por RENAKE DAVID*
El neoliberalismo es la fase histórica más reciente del capitalismo, que abarca una unidad entre el modelo de acumulación y las formas políticas, sociales y culturales.
La plaga, una novela de Albert Camus que narra las transformaciones en la vida de los habitantes de una ciudad bajo el dominio de la peste bubónica –y hace una alegoría de todas las formas de opresión humana, en particular el fascismo nazi–, termina con una advertencia tras denunciar la efusivo júbilo que atendió a los ciudadanos de Orán con el fin de la epidemia: “De hecho, al escuchar los gritos de alegría que venían de la ciudad, Rieux recordó que esta alegría siempre estaba amenazada.
Porque sabía lo que esta multitud eufórica ignoraba y se puede leer en los libros: el bacilo de la peste nunca muere ni desaparece, puede permanecer latente durante décadas en muebles y ropa, espera pacientemente en habitaciones, sótanos, baúles, pañuelos y papeles. . Y sabía también que tal vez llegaría el día en que, para desgracia y enseñanza de los hombres, la peste despertaría a sus ratas y las enviaría a morir en una ciudad feliz”.[i]
Parece que, aproximadamente un siglo después, en varios rincones del mundo, nos hemos encontrado viviendo en un entorno muy propicio para que el bacilo del fascismo emerja de su estado latente y despierte a sus ratas para que mueran en países infelices. Este texto pretende exponer cómo algunas características esenciales de carácter distintivo El neoliberalismo puede estar relacionado con el aumento de la adhesión al discurso de extrema derecha actual.
El neoliberalismo se entiende aquí no como un mero conjunto de reglas económicas, sino como la fase histórica más reciente del capitalismo, que abarca una unidad entre un modelo de acumulación y formas políticas, sociales y culturales. Un conjunto de discursos, prácticas e instituciones que imponen, mediante la coerción y, sobre todo, el consenso, una lógica normativa sobre la conducta de los individuos, ya sean de clases dominantes o subordinadas. Todas las épocas producen las personalidades que socialmente necesitan, es decir, adaptan “la 'civilización' y la moral de las más amplias masas (...) a las necesidades del continuo desarrollo del aparato económico de producción”[ii], en palabras de Antonio Gramsci.
Theodor W. Adorno, que dedicó gran parte de su obra al objetivo de evitar que Auschwitz volviera a suceder, intentó hacernos conscientes de cómo la atmósfera cultural general de la dinámica social capitalista en el siglo XX tendía a generar personalidades con inclinaciones antidemocráticas. los estudios de La personalidad autoritaria, realizado junto con Levinson, Sanford y Frenkel-Brunswik, tenía como objetivo identificar el fascismo latente en partes de la población estadounidense de la época y analizar sus determinantes. La investigación no encontró muchos casos de personas abiertamente antidemocráticas, pero sí identificó tipos de personalidades que indicaban una gran susceptibilidad a la propaganda fascista, cuya conformidad con ideologías autoritarias, en determinados momentos de crisis social, podía pasar de ser latente a y muchas veces inconsciente –estatal– por su abierta defensa y acciones violentas contra minorías consideradas chivos expiatorios en una sociedad donde la dominación social es cada vez más abstracta e impersonal.[iii]. En el momento en que se publicaron los resultados de esta investigación, en 1950, Adorno evaluó que la personalidad manipuladora era la más peligrosa en la tipología elaborada a partir de las características de los puntuadores altos en la “escala F” (“F” de fascismo). Marcado por la estereotipia[iv] extremas: nociones rígidamente dicotómicas (buenos vs. malo, nosotros vs. los otros, yo vs. el mundo) se convierten en fines y no en medios, y el mundo se divide en campos administrativos, vacíos y esquemáticos-, el tipo manipulador se obsesiona con “hacer cosas”, sin importarle lo más mínimo el contenido de tales acciones, y hace que la actividad , de la eficiencia como tal, un culto. Tu amor no puede dirigirse hacia otras personas, siendo absorbido por cosas, máquinas, equipos, mientras que las personas son tratadas como una masa amorfa. Tiene una especie de conciencia objetivada: “Al principio, las personas de este tipo se vuelven, por así decirlo, iguales a las cosas. Luego, en la medida en que lo logran, igualan a los demás a las cosas”.[V]. Adorno señaló que éste era un patrón encontrado “entre numerosos empresarios y también, cada vez en mayor número, entre los miembros de la creciente clase gerencial y tecnológica. que mantienen, en el proceso de producción, una función entre el antiguo tipo de propietario y la aristocracia de los trabajadores”[VI].
Quince años después de la publicación del La personalidad autoritaria, Adorno advirtió sobre el clima cultural que alimentó la preocupante tendencia hacia el desarrollo de un número cada vez mayor de sujetos inclinados a fetichizar la técnica, es decir,, quienes consideran la técnica como algo en sí misma, con fuerza propia, olvidando que es producto del trabajo humano. “Los medios –y la tecnología es un concepto de medios dirigidos a la autoconservación de la especie humana– están fetichizados, porque los fines –una vida humana digna– están ocultos y desconectados de la conciencia de las personas”[Vii]. La sobrevaloración de la técnica es algo muy característico de la conciencia objetivada de tipo manipulador y es lo que lleva, “en última instancia, a quien diseña un sistema ferroviario para llevar a las víctimas a Auschwitz de forma más rápida y fluida a olvidar lo que les sucede a esas víctimas en Auschwitz”[Viii].
¿Y no es que estas características de la obsesión por la eficiencia y la actividad incesante, de la conciencia cosificada, de la sobrevaloración de la técnica, están muy presentes en las subjetividades constituidas por el neoliberalismo, tan bien resumidas por Pierre Dardot y Christian Laval en lo que llamaron ¿“sujeto emprendedor”? Debe conducir su vida de manera que le permita obtener un desempeño cada vez más productivo, para ampliar indefinidamente su “capital humano” y, así, garantizar su empleabilidad.[Ex]. La lógica de la competencia y la eficiencia y el modelo de empresa empiezan a regir todos los ámbitos de la vida.
La idea de convertirse en empresa sugiere que cada individuo puede liderar, controlar y gestionar su vida ideando “estrategias” apropiadas y racionalizando sus deseos. En la autogestión, el individuo debe emprender la superación personal.[X] constante, cada vez más eficaz, dispuesta a ganar cada competición y asegurar su permanencia en el juego de la “empleabilidad”. Todas las actividades del individuo deben concebirse como una proceso de valoracion de uno mismo, asemejándose a una producción, una inversión, un cálculo de costos[Xi]. Estas técnicas de gestión del “capital humano” son pragmáticas y “orientadas a soluciones”. Dardot y Laval señalan que “no se trata tanto de por qué, sino de 'cómo funciona'. Siguiendo el estilo de las fórmulas que se encuentran en este tipo de discursos, 'el hecho de encontrar el clavo responsable del pinchazo no dice nada sobre cómo cambiar el neumático'”[Xii].
