Genocidio Yanomami y Hambrunas en Brasil

Imagen: Kendall Hoopes
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por RENATO S. MALUF*

¿Cuáles son las causas y por qué la tragedia yanomami se viene dando de forma desconocida, a pesar de su alcance y gravedad?

“Nunca ha habido una gran ocurrencia de hambruna colectiva (hambre) en una democracia con elecciones periódicas, partidos de oposición, libertad básica de expresión y una prensa relativamente libre”, afirma Amartya Sen en su libro la idea de la justicia (2009). Uso la expresión hambre colectiva porque no tenemos una palabra propia como hambre no ingles. En el libro Un hogar en el mundo: recuerdos (2021), Amartya Sen retoma la misma afirmación como parte de un interesante contraste entre las relaciones de la India con el Imperio Británico y con Gran Bretaña.

Mientras que el Raj estuvo marcado por una hambruna gigantesca en 1769/70, hambrunas regulares a lo largo de su duración y otra hambruna terrible que ocurrió en Bengala en 1943. Sucede que para el fin de estos hechos contribuyó, según él, el funcionamiento en India independiente de instituciones -democracia y prensa libre- provenientes directamente de Gran Bretaña. Las hambrunas son fáciles de prevenir y sería de interés para los gobiernos evitarlas en una democracia con prensa libre y elecciones periódicas, argumenta Amartya Sen.

Enero de 2023. Brasil “despierta” sorprendido e indignado por la crisis humanitaria que sufre el pueblo yanomami. Después de varios años con noticias dispersas por aquí y por allá, ahora se informa que miles de personas de ese pueblo padecen, desde hace algún tiempo, hambre aguda, enferman, viven en condiciones infrahumanas y mueren a consecuencia del hambre y otras causas asociadas a la eso... Se trata sin duda de un hecho de hambre colectiva ya catalogado como genocidio porque los funcionarios del gobierno ignoraron los numerosos pedidos de ayuda que les hicieron los propios yanomami y las entidades que los apoyaban.

El encubrimiento de la tragedia fue interrumpido cuando el recién juramentado presidente Lula y la ministra Sonia Guajajara estuvieron en Roraima en los primeros días del gobierno para declarar y anunciar medidas, contribuyendo así a darle visibilidad. Se inició una movilización social muy amplia para ayudar a superar esta inaceptable situación.

Casi nada es comparable entre ambas situaciones, la llamada “gran hambruna” en Bengala y la hambruna que aqueja a todo un pueblo indígena en la Amazonía. De entrada, es necesario diferenciar las epidemias de hambre por episodios críticos de amplia repercusión en términos poblacionales correspondientes a las hambrunas colectivas a las que se refiere Amartya Sen, del hambre endémica o “el hambre oculta que mata poco a poco” de la que habla Josué de Castro habló, que si bien se limita en este caso al pueblo yanomami, no deja de ser colectivo. No fue con la perspectiva de comparar ambas circunstancias que la formulación enunciada y reafirmada en los dos libros de Amartya Sen me hizo pensar en el caso brasileño.

Mi intención es explorar la proposición del autor sobre la conexión entre la presencia de las instituciones a las que se refiere -democracia, elecciones periódicas, libertad de expresión y prensa libre- y la prevención de las hambrunas colectivas o, al menos, su visibilidad y confrontación cuando ocurren, se manifiestan. Conociendo la larga gestación de la tragedia yanomami, vale preguntarse desde cuándo se venía gestando, cuáles fueron sus causas y por qué su amplitud y gravedad eran desconocidas para la mayoría de la población brasileña.

No sólo eso, uno puede ir más allá de la tragedia yanomami y transponer estas preguntas al nivel más general de las diversas manifestaciones del hambre en Brasil, algunas ignoradas por desinformación, pero casi siempre conocidas y admitidas o toleradas, y algunas generando indignación capaz de comprometer a los gobiernos. Creo que el argumento de Amartya Sen, si es contextualizado y agregado con un componente faltante, arroja luz sobre estas cuestiones y, en consecuencia, sobre las características de la sociedad brasileña.

