por ALEXANDRE ARAGÃO DE ALBUQUERQUE*
Lava Jato permitió tanto la operación Golpe de Estado de 2016 como la toma del poder por parte del bolsonarismo en 2018
El fiscal general Augusto Aras anunció el 3 de febrero el fin del grupo de trabajo junto con la Operación Lava Jato, cuyo nacimiento oficial se produjo en 2014. Lava Jato actuó como una estructura diseñada estratégicamente por el movimiento populista de la derecha brasileña, inició con el proceso llamado Mensalão, en 2005, con miras a la toma del poder por el bloque político de derecha.
Según el profesor de Derecho Constitucional, Pedro Serrano, en una lapidaria conferencia pronunciada en TVT, también anoche, el proceso de Mensalão fue el laboratorio para el desarrollo de la técnica de las medidas autoritarias de excepción en el proceso penal - reducción de la norma probatoria , hipernomia, cultura punitiva, papel figurativo de la defensa, etc. – antes impuesto a los jóvenes negros de la periferia, a través de la legislación antidrogas. Desde Mensalão, esta técnica de medidas excepcionales fue probada en juicios políticos –claramente en el juicio de José Genoíno, por ejemplo– demarcando la acción nefasta del movimiento populista de derecha en la búsqueda de la sustitución del Estado Democrático de Derecho por un Estado Democrático de Derecho. Estado de seguridad, garante del bienestar de los ricos, a través del orden y la seguridad, uniformando el relato de la vida nacional al criminalizar la diversidad política y social, implícita e intrínseca a todo régimen democrático.
Entre las condiciones necesarias para constituir un Estado de seguridad, la chusma (concepto arendtiano desarrollado en el libro “As Orígenes do Totalitarismo”) elige un Líder, considerado como un ser superior (mito), que compone con un grupo autoritario (jueces, fiscales, militar, etc.), y verse como seres morales por encima del resto de la población, para imponer el orden y la seguridad, desarrollando una ideología y un sistema homogeneizador de la sociedad para considerar como enemigo a todo aquél que se oponga a tal homogeneización.
Por ejemplo, en la Alemania nazi, quienes se mostraban contrarios a la homogeneidad del pueblo alemán eran el pueblo judío, con su forma culturalmente diversa, así como los socialdemócratas y los socialistas democráticos, que proponían la pluralidad partidaria frente a la concepción de la único partido nazi. Ambos fueron considerados por el nazismo como enemigos. Es decir, fueron tratados como infrahumanos, perseguidos, torturados, exterminados en campos de concentración construidos deliberadamente para ese fin.
En el Brasil del golpe de 2016, el movimiento populista homogeneizador de la derecha brasileña pretendía criminalizar a todos los partidos de izquierda. Los nombres elegidos cuidadosamente para esta criminalización fueron los de los expresidentes Lula y Dilma, junto con el partido de izquierda más grande de América Latina, el Partido de los Trabajadores. A través de esta ideología, todos los PT pasaron a ser considerados “enemigos”.
Lava Jato jugó un papel muy relevante en este proceso porque introdujo el clima, que ya estaba creado en la sociedad, a través del Mensalão y las manifestaciones callejeras de 2013 (técnicas de las guerras híbridas del siglo XXI), en la política y la justicia. Algunas tareas las cumplió de manera ejemplar. Por ejemplo, elevando el nivel de conmoción afectiva en la sociedad, creando una especie de descontento nacional contra los objetivos -Dilma y Lula- definidos por sus operadores. En la práctica, el Golpe de Estado de 2016 fue mucho más judicial que parlamentario. El parlamento no hubiera podido consolidar formalmente el golpe de juicio político, sin un delito de responsabilidad probado, si el clima de conmoción social no hubiera sido construido por los medios de comunicación y el poder judicial.
Luego, manteniendo su guión, Lava Jato produce un proceso de excepción, dentro de la apariencia democrática, con dos acusadores bien definidos – Moro (nombre en clave ruso), actuando como “juez” acusador (piensen en la portada de la revista Esto es, de mayo de 2017, donde Moro aparece como boxeador contra el expresidente Lula), y Dallagnol (alias Deltinha) al frente del grupo de Curitiba – en el proceso persecutorio de condena al expresidente Lula. Siempre ha estado claro que el ex presidente Lula fue tratado como un ser “inferior al humano” (homo sacer), sin una mínima protección política y jurídica de los derechos. El “estándar de prueba” se redujo con total desprecio por los argumentos de su defensa. En otras palabras, se instaló una apariencia de proceso penal, un mero maquillaje, una apariencia mínimamente legal, pero con el contenido material de una acción política tiránica para combatir y condenar la persona del presidente Lula.
Como señaló recientemente el jurista Lênio Streck en su cuenta de Twitter, según las revelaciones de las grabaciones difundidas por el Supremo Tribunal Federal el 01/02, “TRF, Moro, Lava Jato y Globo tenían el sueño de que Lula no fuera candidato presidencial en 2018. El otro sueño de este grupo era que arrestaran una foto de él, para que pudieran tener orgasmos múltiples”. (https://twitter.com/LenioStreck/status/1356314045972934656).
La detención de Lula fortaleció inmensamente al movimiento ultraderechista, que brotó con la "unción" de un político hasta entonces marginal en la escena política, electo como presidente de la República. Por tanto, quienes crean Bolsonaro y el bolsonarismo como movimiento político son Russo y Deltinha, con toda la articulación jurídica y mediática de Lava Jato. No es de extrañar que inmediatamente después de su elección, Russo abandone su carrera como magistrado para convertirse en el superministro de Justicia de Bolsonaro.
Por lo tanto, Lava Jato hizo posible tanto la operación del Golpe de 2016 como la toma del poder en 2018, a través de la conformación de la normalidad democrática, del nuevo Bloque Político con sus fracciones: mercado financiero, agroindustria, medios globales, iglesias cristianas con sus religiosos y movimientos filantrópicos, militares, milicianos, parte del sistema de justicia. Por un lado, el bolsonarismo con sus excepcionales agentes procesales penales; por otro lado, el bolsonarismo de la necropolítica.
El concepto de necropolítica implica comprender cómo las instituciones de poder promueven políticas de muerte a innumerables sectores de la población, restringiendo su acceso a condiciones mínimas de sobrevivencia, como por ejemplo, el tema de la prioridad en el combate a la Covid-19, o en relación con retrasando una amplia campaña de vacunación, e incluso en la relativización del valor de la vida de las personas mayores de 60 años, el público más vulnerable a la letalidad del coronavirus. La necropolítica es una nueva prenda del fascismo del siglo XXI.
Por tanto, este es el legado de Lava Jato. La gravedad del asunto reside en que aunque terminó Lava Jato, el bolsonarismo sigue extendiendo sus garras por los espacios del Poder y la Sociedad.
*Alexandre Aragão de Albuquerque Máster en Políticas Públicas y Sociedad por la Universidad Estatal de Ceará (UECE).