En el ámbito profesional, las relaciones sociales se han convertido en transacciones comerciales puntuales, sin expectativas de confianza, compromiso o solidaridad. Dardot y Laval muestran cómo las relaciones con los demás son vistas como una forma de venta extra y, del mismo modo que se desarrollan técnicas de persuasión para vender un zapato o un piso, también se han creado técnicas para aumentar la eficacia de estas relaciones. El ser humano es una empresa individual y toda empresa necesita publicidad. Y, como ocurre en la publicidad, “no se trata de decir qué es verdad y qué no. Se trata de preguntarse cuál es la forma más eficaz y constructiva de comunicarse con alguien”, advierte una ponencia pedagógica sobre programación neurolingüística[Xiii]. Lo que importa es convencer a otros para obtener resultados eficientes. El otro es un mero instrumento.
Y como la ética empresarial aplicada a la conducta de la subjetividad ha hecho de la actividad laboral el vehículo esencial de la realización personal, los imperativos de eficiencia y competencia como norma de conducta se extienden a todas las relaciones sociales humanas, además de afectar la relación del individuo consigo mismo – quien debe buscar siempre la mejor versión de sí mismo, superando incesantemente sus logros –desde la más temprana edad, pues es desde niño cuando se comienza y se llena al lechón de “capital humano”. Anne Helen Petersen muestra cómo, a partir de la década de 1980, en los hogares de clase media, los padres comenzaron a adoptar el “cultivo combinado” en la educación de sus hijos. es decir,, llenan el tiempo de sus hijos con actividades que los preparen para el mercado laboral en el futuro: desde clases de ballet, piano, idiomas extranjeros, esgrima, participación en diversos concursos, hasta fomentar la formación de una red de contactos influyentes. “(…) para tener 'éxito', un niño Millennial, al menos según los estándares de la clase media, tenía que prepararse para la fatiga"[Xiv].
El hecho de que el trabajo sea considerado el ámbito primario de realización personal no significa, sin embargo, que se fomente la identidad de clase del trabajador, sino todo lo contrario. En la era neoliberal, se anima a los trabajadores a “liberarse del estatus pasivo de asalariados” –básicamente, derechos sociales y laborales garantizados conjuntamente por el Estado y la empresa– de la Edad de Oro y convertirse en empresas de sí mismos para poder ser ellos mismos. exitoso. Eufemismos como “colaborador” están reemplazando a “trabajador” o “empleado”, términos que se han convertido casi en tabú en el mundo empresarial. En esta ultra-Robinsonade no hay espacios para redes de apoyo colectivo, como los sindicatos, considerados no sólo inútiles, sino enemigos del éxito individual. La atomización social propugnada por el orden neoliberal es un fertilizante esencial para que florezca el entorno de competencia generalizada. Todos y cada uno de nosotros estamos sujetos al imperativo de la competitividad, que nunca cesa.
Por tanto, para “ganar en la vida”, es necesario tener dentro de uno mismo la obsesión por hacer cosas que Adorno identificó en la personalidad manipuladora. Una declaración de un asociado de Goldman Sachs en la década de 2000 ilustra con precisión esta característica y cómo se convirtió en conducta normativa entre empresarios y gerentes:
“La autoestima se trata de esto: completar y hacer cosas. En una gran empresa o en el mundo académico, es difícil hacer las cosas. [En Wall Street] trabajas con mucha gente y todos ellos son muy dedicados, muy inteligentes y muy motivados, y eso crea un ambiente realmente bueno. Creo que en los viejos tiempos, en los años 1950 o 1960, la gente tenía un patrón establecido para sus vidas. Se pusieron a trabajar, ascendieron lentamente de rango e hicieron todo lo que les dijeron. Creo que ahora la gente se ha sentido seducida por la posibilidad de dar saltos profesionales y la gran diferencia que pueden hacer, lo importante que puedes sentirte o cualquier otra cosa que les resulte atractiva... Creo que hoy en día, puedes hacer mucho, y eso es seductor. Por eso las personas que ya tienen dinero más que suficiente, respeto más que suficiente, se involucran en esto, sacrificando su tiempo con su familia, porque necesitan sentirse necesitados. Y no hay nada mejor que siempre entregando y completando cosas” [Xv].
Por “cosas” el sujeto neoliberal entiende “trabajo”, es decir,, haz que tu “capital humano” genere valor, más valor, sin cesar. Si te das un descanso… no un descanso, un descanso, un descanso que no sea lo suficientemente estratégico como para permitirte trabajar 130 horas semanales[Xvi], puedes perder tu empleabilidad. Y no importa que una gran cantidad de investigación[Xvii] demostrar que el exceso de trabajo, en un momento u otro, resulta en una caída en el rendimiento – porque el capataz que se ha establecido dentro de cada conciencia te dice que “cada momento que pasa sin trabajar significa que alguien más se te adelanta”[Xviii]. Petersen destaca que a medida que los sindicatos y la legislación que los protegía se volvieron impopulares durante la era neoliberal, también lo hizo la solidaridad entre los trabajadores. Como cada individuo se ve a sí mismo como un trabajador independiente en constante competencia, como una empresa, la solidaridad se convierte en un obstáculo.[Xix]. A medida que aumentan los niveles de condiciones laborales precarias, aumenta la propaganda y el sentimiento de que, para seguir siendo un buen competidor en el mercado laboral, es necesario estar dispuesto a superar constantemente todos los límites físicos y emocionales. “Salir de tu zona de confort” se ha convertido en uno de los mayores clichés de la receta del éxito empresarial.