Desde enero pasado ha circulado abundante material que permite recuperar la historia de la tragedia yanomami, mostrando cómo se hicieron presentes los viejos y recurrentes ataques a los pueblos indígenas en el país para apropiarse de sus tierras y de las riquezas materiales contenidas en ellas, un movimiento integrado por el llamado agronegocio, por los madereros y más recientemente por la minería ilegal.

En sentido contrario, cabe mencionar la homologación, en 2005, de la demarcación de la Tierra Indígena Raposa Serra do Sol, hogar de los Yanomami en el Estado de Roraima, un hito por la extensión del área demarcada y las conflictivas desalojo de los arroceros y otros que se habían asentado allí o invadido. También vale la pena mencionar los grandes proyectos de infraestructura y minería apoyados por los gobiernos que, junto con importantes repercusiones socioambientales, han afectado a las poblaciones indígenas y otros grupos sociales que habitan las zonas rurales en diversas regiones del país.

Muchos de estos hechos fueron noticia, incluida la llamada prensa convencional, lo que no sería posible si no fuera por la prevalencia en el país de los requisitos mínimos de un régimen democrático. A diferencia del encubrimiento de los males sociales, los conflictos por la tierra y la violencia en el campo bajo la dictadura cívico-militar de 1964. Puede decirse, por tanto, que desde que se inició la redemocratización del país en 1985 hemos tenido una prensa o más propiamente un medio de comunicación libre de las limitaciones de un régimen dictatorial, sin embargo, bajo las limitaciones del régimen corporativo que controla los medios de alto impacto (periódicos y cadenas de televisión).

No estoy en condiciones de desarrollar un análisis adecuado de los criterios editoriales y demás que rigen la noticia y condicionan la adecuada cobertura de este tipo de episodios, en cuanto a que pueda no sólo informar aunque sea episódicamente, sino también definir la agenda pública. Sea como fuere, una prensa libre no supone un impedimento para el funcionamiento del mecanismo de presión implícito en el argumento de Amartya Sen.

La libertad de expresión básica prevalece entre nosotros desde el fin de la dictadura cívico-militar de 1964, aunque adolece de las múltiples limitaciones que marcan el debate público en el país en cuanto a los espacios disponibles y su difusión por los medios convencionales de comunicación. bajo el control de unos pocos grupos privados. Sin perjuicio de tales limitaciones, se puede decir que el hambre y la alimentación son temas presentes en estos debates, a los que también contribuyó la importante ampliación de informaciones provenientes de investigaciones académicas sobre el tema.

El carácter casi no programático de las formaciones partidarias en Brasil, así como la mala calidad del debate político-electoral, no impiden la alternancia de poderes en la que se juzga lo que el gobierno ha hecho o dejado de hacer. Desde la redemocratización del país en 1985, hemos sido testigos de idas y venidas en las formas de enfrentar el hambre, la inseguridad alimentaria y la pobreza subyacente, por parte de sucesivos gobiernos elegidos democráticamente.

La ocurrencia de la hambruna no fue una causa importante en el juicio de los gobiernos en el período 1985-2002, mientras que el éxito en enfrentarla es reconocido como un factor decisivo para la legitimidad social de los gobiernos encabezados por el PT a partir de 2003. Desde el golpe parlamentario de 2016 y, sobre todo, la trágica desgracia de los bolsonaires en los últimos cuatro años, la extensión de la población hambrienta en el país estuvo entre los componentes de su evaluación y derrota electoral en 2022.

En resumen, siguiendo el argumento de Amartya Sen, hemos tenido una prensa relativamente libre, libertad de expresión básica, partidos de oposición (con las peculiaridades del sistema de partidos brasileño) y elecciones periódicas. A pesar de la presencia de todas las instituciones invocadas por Amartya Sen, nos encontramos ante un episodio de hambre colectiva en una dimensión significativa cuya relevancia para lo que pretendo enfatizar no puede ser puesta en duda por el hecho de que se produjo en un estado “lejano” .sin la misma centralidad, por ejemplo, que Bengala en la India. Menos aún por afectar a un pueblo que, como otros pueblos indígenas, vive en una lucha permanente por que su identidad sea reconocida y respetada en Brasil.

