por AFRANIO CATANÍ*
Comentario al libro de Marilene Felinto
no te imagines eso El lago encantado de Grongonzo, la segunda novela de la escritora, periodista y traductora Marilene Felinto, es una lectura fácil, que se puede leer sin prestar atención. Marilene no es de las que hacen concesiones. Sólo ve Las mujeres de Tijucopapo (1982), su premiada y elogiada novela debut, y también el libro Graciliano Ramos: otros héroes y este Graciliano (1983), una controvertida y original biografía del gran escritor nordestino. Traductora de Conrad y Shaw, es una poderosa revelación en prosa.
El tema de Grongonzo no es uno solo, son varios, muy interconectados: la amistad, la maldad (nuestra y ajena), la ira como posibilidad de amor. Todo esto se elabora a partir de la historia de Deisi, que rememora, reconstituye, revaloriza y revive su pasado. Deisi está en Grongonzo, ese lugar que convierte “a las mujeres en piedras”, su “territorio” casi crítico, donde pasó su infancia, esperando amigos – Lena, Estefânia y Demian, su exnovio, de quien se había separado espontáneamente.
Deisi y otros hermanos fueron criados por su abuela en el violento Grongonzo de los “tiempos del jaguar”, una ciudad de “cuatro armas”, donde todos eran militares y los niños eran “niños de uno u otro rango”. Deisi era hija de Browns, un infante de marina. Había hijos de soldados rasos verdes, cabos blancos, sargentos, tenientes azules de la Fuerza Aérea. Estudiaron juntos en el mismo “Patronato María Teresa” (p. 49).
Desde muy temprano aprende a manejar su bodoque hecho de tallos de guayaba y tiras de neumáticos, arma indispensable para su supervivencia y para desahogar sus rencores. Se niega a cambiar su bodoque por un lápiz con punta de goma, y no deja que los hijos de los tenientes que en la escuela se metan en hablar bien, "no mezclarse con nadie" y, supremamente atrevidos, escribir versos en clase, con tal arrogancia, “como si las palabras fueran azules, pertenecieran a alguien que nació bien”. Ella y sus amigos, en grupos, acurrucados en las matas de hierba y armados con bodoques en forma de uve y cartuchos cargados con semillas de garrapatas, abrieron fuego contra los perritos calientes, los hijos de los oficiales. El rencor como moraleja para los jacobinos rurales.
Al igual que sus amigos, su relación con la abuela que los crió es de amor y odio. La anciana, sin embargo, le proporciona una guía segura de supervivencia, a través de proverbios, eslóganes y palabras (“sólo hizo palabras. Incluso mataron gente”): “cada cabeza es un mundo”; “apesta como solo aruá catinga”; “bestia es el anacardo, que nace con la cabeza hacia abajo”; "aqui se hace aqui se paga"; “Te pisoteo, te pisoteo, te reduzco a granizo”. La abuela casi lo mata (claro con palabras), al expresar lo que pensaba de la nieta mayor: “esa niña tan llena de maldad, desde la punta de su pelo malo hasta el dedo del pie sucio”.
Se podría decir más sobre El lago encantado de Grongonzo, pero creo que podemos detenernos aquí. Marilene da su mensaje en un lenguaje cercano al oral, frases cortas -la mayoría de las veces las frases no pasan de una línea-, registrando lo que dice, piensa o formula mal su personaje. Y lo hace con la precisión de un francotirador de élite, disparando palabras mortíferas, despechadas, pero con una ternura casi intratable: “las palabras de ántrax” en las que Mário de Andrade vio la posibilidad y el principio de “un afecto de diamante”.
*Afranio Catani es profesor jubilado de la USP y profesor invitado de la UFF.
Publicado originalmente en extinto leer libros. San Pablo. Año IX, septiembre de 1987, p. 30
referencia
Marilene Felinto El lago encantado de Grongonzo. Río de Janeiro: Guanabara, 1987.