En los últimos años, hemos visto el aumento y la propagación de “cultura del ajetreo–“cultura del trabajo” o “cultura de la molienda”. “Ajetreo“Entiende el sentido de prisa, así como los de actividad, movimiento, agarre y lucha competitiva. El individuo captado por esta forma de ser no sólo está obsesionado por hacer las cosas, sino también por demostrar que está obsesionado por hacer las cosas, de forma rápida e incansable. Son las personas ansiosas por exclamar “¡Segundou!” en lugar de "¡Sextou!" en las redes sociales[Xx]. Empresas en la economía gig (Gig Economy) desarrollan campañas agresivas alabando este tipo de “dedicación”. Una de ellas pensó que sería bueno publicar en ella. blog la historia de una de sus conductoras, quien una semana antes de dar a luz sintió fuertes contracciones, pero siguió llevando pasajeros de un lugar a otro, pensando que era solo una molestia, y cuando finalmente se dio cuenta que realmente era el bebé queriendo salir del útero una semana antes, se dirigió al hospital, no sin, en el camino, hacer otra carrera[xxi]. En Brasil, iFood se destacó por su marketing 4.0 contra las huelgas de los repartidores, y varios de sus contenidos eran típicos de la cultura del trabajo: “Correría hoy para construir mañana”, “No te detengas cuando estés cansado”. Detente cuando todo esté hecho”.[xxii]. Otra campaña emblemática de tipo manipulador, “poseída por la voluntad de haciendo cosas"[xxiii] es este: “Tomas café para el almuerzo. Persistes en tu perseverancia. La privación del sueño es su droga de elección. Puedes ser una persona de acción. Fiverr – Creemos en las personas de acción (hacedores) "[xxiv]. El multimillonario más autocomplaciente de nuestros tiempos, el nuevo propietario del antiguo Twitter, es un gran entusiasta de la cultura del trabajo. En noviembre de 2016, publicó que había lugares para trabajar más tranquilos que Tesla, “pero nadie cambió el mundo trabajando 40 horas a la semana”. Y concluyó con otro de los grandes cuentos del vicario de la razón neoliberal: si amas lo que haces, “(casi) no sientes que estás trabajando”[xxv].
Está claro que el sujeto ideal del neoliberalismo debe estar dispuesto a nunca dejar de trabajar. En la fórmula generalizada “No pares cuando estés cansado. Deténte cuando hayas terminado la tarea”, a primera vista parece que el descanso vendrá después de terminar el trabajo, pero, como observan Dardot y Laval, la subjetividad empresarial de esta fase del capitalismo define un “subjetivación por el exceso de uno mismo en uno mismo o todavía, para la superación indefinida de uno mismo”. La satisfacción nunca llega, porque el disfrute está en un “más allá” de siempre repelido”[xxvi]. Es la lógica de la supervivencia de una empresa: si no hay crecimiento económico, si su capital no se expande continuamente, perece frente a sus competidores. Durante los impactantes primeros meses de la pandemia de Covid-19, la Secretaría de Comunicaciones del gobierno de Bolsonaro formuló una pieza publicitaria cuyo lema era “Brasil no puede parar”.[xxvii], en el que el locutor menciona varias profesiones, repitiendo “Brasil no puede parar”. Unos dos meses después, en la cruzada antibloqueo de Bolsonaro, la Secom lanzó otra campaña, esta vez en alusión a uno de los lemas nazis más famosos, “El trabajo hace libres”: “Parte de la prensa insiste en darle la espalda a los hechos , sobre Brasil y sobre los brasileños. Pero el gobierno, tal como lo determinó su jefe, seguirá trabajando para salvar vidas y preservar los empleos y la dignidad de los brasileños. El trabajo, la unidad y la verdad liberarán a Brasil…”[xxviii]. Una lágrima furtiva debió correr entre algunos miembros del gobierno de Bolsonaro cuando conocieron la dedicación de la cadena de supermercados Carrefour de no cerrar incluso si un trabajador muriera en plena jornada laboral: bastaba con cubrir el cuerpo del recién llegado. fallecido con unos paraguas y rodearlo con unas barreras improvisadas para que ningún empleado o cliente pueda distraerse con impulsos de conmiseración, un sentimiento claramente improductivo para los estándares neoliberales.[xxix]. Después de todo, no más frescura, no más mimimi. ¿Hasta cuándo vamos a seguir llorando?[xxx]
El realismo exagerado es otro rasgo que el sujeto neoliberal comparte con la personalidad manipuladora. Poseído por el deseo de “hacer cosas”, el tipo manipulador no puede imaginar, ni por un segundo, el mundo diferente de lo que es. “A cualquier precio busca practicar una supuesta, aunque delirante, Realpolitik"[xxxi]. “Hay que ser realista”, dicen. No debe haber ninguna utopía. Por realismo este sujeto entiende el reconocimiento de la “superioridad abrumadora de lo existente en relación con el individuo y sus intenciones, que se propugna un ajuste que implica resignación ante cualquier tipo de mejora básica, que se renuncia a todo lo que podría ser llamado ensoñación y que se remodela como si fuera un apéndice de la maquinaria social”[xxxii]. Ahora, una de las marcas indelebles del clima cultural de los años neoliberales es la descalificación de las utopías, ya sea como tonterías, puerilidad o como camino pavimentado hacia el totalitarismo. A nivel colectivo hay mucho trabajo para crear consenso en torno a esta idea, difundida en diferentes plataformas. A nivel individual, las diversas técnicas neoliberales para la autoadministración de nuestra “empresa interna” individual – ENTRENAMIENTO , programación neurolingüística, análisis transaccional: venden herramientas para que tengamos más oportunidades de adaptarse mejor a la realidad, haciéndonos más operativo incluso en las situaciones más estresantes o deprimentes[xxxiii].
La investigación sobre La personalidad autoritaria demostró que, entre los puntajes altos en la “escala F”, la negación de la utopía está estrechamente vinculada a ideas como “el mal eterno e intrínseco de la naturaleza humana” y el “instinto humano de luchar”. Adorno advirtió que “una persona puede expresar agresión más libremente cuando cree que todos los demás están haciendo lo mismo”[xxxiv]. La denigración de la naturaleza humana como egoísta y guerrera también es ampliamente compartida por las ideas neoliberales. Esta creencia cultural fue incluso revestida con ropajes científicos, como denuncia Susan McKinnon, comúnmente presentada bajo la rúbrica de “psicología evolutiva”, que adultera la teoría de la evolución y la selección natural hasta convertirla en “genética neoliberal”, naturalizando los “valores económicos neoliberales”. del interés individual, la competencia, la elección racional y el poder del mercado para crear relaciones sociales” [xxxv].
En la cultura laboral neoliberal se desarrolla toda una apología de la necesidad de ser despiadados, ya que eso es lo que exige la competitividad constante; y si la naturaleza humana es individualista y agresiva, si no eres despiadado, alguien más lo será y, por tanto, te quitará la tuya. lugar. El mundo de la civilización capitalista está pintado como un estado de naturaleza, pero aquellos que triunfan en esta lucha libre pueden sacarle los ojos a sus competidores con un cuchillo Christofle, vestidos con un traje Armani, después de llegar en helicóptero a la arena. Pero que no se acostumbren a estas delicias, porque “nada está garantizado” y, en la próxima batalla, les podrían quitar todo.
