por CARLOS EDUARDO MARTINES*
El gran defecto que marca el gobierno de Gabriel Boric y grandes sectores de la izquierda chilena es la entrega al electoralismo y la democracia liberal
Gabriel Boric enfrenta varios problemas fuera de su control, como la resistencia y bloqueo del Parlamento chileno a sus iniciativas, cuya principal expresión fue el rechazo a la reforma tributaria que permitiría una base fiscal más cómoda para sus propuestas de reforma de la salud y la seguridad social. . En ese rechazo, el Partido Ecologista rompió con el gobierno, el día antes de la votación, que suprimió tres votos, debido a un episodio menor: la acalorada discusión entre el Ministro de Educación, Marco Antônio Avila, y la diputada Viviana Delgado sobre la reapertura de una escuela en Maipú, utilizada como pretexto para no votar la política de Estado progresista que se pretendía implementar a favor de la gran mayoría de la población.
Tal hecho demuestra que si las agendas emancipatorias, como las feministas, deben avanzar, también son objeto de disputa, colonización y usurpación por parte de la derecha para preservar sus privilegios y estructuras de poder antipopulares.
Sin embargo, Gabriel Boric no tiene por qué rendirse al fiscalismo neoliberal y condicionar sus reformas al equilibrio fiscal: la tasa de desempleo es muy alta en Chile, alrededor del 8%, y la deuda pública es muy baja, alrededor del 40% del PIB. La expansión del gasto público en salud, seguridad social y educación debe preceder a la reforma tributaria. Esto movilizaría el apoyo popular y aseguraría su aprobación en el Parlamento con la presión de las masas organizadas y la opinión pública, lo que resultó efectivo para la convocatoria de la Asamblea Constituyente en 2021.
Sin embargo, el gran defecto que marca al gobierno de Gabriel Boric ya grandes sectores de la izquierda chilena es la entrega al electoralismo ya la democracia liberal. Habiendo logrado una abrumadora mayoría en un sistema electoral sin voto obligatorio, arriesgaron esta posición favorable dedicándose a la imposición del voto obligatorio, lo que incrementó mucho la participación electoral e incluyó en el sistema político a las masas desorganizadas y despolitizadas sobre las que la izquierda no tenía ningún poder. hegemonía. .
En el Plebiscito Nacional de 2020 sobre la realización de una Asamblea Constituyente, el “Sí” alcanzó los 5,9 millones de electores, el 78% de los que ejercieron su derecho al voto, derrotando abrumadoramente a las posiciones de Pinochet. En las elecciones para la Convención Constituyente de 2021, la derecha obtuvo menos de 1/3 de los votos, pero el escenario cambió drásticamente tras el plebiscito para ratificarla, cuando se introdujeron fuertes multas para castigar la abstención, reduciéndola significativamente.
El contingente de participantes aumentó de 7,5 millones de votantes en 2020, 6,1 millones en las elecciones para la Convención Constituyente de 2021 y 8,3 millones en la segunda vuelta de la elección presidencial de 2022; a 13 millones de votantes en el plebiscito sobre la aprobación de la nueva Constitución en 2022 y 12,8 millones en las elecciones al Consejo Constitucional de 2023 en 50,9 y 2020% en las elecciones presidenciales de 41,3; al 2021% en el plebiscito de 55,6 y al 2022% en las elecciones al Consejo Constitucional de 85,9.
En vez de garantizar la expansión de las políticas públicas sobre las masas populares desorganizadas, descreídas del sistema electoral, vulnerables a la ofensiva ideológica de la derecha, para luego cambiarlo, las izquierdas chilenas prefirieron el camino contrario: priorizar los cánones de un liberalismo abstracto. idealismo por encima del realismo político, desperdiciando la oportunidad histórica de llevar a cabo grandes transformaciones en el Estado chileno, que tendrían un fuerte impacto en América Latina.
Las comunidades más pobres y desorganizadas como Huara, Cunco, Carahue, Fresia y Quilleco- acentuaron su rechazo a la aprobación de la propuesta de Constitución 2022, sumándose a las más ricas -como Los Condes y Vitacura- para ocupar la retaguardia del bloque constituido por la extrema derecha y la derecha en un sistema político ampliado. En las diez comunas más pobres, el rechazo en 2022 llegó al 77%, muy por encima del promedio nacional del 61%.
Neutralizar el giro de la historia desde 2022 a favor de la derecha no será tarea fácil para la nueva izquierda chilena, que se muestra inmadura, inexperta y prisionera de tradiciones liberales reforzadas por la larga hegemonía del neoliberalismo en el Estado chileno. . Una izquierda sin capacidad estratégica, táctica y sin realismo político será presa fácil de las articulaciones del imperialismo y la burguesía dependiente que acumulan una inmensa fuerza económica, gran capacidad de corrupción y una larga historia de ejercicio del poder.
*carlos eduardo martins es profesor del Instituto de Relaciones Internacionales y Defensa (IRID) de la UFRJ. Autor, entre otros libros, de Globalización, dependencia y neoliberalismo en América Latina (Boitempo).
Publicado originalmente en blog de Boitempo.
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