por RAFAEL VALÍM*
Los efectos catastróficos del “lawfare” son ampliamente conocidos, especialmente entre la izquierda brasileña.
Cualquiera mínimamente informado sabe que, desde 2014, la política brasileña ha sido precedida por un fenómeno llamado lawfare, que se traduce en el “uso estratégico del derecho con el fin de deslegitimar, dañar o aniquilar a un enemigo”. En otras palabras, la manipulación de instrumentos jurídicos como el juicio político y los procesos penales derivó en graves ataques a la soberanía popular que llevaron al ascenso de la extrema derecha al poder.
Es cierto que la izquierda fue la principal víctima de la lawfare en los últimos años. Sin embargo, no podemos olvidar que buena parte de las condiciones que dieron origen a la guerra legal en Brasil fueron provistas por la propia izquierda, de lo cual un ejemplo elocuente es la insólita idea de nombrar de una terna al Fiscal General de la República. creado por la muy izquierda carrera.
Tras el frenesí de la victoria electoral, una legión de profesionales del derecho lavacoches, repartidores, golpistas, todos ellos ahora convertidos de repente al culto de la Constitución y el Estado de Derecho y dispuestos a “matar en el pecho” cualquier descortesía contra el nuevo gobierno Ante esta situación, nos asalta la pregunta: ¿sepultaremos o resucitaremos al lawfare?
no te enfrentes a la lawfare con la mera configuración de un “delito de lawfare“, como algunos ingenuamente suponen, tampoco existe una fórmula prefabricada para frenarlo. La teoría sobre el fenómeno, sin embargo, nos ofrece valiosos indicios de lo que se debe hacer para evitarlo.
la teoria de lawfare
O lawfare se desarrolla en tres dimensiones estratégicas: geografía, armamento y externalidades.
La geografía está representada por los órganos públicos encargados de aplicar el derecho –sean jueces o autoridades administrativas–, según cuyas inclinaciones interpretativas tendrán mayor o menor fuerza las armas jurídicas. En esta dimensión, además de una necesaria reinvención de los concursos públicos para el ingreso a la carrera jurídica, se impone un criterio de selección intransigente de los jueces de las Cortes Superiores, lo que implica investigar seriamente la trayectoria de los profesionales del derecho y su compromiso efectivo con la democracia constitucional, con no hay lugar para “redentores” de última hora. Insertar tales candidaturas en el juego partidario o someterse a “campañas” a favor de determinados candidatos es un camino seguro y sin retorno a la lawfare.
El armamento, por su parte, se relaciona con la norma jurídica utilizada para atacar al enemigo. Las leyes contra la corrupción, el terrorismo y la seguridad nacional se destacan entre los practicantes de lawfare, en la medida en que transmiten conceptos vagos –fácilmente manipulables–, despliegan violentas medidas cautelares e investigativas y afectan gravemente la imagen del enemigo.
Esa dimensión suele ser creada en comisiones gubernamentales de aspecto técnico, formadas por profesionales moralistas amantes de las extranjerismos, que, consciente o inconscientemente, introducen en el derecho brasileño normas celebradas en convenciones internacionales, pero terribles para la democracia y la soberanía nacional. Similar a la dimensión de la geografía, es necesario revisar la legislación vigente y editar nuevas leyes que promuevan un enfrentamiento estructural a la corrupción y que, al mismo tiempo, garanticen los derechos fundamentales de los imputados.
Finalmente, bajo la dimensión de externalidades, se examinan las técnicas de manipulación de información para generar un ambiente favorable o aceptable para el uso de armas legales contra el enemigo. Por lo tanto, se refieren a las estrategias externas a las batallas legales que ayudan en la victoria contra el enemigo. En Brasil, con el pretexto de preservar la plena libertad de prensa, no se regula la relación conflictiva entre la justicia y los medios de comunicación, dando lugar a todo tipo de abusos.
En Inglaterra, por ejemplo, existe el llamado desacato al tribunal, a través del cual se responsabiliza al vehículo de comunicación que genera riesgo sustancial a los procesos judiciales. No se prohíbe, pero se prescriben restricciones a la cobertura periodística de casos en curso o pendientes de juicio, a fin de proteger a la Justicia, que debe garantizar siempre un juicio justo, independiente e imparcial. Si queremos avanzar en la lucha contra lawfare y mejorar nuestra democracia, esa es la dirección que debemos tomar.
Los efectos catastróficos de la lawfare. Todavía hay tiempo para decidir si enterrarlo o resucitarlo.
*Rafael Valim, abogado, doctor en derecho administrativo por la PUC-SP, donde enseñó de 2015 a 2018. Autor, entre otros libros, de Lawfare: una introducción (con Cristiano Zanin y Valeska Zanin Martins) (Contracorriente).
Publicado originalmente en el portal UOL.
O el sitio la tierra es redonda existe gracias a nuestros lectores y seguidores. Ayúdanos a mantener esta idea en marcha.
Haga clic aquí para ver cómo