El general, el médico y el magistrado

Imagen: Francesco Paggiaro
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por LUIZ MARQUÉS*

El general que esconde al dictador, el médico que esconde al monstruo y el magistrado que disfraza al bandido bajo “civilización occidental” son piezas de razón discursiva

La lista de relaciones de un demócrata excluye a los seducidos por los instintos primitivos del neofascismo. Los que reclaman la nueva iluminación. Pero adoptaron discursos oscurantistas contra la ciencia y el conocimiento. Se vacunaron en la primera infancia (sarampión, paperas, polio). Ahora, difunden narrativas negacionistas. Predicaban políticas en beneficio de la comunidad. Mágicamente, encarnaron la antipolítica para votar por un cobarde admirador de torturadores. Imposible vislumbrar en los desvanecidos afectos que migraban, del liberalismo a la ultraderecha, la indignación ante las desigualdades que condenaban todo regreso de giras turísticas al Primer Mundo. Es una pena que nunca se pregunten por qué las naciones latinoamericanas están atrasadas.

¿Se volvieron tontos? Se escondieron detrás de un título vacío, sin el respaldo académico que confiere la presentación de la tesis doctoral ante un panel de especialistas que acredite el quilate de la contribución, en un determinado campo del saber. Les bastó la Ley del Imperio promulgada por Don Pedro I, el 11 de agosto de 1827, que declaraba a los bachilleres en Derecho y Medicina, en la Terra Brasilis. La etiqueta burocrática compensó el desprestigio con el fin de la nobleza (duque, marqués, conde, vizconde, barón), dada la igualdad formal entre individuos establecida en la República. Un subterfugio para mantener la “distinción” entre los comunes, según el clásico estudio de Pierre Bourdieu. La apariencia cubrió mentes preñadas de prejuicios medievales y limitaciones cognitivas. La respetabilidad procedía de los ingresos y el consumo. Ni educación ni cultura.

los buenos ciudadanos

Tres cifras sucintas, en la línea de los “tipos ideales” weberianos, ayudan a entender a los “buenos ciudadanos” que buscan un barniz de sensatez en el comedor, sin replantearse sus opciones tras las manifestaciones de 2013, que sacaron a la calle a la clase media . El primero es fácil de identificar; el segundo podría llamar la atención de los lectores de folletos; el tercero pertenece (o pertenecía) al círculo social del autor. Son tipos que expresan estados de ánimo presentes en sus compañeros delirantes: la subestimación de la realidad, el orgullo en el trato con los demás y una visión parcial de los problemas a enfrentar. Ninguno volvió a sonreír, en 2023. Los pies de barro del “mito” les quitaron el humor. Como en la fábula de La Fontaine, en La mula orgullosa de su genealogía, “la infelicidad sirve para algo, aunque sea para bajar la cresta de los vanidosos”.

(1) El general que sirvió al payaso sociópata y, al asumir el cargo de ministro en el nuevo gobierno, conservó a doscientos soldados vinculados a la anterior administración en funciones, la cagó. Fruto de un corporativismo adverso a las exigencias de la coyuntura, no exoneró a nadie del antiguo cuerpo funcional de la cartera. Resultado: el liderazgo se le escapó de las manos. Los airados subalternos se mantuvieron fieles al descalabro que montó y convirtió al GSI (Oficina de Seguridad Institucional) en la guardia pretoriana del tirano, no de la institucionalidad. Es importante recalcar la subestimación de los altos mandos sobre la guerra de valores librada entre la democracia política y social, y el neofascismo.

(2) El auxiliar médico que suavizó el papel de la política armamentística, al desvincularla del aumento de víctimas de violencia contra las mujeres (feminicidio), negros (racismo) y colectivos lgbtqia+ (sexismo), cometió deshonestidad intelectual. En su causa, se ha eclipsado el nexo entre la distribución de armas por parte de las autoridades federales y el auge de los actos de barbarie. Su relevamiento estadístico se detuvo en 2018. Por conveniencia, el “doctor” ignoró a los perros liberados en el último cuatrienio en la nación. Ejerció la libertad individual para propagar noticias falsas, en el diario en el que publica disonancias parecidas a insertos de medicamentos. Es importante aclarar que se invirtió orgullo en exponer la desinformación que cobijaba la necropolítica con piel de cordero.

(3) El magistrado que asistió a la “inmunización de rebaño”, desafiando el sentido común que advertía de la multitud de muertes prevenibles, abdicó de la sentencia. Con su consentimiento o apatía política, Brasil fue el tercer país con mayor número de muertos en la pandemia, aunque es el séptimo en población. La cuenta no coincide, se nota. El negacionismo cobró un alto precio en vidas irreemplazables, de hogares devastados por la añoranza. El juez destacó enlaces de la familia con las milicias cariocas y los bolsillos nazis internacionales, hasta el punto de olvidar su filiación judía. Lo mismo, sobre la corrupción en la educación y la salud, la devastación del medio ambiente y las joyas millonarias saudíes robadas a la Unión. Toleró con frialdad el cambio de la ración de los ñandúes por comida sobrante, en el Palacio del Planalto. Incluso aceptó que el candidato a la reelección fuera derrotado, sin perder la compostura. Se resignó a todo.

