxima dirección del movimiento fascista durante el proceso de fascistización e incluso durante el período del fascismo ya implantado. dictadura No entraré en detalles, solo señalaré que tales conflictos, que dieron lugar a persecuciones, expulsiones y asesinatos, se analizan en los libros de Togliatti, Guérin, Poulantzas y otros.
La cúpula del movimiento decidió ponerse al servicio del gran capital, pero la base plebeya no acepta pacíficamente todas las consecuencias de esa decisión. En cada paso de esta integración de la cúpula a los intereses del gran capital, pueden surgir conflictos entre ésta y la base del movimiento. Este es, entonces, un segundo conflicto dentro del fascismo y característico de estos gobiernos y dictaduras. Tales conflictos en el gobierno entre la derecha tradicional y los fascistas y, en la base de apoyo del gobierno, entre la cumbre y la base del movimiento, se entrecruzan, generando situaciones complejas e inestabilidades características.
Ilustraré con el gobierno fascista de Jair Bolsonaro, que es un gobierno fascista operando en una democracia burguesa, situación que, por cierto, no es nada nueva, ya que el propio Gobierno de Mussolini vivió lo mismo entre 1922 y 1924. El Congreso Nacional aprobar la reforma de las pensiones que pretendía el gran capital, pero vista como secundaria o incluso como algo negativo por los activistas de base bolsonarista, fue duramente criticada por haber llevado al gobierno a practicar la política de “tómalo, dáselo aquí”. , cuando la lucha contra esta “vieja política” debería ser, para estos activistas, el objetivo prioritario del gobierno. Bolsonaro trató de minimizar la pérdida externalizando dicha reforma, es decir, delegándola al Congreso Nacional. Aún con este cuidado, la negociación fue motivo de deserciones en la base social del movimiento.
Influencers digitales muy importantes y pioneros en el apoyo a Bolsonaro, como Nando Moura, Marcelo Brigadeiro y Artur do Val, conocido como “Mamãe Falei”, se alejaron del gobierno y comenzaron a criticarlo mordazmente. Esta es una pérdida muy importante para el neofascismo y sobre todo si tenemos en cuenta el papel central de las redes sociales en la organización y movilización del movimiento bolsonarista: las redes sociales son el sustituto del partido de masas que los bolsonaristas no tienen. En otras palabras, las negociaciones con la derecha tradicional, representante del gran capital, impactaron negativamente en la relación entre la dirección y la base del movimiento. La crítica que motivó tal deserción fue, como decíamos, el hecho de que el gobierno había “privilegiado la economía en detrimento de la lucha contra la 'vieja política'”, de hecho, la lucha contra la democracia liberal. El mismo fenómeno ocurrió cuando Bolsonaro inició su acercamiento al llamado “Centrão” para evitar un posible proceso de juicio político.[Ex]
Consideraciones finales
La conceptualización del fascismo como un régimen dictatorial burgués basado en una masa activa y principalmente pequeñoburguesa y de clase media, tal caracterización aún no ha sido suficientemente explorada por la teoría política marxista. Tampoco se exploraron las complejas relaciones de este tipo de dictadura con otras. Nicos Poulantzas retomó este trabajo, cuyos cimientos habían sido puestos por Clara Zetkin, Leon Trotsky, Antonio Gramsci, Palmiro Togliatti, Daniel Guérin y otros. Parte de la bibliografía no marxista producida en los últimos años puede y debe ser utilizada con gran provecho, aunque parte de ella no hace más que derribar puertas ya abiertas por los autores antes mencionados y, al mismo tiempo, pretender refutarlos de manera superficial.
Un buen ejemplo de este procedimiento es Robert Paxton. Por un lado, descubrió, exactamente sesenta y nueve años después de Togliatti y de los obreros italianos que siguieron el curso de Togliatti en Moscú, que la ideología fascista es un todo heterogéneo, contradictorio, etc.; también descubrió, treinta y cuatro años después de Poulantzas, que hay un proceso de fascistización. No señaló su deuda intelectual, aunque había leído a Poulantzas, y al mismo tiempo, se apresuró a rebatir, de manera ligera, sin referencia precisa a ninguna obra marxista y con argumentos muy débiles, las tesis de los mezquinos. carácter burgués del movimiento fascista y la priorización de los intereses del gran capital por parte de la política económica del fascismo.
Una última nota. Una forma dictatorial burguesa puede cambiar su régimen político a lo largo de su existencia, como ya ha destacado Poulantzas, y también puede combinar elementos de uno y otro régimen dictatorial. La mayor parte de los estudios marxistas sobre la dictadura del Estado Novo portugués y la dictadura franquista en España defienden esta idea. Queda la observación, aun sin examinarla aquí.[X]
*Armando Boito es profesor de ciencia política en la Unicamp. Autor, entre otros libros, de Estado, política y clases sociales (Unesp).