Características conocidas de la sociedad brasileña hacen que no sorprenda que un hecho de la gravedad de la tragedia yanomami haya sido encubierto o al menos tolerado durante tanto tiempo, mientras que la degeneración ético-moral de los últimos años permite concluir que además de tolerar se promocionó la tragedia. Los indicios de que el descuido del gobierno fue intencional apuntan al objetivo de inviabilizar la existencia de los yanomamis como pueblo a través del desmantelamiento de los instrumentos que los protegen y la permisividad con la minería ilegal y los madereros, poniendo en entredicho, en consecuencia, la existencia de una reserva cuya superficie sería entregada a los intereses económicos que pretenden ocuparla. Cabría, por tanto, limitarse a concluir que a pesar de toda su gravedad, este episodio de hambruna no fue suficiente presión para poner en jaque a los gobiernos o desencadenar acciones de prevención y enfrentamiento, ya que se trata del secular conflicto en torno a la causa indígena.

Sin embargo, es posible y deseable ir más allá para una evaluación más general de la relación de la sociedad brasileña y sus instituciones con la ocurrencia del hambre. El hecho de que la sociedad brasileña invisibilice males de la magnitud y gravedad del genocidio yanomami no se desvincula de los años de convivencia, sin mayores sobresaltos, con un contingente de hambrientos que alcanzó el 15,2% de la población (33,1 millones de personas) en 2022 , según una conocida encuesta de la Red PENSSAN.

Un enfoque un poco diferente, pero no del todo incompatible con el argumento de Sen, interpreta circunstancias como la "normalización del hambre" en sociedades muy desiguales en las que la persistencia e invisibilidad de este mal resulta de la ausencia de compromiso político, la insuficiencia de las acciones realizadas y insuficiencia de los indicadores de hambre e inseguridad alimentaria (S. Devereux, G. Haysom y R. Maluf, Desafiando la normalización del hambre en sociedades altamente desiguales, 2022).

Ni que decir tiene que la persistencia del hambre en Brasil se da en un país donde la abundancia debería reinar porque se destaca reiteradamente como uno de los mayores productores y exportadores de alimentos del mundo capaz de garantizar la seguridad alimentaria, condición engañosa pregonada por quienes lucran con eso... Antes de que productivistas y otros activistas “agro” pisoteen la discusión, recuerdo que Amartya Sen fue el principal responsable de deshacer el error de atribuir el hambre a la falta de alimentos disponibles al analizar, precisamente, la gran hambruna en Bengala. Más importante aún, no hace mucho tiempo Brasil redujo a porcentajes muy bajos la ocurrencia del hambre, que de epidemia pasó a ser endémica localizada en grupos sociales más vulnerables como, entre otros, los pueblos indígenas, un éxito revertido “a simple vista” a partir de 2016.

Vuelvo, entonces, al argumento de Amartya Sen, indagando sobre la posibilidad efectiva de que las instituciones destacadas por él actúen en la prevención o, al menos, en el enfrentamiento a la ocurrencia de episodios de hambre colectiva con mayor o menor amplitud en términos poblacionales. Descifrar el funcionamiento de estas instituciones en Brasil y revelar características más generales de la sociedad brasileña contextualiza y, de esa manera, califica una afirmación formulada con aires de aplicación universal.

Las cuestiones aquí señaladas a partir del argumento de Amartya Sen permiten concluir que no basta con reconocer la vigencia de la democracia, sino que es necesario apreciar la "calidad de la democracia" en Brasil, utilizada aquí como expresión resumida de la circunstancias que condicionan la eficacia de la acción de los factores destacados por el autor frente a episodios de hambre colectiva, ya sea encubriendo o denunciando una tragedia que acaece a un determinado pueblo, o como instrumento de tolerancia y convivencia con el hambre propagada por el población en general en todo el país.