Para mostrar tu valor personal en la sociedad neoliberal, es imperativo superar tus límites, ya sean físicos, psicológicos o morales. A nosotros los reality shows En el marco de la competencia, que tan bien expresa la ética de la empresa sujeto neoliberal, la crueldad, el sabotaje y el egoísmo se consideran simplemente otra “habilidad” en la competencia. Según un participante de estos programas que naturalizan el sufrimiento (tanto el sufrimiento autoimpuesto como el impuesto por la competencia), “en situaciones de supervivencia, hay muchas cosas de las que tienes que deshacerte. Cuando se trata de objetivos morales, a veces es cada uno por sí mismo. La parte de la compasión es que hay que matar”.[xxxvi]. Silvia Viana muestra cómo estos programas están llenos de ejemplos como este, que reproducen la ética de la hegemonía neoliberal que debe configurar la empresa-sujeto. El trabajo sucio se valora como valentía: “Se necesita esfuerzo para ser malo, para ir en contra de la propia conciencia”[xxxvii]. Christophe Dejours señala: “La violencia, la injusticia y el sufrimiento infligidos a otros sólo pueden equipararse al bien si se infligen en el contexto de una imposición de un trabajo o una 'misión' que eleva su significado"[xxxviii]. En una entrevista con el periódico portugués Público, Dejours relata el caso de una pasantía de formación en Francia en la que, al principio, cada uno de los 15 participantes (todos altos directivos) recibió un gatito. Al final de las prácticas, que duraron una semana, el director ordenó a todos que mataran a estos gatos. Fue un entrenamiento para ser despiadado. 14 personas cumplieron. El único que no cumplió la orden cayó enfermo y tuvo que consultar a Dejours. El entrevistador comenta: “Estás describiendo un escenario completamente nazi…”[xxxix].
Bien en Eichmann en Jerusalén, Hannah Arendt analiza el papel de Heinrich Himmler en la “solución de problemas de conciencia”, señalando que casi nunca intentó justificar las atrocidades nazis en términos ideológicos, sino que buscó invertir la dirección de los instintos que afectan a todo hombre normal cuando se enfrenta a lo físico. sufrimiento de los demás, haciéndolos volverse hacia el individuo que perpetra la violencia: “Así, en lugar de decir '¡Qué cosas tan horribles le hice a la gente!', los asesinos podían decir: '¡Qué cosas tan horribles tuve que hacer en el desempeño de mis deberes, cómo ¡Esta tarea es muy pesada sobre mis hombros!'”[SG]. En la perpetración de los horrores nazis reinó la misma lógica de valorar el trabajo sucio como heroísmo.
Adorno descubrió que muchos antisemitas políticamente fascistas en el Tercer Reich eran tipos manipuladores, como Himmler, Höss y Eichmann. “Su sobria inteligencia, junto con la ausencia casi total de cualquier afecto, los convierte quizás en los más despiadados de todos. Su forma organizativa de ver las cosas los predispone a soluciones totalitarias. Su objetivo es construir cámaras de gas // en lugar de las pogromo.” Ni siquiera es necesario odiar a los chivos expiatorios elegidos: se ocupan de ellos mediante medidas administrativas, sin ningún contacto personal con las víctimas. “Su cinismo es casi total: 'La cuestión judía se resolverá de forma estrictamente legal' es la forma en que hablan del frío pogromo"[xli]. Algunas de las consideraciones de Arendt sobre la subjetividad de una parte de los nazis también se parecen a la descripción que hace Adorno de la personalidad manipuladora. Según Arendt, el nazismo se dio cuenta de que, para su máquina de dominación y exterminio, “las masas coordinadas de la burguesía constituían material capaz de cometer crímenes incluso peores que los cometidos por los llamados criminales profesionales [de la chusma], siempre que estos crímenes estaban bien organizados y asumían la apariencia de tareas rutinarias”.[xlii]. Señaló que Himmler “no era un bohemio como Goebbels, ni un criminal sexual como Streicher, ni un loco como Rosenberg, ni un fanático como Hitler, ni un aventurero como Göring”, sino un hombre “más normal”. La gran capacidad de Himmler para organizar a las masas bajo el dominio nazi se basó en el supuesto de que la mayoría de los hombres no eran bohemios, fanáticos, aventureros, maníacos sexuales, locos o fracasados, “sino, sobre todo, empleados eficaces y buenos jefes de familia”. Arendt creía que la atomización del individuo burgués, expresada en su gran devoción por los asuntos de la familia y la carrera personal, era producto de la creencia burguesa en la importancia suprema del interés privado. El hombre típico que Himmler organizó para la tortura y el asesinato en masa, de manera industrial, “era el burgués que, en medio de las ruinas de su mundo, se preocupaba más por su propia seguridad, estaba dispuesto a sacrificarlo todo en cualquier momento: la creencia, honor, dignidad”[xliii].
A principios de los años cuarenta, Herbert Marcuse, al analizar la nueva mentalidad construida bajo el régimen nazi, señalaba cómo, después de la Primera Guerra Mundial, el ritmo de reconstrucción y modernización del aparato industrial alemán era admirable, pero los beneficios obtenidos de Este aparato no era el que esperaban los capitalistas alemanes, debido a la contracción del mercado interno, la pérdida del mercado externo y la legislación social de la República de Weimar.[xliv]. El nazismo les ofreció el retorno de una política imperialista directa, la expansión del mercado interno y el paso de una apisonadora sobre la legislación social (y los partidos y movimientos sociales de izquierda que la apoyaban).[xlv]. “El mismo principio de eficiencia que, en la organización de las empresas, condujo a la reglamentación de la industria, beneficiando a los conglomerados más poderosos, conduce, en la organización del trabajo, a la movilización total de la fuerza de trabajo”[xlvi].
Y entre las principales características de la subjetividad en la Alemania nazi, Marcuse destaca precisamente las ideas de competitividad implacable, eficiencia, pragmatismo, glorificación del individuo y riesgo, tan queridas por el neoliberalismo. La población alemana, bajo el nazismo, había sido imbuida de “una racionalidad que mide todas las cuestiones en términos de eficiencia, éxito y eficacia. El "soñador" e "idealista" alemán se convirtió en el "pragmático" más brutal del mundo. Ajustó sus pensamientos, sentimientos y comportamiento a la racionalización tecnológica que el nacionalsocialismo transformó en la más formidable arma de conquista. Piensa en cantidades: en términos de velocidad, habilidad, energía, organización, masa”.[xlvii]. Marcuse consideraba que el terror que amenazaba en cada momento al individuo alemán provocaba en él esta mentalidad: “aprendió a ser suspicaz y astuto (…), a mecanizar sus acciones y reacciones y a adaptarlas al ritmo de la reglamentación universal. Esta realidad es el núcleo mismo de la mentalidad nacionalsocialista y el fermento psicológico del sistema nacionalsocialista”.[xlviii]. Marcuse destaca que el discurso de Adolf Hitler en el Industry Club en enero de 1932 enfatizó que, en el mundo moderno, ya sea en el ámbito privado, social o político, la vida se basa en el principio de eficiencia. “Según este principio, los individuos, así como los grupos sociales y las naciones, reciben una parte del producto social medido por su desempeño en la lucha competitiva. independientemente de los medios por los cuales se logró esta actuación y de sus fines, siempre y cuando se mantengan dentro del estándar social establecido. Para Hitler, la sociedad moderna se perpetúa mediante una competencia implacable entre grupos e individuos desiguales: sólo el competidor más despiadado y más eficiente puede sobrevivir en este mundo”.[xlix]. Según Marcuse, el Estado nazi fue la consumación del individualismo competitivo, y no su revés, como se interpretó y se interpreta tan a menudo. “El régimen libera todas las fuerzas de brutal interés propio que los países democráticos habían tratado de dominar y las combina con el interés de la libertad”.[l]. El énfasis en el individuo presente en las proclamas ideológicas nazis tuvo su contrapartida en la organización de las masas, que se guía por el principio de atomización y aislamiento. A diferencia de la organización de clases, la organización de masas no ocurre a través de la conciencia de un interés común, sino que es sólo una coordinación de individuos, “cada uno siguiendo su interés propio más primitivo y la unificación de éstos se efectúa por el hecho de que este interés propio reducirse al simple instinto de conservación, que es idéntico en todos ellos”[li].
