por JOSÉ FABIO RODRIGUES MACIEL*
Para evitar la discriminación a través del lenguaje, no la distinción, es urgente identificar qué humilla y degrada al género femenino y eliminar esos términos de nuestro vocabulario.
Hay algunos temas que siempre llaman la atención del público en general, especialmente cuando permean tabúes presentes en la sociedad. El lenguaje es uno de ellos. No me refiero a lo que tenemos en la boca y, según cómo se exponga, denota sexualidad explícita o insinúa los placeres que casi todo el mundo desea en los buenos momentos de su vida.
El tema de este texto versa sobre el prejuicio lingüístico en su vertiente morfológica, con un sesgo casi literario. También puede entenderse al revés, dependiendo de la formación y deseo de los lectores. Y aquí ya empieza un fuerte problema sexual. ¿Cuál es la razón de utilizar históricamente el plural masculino y no el femenino (todos, lectores)? ¿Sería viable utilizar un lenguaje neutral y saludar a todos los lectores distinguidos sin ninguna prominencia de género?
Sin embargo, cuando se estudia el género en lengua portuguesa, es imprescindible traer un estudio de estilo en una obra consagrada (o libro prestigioso) del Sr. Rodrigues Lapa: al discutir el tema, afirma sin dudar la existencia de una “constante preocupación sexual”. eso se verifica en el vocabulario”[i] cuando se trata de género. No nos importa la distinción sexual entre animales, como el buey y la vaca, aunque algunos aparecen sólo en forma femenina, como las serpientes y las hienas.
Resulta que a estas alturas el uso de estos términos, al referirse a personas, muchas veces tiene el poder de exaltar lo masculino y ofender lo femenino. Basta analizar el término serpiente: el hombre tiene la idea de que es muy bueno en algo; dirigido a las mujeres es peyorativo, a veces sustituido por serpiente. Desde Adán y Eva aparece como un animal venenoso dirigido a la debilidad de la mujer. Se ha utilizado como forma de opresión durante mucho tiempo.
Se pueden citar otros innumerables ejemplos que perpetúan la discriminación en la sencillez del vocabulario, ya sea en la representación de los animales o no: toro/vaca; puto / puta; pollo gallo; “hombre público” / “mujer pública”, etc. Es evidente aquí que el lenguaje puede usarse para reforzar estereotipos impuestos culturalmente y contribuir a la discriminación de género. Por cierto, una de sus formas de perpetuación es la sutileza del lenguaje, que refleja la forma de pensar de una determinada sociedad, transmitiendo muchas veces ciertas formas de entender a las mujeres que las sitúan en roles subordinados o estereotipadas dentro de la sociedad, minimizando sus dolencias y /o disminuyendo su fuerza. Es cierto que el lenguaje en sí no es sexista, sin embargo el uso que se hace del mismo hace que muchas veces persista la discriminación contra las mujeres.
Volviendo a la cuestión morfológica, citando todavía al señor Rodrigues Lapa,[ii] Una de las características de la lengua portuguesa, cuando estudiamos el género, es la constante preocupación sexual que se verifica en el vocabulario. El autor destaca la naturalidad de la división de los animales según el sexo, en la distinción entre macho y hembra, pero llama la atención sobre el hecho de que lo mismo ocurre a menudo cuando se trata de objetos, seres asexuados, como bolsa/bolsa, pozo/charco. , barco/barcaza, choza/tienda de campaña, cesta/cesta, etc. El lenguaje aquí es de hecho sexual, ya que transfiere a las palabras las formas imaginarias de la representación de hombres y mujeres en la sociedad, en las que los primeros son más largos y las segundas más anchos, las segundas más altas y las mujeres más bajas, etc.
Para evitar la discriminación a través del lenguaje, no la distinción, es urgente identificar qué humilla y degrada al género femenino y eliminar esos términos de nuestro vocabulario. En la búsqueda de dar visibilidad a lo femenino y promover la necesaria igualdad de género, es fundamental pensar siempre en el lenguaje como un elemento inclusivo.
Señoras y señores, una de las formas es precisamente utilizar el masculino y el femenino cuando nos dirigimos a grupos mixtos. Esta sencilla actitud permite visibilizar a las mujeres en los espacios que ocupan, reconociendo su importancia en el proceso histórico de formación de nuestra Nación, que lamentablemente siempre ha sido poco destacado.
Esta visión que sitúa al hombre como el ombligo del mundo, este androcentrismo, realmente necesita dejar de ser el centro de atención y compartir espacios con todos. Considerando que el machismo oprime y el feminismo libera, comprender la sexualidad del lenguaje nos permite utilizarlo con el objetivo de incluir y no discriminar, respetar las diferencias y no reproducir las injusticias históricas contra las mujeres. Debemos hacer posible la igualdad esencial entre las personas, ¡y cuanto antes mejor! Y eso pasa por superar los prejuicios lingüísticos.
*José Fabio Rodríguez Maciel tiene una maestría en derecho de la PUC-SP. Autor, entre otros libros, de Manual de Historia del Derecho (Saraiva Jur).
Notas
[i] LAPA, M. Rodrigues. estilo de lengua portuguesa. 9. ed. Coímbra: Coímbra Editora, 1977, p. 129.
[ii] LAPA, M. Rodrigues. estilo de lengua portuguesa. 9. ed. Coímbra: Coímbra Editora, 1977, p. 129.
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