por LUIZ MARQUÉS*
Las funciones de los diputados tienen un carácter simbólico en la lucha de clases
El elemento de clase y otros
El precandidato a la Presidencia, Lula da Silva, da en entrevistas una concepción ampliada de la lucha de clases en Brasil. A las iniciativas para la conservación de la Amazonía, asocia el cuidado con el saneamiento básico en la periferia. A las demandas de igualdad de género y raza, aleja la misoginia y la discriminación. A la contrarreforma laboral a instancias del liberalismo, hace señas con la revisión en la línea de la experiencia española. En defensa de ajustes al salario mínimo por encima de la inflación, argumenta la formación de un mercado interno de masas. Frente a las críticas al modelo actual, expone antídotos contra el capitalismo financiarizado.
“Estas luchas se entrecruzan y están sobredeterminadas por las líneas divisorias de raza/etnicidad, género y clase, entendidas ahora en un sentido más amplio”, en la interpretación de Nancy Fraser, en Capitalismo en debate (Boitempo). Abarcan el trabajo precario, uberizado, no asalariado y expropiado. El elemento de clase se entrelaza con otros componentes en la elaboración de políticas de salud, educación, seguridad, vivienda, etc. “Sin embargo, decir que el problema tiene un elemento crucial de clase no significa volver a una visión demasiado simplificada de que la clase es el problema 'real', mientras que la raza y el género son epifenómenos”, enfatiza el profesor de Nueva York.
La separación entre producción y libre reproducción social atribuida a las mujeres trae una inflexión de género. Herencia maldita de un patriarcado sexista y arcaico. Las reparaciones afirmativas de las cuotas universitarias traen una inflexión afrodescendiente e indígena. Combatir el prejuicio, una inflexión en las agrupaciones LGBTQIA+. El mañana es presagio de luchas, no de paz de cementerios. El horizonte capitalista está lleno de crisis: ecológica, económica, política, cultural y social. La “ley del valor” somete a los dominados ya los dominadores a una coerción que bloquea las conexiones con las generaciones y la naturaleza no humana. La crisis y la heteronomía afectan a todos. Pero la expresión más aguda de las crisis recae sobre las clases pobres y trabajadoras. Por eso merecen que se prioricen sus demandas. Los mecanismos de alienación y escapismo se distorsionan al centrarse en la vida privada y el sufrimiento.
La extraordinaria ventaja que brinda un tercer gobierno de Lula radica en la eliminación de cuestiones relegadas al mercado, entre las cuales, el cuidado del medio ambiente, la norma de las relaciones laborales y la regulación de los medios para ser escuchados por la opinión de la mayoría. Elementos antes inaccesibles a las resoluciones democráticas. Politizarlos, convertirlos en objeto de interlocución es revelar una sociabilidad solidaria. La marcha civilizadora entra en vigor, en concreto, bajo el faro del pluralismo político, la libertad y la solidaridad ciudadana. No en la lúgubre oscuridad del fundamentalismo despótico y la determinación.
El camino está lleno de obstáculos incrustados en la propia estructura institucional, para que los desacuerdos se expresen libres de cadenas y se resuelvan institucionalmente. Incluso los temas que la tradición ha sofocado con una división rígida entre la política y la economía, como la duración de la jornada laboral, deben ser examinados por el debate público. El neoliberalismo colonizó la política con categorías económicas. Sin embargo, esto no implica la inversión de signos en la búsqueda de una ridícula venganza a través de la colonización de la economía con categorías políticas. Ni tanto al mar, ni tanto a la tierra. Los logros de la democratización deben coincidir con el grado de politización y organización de la sociedad civil para no provocar una reacción negativa como respuesta. Dependen del valiente y arduo arte de gobernar.
Un gobierno de Lula, más audaz e igualitario, “con los pobres en el Presupuesto y los ricos en la Receita Federal”, cargará con mayor rigor que los anteriores, donde se escenificaba la esperanza “sin miedo a ser feliz”. Se requerirá audacia y prudencia para saldar la agravada deuda social del país, y tener los pies en la tierra para ejercer la gobernabilidad, sin temor a mirar hacia arriba. No se trata de frenar el impulso de transformación, sino de alertar sobre un juego cuyo resultado no depende sólo del espíritu de rebeldía, a riesgo del voluntarismo. Nada indica la renegociación del sistema representativo. La exclusión es el certificado de brasilidad. Es inviable una Reforma Política en el Congreso Nacional, una Reforma Tributaria encaminada a la justicia fiscal progresiva y la justicia social distributiva. Reformas que el país se niega a emprender, atadas a la metáfora freyreana de la “casa grande” y los “cuartos de esclavos”.