Versión reducida del artículo publicado en la revista Crítica marxista 53.
Notas
[i] Nicos Poulantzas (1970) llama a la forma dictatorial burguesa un “estado capitalista de excepción” que nace en coyunturas críticas de crisis política. Sugiere, por tanto, que la forma democrática es la forma típica del Estado capitalista, pero no explica las razones de esta tipicidad. Tampoco examinaremos este importante y complejo tema en este texto.
[ii] Una bibliografía amplia y diversificada de este debate se puede encontrar en un importante artículo de Atilio Boron (2003), escrito a fines de la década de 1970 y que fue parte importante de este debate. Helgio Trindade analizó el debate latinoamericano sobre el fascismo en un artículo titulado “El tema del fascismo en América Latina” (1982).
[iii] Echa un vistazo a Boito Jr. (2007, p.63-89), capítulo titulado “Estado y transición al capitalismo: feudalismo, absolutismo y revolución política burguesa”.
[iv] Por la distinción entre política económica (medidas enfocadas en los conflictos entre fracciones burguesas), política social (medidas enfocadas en las demandas de las clases trabajadoras) y política exterior (medidas enfocadas en las relaciones con otros estados nacionales), así como por los vínculos entre ellos, véase Del Passo (2019), “El desarrollo del concepto poulantziano de hegemonía”.
[V] “El segundo elemento consiste en el carácter de la organizzazioni del fascismo, la base de la masa. Molte volta il termina fascism viene adoptado en modo impreciso, como sinónimo de reazione, terrore ecc. Ciò non è giusto. Il fascism no significa liberar la lotta contro la democrazia borghese, no podemos adoptar questa espressione liberar cuando siamo in presenza di questa lotta. Dobbiamo adoperarla release allor, cuando la lotta controla a la clase obrera si sviluppa es una nueva base di pasta con carácter piccolo-borghese […]” (Togliatti, 2019 [1970], p.46). Hay una edición brasileña agotada de esta obra publicada por la Editora Temas de Ciências Humanas.
[VI] Nicos Poulantzas (1970) y Daniel Guérin (1965 [1936]) demuestran esta tesis. El fascismo originario, habiendo organizado la hegemonía del gran capital, estimuló el proceso de concentración y centralización del capital, que también se llevó a cabo a expensas de las pequeñas y medianas empresas. Echa un vistazo a Nicos Poulantzas en particular "La situación réelle de la petite bourgeoisie sous le fascisme" (1970, p.279-281) y Daniel Guérin en particular "Les sacrifiés: les classes moyennes" (1965 [1936], p.240-248) .
[Vii] Nicos Poulantzas (2019 [1968]) desarrolla el concepto de burocratismo para designar los valores y normas que estructuran la organización de la burocracia estatal y afectan el comportamiento de los burócratas.
[Viii] El principal ideólogo del neofascismo brasileño, Olavo de Carvalho, ha insistido en la idea de implementar en Brasil lo que él llama una “democracia plebiscitaria”.
[Ex] Mira el video grabado a mediados de 2019 que marca la ruptura del youtuber Nando Moura con el gobierno de Bolsonaro. Disponible: Consultado el: 0 de octubre. 28. Al final de este video, Nando Moura enumera leyes, proyectos e iniciativas que habrían favorecido al PT y que ni el PSL ni Bolsonaro habrían luchado por detener o, cuando lucharon, no lo habrían hecho de manera consistente. La lista sigue porque sugiere la motivación de esta ala secular del bolsonarismo: a) proyecto aprobado de abuso de autoridad; b) designación de un “PT” a la PGR; c) cierre de Coaf; d) IPC de noticias falsas; e) Lava Jato IPC; f) Ley de noticias falsas; g) Investigación del STF contra “calumniadores”; h) anulación de las sentencias Lava Jato por el STF; i) proyecto aprobado del fondo electoral y partidario; j) pago de abogados con fondos electorales; k) flexibilización de las donaciones a los partidos y l) restricción del análisis y fiscalización de las cuentas de campaña electoral. Todo estaría preparado para que el PT “reinicie su servicio” porque ahora, concluye Nando Moura, los partidarios del PT estarían blindados.
[X] Para información de los lectores, cito dos textos con información muy útil sobre el debate en la historiografía y la ciencia política españolas en torno a la naturaleza de la dictadura franquista: Miguel Ángel Esteban Navarro (1987, p. 11-26); Ángel Rodríguez Gallardo (2008/2009, p.427-446).