El componente faltante al que me referí anteriormente se refiere al mecanismo de presión implícito en el argumento de Amartya Sen, que, sin embargo, necesita ser explícito e integrado en el argumento mismo ya que no hay automatismos en el paso del reconocimiento y registro de ocurrencias (hambrunas colectivas). y sus repercusiones a nivel político-institucional. Así, el funcionamiento de tal mecanismo de presión depende no solo de la efectividad de las instituciones destacadas por Amartya Sen –que sugerí evaluar en términos de la calidad de la democracia– sino también de que las desigualdades sociales como el hambre puedan generar tales presiones.

Es decir, depende del lugar que ocupen las desigualdades e inequidades sociales en la agenda pública de una de las sociedades más desiguales del mundo, que es Brasil, quizás más proclive a incorporar mecanismos que “normalicen el hambre”. Entonces, más que la libertad de expresión, este lugar depende de la densidad social expresada en los movimientos y organizaciones sociales activas en este tema. Hay un campo político movilizado en torno a los referentes de soberanía y seguridad alimentaria y nutricional y el derecho humano a la alimentación adecuada y saludable en Brasil, producto de la redemocratización del país, con una importante contribución en esa dirección (R. Maluf, Política alimentaria y participación social en Brasil: alcances de un campo contrahegemónico, 2023).

El contexto actual en Brasil y en el mundo coloca las desigualdades, iniquidades y discriminaciones en el centro de debates cada vez más acalorados, pero con consecuencias ambiguas. Albert Hirschman decía, todavía en la década de 1960, que afrontar las desigualdades sociales implicaba tareas antagónicas, en su momento, de carácter esencialmente distributivo, y que la elección de los problemas más urgentes o no a afrontar implicaba procesos de aprendizaje social que no estaban exentos de conflictos y presiones (A. Hirschman, Caminos hacia el progreso: estudios sobre la formulación de políticas económicas en América Latina, 1963).

Las tensiones y los conflictos generados por el desarrollo, en particular, los conflictos inherentes a la dinámica del cambio social, están en el centro de su enfoque (R. Maluf, Hirschman y la profanación de la epopeya del desarrollo por parte de un desarrollista, 2015). La posibilidad de establecer procesos virtuosos dependería de que las desigualdades sociales adquirieran el estatus de fuente de las llamadas presiones “hirschmannianas”, expresión derivada de la percepción del autor de que las situaciones ideales serían aquellas en las que buenas personas están rodeadas de buenas presiones. ¿Episodios de hambre colectiva o de agudas desigualdades sociales serían suficiente detonante para generar “presiones hirschmannianas” en sociedades con desigualdades tan cristalizadas como la brasileña? ¿Cómo pensar la posibilidad de la coincidencia de presiones por buenas razones con la presencia de gobernantes con buenas intenciones?

Sin espacio para desarrollar esta proposición final, indico que la materialización de los factores señalados por Amartya Sen y el surgimiento de las “presiones hirschmannianas” está atravesada por la política alimentaria (política alimentaria). Es decir, está mediado por la política que comprende las prácticas e instituciones que organizan la convivencia en un contexto de conflicto (C. Mouffe, en lo politico, 2005). Coexistencia de actores sociales cuyas convicciones, intereses, acciones y prácticas políticas generan tensiones y conflictos en los ámbitos privado y público en torno a la alimentación y nutrición, especialmente (pero no únicamente) en el Estado y las políticas públicas. Cómo la política alimentaria interactúa o refleja los respectivos regímenes políticos en los que se inserta (R. Paarlberg, Política alimentaria: lo que todos deben saber, 2010), volvemos al punto sobre las condiciones del régimen democrático como trasfondo de lo que estamos discutiendo sobre la existencia de las libertades, el enfrentamiento a las hambrunas y el genocidio de un pueblo.

* Renato S. Maluf es profesor titular jubilado del Programa de Posgrado en Ciencias Sociales en Desarrollo, Agricultura y Sociedad de la Universidad Federal Rural de Río de Janeiro (UFRRJ).


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