No quiero argumentar que el neoliberalismo y el fascismo sean la misma cosa. Al igual que Amos Oz, considero que distinguir entre las gradaciones del mal es una parte difícil y absolutamente necesaria del ejercicio moral. Es necesario “prestar atención a las diferencias entre lo que es malo, lo peor y lo peor de todo”[lii]. Lógicamente, el fascismo es lo que se etiqueta como “peor de todos”. Lo que intento hacer aquí es llamar la atención sobre ciertas afinidades inquietantes entre el modelo de subjetividad producido por el neoliberalismo y 1) los tipos de personalidades que los estudios de Adorno detectaron, en los años 40 del siglo pasado, como las más propensas a ser seducidas por la propaganda. fascista, y 2) algunas características que el fascismo histórico consideraba ideales como norma de conducta para su subjetividad modelo.
Por tanto, me parece que el Zeitgeist El neoliberalismo facilita la tarea de la propaganda fascista, al mismo tiempo que crea las condiciones objetivas para el apoyo popular, ya sea a través del entusiasmo o la identificación total (o casi), o a través de la indiferencia ante los horrores que conlleva el proceso. boleto fascista – se extendió como la pólvora. Las similitudes entre el contexto histórico en el que surgió el fascismo clásico y lo que estamos experimentando hoy son bastante alarmantes. Me refiero, sobre todo, a la inmensa concentración de capital y, en consecuencia, al crecimiento de la desigualdad social y la inestabilidad económica, con millones de personas que buscan nuevas formas de supervivencia para evitar el declive social –o que se frustran por el fracaso de las expectativas de prosperidad. movilidad social. A las brutales presiones económicas se suma la erosión de la legitimidad de las principales instituciones de la democracia burguesa, consideradas corruptas e ineficientes para proteger a quienes se sienten engañados, agraviados o abandonados. Se están formando grandes olas de resentimiento que alcanzan niveles mayores donde la atomización social se extiende más profundamente. Hoy tenemos como agravante la crisis climática, que expone claramente la obsolescencia del modo de producción capitalista, guiado por la compulsión de un crecimiento incesante en un planeta cuyos recursos son finitos y cuyo equilibrio ecológico del que depende la vida humana es extremadamente complejo y delicado.
Incluso si, contra todas las condiciones catalizadoras de los tiempos neoliberales, no emerge una nebulosa fascista, es muy preocupante que gran parte de la mentalidad fascista sobreviva de manera tan difusa entre nosotros. Y esto no debería sorprendernos porque el fascismo surgió como una forma de administración capitalista para intentar resolver una crisis de rentabilidad combinada con una crisis de legitimidad.
Tengo la impresión de que el significante “nazismo” (y sus derivados) todavía provoca mucho rechazo, pero gran parte del contenido que expresa su significado es aceptado o naturalizado, en un divorcio surrealista entre significante y significado. Algunos intelectuales europeos contemporáneos lamentan una amnesia de los horrores que ocurrieron bajo el régimen nazi y llaman a una batalla por la memoria. De hecho, esto es crucial para detener el fascismo, pero no es suficiente, especialmente si ignoramos las condiciones sociales que generan amnésicos. Y sin embargo, conociendo los hechos, ¿es posible que el pensamiento pueda trabajar sobre ellos de manera categórica? Porque de nada sirve tener conocimiento de todos los hechos si somos como “Irineu Funes, el memorable”, es decir, incapaces de establecer relaciones conceptuales, aunque tengamos una memoria infalible. Y ésta es una de las grandes tragedias del desarrollo capitalista: limitar el pensamiento humano a la aprehensión de hechos aislados, reduciéndolo a un simple atributo de calificación en el mercado laboral. La alineación de las temporalidades vividas por el individuo con las necesidades de rotación de capital desalienta la reflexión intelectual y espiritual porque el tiempo dedicado a ellas se considera improductivo, ya que el pensamiento se nivela en el presente inmediato. Adorno y Horkheimer, en Dialéctica de la Ilustración, advirtió de la regresión que la sociedad industrial avanzada producía en la formación de juicios, quitándole la capacidad de juzgar, de distinguir entre lo verdadero y lo falso. La idea se estaba convirtiendo en un “objeto de lujo pasado de moda”. Esta expresión me recuerda un discurso de Arthur Weintraub, entrevistado por Eduardo Bolsonaro en un vivir, cuando revela que es uno de los gurús de la cloroquina en el Ministerio de Salud paralelo creado por Jair Bolsonaro. Según Arthur, el entonces presidente lo llamó: “Oye, flaco, estás jodidamente loco, ve y estudia esto, hombre”. Y luego empezó a leer artículos en Internet. Respecto al método científico, Arthur se expresó de la siguiente manera: “El modelo académico, que sigue el método científico, es un modelo arcaico, hombre, es algo que viene de cuando no había internet, todo estaba en papel, la gente tenía tiempo…”[liii].
Este “naufragio de la reflexión” allana el camino para la arbitrariedad y la brutalización de la administración fascista: “Cuando el fascismo reemplazó los complicados procedimientos judiciales en los procesos penales por un procedimiento más rápido, los contemporáneos estaban económicamente preparados para ello; Habían aprendido a ver las cosas, sin más reflexión, a través de los modelos conceptuales y términos técnicos que constituyen la estricta ración impuesta por la desintegración del lenguaje”.[liv]. Mark Fisher, unas siete décadas después, informó cómo el trabajo de los docentes estaba bajo una presión intolerable para mediar “la subjetividad posalfabetizada del consumidor en el capitalismo tardío y las exigencias del régimen disciplinario (aprobar exámenes y similares”).[lv], analizando los impactos de una “cultura punteada, ahistórica y antimnemotécnica” en la generación Z y una parte de la generación Y, para quienes “el tiempo siempre ha sido cortado y empaquetado en microporciones digitales”[lvi] y el reconocimiento de Slogans Basta con orientarse en el plano informativo de los tiempos de Internet.
