por LEONARDO BOFF*
El triunfo de la razón instrumental-analítica y burocrática desprovista de sensibilidad y cordialidad
Es un lugar común decir, como en tantos carteles de manifestantes en la calle, fuera de la gran Asamblea de las distintas COP: “lo que debe cambiar no es el clima sino el sistema” o incluso más directamente:el problema no es el cambio climático sino el capitalismo”. En estos Slogans hay mucho de verdad. Pero hay que ir más allá: el sistema y el capitalismo son expresiones de algo más profundo, es decir, el verdadero detonante de los cambios climáticos que se concretan en dicho sistema y el capitalismo.
Detrás del mencionado sistema y del capitalismo se encuentra un tipo de racionalidad que ha adquirido rasgos monopolísticos ya veces tiránicos, pues se ha impuesto a todas las demás formas como la única válida. Tenemos que ver con la razón instrumental-analítica y burocrática sin sensibilidad y cordialidad. A través de él se hizo realidad el mantra de los padres fundadores de la modernidad de los siglos XVII y XVIII: Descartes, Francis Bacon y otros. establecido la “voluntad de poder” como eje estructurador del mundo a construir, el poder entendido como la dominación despiadada de la naturaleza, la vida, los continentes, los pueblos, las clases y los pueblos.
Max Weber, en su texto de 1919 “La métier y la vocación decientífico(investigador y estudioso) afirmó: “El destino de nuestro tiempo, caracterizado por la racionalización, la intelectualización y, sobre todo, el desencanto del mundo, llevó al ser humano a desterrar los valores supremos más sublimes de la vida pública”. En efecto, hoy lo que cuenta es el PIB fríamente calculado por los valores materiales producidos. En ella no se computa todo lo que es valioso y da sentido a la vida humana como el amor, la amistad, la solidaridad y la compasión, expresiones de la razón cordial. El mismo Max Weber en La ética protestante y el “espíritu” del capitalismo mostró que el espíritu de cálculo, la racionalidad instrumental-analítica y la dominación burocrática son connaturales al capitalismo. No considera en la naturaleza cualidades, su esplendor y rica complejidad, pero sólo el cantidades ser explotados para el disfrute humano.
La Tierra se considera un tesoro de recursos que se pueden explotar para producir riqueza material. Los seres humanos se entienden a sí mismos como dominus, “amo y dueño” de la naturaleza y no parte de ella. Se olvida que él también salió del polvo de la tierra como todos los seres que hacen de él un hermano y una hermana universales, el mayor sueño de Todos hermanos (2020) del Papa Francisco: la Frater como alternativa a dominus. El mundo cibernético y contemporáneo ha llevado este destino hasta sus últimas consecuencias, duramente criticado en la tercera parte de la encíclica papal Laudato Si' (2015): “La raíz humana de la crisis ecológica” (n. 101-114). Critica la indiferencia y falta de sensibilidad hacia los demás humanos y los seres de la naturaleza.
Sucede que el ser humano no sólo tiene este ejercicio de la razón, la forma dominante de organizar y dominar el mundo. Hay en él algo más ancestral que es el "razón sensata y cordial”. Alberga el sentimiento de pertenencia, el universo de los valores éticos, el amor, la empatía, el cuidado y la espiritualidad. Sobre ella irrumpe la razón como inteligencia que capta el sentido del todo y nos abre a la infinitud de nuestro deseo que busca su objeto infinito adecuado: Ese ser que hace que todos los seres sean. En estas dos expresiones de la razón -la cordial y la intelectual- se encuentran los valores que nos permiten escuchar y sufrir simultáneamente con el grito de la tierra y con el grito de los pobres, que nos hacen percibir la red de relaciones y interdependencias que se establecen entre todos los seres de la naturaleza y la humanidad.
Exactamente la razón cordial y la razón intelectual (que dice dentro: intus legere) están y estuvieron absolutamente ausentes en todas las COP. Prevaleció la razón económica utilitaria y los intereses feroces de las grandes corporaciones, cuyo ejército de cabilderos presiona a los representantes de todos los pueblos para que no acepten medidas que perjudiquen sus negocios y su capital, como la eliminación del carbón y la paulatina superación de las energías fósiles hacia fuentes de energía limpia. Se llegó al hecho vergonzoso de que, en el mismo momento de la clausura oficial de la asamblea, el representante de la India, apoyado por China, obligó in extremis cambiar el texto de consenso, de lo contrario la COP26 terminaría sin ninguna resolución: en lugar de “abolir" se ha planteado el uso del carbón por “superación gradual”, lo que permite su uso continuado y por tanto aumenta el COXNUMX2. El presidente de la COP26, consciente de las consecuencias, dejó aflorar su sensible razón y lloró.
Cuán efectivo y transformador sería si las COP comenzaran a mostrar bellas imágenes del frágil planeta Tierra colgando en las oscuras profundidades del universo. Luego mostrar la devastación que hacemos de los bosques y ecosistemas enteros en la tierra y en el mar, en el sentido de una ecología ambiental. Finalmente, visibilizar la abismal injusticia social con millones y millones de pobres y hambrientos en consonancia con una ecología política y social. Todo ello crearía las condiciones para una ecología ética y espiritual: comprometerse a conservar el jardín heredado y evitar entregarlo a nuestros hijos y nietos como una sabana. Surgiría, estoy seguro, la necesidad de un vínculo afectivo con la naturaleza, ya que este vínculo, basado en la razón cordial y sensible, nos llevaría a tomar medidas que salven la vida y nuestra propia civilización. Sin corazón, no hay solución para los climas y para la vida en este pequeño y hermoso planeta Tierra.
Es urgente enriquecer la razón instrumental-analítica, necesaria ante la complejidad de nuestras sociedades, con razón cordial e inteligencia intelectual. Tendríamos entonces las bases de un nuevo paradigma de convivencia, mejor, de convivencia entre todos, de técnica con poesía, de producción con hermosura, del ser humano con su Casa Común, incluida la naturaleza.
*Leonardo Boff es teólogo y ecologista. Autor, entre otros libros de Saber cuidar: ética humana, compasión por la Tierra (Voces).