La discusión ineludible en un gobierno apremiante de Lula es sobre el crecimiento económico. En ciertas regiones de Europa, en espiral, estallan numerosos grupos de intelectuales y ambientalistas que rechazan la agenda, a medida que se propagan las evidencias del caos ambiental y el calentamiento global. Algunos proponen entonces el “decrecimiento”, como si pudiéramos dejar de crecer o encogernos. En Alemania se rechaza el término a favor del “post-crecimiento” que rechaza el imperativo abstracto del crecimiento, otorgando a las comunidades el poder de contener las dinámicas irracionales del desarrollo, a un costo socioambiental. En teoría, para el bienestar de la sociedad. En realidad, por la codicia insaciable del capital. La conciencia ecológica enfrenta problemas que estaban fuera del radar de prevención para que catástrofes, como la de Brumadinho, no se propaguen y se naturalicen en el lúgubre paisaje.
El polémico tema del vicio
Seis años después de la acusación y cuatro distantes del juicio político a Lula en las elecciones de 2018, la cuestión es: apalancada por la ideologización de la operación Lava Jato con alas del Poder Judicial/MPF, FIESP, FEBRABAN, las Fuerzas Armadas y la prensa controlada por las finanzas, al servicio de los intereses de las empresas de ingeniería extranjeras, en particular, de las petroleras norteamericanas, ¿la articulación golpista cumplirá con la voluntad de las urnas en octubre próximo? La derrota de Trump y el ascenso de los progresistas en América Latina, Fernández y Cristina en Argentina y Boric en Chile, pintaron el mapamundi en tonos de optimismo, no inducen a una sobrevaloración exagerada de los músculos a favor de la democracia en el continente. El rasgo de rendición de la burguesía latinoamericana es una constante, con ataques y traiciones seriales al poder constitucional a lo largo de los siglos. La situación se dibuja como un vaso de agua medio lleno. Para algunos, medio vacío. Para otros, medio lleno.
Para quien el momento es defensivo, a la izquierda, Alckmin cede la carrera al Palácio dos Bandeirantes, que concentra gran parte del PIB brasileño, aunque señala las encuestas de intención de voto. Se une a la campaña de Fernando Haddad (PT/SP). Al unirse a una sigla de centroizquierda y componer con Lula, contribuye a un nudo táctico en la narrativa anti-PT. El exgobernador modera un escenario tóxico, exorciza el cesarismo ultraderechista y devuelve las ratas a la cloaca. “El fascismo está en la puerta. La correlación de fuerzas todavía no está a nuestro favor”, subraya el sociólogo Lejeune Mirham. “Lula proyecta una imagen de amplitud y conciliación”, afirma el periodista Luís Costa Pinto. “Lula está haciendo todo bien”, lamenta a la derecha el estratega del bolsonarismo sin cabeza, Merval Pereira, que propone Genocida en el Senado. Globo se apega al bulo, Sérgio Moro. El supuesto común a los defensivistas, allá y aquí, es la disyuntiva del neofascismo frente al neoliberalismo.
Para quien el momento es ofensivo, “Alckmin es la contradicción de todo lo que ha hecho el PT. Lula no necesita muleta electoral”, destaca el diputado que presidió el partido de la estrella, Rui Falcão. El héroe tucán relativiza el contenido de clase alternativo al statu quo. “El PSDB fue matriz y centro histórico de las coaliciones neoliberales en Brasil. En la mayor crisis de la historia, pretender derrotar al bolsonarismo sin derrotar a las fuerzas económicas y políticas neoliberales que eligieron a Bolsonaro, apoyaron y siguen apoyando es caminar en dirección al desastre político”, se lee en la corriente interna del PT (democracia socialista). El pasado de los servicios a los mercados y las privatizaciones condenarían al “nuevo cristiano”. Peor aún, amenazarían el futuro. Para DS existe una unidad estrecha e indisoluble “entre programa, estrategia y alianzas”. Equivale a decir que el presagio neofascista se desvanece en el aire, con el desmoronamiento de los ya no tan sólidos cimientos financieros. El supuesto de los ofensivos es que el disfraz político autoritario se deshace con la destrucción de los bunkers exclusivos del neoliberalismo.
La insinuación al diputado despertó la memoria del MTST: “Han pasado diez años de la masacre de Pinheirinho. En 2012, la policía de São Paulo llevó a cabo una operación de guerra para desalojar a miles de familias de un terreno en São José dos Campos. Mucha gente herida, casas quemadas. 'Una barbarie', evaluó la presidenta Dilma Rousseff. Pude ver la desesperación. Ante el conflicto de competencias entre los tribunales estaduales y federales, que habían suspendido el auto, la última palabra de la acción la tuvo el gobernador Geraldo Alckmin”, recuerda Guilherme Boulos (PSOL/SP). En ese momento, las escuelas estaban cerradas. Estudiantes, en protesta, golpeados por bombas lacrimógenas. Se inauguraron prisiones. Las tasas de letalidad policial aumentaron. La empresa de saneamiento (Sabesp), capitalizó en Bolsa. La empresa de energía (Cesp), privatizada. “La política hay que hacerla con grandeza y con capacidad de diálogo, pero nunca con olvido”, concluye el activista de los sin techo. Las circunstancias, a pesar de los arrepentimientos, pueden llevar al apoyo – vergüenza.