La unión entre teléfonos móviles e internet constituye una poderosa herramienta en la producción de un pensamiento estereotipado, tan llamativo por su carácter manipulador y fundamental para las necesidades del aparato de producción económica del capitalismo moderno. La experiencia virtual a través teléfono inteligente predispone nuestra conciencia a ser cautiva de la proliferación de imágenes, de la celebración de lo efímero, de las robinsonadas, de las prisas, del ruido y de la luz incesantes, de la vigilia constante, y adversa al silencio, al sueño, a la soledad, a la reflexión, a la introspección, a la vacilación… porque esto último significa un aumento en el tiempo de rotación del capital, cada vez más intolerable en la sociedad del performance, apoyado por la compulsión capitalista por la expansión. Adorno y Horkheimer observaron que, en la sociedad capitalista, a partir del siglo XX, “quien duda se encuentra marginado como desertor. Desde Hamlet, la vacilación ha sido para el hombre moderno un signo de pensamiento y de humanidad. El tiempo perdido representaba y mediaba al mismo tiempo la distancia entre lo individual y lo universal”.[lvii]. Y una observación de Victor Klemperer es bastante ilustrativa de cómo el nazismo también valoraba la postura anti-vacilación: “El punto de vista de Montaigne: Qué se yo, ¿que sé yo? El punto de vista de Renan: el signo de interrogación es el más importante de todos los signos de puntuación. Es la posición de extremo antagonismo hacia la terquedad y la confianza en sí mismos de los nazis. El péndulo de la humanidad oscila entre ambos extremos, buscando el punto de equilibrio. Antes de Hitler y durante el período de Hitler, se afirmó innumerables veces que todo progreso se debe a los obstinados y todos los obstáculos se deben a los simpatizantes con signos de interrogación. Esto no se puede decir con certeza, pero sí se puede decir que las manos manchadas de sangre son siempre las de los obstinados”.[lviii].
De este modo, el capitalismo se está convirtiendo cada vez más en el reino del “hacedores”, de hombres de acción, de tipo manipulador. Si en los albores del capitalismo convertirse en apéndice de la máquina era la figura que marcaba la alienación humana, si la desantropomorfización impuesta por el capitalismo estaba representada por la animalización, por convertirnos en un “gorila adiestrado”, hoy nuestra alienación se caracteriza por intentar el acercamiento más cercano. posible imitación de la máquina, nuestra deantropomorfización está representada por la digitalización de nuestra subjetividad: la máquina opera a través de estereotipos.
Por lo tanto, como advirtió Brecht, no es necesario describir el fascismo simplemente como una “ola de barbarie que se derrumbó como una catástrofe de la naturaleza en algunos países”. Adoptar una postura contra el fascismo sin criticar el capitalismo, que lo engendra, sería como querer “comerte tu ración de ternera sin sacrificarla”. Quieren comer la ternera, pero no quieren ver la sangre. Les alegra saber que el carnicero se lava las manos antes de traer la carne. No están en contra de las relaciones de propiedad que producen barbarie. Simplemente están contra la barbarie”[lix].
La amenaza del bacilo del fascismo es eterna… mientras dure el capitalismo.
*Renake David Tiene un Doctorado en Historia de la Universidad Federal Fluminense.
Referencias
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Notas
[i] Alberto Camus, La plaga, Río de Janeiro: Editora Record, 1999, PAG. 269. La novela fue escrita durante los años en que Camus formó parte del movimiento de resistencia francés al nazismo y publicada por primera vez en 1947.
[ii] Antonio Gramsci, “Caderno 13 (1932-1934) – Breves notas sobre la política de Maquiavelo” in: Cuadernos de prisiones, vol. 3, Río de Janeiro: Civilización brasileña, 2000, p. 23.
[iii] Cf. Theodor W. Adorno, Estudios sobre la personalidad autoritaria, São Paulo: Editora Unesp, 2019.
[iv] Por lo tanto, la estereotipia en los estudios de Frankfurt no tiene nada que ver con el concepto de estereotipia asociado con el trastorno del espectro autista, que comprende conductas motoras y verbales repetitivas y restringidas sin ningún propósito aparente.
[V] Theodor W. Adorno, “La educación después de Auschwitz” in: Educación y Emancipación, São Paulo: Paz e Terra, 2021, p. 141. Conferencia en la radio de Hessen, transmitida el 18 de abril de 1965, publicada por primera vez en 1967.
[VI] Theodor W. Adorno, Estudios sobre la personalidad autoritaria, São Paulo: Editora Unesp, 2019, págs. 561-562, énfasis añadido.
[Vii] Theodor W. Adorno, “La educación después de Auschwitz” in: Educación y Emancipación, São Paulo: Paz e Terra, 2021, págs. 143-144.
[Viii] Theodor W. Adorno, “La educación después de Auschwitz” in: Educación y Emancipación, São Paulo: Paz e Terra, 2021, p. 144.
[Ex] Véase Pierre Dardot y Christian Laval, La nueva razón del mundo: ensayo sobre la sociedad neoliberal, São Paulo: Boitempo, 2016.
[X] En ingles, auto-mejora, un término muy utilizado en las corporaciones. Ellen Wood, al defender la tesis de que el capitalismo nace en el campo, llama la atención sobre cómo “mejorar(mejorar/mejorar/perfeccionar), en su significado original, significaba literalmente hacer algo con el objetivo de obtener ganancias monetarias, especialmente a través del cultivo de la tierra. En el siglo 17, "mejorador(mejorador) se refería a aquel que hacía que la tierra fuera productiva y rentable. Con el tiempo, "mejorar” y sus derivados fueron adquiriendo el significado más general que conocemos hoy – “y sería interesante pensar en las implicaciones de una cultura en la que la palabra correspondiente a 'mejorar' tiene sus raíces en el término que corresponde al beneficio monetario” . Elena de madera, El origen del capitalismo, Río de Janeiro: Jorge Zahar, 2001, pág. 89.
[Xi] La “actividad del individuo, en sus diferentes facetas (trabajo remunerado, labor caritativa para una asociación, gestión de la casa familiar, adquisición de capacidades, desarrollo de una red de contactos, preparación para un cambio de actividad, etc.), es considerado en esencia como negocio”, dice uno de los gurús del “desarrollo personal”. Bob Aubrey, La empresa de soi, París: Flammarion, 2000, pág. 15 citado: Pierre Dardot y Christian Laval, La nueva razón del mundo: ensayo sobre la sociedad neoliberal, São Paulo: Boitempo, 2016, pág. 335.