Sin embargo, cuando el carné de vacunación del Sistema Único de Salud (SUS) fue falsificado por el agente y sus asociados, a través de una organización criminal, sintió vergüenza del barco de los locos. Al recibir el mensaje de Zé Gotinha, en WhatsApp, sobre la necesidad de inmunización para viajar, el representante del poder judicial actuó como Cleopatra, la reina de Egipto que eliminó al mensajero al recibir noticias desagradables. Luego, para el colmo del ridículo, por impulso, el juez lo canceló en redes digitales -¿Quién? Los "ángeles torcidos" a la izquierda del espectro político! Después, volvió a refugiarse en la antipolítica, “encerrarse en los corazones”. Daría risa si no fuera por llorar por tal locura. Es importante recalcar la inestabilidad emocional de quienes tienen por oficio juzgar con total imparcialidad.

Mañana será otro dia

Deplorable la procesión verde oliva que abdicó de la Constitución como criterio para componer el bloque de guardianes del Estado democrático de derecho. La categoría de profesionales descontentos con “Más Médicos” en municipios abandonados, para garantizar una reserva de mercado, es inmoral. Triste la procesión de la toga que no metabolizó la cruzada lavajatista, luego de contribuir al desmantelamiento del país con el ascenso de ineptos al núcleo del poder. Aquí está la prueba de que Carlos Drummond de Andrade estaba equivocado. En medio del camino no había una piedra, sino una enorme cantera.

La situación evoca la fórmula anticolonial del poeta-presidente de Senegal (1960-1980), Léopold Senghor: “si la razón es helénica, la emoción es negra”. Traduciendo, el general que esconde al dictador, el médico que esconde al monstruo y el magistrado que disfraza al bandido bajo “civilización occidental” son piezas de la razón discursiva, es decir, de la ideología de las metrópolis. El ayer no europeo y el hoy no americano son “el otro”, atrapados en un estereotipo lúdico-corporal opuesto a la ciencia, la moral y el civismo. Es una estratagema construida para silenciar la voz de los habitantes originarios, que se extiende a todo el universo del trabajo en la sociedad capitalista.

La metáfora ha permeado el imaginario nacional desde que Sérgio Buarque de Holanda formuló la noción de “hombre cordial”, en la década de 1930. En la desafortunada ocasión en que la selección brasileña de fútbol se perdió el Mundial (1950) por la “Suiza de América Latina”, Uruguay. Peor aún, en el Maracaná, con 200 aficionados atónitos en las gradas. El trauma reabrió la herida correspondiente a 350 años de esclavitud. el sentimiento de deja Vu, en el que las masas observan el devenir de la historia como espectadores es una constante.

Este es el desafío de las fuerzas políticas de la emoción (partidos de izquierda, movimientos sociales, centrales sindicales) en la lucha por la autodeterminación de la colectividad durante el proceso de emancipación del yugo del capitalismo. La cohabitación de experiencias ilustradas por la Economía Solidaria y por los tentáculos de la Central Única das Favelas (CUFA), presente en todos los estados desde Oiapoque hasta Chuí y en 15 países del planeta, invoca la “revolución pacífica” de Lula da Silva y la “ gran rechazo” de Herbert Marcuse. La síntesis de energías transformadoras debe entrelazar las contradicciones entre capital y trabajo y la participación de la gama de segmentos sociales oprimidos y explotados por la lógica de la dominación. El guiño a un nuevo orden social pone fin al largo período de sufrimiento.

Sin embargo, aún queda una inferencia por extraer de las actitudes simbólicas condensadas en el general, el médico y el magistrado. La exención del impuesto a la renta para salarios de hasta R$ 5 no es suficiente para sensibilizar a la clase media, que, además, está en un nivel superior. Será necesario calificar los servicios públicos fundamentales, lo que implica un aumento indirecto (no nominal) de las ganancias en el bolsillo de los asalariados. Mecanismo que generará condiciones objetivas y subjetivas para la sociabilidad plural y transversal en los espacios públicos. Una cuestión esencial para la hegemonía.

La arrogancia de las finanzas en el control de la política monetaria, con la tasa de interés más alta del mundo, es una extensión del colonialismo tardío, bajo la presión de un ciclo económico liberal ya en su agonía. Urge un frente popular capaz de atraer a la clase media, que ahora se comporta como una viuda de la razón. La rueda de la esperanza se mueve como en el poema. noticias de la mañana, de Thiago de Mello: “Y de repente la mañana, / la mañana es un cielo abierto, / es luz, luz / transforma la ciudad / en una inmensa plaza / y dentro de la plaza el pueblo / todo el pueblo cantando / dentro de la gente el niño / tomándome de la mano”. Es hora de avanzar, juntos.

* Luis Marqués es profesor de ciencia política en la UFRGS. Fue secretario de Estado de Cultura de Rio Grande do Sul durante el gobierno de Olívio Dutra.


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