Valério Arcary reitera malestar de Psolista en artículo El ultimátum de Lula, cuando objetó que “el afán de llegar al poder a cualquier precio es fatal”. La amonestación sirve a Sérgio Moro, juzgado incompetente y parcial por la Audiencia Nacional. No para Lula, que tiene una evidente empatía con el pueblo, no amor por el “poder por el poder”. Dado el descuento, Arcary tiene razón al afirmar que las sensibilidades reunidas en las movilizaciones de Fora Bolsonaro no estarían incluidas en el doble integrado por Alckmin. La boleta recordaría una época en que la gente votaba por separado para presidente y vicepresidente, como sucedió con Jânio Quadros y João Goulart.
El programa de gobierno es auspicioso: fin de la liquidación de los bienes del Estado, recuperación de Petrobras para orientar la producción, fortalecimiento de las relaciones Sur-Sur, empoderamiento popular con las Conferencias Nacionales. Cosas que no se reflejan en la biografía de Alckmin. El gesto de Pindamonhagabanese es un significante para captar un significado. Nadie se deja engañar. La cuña en las clases medias depende de políticas que modifiquen la tabla regresiva del Impuesto a la Renta y cualifiquen equipamientos públicos de Salud y Educación, para dejar sin uso el uso de planes privados desorbitados.
Las funciones del vicepresidente tienen un carácter simbólico en la lucha de clases. Exigen claras explicaciones republicanas, en lugar de ruido en las mentes y corazones. Con José Alencar fue la alianza del trabajo con la fracción productiva del capital. Con Alckmin es el agotamiento del clima artificial de polarización ideológica. El error está en asumir la equiparación de la izquierda con la extrema derecha, propagada por los medios corporativos. Visiblemente, la aglutinación en curso de las oposiciones antineofascistas y antineoliberales se da desde la perspectiva de las clases subalternas. “No puedo querer ser presidente para solucionar los problemas del sistema financiero, de los empresarios, de los que se enriquecieron durante la pandemia”, garantiza el líder del PT. Para Paulo Nogueira Batista, “lo que va a pasar ahora es el desplazamiento de la actividad política hacia la disputa de espacios dentro del futuro gobierno de Lula”. Tomen sus asientos en los vagones. La locomotora del tren de la democratización de la democracia está por partir.
Por un bloque contrahegemónico
El neoliberalismo sufre mordaces cuestionamientos en Los Ángeles, en Estados Unidos y en Europa. La civilización que prometía se devora a sí misma, como resume Anselm Jappe, en La sociedad autofágica: capitalismo, desmesura y autodestrucción (Elefante). En cincuenta años de dominación y hegemonía, por fin, las debilidades neoliberales en el atolladero civilizatorio en el que se metió la humanidad están abiertas de par en par. Quién sabe, haz el tiempo, no esperes.
Lula brinda oportunidades para formatear un bloque contrahegemónico, en torno a lo que Nancy Fraser llama “populismo progresista”, condensando un proyecto emancipatorio:
a) con una orientación económica igualitaria convencional proobrera, ligada a la industria y la construcción, capaz de dinamizar el sindicalismo de lucha a escala nacional;
b) con el reconocimiento laboral de los hiperexplotados en el servicio doméstico, telemercadeo, entregas a domicilio, trabajo de campo, para lograr la unidad en el mundo del trabajo.
Cuenta la leyenda que el complejo de inferioridad, entre nosotros, nació con la derrota de la selección brasileña ante la selección uruguaya en el recién inaugurado estadio de Maracaná, en 1950. hacerse pasar por cultos para incriminar al pueblo brasileño por los crueles males de la país.
No se cansan del chiste de que Dios creó el paraíso con una fauna y una flora exuberantes, aquí en cambio, un poco de gente... Seamos realistas, son las élites (del atraso) las que están fuera de lugar. El mito encubre los crímenes del mercado y culpa a los esclavos de ayer y de hoy de (nuestras) desgracias, como ha demostrado Jessé Souza en muchos libros.
Getúlio, Jango y Lula sufrieron una espuria lawfare por prospectar una nación incluyente en lo interno y, orgullosamente, en lo externo. Uno legó un testamento denunciando el imperialismo. Otro murió en el exilio para evitar la guerra civil. La diferencia es que el hijo de Lindu podrá complementar su misión redentora, aprobada con entusiasmo por el 87% de la población cuando deje el gobierno después de dos mandatos épicos... Shuo, perros callejeros. ¡Espantar!
* Luis Marqués es profesor de ciencia política en la UFRGS. Fue secretario de Estado de Cultura de Rio Grande do Sul durante el gobierno de Olívio Dutra.