[Xii] Pierre Dardot y Christian Laval, La nueva razón del mundo: ensayo sobre la sociedad neoliberal, São Paulo: Boitempo, 2016, pág. 340.
[Xiii] Antoni Girod, La PNL, París: Interéditions, 2008, p. 37 citado: Pierre Dardot y Christian Laval, La nueva razón del mundo: ensayo sobre la sociedad neoliberal, São Paulo: Boitempo, 2016, pág. 340.
[Xiv] Ana Helen Petersen, No puedo soportarlo más No puedo soportarlo más: cómo los millennials se convirtieron en la generación de Burnout, Río de Janeiro: HarperCollins, 2021 [2020], págs. 64-65, capítulo 2 (Miniadultos en crecimiento).
[Xv] Karen Zouwen Ho, Liquidado: una etnografía de Wall Street, Durham: Duke University Press, 2009 citado: Anne Helen Petersen, No puedo soportarlo más No puedo soportarlo más: cómo los millennials se convirtieron en la generación de Burnout, Río de Janeiro: HarperCollins Brasil, 2021, p. 180.
[Xvi] Marissa Mayer, ex directora ejecutiva de Yahoo, dijo en una entrevista con Bloomberg Businessweek en 2016 que trabajar 130 horas a la semana es posible “si eres estratégico en cuanto a cuándo duermes, cuándo te duchas y con qué frecuencia vas al baño”. Max Chafkin, “Marissa Mayer de Yahoo sobre vender una empresa mientras se intenta cambiarla” in: informe de Bloomberg, 4 de agosto. 2016, https://www.bloomberg.com/features/2016-marissa-mayer-interview-issue/. Último acceso: 25 agosto. 2023.
[Xvii] Camilo Rocha, “¿Cuáles son las críticas de quienes glorifican el 'valor' en el trabajo?” in: Nexo vía Democracia y Mundo del Trabajo en Debate, 18 de febrero. 2019, https://www.dmtemdebate.com.br/quais-as-criticas-a-quem-glorifica-a-ralacao-no-trabalho/. Último acceso: 25 agosto. 2023.
[Xviii] Miya Tokumitsu, Haz lo que amas y otras mentiras sobre el éxito y la felicidad, Nueva York: Regan Arts, 2015 citado: Anne Helen Petersen, No puedo soportarlo más No puedo soportarlo más: cómo los millennials se convirtieron en la generación de Burnout, Río de Janeiro: HarperCollins Brasil, 2021, p. 122.
[Xix] Véase Anne Helen Petersen, No puedo soportarlo más No puedo soportarlo más: cómo los millennials se convirtieron en la generación de Burnout, Río de Janeiro: HarperCollins Brasil, 2021.
[Xx] En inglés utilizan el acrónimo “TGIM” – ¡Gracias a Dios, es lunes!”.
[xxi] Véase Bryan Menegus, “Lyft cree que es emocionante que un conductor estuviera trabajando mientras daba Burth” in: Gizmodo, 22 sept. 2016. https://gizmodo.com/lyft-thinks-its-exciting-that-a-driver-was-working-whil-1786970298. Último acceso: 25 agosto. 2023.
[xxii] Véase Clarissa Levy, “La máquina de propaganda oculta de iFood” in: El público, 4 de abril. 2022. https://apublica.org/2022/04/a-maquina-oculta-de-propaganda-do-ifood/. Último acceso: 25 agosto. 2023.
[xxiii] Theodor W. Adorno, “La educación después de Auschwitz” in: Educación y Emancipación, São Paulo: Paz e Terra, 2021, p. 140.
[xxiv] “Tomas un café en el almuerzo. Tú sigues tu seguimiento. La privación del sueño es su droga de elección. Puede que estés sufriendo. Fiverr – Confiamos en los hacedores”. Véase Jia Tolentino, “The Gig Economy celebra trabajar hasta morir”, The New Yorker , 22 de marzo. 2017. https://www.newyorker.com/culture/jia-tolentino/the-gig-economy-celebrates-working-yourself-to-death. Último acceso: 25 agosto. 2023.
[xxv] Véase Erin Griffith, “¿Por qué los jóvenes fingen amar el trabajo?” The New York Times, 26 de enero. 2019. Último acceso: 25 agosto. 2023.
[xxvi] Pierre Dardot y Christian Laval, La nueva razón del mundo: ensayo sobre la sociedad neoliberal, São Paulo: Boitempo, 2016, pág. 357, énfasis en el original.
[xxvii] Ver “Gobierno federal publica emotivo video pidiendo a Brasil que no se detenga; vea", Trabajador Temporalo, 22 de marzo. 2020. Último acceso: 25 agosto. 2023.
[xxviii] Ver Anaís Motta, “Secom utiliza un lema asociado al nazismo para publicitar acciones, pero niega la relación” in: Noticias UOL, 10 de mayo de 2020. https://noticias.uol.com.br/politica/ultimas-noticias/2020/05/10/secom-usa-lema-associado-ao-nazismo-para-divulgar-acoes-contra-a-covid-19.htm. Último acceso: 25 agosto. 2023.
[xxix] Ver “Trabajador muere en supermercado en Recife; El cuerpo está cubierto por sombrillas y el lugar sigue funcionando”, G1, 19 de agosto. 2020. https://g1.globo.com/pe/pernambuco/noticia/2020/08/19/representante-de-vendas-morre-em-supermercado-no-recife-e-corpo-e-coberto-por-guarda-sois.ghtml. Consultado por última vez el 26 de agosto. 2023.
[xxx] Véase Daniel Gullino, “No más frescura, no más mimimi. ¿Hasta cuándo seguirán llorando?”, dice Bolsonaro sobre la pandemia. El Globo, 4 de marzo. 2021. https://oglobo.globo.com/saude/coronavirus/chega-de-frescura-de-mimimi-vao-ficar-chorando-ate-quando-diz-bolsonaro-sobre-pandemia-1-24909333. Último acceso: 26 agosto. 2023.
[xxxi] Theodor W. Adorno, “La educación después de Auschwitz” in: Educación y Emancipación, São Paulo: Paz e Terra, 2021, p. 140.
[xxxii] Theodor W. Adorno, Estudios sobre la personalidad autoritaria, São Paulo: Editora Unesp, 2019, pág. 419.
[xxxiii] Ver Pierre Dardot y Christian Laval La nueva razón del mundo: ensayo sobre la sociedad neoliberal, São Paulo: Boitempo, 2016.
[xxxiv] Theodor W. Adorno, Estudios sobre la personalidad autoritaria, São Paulo: Editora Unesp, 2019, pág. 155.
[xxxv] Susan McKinnon, Genética neoliberal: una crítica antropológica de la psicología evolutiva, São Paulo: Ubu Editora, 2021, p. 188.
[xxxvi] Silvia Viana, Rituales de Sofrimento, São Paulo: Boitempo, 2012, pág. 155.
[xxxvii] Silvia Viana, Rituales de Sofrimento, São Paulo: Boitempo, 2012, pág. 156.
[xxxviii] Christophe Dejours, La banalización de la injusticia social citado: Silvia Viana, Rituales de Sofrimento, São Paulo: Boitempo, 2012, pág. 156, énfasis en el original.
[xxxix] “Un suicidio en el trabajo es un mensaje brutal – entrevista a Christophe Dejours”, Público, 1do
Feb. 2010. Disponible en: https://www.publico.pt/2010/02/01/sociedade/noticia/um-suicidio-no-trabalho-e-uma-mensagem-brutal-1420732 . Último acceso: 20 agosto. 2023.
[SG] Hanna Arendt, Eichmann en Jerusalén: una historia sobre la banalidad del mal, São Paulo: Companhia das Letras, 1999, pág. 122.
[xli] Theodor W. Adorno, Estudios sobre la personalidad autoritaria, São Paulo: Editora Unesp, 2019, p. 562, énfasis añadido.
[xlii] Hanna Arendt, Orígenes del totalitarismo, São Paulo: Companhia das Letras, 2012, pág. 472. Brecht también señaló este apego al orden y la obsesión por la perfecta ejecución de la tarea ordenada en la sociedad nazi, sin que importara el contenido de la tarea, y lo convirtió en tema de uno de los primeros diálogos de su obra. Conversaciones de refugiados. Respecto a la compulsión ordenada de un miembro de las SS: “El sentido del orden estaba tan arraigado en él que prefería no azotar antes que hacerlo de forma desordenada”. Sobre el derroche ordenado de la guerra: “El orden consiste en desperdiciar las cosas de forma planificada. Todo lo que se tira, o se arruina, o se devasta, hay que registrarlo y enumerarlo en un papel, eso es orden. Sin embargo, la razón principal para que se respete el orden es de carácter pedagógico. El hombre no puede realizar determinadas tareas si no las hace de forma ordenada. Me refiero aquí a órdenes absurdas. Hacer que un prisionero cave una zanja y luego enterrarla otra vez y luego cavarla otra vez, y que lo haga tan descuidadamente como quiera; se volverá loco o rebelde, que es lo mismo. Sin embargo, si se le insta a sostener la pala de esta o aquella manera, a no enterrarla ni un centímetro más profundo, y si se tiende una cuerda que demarca el punto donde debe cavar, de modo que la zanja sea de una medida exacta, medición, y si nuevamente al enterrarlo se asegura que el terreno esté tan nivelado como si no se hubiera cavado ninguna zanja, entonces se podrá hacer el trabajo y todo irá en orden, como dice la expresión popular”. Bertolt Brecht, Conversaciones sobre refugiados, São Paulo: Editora 34, 2017, págs. 14; dieciséis.
[xliii] Hanna Arendt, Orígenes del totalitarismo, São Paulo: Companhia das Letras, 2012, pág. 472.
[xliv] Cf. Herbert Marcuse, “La nueva mentalidad alemana”. in: Herbert Marcuse, Tecnología, guerra y fascismo, São Paulo: Fundação Editora da Unesp, 1999.
[xlv] Adam Tooze destaca que las actas disponibles del famoso encuentro entre 25 empresarios y Hitler, Schacht y Göring en la mansión de este último el 20 de febrero de 1933, muestran que el conflicto entre izquierda y derecha fue el tema central de los discursos tanto de Hitler como de Göring. Cf. Adán Tooze, El precio de la destrucción: construcción y ruina de la economía alemana, Río de Janeiro: Registro, 2013, cap. 3. “Socios: el régimen y el mundo empresarial en Alemania”.
[xlvi] Herbert Marcuse, “Estado e individuo bajo el nacionalsocialismo” in: Herbert Marcuse, Tecnología, guerra y fascismo, São Paulo: Fundação Editora da Unesp, 1999, p. 123.
[xlvii] Herbert Marcuse, "La nueva mentalidad alemana" in: Herbert Marcuse, Tecnología, guerra y fascismo, São Paulo: Fundação Editora da Unesp, 1999, p. 197.
[xlviii] Herbert Marcuse, "La nueva mentalidad alemana" in: Herbert Marcuse, Tecnología, guerra y fascismo, São Paulo: Fundação Editora da Unesp, 1999, p. 197.
[xlix] Herbert Marcuse, “Estado e individuo bajo el nacionalsocialismo” in: Herbert Marcuse, Tecnología, guerra y fascismo, São Paulo: Fundação Editora da Unesp, 1999, p. 112, énfasis añadido.
[l] Herbert Marcuse, “Estado e individuo bajo el nacionalsocialismo” in: Herbert Marcuse, Tecnología, guerra y fascismo, São Paulo: Fundação Editora da Unesp, 1999, p. 121.
[li] Herbert Marcuse, “Estado e individuo bajo el nacionalsocialismo” in: Herbert Marcuse, Tecnología, guerra y fascismo, São Paulo: Fundação Editora da Unesp, 1999, p. 122.
[lii] Amos Oz, “Elogio de las penínsulas” in: Cómo curar a un fanático: Israel y Palestina: entre derecha y derecha, São Paulo: Companhia das Letras, 2016, pág. 20.
[liii] Ver https://www.youtube.com/watch?v=4vdZLkvpQv4 , entre 2m17s y 2m39s.
[liv] Theodor W. Adorno y Max Horkheimer, Dialéctica de la Ilustración, Río de Janeiro: Jorge Zahar, 1985, pág. 166.
[lv] marca pescador, Realismo capitalista, São Paulo: Autonomia Literária, 2020, pág. 49.
[lvi] marca pescador, Realismo capitalista, São Paulo: Autonomia Literária, 2020, pág. 48.
[lvii] Theodor W. Adorno y Max Horkheimer, Dialéctica de la Ilustración, Río de Janeiro: Jorge Zahar, 1985, pág. 169.
[lviii] Víctor Klemperer, LTI: El lenguaje del Tercer Reich, Río de Janeiro: Contraponto, 2009, págs. 131-132.
[lix] Bertolt Brecht, “Cinco dificultades para escribir la verdad” in: marxistas.org, https://www.marxists.org/portugues/brecht/1934/mes/verdade.htm#:~:text=Deve%20ter%20a%20coragem%20de,ter%20a%20ast%C3%BAcia%20de%20divulg%C3%A1-. Último acceso: 19/10/2022. Un año después de que los nazis llegaran al poder en Alemania, Brecht escribió el panfleto político “Cinco dificultades para escribir la verdad”, distribuido ilegalmente en su país de origen.
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